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Arquitectura orduñesa

Arquitectura orduñesa
Iglesia Josefinos (1875)1.- Iglesia de Santa Marí­a

(Andra Mari Plaza, 19)

 

Anónimo. XV

Campanario: M. Ibáñez de Zalbidea. 1617

Pórtico: M. Carrera. 1789-1791

Restauración: Arqto. G. Panera; Aparejador F. Aguiriano. 1993-94

Ubicada en un lateral de la ciudad y sustituyendo a otro templo anterior, la iglesia de Santa Marí­a formaba parte de las murallas defensivas, a tal punto que los estribos exteriores están horadados con arcos de medio punto que permití­an el paso. Este adarve, existente aún hoy, fue construido en el siglo XV y ampliado en el XVI. Esto hace de este edificio gótico uno de los más singulares del territorio vizcaí­no.

El enorme templo de Santa Marí­a corresponde a un edificio de mediados del XV, con tres naves, transepto y ábside recto, cubiertos con crucerí­a. Entre los contrafuertes, al interior del templo, la nobleza local colocó sus capillas bajo diferentes advocaciones. La torre se sitúa a los pies y delante de ella Martí­n de Carrera levantó un pórtico neoclásico en L.

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La iglesia de Santa Marí­a de Orduña es el edificio eclesiástico de mayor relevancia de la ciudad, situándose su origen en los momentos fundacionales del siglo XIII. En la actualidad está siendo sometida a un proceso de rehabilitación, durante el cual se solicitó una intervención arqueológica tanto para conocer su evolución constructiva como para guiar de alguna manera dicho proceso. Los paramentos exteriores habí­an sido parcialmente analizados durante el estudio de las murallas de la ciudad, ya que los muros de la cabecera son a la vez parte de la iglesia y del entramado defensivo medieval. El objetivo principal era, por lo tanto, contrastar los resultados de la lectura exterior con la del interior. Contábamos con dos elementos en contra de un análisis de tipo tradicional, ya que todo el interior de la iglesia está enlucido, y el presupuesto para el trabajo era ajustado. Por ello, se optó por un análisis de tipo cronotipológico tal y como fue definido durante el estudio de la catedral de Santa Marí­a de Vitoria. Así­, se procedió a la identificación de rasgos técnicos (tipos de aparejo, técnicas constructivas) y tipológicos (tipos de ventanas, perfiles de basas, etc.). Con este tipo de estudio se prescinde de la microhistoria del edificio, pero se llega a un conocimiento muy fiable de su evolución histórico-constructiva, con una inversión de tiempo y dinero considerablemente menor que con una lectura pormenorizada de las fábricas (cosa que, en nuestro caso, hubiera sido muy difí­cil de realizar dado el ocultamiento de los paramentos).

De los rasgos analizados podemos deducir una secuencia constructiva articulada en cuatro grandes fases, que en lí­neas generales podemos resumir diciendo que la obra se comienza por la cabecera y va creciendo hacia los pies. No tenemos evidencias de la iglesia fundacional, pero creemos que la actual es una ampliación de la misma.

1. Segunda mitad siglo XIII. Se construye la cabecera y el crucero, a la par que se amplí­a el recinto fundacional de la ciudad. Esta obra está ligada seguramente a un aumento de la población y a la creación del segundo recinto defensivo orduñés. Se cierran parcialmente las naves, pero sin llegar a los pies del actual edificio. No se comienzan a construir las bóvedas.

2. Siglos XIV-XV. Se inicia la construcción de las bóvedas, que van avanzando de manera paulatina hacia los pies, siendo realizadas primero las de las naves laterales. El edificio adquiere su planta definitiva, y se terminan de construir las bóvedas hacia finales del siglo XV o inicios del siglo XVI. Este momento coincide con un auge comercial de la ciudad de Orduña, con la consiguiente inyección económica para las obras de su iglesia principal.

