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Poblamiento altomedieval en Ayala y Alto Nervión (III)

Poblamiento altomedieval en Ayala y Alto Nervión (III)

imagenes1802a3. ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LOS ASENTAMIENTOS ALTOMEDIEVALES
Hemos indicado con anterioridad como tradicionalmente se ha atribuido a Ayala y Orduña una personalidad propia desde su aparición temprana en la Crónica de Alfonso III. Personalidad por lo menos aportada por los reyes astures que dejan de denominarlos genéricamente como vascones y les identifican como pobladores a suis incolis reperientur semper esse possessae emplazados en territorios con topónimos que claramente podemos identificar en la realidad
Al menos a mediados del siglo VIII tenemos citados estos espacios más o menos amplios con nombres concretos cuyos habitantes podí­an estar identificados con ellos, podí­an ser únicamente nombres aportados por los lejanos monarcas asturianos o denominaciones antiguas recogidas en la crónica. Es destacable en este aspecto como en la actualidad algunos de estos topónimos (tenemos los ejemplos de Karrantza, Sopuerta o la misma Aiara) han perdurado en el conjunto del valle o el territorio que designan siendo en la actualidad agrupaciones de concejos sin un núcleo con esa denominación. Además los centros actuales de estas demarcaciones pueden tener su origen en la consolidación del poder feudal en época pleno medieval con lo que se producen cambios en muchos aspectos como son la agrupación parroquial y el establecimiento de sentamientos estables en los fondos de los valles anteriormente desechados del tipo de ocupación territorial.
La excepción de Orduña puede estar relacionada con un asentamiento temprano (aparece como una donación de Alfonso II al Obispo Juan de Valpuesta en 804) en una ubicación similar o cercana a la actual bajo el farallón rocoso de Sierra Salvada y junto a los caminos antiquí­simos que conectan la Meseta con la costa. El devenir posterior la convirtió en un núcleo muy interesante para los poderes establecidos siendo fuente de disputas que se agravarí­an tras su conversión en Villa.
Tras estas primeras referencias concretas a topónimos que son reconocibles en la actualidad en lugares más o menos extensos a mediados del siglo VIII y principios del IX, debemos citar a continuación el inicio de menciones a monasterios a partir de la segunda mitad del siglo IX. Sabemos también que en el año 864 existí­an varias iglesias en Ayala y en el Valle de Mena, entre ellas la de San Vicente de Añes, donadas por el Conde Diego Porcelos al monasterio de San Félix de Oca del que más tarde pasarí­an al de San Millán; entonces estaban ya pobladas Lejarzo, Ervi, Sojo, Obaldí­a –la actual Madaria-, y Salmantón.»
Por lo tanto la documentación comprendida entre el siglo IX y el XII nos sitúa ante la existencia de una serie de monasterios de Añes y Oceja y unas villae que se corresponderí­an con buena parte de las aldeas ayalesas actuales. Es el caso de Angulo,
Salvada, Eversa (en Burgos), Lixarzo (Lexartzu), Urzanico, Pando, Fluiso, Ervico, Desolio, Dovaltia y Salvantone (Salmantón).
