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Hace diez años: Crónicas veraniegas (V) (Dí­as 10 y 11 de agosto 2010)

Hace diez años: Crónicas veraniegas (V) (Dí­as 10 y 11 de agosto 2010)

Amanece el cielo con un claridad desconocida (dí­a 10). Me tomo la mañana con calma. De momento he abierto el ordenador y he escrito unas cuantas cosas para los «ezagutus». A eso de las 11, con el zurrón a cuestas y el libro abierto, he salido a dar una vuelta por la zona de Aloria. He subido por la pista del «cementerio viejo» (posiblemente encubridora del más antiguo de los caminos del valle) hasta las proximidades del «yacimiento romano». Fue excavado por Cepeda hace no muchos años y se encontraron algunos restos no demasiado importantes. Posiblemente albergó una pequeña instalación «metalúrgica». Hoy dí­a se encuentra tapada por una plantación de borona. Desde ese punto he girado hacia La Muera. En el camino he cogido ciruelas silvestres que ya comienzan a estar en su punto. Tienen un sabor especial que a mí­ me encanta. Como hace una mañana soleada apetece un rato de sombra y ésta la encuentro en la zona de ocio próxima. Me siento en el primero de los bancos del largo paseo flanqueado por «plataneros de indias» y me dedico a la lectura. Se nota que el dí­a es veraniego por la llegada de varias familias a la zona de las «barbacoas». Poca gente entra por aquí­ a las «piscinas». Con el «agosto» que está haciendo, me temo que el negocio no dé demasiado. A las 14:00 me levanto del banco y, con el libro abierto, tomo una de las pistas que lleva directamente a mi casa. Me gusta la que discurre por la margen izquierda del Nervión porque a estas horas tiene espacios sombrí­os. Además, pasa por la «huerta». Veo que el amigo Pedrajas ha abierto el riego. Llego a casa a las 14:25. Ducha, comida y sobremesa tranquilita.

La tarde es, como casi siempre, de lectura, trabajo y relax. Una llamada, a eso de las 18:00, interrumpe la monotoní­a. Eduardo, padre de mi cuñada Marta, me indica que la pareja está estupendamente por Vietnam. ¡Se agradece!

Hemos vuelto a las andadas.¡Dí­a gris! (11). Tras desayunar a la hora acostumbra (9:30) he terminado un artí­culo sobre las Casas-Torre en Barakaldo y lo he subido a www.ezagutubarakaldo.net Espero finalizar estos dí­as la segunda parte. Es un tema que me gusta aunque no da mucho más de sí­. Bien es sabido que la «industrialización» del siglo XX  arruinó casi todo el patrimonio agrí­cola-ferrón anterior. Me pregunto si, en nuestros dí­as, no estamos haciendo lo mismo con el industrial. En torno a las 11 he ido a la huerta. Veo que el amigo Pedrajas estuvo ayer por aquí­, llenó los bidones y me dejó unos pepinos y calabacines ya disponibles. He cogido un par de tomates (todaví­a no hay muchos a punto), algunos pimientos (que hay muy pocos), unas vainas (que se están terminando) y algo de fruta. Lo he dejado en la caseta y me he ido a dar una vueltecita con mi libro a cuestas (estoy en torno a la página mil). De paso he abierto el riego. El sol acaba por romper el oculto cielo y se agradece. Al menos es lo que comentan un par de señores con quienes me tropiezo. Me explican, por otra parte, las obras que se realizan en la carretera general. Se ha levantado en La Muera una depuradora y, ahora, lo que se hace son las nuevas conducciones. Con todo ello la carretera está un tanto deteriorada aunque, por que lo me dicen, está contemplada su reforma y la realización de un par de rotondas.¡Falta hace! Poco tiempo he gastado en la «operación huerta». Me como un buen puñado de «grosellas» y me voy hacia La Muera por el camino no asfaltado. Casualmente este camino finaliza en una finca de mi madre. Durante un tiempo, una pequeña superficie, fue la «huerta» que cultivaba mi hermano. Ahora es un «finca» que sólo utilizan cuatro ovejas y un burro. Allí­ están las casetas más o menos bien conservadas. El terreno está bien cerrado y no me parece oportuno abrir los cierres para salir a la pista asfaltada. Lo hago por un terreno inculto y sin vallar. Alcanzada la pista que discurre paralela rí­o, saco mi libro y me encamino hacia La Muera. ¡Me encanta! Me tropiezo con un grupo de personas con necesidades especiales acompañados de sus monitores. Creo que habitarán lo que en su tiempo fue Centro de Educación Especial «Gabriel Mª Ybarra». Llego a La Muera, me siento en un banco y, con el libro en la mano, me dedico a leer, dormitar y reflexionar. Llegan algunas familias a pasar el dí­a. Un bebé pilla una «berrea» impresionante. A las 14:00 me levanto y, sin dejar de leer, me vuelvo por el mismo camino. Entro en la «huerta» para cerrar el riego y recoger la «cosecha». Observo que alguien va a utilizar el excelente espacio para tener «celebración». ¡Ya estaba advertido! Siento no poder saludarlos! El riego ya está cerrado. Tomo mi «bolsa» y me voy a casa. Me detengo en un banco del camino para finalizar un capí­tulo del libro. A las 14:20 estoy en casa.

Poco que contar de la tarde. Descanso, lectura y suave trabajo. A las 18:35 aparecen mi hermana y su marido. Hacemos alguna modificación en el hueco del armario donde está la nevera. Parece que mañana o pasado traerán la nueva. ¡En eso quedamos!

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