Delika, el camino secreto de un joven Nervión
Junto al espectacular salto que el río Nervión ejecuta al abandonar el Monte Santiago, pocos saben que el río inicia su andadura fluvial uniéndose a las aguas del río Delika para atravesar un vistoso cañón entre rocas y rapaces. Todos miran al llamativo espectáculo del nacimiento cerca del puerto de Urduña. El agua se despeña 222 metros cuando recoge las aguas subterráneas que discurren por la plataforma calcárea creando la cascada más alta de la península. Pocos conocen el cañón por donde esas aguas se unen a las del río Delika para aguas abajo fluir hasta llamarse río Nervión para recorrer los algo más de setenta y cinco kilómetros hasta su desembocadura.
Desde Delika parte una hermosa ruta a contracorriente que conduce por el cañón hasta la zona rocosa donde durante apenas un par de meses, los más húmedos si el año es bueno en lluvia y nieve, puede verse como se despeñan las hebras de agua de la cascada en la parte más profunda y rocosa del cañón.
Es un agradable paseo que, en su comienzo, a las afueras del pueblo, junto a un restaurante, se deja envolver por el bosque de galería y apenas da indicios de que la senda discurre por un desfiladero. Fresnos, sauces y arces se encargan de sombrear los primeros pasos próximos al rumor del río. Entre ellos se abren hueco las praderías ganaderas y la pista asfaltada en la que se desemboca es indicio del uso pastoril de la misma.
Dos saltos de agua, originados por pequeñas presas, bajo las que el agua se acumula en tentadoras pozas para los días acalorados, invitan a aproximarse a la ribera y gozar del río y sus habitantes como los renacuajos que aprovechan los remansos de agua para crecer antes de su transformación adulta en ranas verdes o comunes. También será momento de detenerse a escuchar el bello trino del ruiseñor bastardo, oculto entre los arbustos.
La pista, en menos de un kilómetro, desemboca en un bonito puente de piedra que cruzamos. Siempre cerca del agua, siguiendo tramos de pista o senda, la ruta no tiene pérdida y sí un discurrir caprichoso a merced del caudal que el río lleve. Como no habrá más posibilidades de ayudarse del paso de un puente, serán los saltos entre piedras, en las zonas más estrechas los que nos permitirán ir siguiendo río arriba al retomar de nuevo la margen izquierda.
Mientras las vacas y caballos miran el paso de los caminantes, los grandes fresnos y quejigos, así como densos setos vivos de rosales silvestres y la hiedra, junto a enredaderas como la zarzaparrilla, tapizarán los bordes de la senda. A medida que ascendemos, las paredes grisáceas de roca se van transformando en un imponente anfiteatro sobre el que los buitres leonados sobrevuelan. El verde alegre de las hojas de las hayas indican el cambio de vegetación a medida que el paisaje se va haciendo abrupto y más natural, ajeno al aprovechamiento ganadero.
Una pequeña cascada es el broche final que un arroyo pone al entregar sus aguas del Delika, y también una indicativa desviación para asomarse a las sucesivas cascadas que el pequeño curso del arroyo origina en las inmediaciones del río.
Retomada la orilla del Delika, la senda se estrecha y sucesivamente irá saltando entre ambos márgenes fluviales entre las piedras para continuar río arriba en función del caudal que arrastre el río.
A medida que el barranco se estrecha el terreno alcanza más desnivel y la senda, en tramos, obliga a seguir por el lecho del río entre rocas de notables proporciones. En los momentos más húmedos del año es peligroso porque su superficie se vuelve resbaladiza.
Las cascadas surgen por doquier creando paredes tapizadas de musgo y pequeñas plantas rupícolas creando un microcosmos en verde. El río será el que, en función de su caudal, decida hasta donde podamos avanzar para sobre nuestras cabezas divisar el paredón del Monte Santiago.
Tomado de www.deia.eus