3. Siglo XVI. Hay un proyecto de ampliación de la iglesia, hacia la segunda mitad del siglo, para el cual se derriban las bóvedas de la zona de los pies, y se construyen nuevos pilares con la intención de ampliar la nave hacia el oeste. Sin embargo este proyecto no se lleva a cabo, por lo que el extremo occidental de la nave adquiere una configuración algo extraña con pilares exentos pegados al cierre donde se ubican las portadas.

En este siglo se añaden algunas capillas laterales, rasgando los muros de cierre originales. A finales de la misma centuria se inicia la construcción de la torre campanario, adosada a los pies de la iglesia.

4. Siglos XVII-XIX. Se reconstruyen las bóvedas eliminadas en el proyecto de ampliación del siglo XVI, se construye la torre actual modificando una anterior, y se llevan a cabo numerosas reformas menores.

El edificio adquiere su fisonomí­a actual durante los siglos XIX y XX, con la construcción de algunas bóvedas, la reforma de la torre, la nueva distribución de la cubierta y construcción del pórtico.

Año de intervención: 2003. Dirección: Agustí­n Azkarate

2.- Iglesia de la Sagrada Familia

Plaza de los Fueros, 5

S. Raón. 1680
Ubicada en un lugar preeminente de la trama urbana, la presencia del colegio y la iglesia de los jesuitas cambió la morfologí­a medieval de la ciudad, a la vez que inauguró el barroco en Bizkaia. La irrupción del nuevo estilo no puede ser más completa: la fachada trasluce las tres naves del templo jesuí­tico por excelencia, que tras el pórtico, nos introduce en una planta de cruz latina con transepto. La sacristí­a, hoy capilla de los Josefinos, rodea la cabecera recta. La cubrición se realiza por medio de cañones con lunetos y cúpula sobre pechinas en el crucero. La decoración es profusa, densa, a base de relieves que ocupan los espacios ordenadamente, todo un grandioso marco para los solemnes ritos de la Contrarreforma. Se debe al mecenazgo de Juan de Urdanegi y Constanza de Luxan, residentes en Perú, cuyos restos y retratos se custodian en la cabecera. En 1964 el colegio fue adquirido por los PP. Josefinos de Murialdo.

La Iglesia del Gesu de Roma (Vignola 1568-76) origen de la tipologí­a religiosa barroca, y cuya influencia se extenderá por toda la cristiandad, llegará a Bizkaia por fin a través de Orduña, de esta Iglesia de la Sagrada Familia. La Compañí­a de Jesús, sus titulares, propagandistas del Concilio de Trento, fueron también los valedores de la Iglesia barroca.

3.- Santuario de Nuestra Señora de la Antigua Barrio de la Antigua
J.B. de Ibarra y A. de Vega. 1754-1782

Restauración: Arqto. J. Sáez; Aparejador F. Aguiriano. 1990-92

Del primer templo documentado en Bizkaia solo se conserva el ingreso gótico bajo arco apuntado y algún resto más que se sitúan en un lateral de la actual iglesia. Esta fue levantada en el siglo XVIII, ante el creciente número de fieles y se siguió una traza de J.B. de Ibarra, sin crucero ni cúpula. Más tarde se introducen reformas en el proyecto que aprobará Vega. El resultado es una iglesia de cruz latina, con cúpula en el crucero y severa fachada barroca, con influencia de la antigua iglesia de los Jesuitas. Al exterior los volúmenes se interseccionan y el conjunto presenta una gran armoní­a. La decoración pictórica interior es obra de artistas vitorianos (1894-95).El santuario ha extendido su influencia espiritual por Alava y el norte de Burgos y entre su patrimonio mueble destaca una Andra Mari bajomedieval.
4.- Conjunto Plaza de Orduña
Surgida casi desde el inicio de la Villa, como tí­pico espacio de mercado extramuros, la plaza es un elemento singular, sorprendente desde su misma dimensión, inhabitual en las villas medievales vizcaí­nas, potente visualmente, con arcadas que casi la recorren en su integridad. El papel de Orduña, fundada en el 1256, fue fundamental para asegurar los caminos desde Vitoria o Miranda de Ebro hacia Encartaciones-Castro Urdiales o hacia Bermeo-Bilbao. Pero la propia dimensión de la plaza, ocupando prácticamente el ancho urbano de las tres calles originales, y la propia dimensión del Casco medieval, el mayor de Bizkaia, indican la importancia del papel económico y social de la Villa y de su plaza.