También al 864 pertenece una cita del magní­fico enclave de Retes de Tudela «cuando una familia encabezada por una mujer, por Elduara, y sus hijos, (…) donaba a la iglesia de Santa Marí­a de Tudela «todos los bienes muebles e inmuebles que poseí­an, es decir, edificios, manzanos – pommares–, viñas –vineas– y tierras de sembrar –terras sationaviles–, «todas cuantas en estemismo valle obtuvo nuestro padre», el marido de Elduara ya fallecido, quien habrí­a llegado a esta elevada zona del sur de Artziniega para asentar su hogar»
Son menciones tempranas en comparación con el silencio casi absoluto de otros territorios circundantes. Y, como ya hemos citado, rastreables en concejos actuales de Ayala y en núcleos de población en los que posiblemente las pocas viviendas ocupen los espacios habitacionales o productivos altomedievales. Por otra parte muchos historiadores interpretan la subsistencia de fuentes documentales de una zona concreta no solo en términos de suerte a la hora de llegar hasta nosotros este material. También se ha interpretado este hecho en la pronta inclusión de un territorio, zona o elemento dentro de la órbita de intereses de un poder concreto que desea acotar su influencia sobre el mismo. Es posible que en nuestro caso Ayala sea un territorio que empieza a interesar. La monarquí­a asturiana con su centro de poder lejos del territorio puede que en un momento determinado le interesase poner a un personaje como el Conde Diego al frente realizando las funciones de delegado dela corona. Por lo tanto el poder embrionario que estaba surgiendo en el interior de las propias aldeas dependientes del Conde pudo en determinados momentos aconsejar encajar a un tercer poder externo, monasterios del mismo ámbito de influencia astur, que hiciese las labores de captación de rentas delas pequeñas iglesias pertenecientes a la comunidad. De esta forma los poderes, ejemplificados en la figura de Diego, se fueron haciendo con el control de bienes comunales e iglesias propias.
Es por lo tanto una reordenación que busca controlar las iglesias propias de las aldeas, con sus rentas, haciéndolas dependientes de otra bajo cuyo control estaban estos poderes superiores. Tenemos más ejemplos tempranos entre las referencias textuales conservadas que además nos acercan a espacios un tanto alejados de las laderas de Sierra Salvada. Es el caso de la mención de San Ví­ctor y Santiago de Gardea en el cartulario de San Millán del 964 en la que nuevamente un poder, en este caso un tal Don Jimeno y Doña Marina su hermana, donan al monasterio meridional alavés de San Esteban de Salcedo diversas pertenecí­as muebles e inmuebles entre las que se encuentra la pequeña iglesia de Gardea.
Como ya hemos comentado gran parte de estas referencias toponí­micas a iglesias, monasterios y aldeas pueden identificarse con localizaciones actuales. Ubicaciones que en muchos de los casos presentan una organización interna, dentro de los actuales núcleos, similares a la establecida por algunos autores como originaria de la Alta Edad Media. Sin embargo más allá de la disposición y organización de los elementos identificativos más importantes de los actuales concejos con respeto a su posible filiación con elementos altomedievales, franjas habitacionales, áreas pro-ductivas, templo y necrópolis), datos que adjuntamos en las fichas y a la postre totalmente subjetivos dado el estado de la investigación, debemos destacar ciertas peculiaridades observadas en cuanto a la ubicación de los asentamientos dentro del paisaje y de sus relaciones entre ellos dado su presumible coetaniedad. Puede ser el caso nuevamente de la red de aldeas reflejada en el documento de Añes del 864, o la propia Retes citada el mismo año. Si observamos desde el asiento de los topónimos actuales la disposición de las ubicaciones con respecto al marcado valle del rí­o Ferrerí­as veremos la situación privilegiada y dominante de Añes al pie justo de la Sierra –y por lo tanto junto al camino a la Meseta- y el estable-cimiento en cotas inferiores de localizaciones como Urzani o, Luxo, Lexartzu y Erbi. Además debemos destacar en gran parte de estos últimos su situación a su vez en posiciones topográficas privilegiadas con respecto al entorno circundante, a los recursos y a los caminos; en hábitats denominados muchas veces en espolón con la iglesia en el vértice del mismo) que recuerdan en muchas ocasiones a los asentamientos protohistóricos ayaleses cercanos de Babio y Perigaña.
También Ozeka junto con Salmantón y Obaldia se encuentran nuevamente en posiciones dominantes pero no tan marcadas como en los casos anteriores. En estos últimos se hace más patente, cercana y directa la posible situación de los asentamientos habitacionales encima de los pequeños valles, menos marcados que en el Herrerí­as, en los que se sitúan las explotaciones pertenecientes a las aldeas. Es el registro textual el que nos refleja todos estos asentamientos en los siglos IX y X bajo una serie de poderes también conocidos. Tenemos sus referencias documentales y sus posibles ubicaciones actuales. Sin embargo carecemos para todos estos casos de elementos materiales altomedievales –salvo unos pocos indicios como noticias a necrópolis en los alrededores de las iglesias- que acompañen a sus referencias textuales y a sus inmejorables situaciones topográficas.
