Hace diez años: Crónicas veraniegas (X) (20 y 21 agosto 2010)
¡Novedad!¡Dos días seguidos el sol luciendo en lo más alto! Sigo la misma rutina que en días anteriores. Dos horitas documentando edificios (ya he terminado cinco calles y la plaza) y otras dos horas de paseo lector. En este caso me he sentado en uno de los bancos del paseo de la Antigua y luego, por el camino de «la Paúl», e he presentado en la ermita del Buen Suceso. Un ratito de lectura a la sombra de una acacia. Por la calle «Otxomaio» he salido al antiguo «matadero» y, tras pasar por la «Panadería Melitón», llego a casa. En la panadería he comprado algunas cosas y dejado a deber «diez céntimos». A las 14:30 suena el teléfono. Mi «primo» José Ignacio (aunque propiamente es primo de mi buen padre) me dice que si podemos dar una paseo a «eso de las cinco». ¡Encantado! Tras la comida y un rato de «amodorramiento» me cambio de ropa. Bajo a las 17:10 por si no se acuerda del piso donde vivo. Veo que viene paseando por el «antiguo matadero». Subimos por la calle «Santa Clara» observando algunos detalles que a uno u otro se nos habían pasado. José Ignacio es un enamorado de la ciudad. Durante muchos años (hasta su no muy lejana jubilación) fue catedrático de sociología de la Universidad de Deusto. Diré, como anécdota, que sus estudios los realizó en la Universidad americana de Saint John (propiedad y regida por los Paúles) ¡Lo que es la vida! Cuatro lecciones. Primera: la mayoría de sus hermanos (fueron catorce) nacieron en la actual calle Orruño. Segunda: al final de la calle San Lukas existe la base de unos de los torreones de la ciudad. Tercera: está documentada la ubicación de una «mezquita» en la salida izquierda de la puerta de la antigua. Cuarta: igualmente una pequeña «sinagoga» al final de calle Orruño justo donde, posteriormente, se ubicó la «herrería de Olabuenaga» (mi abuelo paterno). ¡Lo que es la vida! Me ha prometido la documentación. Tras un buen paseo nos vamos a «tomar algo» al Belatz Gorri. De camino nos tropezamos con un conocido (suyo). ¡Justo Artaza! Resulta que este buen hombre (vive en Bilbao) atesora mucha documentación sobre la ciudad y abundante material gráfico. Le pido el teléfono y quizá podamos cargar cosas en www.ezagutuurduna.net De paso nos dice (José Ignacio ya lo sabía) que la mayor fuente fotográfica sobre Orduña la tiene un fotógrafo de Amurrio. ¡Tendré que enterarme!… «Quien pierde su origen pierde identidad». Acabamos en el bar y, sentados, hablamos de montó de cosas de historia, de la familia, de la sociología, etc… Un montón de ciencia y experiencia acumulada. Nos despedimos con la intención de seguir otro día… Me voy a casa y leo y escribo y reflexiono un buen rato. La tarde se acuesta como otros días…
Amanece un día espléndido (día 21). Dicen que va a ser el más caluroso del mes… ¿Será? A las 9:45 me he montado en el tren. En el viaje he terminado el quinto de los libros. Lo dejaré en el Colegio. Es el de Totti. Bajo a Barakaldo porque tengo una boda. Menos mal que es en la propia Iglesia del Colegio. Llego a las 11:00 y me entretengo en los preparativos. Todo resulta correctamente. A las 14:00 he dejado todo recogido. Me quedo a comer con mis compañeros. A estas horas mi madre estará en Délica. Me entero de las últimas novedades. La más significativa se refiere a la larga recuperación del amigo Luis (todavía hospitalizado en Málaga). Por el Colegio está estos días Félix Mariezkurrena (paúl como yo que trabaja en nuestra Misión de Honduras) y que estuvo en la comunidad dos o tres años. Le llamo a Raúl (es su cumpleaños) y quedamos dentro de un rato. Llama a 16:15. Salimos a celebrarlo por la habitual «ruta del vidrio». De paso, comentamos las últimas novedades que, aunque pocas, son importantes. Nos despedimos y me voy al tren. Como no tengo nada que leer me acerco a la tienda de la propia estación, observo lo que hay y acabo comprando un librote titulado «Banu Qasi». Sé de qué va el tema y seguro que me engancha. A las 20:00 estoy de nuevo en casa. Me cambio de ropa y voy a la huerta. Abro el agua, recojo algunas cosillas y me vuelvo. He dejado el riego abierto hasta que se consuma el «depósito». Ya he comprobado que el amigo Pedrajas los ha llenado. Ya en casa, me relajo, escribo y leo. Ciertamente los pronósticos se han cumplido: ¡un calor sofocante y los tomates sin madurar!