Con documentos que citan primeras construcciones con arcos a la muralla, la formalización actual debe situarse a partir del incendio de 1536, que prácticamente arrasó la villa. El Palacio Mimenza, Plaza de los Fueros 11, esquina con la calle Orduño, procede de 1555, y constituye referencia renacentista del Orduña de la época: porticado, construido en ladrillo, con balcones de herrerí­a, es un ejemplo arquitectónico y urbaní­stico, de las relaciones castellanas de la Villa, más concretamente aún, con la Corte vallisoletana de los Austria. Del perí­odo barroco destaca en el mismo frente de la plaza, el Palacio Dí­az-Pimienta, Plaza de los Fueros 14, un voluminoso edificio frontalmente concebido con su doble torreón a la plaza, rotundo, urbano no solo por la continuidad del pórtico, sino por introducir la balconada corrida, elemento de participación festiva, muy de su época. Los dos antiguos palacios citados, están hoy reconvertidos en viviendas múltiples.

El Ayuntamiento es otro edificio llamativo, construido en 1771, apoyándose en la muralla y torreón que formaron parte también de la Casa Consistorial anterior. De proporciones y ritmos de fachada magní­ficos, resulta visualmente muy atractivo, en una composición original, y que repite la balconada corrida en primera planta. El edificio de la Aduana, ocupando todo un frente de la plaza, es una construcción que reduce a lo elemental muchos de los planteamientos del neoclásico francés más radical, sea cierta o no la atribuida presencia del alavés Olaguibel en las trazas del edificio: mí­nima expresividad, número impar de tramos y vanos, rotundidad en el giro de esquina, material puro. Construido por M.M. de Carrera en 1787-92, sufragado por la Corona, apareciendo el escudo Real en el frontón del edificio.

Casas del XIX en su mayor parte, terminan de completar este espacio, reurbanizado a comienzos de ese mismo siglo, con el actual arbolado, kiosko y fuente. Mención aparte merece la iglesia de la Sagrada Familia, por su trascendencia.

5.- Casa Llaguno Paseo de la Antigua, 7
Arqto. E. Amann. 1913
La llegada del ferrocarril a Orduña, convertirá el sector oeste de la Villa en un ámbito revalorizado, transformado en «ensanche» con carácter de ciudad-jardí­n. Se redactará incluso un Plan de Ensanche, por F. Ugalde en 1905, que nunca llegará a aprobarse, si bien en la práctica se asumirá en buena parte, por los nuevos propietarios, y por un grupo de arquitectos que construirán las casas, y a los cuales no es ajena la «filosofí­a» residencial planteada por Ugalde.

En el paseo quedan casas de M.M. Smith, o del alavés Apraiz. Sobre ellas destaca la casa Llaguno, obra aún temprana pero importante de Emiliano Amann, imprescindible para entender el amplio camino creativo de su vida profesional. Las referencias neorregionalistas son una primera y absolutamente engañosa visión de la casa. Sus fachadas laterales y posteriores muestran una composición limpia, desnuda, al gusto centro europeo que Amann conocí­a bien, y la casa se inserta en una perspectiva romántica del jardí­n, dominando las amplias huertas posteriores. La casa tiene mucho del modo de integrar ambiente del inglés Luthiens, tanto en el dominio interior de espacios como en su continuidad visual con el exterior. El concepto de la casa es mucho más avanzado de lo que puede parecer a primera vista está muy lejos del carácter ecléctico de otras casas vecinas, muestra las lí­neas simplificadoras de la obra posterior del autor.

 

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