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ARRASTARIA (poblamiento)

ARRASTARIA (poblamiento)

Las viviendas características de la zona son los caseríos, edificios que amalgaman en su construcción la piedra, y a veces el ladrillo, con entramado de madera. Son típicos y característicos sus porches, adintelados con pies derechos y viguería descubierta, o arqueados en su entrada; son costumbre, también, los grandes aleros que proyectan ante las fachadas la doble vertiente de sus tejados, y suelen contar asimismo con amplias balconadas, o galerías de madera.

El caserío responde en su estructura, a la explotación agropecuaria propio de un territorio  de clima oceánico , con su principal riqueza en la ganadería, en los montes, en los prados naturales y de guadaña, en cultivos como el maíz y en ciertos tipos de agricultura intensiva. En el caserío, aparte de la vivienda unifamiliar, hay lugar para todo este sistema de producción rural: cuadras, almacenes de forrajes, graneros y otras dependencias precisas en los modos de vida de sus habitantes.

Los hijos que no heredaban el caserío podían ser “apartados” de la herencia “con poco o mucho, como quisieren y por bien tuvieren” sus padres, según el Fuero de Ayala. Por eso, ingresaban en la milicia, emigraban a América (“llamados” muchas veces por otros segundones de la familia enriquecidos en aquellas tierras), realizaban estudios eclesiásticos o se preparaban para el “manejo de papeles” a fin de instalarse en la corte, “llamados” también por algún familiar. Estos ausentes seguían recordando a sus pueblos; de aquí los frecuentes envíos de fondos por parte de éstos para la construcción de templos y retablos en sus parroquias de origen, las numerosas donaciones de alhajas y vasos sagrados a estas iglesias, y las muchas fundaciones de capellanías y obras piadosas a costa de indianos o de naturales enriquecidos en la corte, en la milicia, en algunos puestos eclesiásticos o en los negocios.

Por otra parte, existían en las iglesias fundaciones familiares que debían ser servidas por clérigos capellanes de la misma familia, casi siempre segundones, que aseguraban así su permanencia en su lugar de origen.

Abundaron en esta zona las casas fuertes, muchas torreadas, a causa en gran parte de las luchas de linajes que por aquí revistieron especial violencia. La mayor parte de las que quedan son casas torres tardías, dispuestas no solo para la defensa sino con elementos de vida civil concebidos para una mejor habitabilidad en el edificio, que suele conservar aún fuertes elementos defensivos y, a veces, voladizos de madera sobre las fachadas o partes más vulnerables de la construcción.

A veces los señores de las torres tenían capillas propias en las iglesias, como la de los Reyes en Délica.

Varios documentos parroquiales dan fe del empleo de la lengua vasca, el euskera,  como principal medio de comunicación entre los vecinos de estas zonas, aún a fines del s. XVIII.

Un dato documental muy significativo es la concordia a que en el siglo XVIII habían llegado en Llodio el cura y beneficiados de su parroquia con su patrono, el Conde de Ayala, sobre la provisión de beneficios, acuerdo que presenta un claro panorama sobre el empleo de la lengua vernácula en el valle del Nervión, que podría trasladarse, por su significado  casi de paradigma, a otros valles de la zona.

 

 

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