Además no son las únicas aldeas documentadas –ni parecen estar todas en manos de estos poderes- ya que la arqueologí­a en los últimos años, a pesar de contar con unas pocas actuaciones, nos ha aportado indicios claros de un poblamiento altomedieval no captado por la documentación. Es el caso de los magní­ficos resultados obtenidos de la excavación del Santuario de Nuestra Señora de La Encina en Artziniega con la existencia de un templo prerrománico junto con una necrópolis fechados en el siglo IX y que a su vez se situaba sobre una «facies cultural de hábitat romanizado, aunque entre ambos periodos no se constata continuidad»
Recientemente se han realizado actuaciones arqueológicas sobre elementos con referencias textuales tempranas como son las Iglesias de San Pedro de Lendoño de Arriba y San Román de Zedelica (s. XI). En ambos casos los sondeos realizados en los aledaños de los actuales templos han proporcionado materiales pertenecientes al siglo VIII. Vemos por lo tanto como otros núcleos, en este caso en el valle de Orduña, con referencias documentales más tardí­as presentan indicios claros de asentamientos anteriores altomedievales en la misma localización o en las cercaní­as que perduran hasta la fase de abandono de la necrópolis al perder sus funciones parroquiales. En algunas ocasiones han llegado hasta nosotros de manera más o menos fortuita algunas estelas como la procedente de unas obras previas a la actuación en La Encina datada al igual que la necrópolis en el siglo IX. Lo mismo sucede con los sorprendentes ejemplares de San Pedro de Menagarai y del caserí­o Aio de Luiando con cronologí­as comprendidas entre los ss. VIII-IX. Otras localizaciones nos las han dado los enterramientos localizados en los alrededores de iglesias y ermitas, como en los casos de Añes, Obaldia (Madaria), Opellora, Maroño y Menoio o sin la localización clara del templo como el caso de Arespalditza).
Es a partir del siglo XI cuando Ayala y Orduña entran en la órbita del Reino de Pamplona, hecho que no parece alterar la vida en las aldeas. Sin embargo en el 1040 en la donación de arras que el rey Garcí­a VI hace a su mujer la reina Doña Estefaní­a se hace mención a una serie de vasallos y lugares entre los que aparece Retes de Tudela y Llanteno «Senior Lope Vellacoz, et senior Galindo Bellacoz, cum Colindris et cum Huart, et Mena, vel Tutela, et Lanteno cum omni pertinentia eorum. Garsia Ciclave cum Samanos et cum sua pertinentia (…)».
La mención a estos enclaves y a estos personajes está estrechamente relacionada con la forma efectiva que parece tener la corte pamplonesa de hacer llegar su poder a todos sus dominios. Por lo tanto la función de estos tenentes es la de ejecutar el dominio señorial siendo los encargados de administrar los poderes públicos en nombre de los lejanos monarcas pamploneses. Debí­an mantener la paz en la tenencia, la defensa del territorio, la administración de justicia y la recaudación de tributos; sí­ntomas evidentes de posibles confiscaciones, adquisiciones y abusos, siendo uno de los orí­genes claros de diferenciaciones y de acumulaciones de poder de algunas de las grandes familias en este y en otros territorios durante toda la Edad Media.
Por lo tanto la disposición de las tenencias podí­a tener diversos objetivos. Principalmente debemos pensar en el simple control del territorio, en dejar constancia de un nuevo poder efectivo (el ejercido ahora por Pamplona) o en controlar parcelas tales como los pasos, los centros productivos, las extracciones de materias primas, etcétera. En este punto no debemos desestimar tampoco la posibilidad de detectar estructuras materiales adscribibles a estos dos elementos concretos en territorio ayalés. Un control efectivo sobre el territorio por parte de los monarcas podí­a haber derivado en la construcción de pequeños castillos o empalizadas en zonas en las que era aconsejable un control más directo y en los que era conveniente manifestar un poder tan alejado y exógeno. Puede ser el caso de la Tutela de Retes o Lanteno ya que en ambos casos la mención se sitúa en franjas con un control visual excepcional de los antiguos caminos que del Valle de Mena y del portillo de Añes, a través de Erretes Tudela y Lanteno respectivamente, se dirigí­an a la costa. Los trabajos de prospección realizados no han aportado elementos de interés. Sin embargo sí­ debemos destacar en el caso de Retes el magní­fico emplazamiento que actualmente ocupa la iglesia (en posición excéntrica con respecto el núcleo poblacional) ya antes mencionada en el documento del 864. Es posible que en el lugar citado en la donación de Elduara sea el más adecuado al controlar los accesos a través de Pasos de Gordeliz hacia Angulo, o a través de Angostina hacia Mena; y de aquí­ a la costa.
La búsqueda por distintos medios de estructuras adscribibles a estas tenencias, y por extensión a otro tipo de asentamientos, nos llevó a los largo de la prospección a la utilización continuada de ortofotografí­as aéreas e imágenes LiDAR en espacios fuera de nuestro ámbito objeto de estudio. A lo largo de este proceso advertimos la existencia de un elemento cerca de nuestro territorio, más concretamente en el Municipio de Bortedo perteneciente al Valle de Mena (Burgos), que presenta coincidencias razonables con otro yacimiento bien conocido por la historiografí­a vizcaí­na, a pesar de no haberse realizado actuaciones arqueológicas, como es el recinto fortificado de Malmasí­n en Arrigorriaga
El caso burgalés parece presentar caracterí­sticas similares observándose, tanto en la imagen LiDAR como in situ, una zona allanada en la cumbre –denominada como Curuño- bajo la que se localizan dos cortes pronunciados en el terreno que coinciden con el inicio de desniveles acentuados. En ambos se sitúan las dos lí­neas de coronas dentadas similares a la observada en Malmasí­n –pendientes de comprobación- cuyo origen y funcionalidad se desconocen y que pueden corresponderse con sistemas defensivos pertenecientes a época medieval o incluso a las más recientes contiendas contemporáneas. En Bortedo destaca la ausencia de materiales y únicamente se detectaron durante la prospección concentraciones de losas en alteraciones modernas relacionadas con las aperturas de caminos y la explotación forestal. En Malmasí­n conocemos la localización de materiales como molinos de mano y estelas provenientes del mismo datadas en la Edad del hierro al igual que el propio emplazamiento en espolón. Sin embargo algunos elementos constructivos pueden ejemplificar una reocupación en la Edad Media con la identificación del castillo de Malvezin documentado en 1179 en el documento de concordia entre el rey Alfonso VIII de Castilla y Sancho el Sabio de Navarra. Estamos por lo tanto ante una posesión situada en los confines del señorí­o de Bizkaia, objeto de disputa entre las coronas castellana y navarra a lo largo del siglo XII y según palabras de Garcí­a Camino puede albergar estructuras de un castillo altomedieval con la pervivencia de las funciones que desempeñaba el antiguo castro o con la instauración de nuevas formas de articulación del territorio en la tardoantiguedad, como parece más probable a juzgar por los influjos norpirenaicos que en el siglo VI se dejan sentir en la cercana necrópolis de Finaga.
Pero debemos, al menos de momento a falta de comprobación arqueológica de ambos elementos, citar algunas coincidencias históricas al margen de la similitud en el emplazamiento y en sus sorprendentes estructuras que recuerdan la prolongada decoración en muchas estelas de dientes de sierra. En este pueblo burgalés se localizaba la residencia, al menos desde finales del siglo XII, de Lope Sánchez de Mena denominado Señor de Bortedo. Debemos recordar que por estas mismas fechas (finales del siglo XII) Lope Sánchez, que acumula poder en Castilla la Vieja y Mena, es un hombre de confianza del monarca castellano Alfonso VIII hasta el punto de fundar por petición de éste último la Villa de Balmaseda en 1199. Estamos por lo tanto, siempre manteniendo todas las reservas posibles, ante una nueva posesión situada en los confines del señorí­o de Bizkaia y posiblemente también objeto de disputa entre las dos coronas. Es por lo tanto destacable la posibilidad de localizar ubicaciones con estructuras similares en dos puntos en los que coincide un mismo devenir histórico en un momento concreto. Pero dejando a un lado los resultados obtenidos durante la prospección, y volviendo a la época de dominio pamplonés, además del ejercido por las tenencias debemos destacar la maniobra de los monarcas de ejercer el control sustrayendo las rentas a través de las iglesias propias poniéndolas en manos de otros poderes. En Noviembre de 1095 se produce la consagración de la iglesia de San Pedro de Llodio «poco después de haberse disuelto el obispado alavense con sede en Armentia. Cuando el prelado acudí­a a Llodio, habí­a consagrado ya, según el Padre Henao, otra iglesia en la región, la de San Pedro de Munguia; y un año después, en 1096, aplicarí­a en Calahorra las tercias de Santa Marí­a de Axpe en Busturia, que el señor de Bizkaia, Don Iñigo López, habí­a cedido a San Millán. El obispo Don Pedro llegaba a Llodio acompañado delos arcedianos Raimundo y Sancho de Grañón, que más tarde ocuparí­a la sede Calagurritana, y acordaba con los señores y caballeros, labradores y mujeres de la tierra de Ayala un convenio sobre la percepción de los diezmos en las once iglesias existentes en el Valle».
Esta documentación nos aporta un listado de las iglesias y núcleos existentes en 1095; entre los que se encuentran los actuales despoblados de Perea en Beotegi con su iglesia de Santo Tomás, Mariaca y su templo de San Pedro, Oribe-Salazar en Erbi, San Juan de Murga, San Pedro y San Babilas en Olabezar, la primera referencia de Quejana, la iglesia de la asunción de Arespalditza, Santa Marí­a de Amurrio y el templo de San Mames de Orue. Pero este documento no sólo nos pone ante una imagen de núcleos existentes en 1095 y cuyo origen no conocemos; sino que nos encontramos ante individuos concretos, con nombre, apellidos y poder que no dudan en el convenio en dar caballos, bueyes, etcétera, antes de quedar en la órbita de San Pedro. Entre ellos destacan «magnates de la tierra Lope Sánchez y Diego Sánchez que, en1095 se encontraban con el obispo Don Pedro cuando, al consagrar el templo de Llodio, recibí­a presentes de los caballeros y de las iglesias del valle, entre ellas Quejana: una caballo de cada señor y un buey de cada iglesia. Mientras los caballos ofrecidos al obispo por otros nobles se valoraban en quinientos sueldos, los dos entregados por Lope Sánchez y Diego Sánchez valí­an mil cada uno, prueba de su prepotencia en la tierra de Ayala. En este documento figura Lope Sánchez ostentando las tenencias de Mena y Ayala y Diego Sánchez las de Castilla hasta Tetega».
También aparecen los olvidados ya que en el documento de 1095 además de los de Ayala. Por lo tanto da la impresión que estos últimos, los campesinos y las mujeres, conservaban algo de titularidad sobre los templos, y los derechos derivados, con los señores ya que son convocados en este acto de firma de un convenio. Documento que
finalmente es firmado únicamente por el propio Obispo y por las potestades, en este caso los Velázquez (probable embrión de los Ayala), lo que «parece indicar que ellos eran los más interesados en suprimir las exacciones episcopales, y por tanto que ellos eran los beneficiarios del usufructo eco-nómico de las iglesias, Los habitantes de Ayala habrí­an traspasado sus derechos a los tenentes (…) habrí­an desaparecido como parte activa, y eran los señores los que los representaban».
A partir del siglo XII la documentación conservada aumenta y se hace más rica en detalles. Textos conservados de principios del XII nos acercan a localizaciones como Menoio, Maroño, Agiñaga y Menagarai de 1114, Arbileta en 1192, etcétera, hasta el listado conservado de 1257 en el que se relacionan las parroquias de la diócesis de Calahorra en la carta del obispo Don Jerónimo Aznar aportándonos localizaciones del valle de Orduña como San Juan de Aloria, Santa Ana de Mendeica y el despoblado de Barracarán en Delica. Una red de aldeas que coinciden en muchos de los casos en el tipo de asentamiento y en su ubicación topográfica; y de las que conocemos únicamente sus primeras referencias documentales en relación a sus templos y a sus señores, la aparición de algunos materiales (ejemplo de la localización de enterramientos y estelas como los casos de Maroño o Menagarai respectivamente) o la conservación de algunos restos románicos en las fábricas de los templos posteriores.
De los poderes de estas aldeas han llegado hasta nuestros dí­as las reformas realizadas en las antiguas iglesias supuestamente prerrománicas, como puede ser el caso de Añes, u otras más recientes, como puede ser el caso de Delica. Las iglesias y las necrópolis son los elementos del registro arqueo-lógico altomedieval más estudiado dada la facilidad de identificación. Además, a falta en muchos casos de más datos, han ayudado a ver realidades sociales más complejas como la fijación del poblamiento dentro de las estructuras feudales.
Sin embargo no debemos dejar la oportunidad de citar la localización en zonas de montaña en asentamientos como abrigos, cuevas y dólmenes, de materiales, la mayorí­a cerámicos pendientes de comprobación, adscritos a la Edad Media. Es el caso del Abrigo de Cobata o del conjunto dolménico de Las Campas en Añes, del dolmen de campas de Oletar en Menoio, del dolmen de Campas de la Choza en Orduña o de los materiales localizados en la Cueva de Los Franceses de Babio en Izoria.
Es un fenómeno, el de la existencia de materiales o fases de ocupación medievales, relacionado con zonas de montaña o, como puede ser nuestro caso, también con zonas de paso. En este sentido debemos hacer mención a las investigaciones que se están realizando en estos espacios ganaderos.
Las más cercanas actuaciones en zonas de montaña por el equipo formado por A. Moraza y A.Mujica a en estructuras de las sierras de Aralar y Urbia descubren cronologí­as comprendidas entre el siglo VI y el XVIII intensificándose los periodos de máxima actividad de estas construcciones entre fines del siglo IX y fines del XIII. Parece por lo tanto que a partir del siglo VI se inicia una nueva forma de explotación de pastos de altura, además claramente relacionada con la ganaderí­a vacuna, que perduró durante toda la Edad Media hasta las transformaciones sufridas a partir del siglo XVII. La arqueologí­a puede en el futuro aportar nuevos datos en Ayala ya que es considerable el número de localizaciones en Sierra Salvada con cronologí­a y función inciertas.
Por otro lado el reaprovechamiento de ciertos espacios ocupados por asentamientos prehistóricos debe de estar detrás de la aparición de diferentes volúmenes de material cerámicos medieval en los dólmenes anteriormente citados. Debemos por lo tanto entenderlos de momento, y a falta también de comprobación, como el reaprovechamiento continuado de los recursos del entorno ubicados en un mismo espacio; y no como la reutilización de los asentamientos o como restablecimiento de formas de vida anteriores como han detallado otros autores. Señalar la magní­fica disposición de estas estructuras en el caso de Ayala; ya que se encuentran junto a caminos naturales que descendí­an de la Meseta a través de Sierra Salvada. Por lo tanto estos materiales se pueden unir a otros más subjetivos derivados del establecimiento de posibles ubicaciones en emplazamientos que su por posición y devenir histórico puede albergar ocupaciones altomedievales. Algunas de estas localizaciones se han insertado en el estudio siendo objeto también de prospección sin que por el momento podamos reseñar datos de interés. Podemos poner por ejemplo Lendoño de Abajo, Nuestra Señora del Yermo (que contiene una imagen románica), la ermita de San Bartolomé en Laudio o el Santuario de Nuestra Señora de Garrastatxu en Baranbio.

Estudios de Arqueologí­a Alavesa

 

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