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Nuevos datos del terror franquista en Urduña

Nuevos datos del terror franquista en Urduña

Alrededor de 50.000 prisioneros de guerra republicanos fueron recluidos en condiciones deplorables en el campo de concentración de Urduña, habilitado por las fuerzas franquistas entre 1937 y 1939. Después de tres años de investigación, el periodista Joseba Egiguren ha sacado a la luz nuevos datos y testimonios de este episodio tan poco conocido de la reciente historia de Euskal Herria.

La mayorí­a de las personas recluidas en el campo de concentración de Urduña fueron gudaris del Ejército Vasco y combatientes antifascistas catalanes, aunque también hubo civiles, desde adolescentes hasta ancianos, que nunca habí­an cogido un arma. Así­ se desprende de la investigación realizada por Joseba Egiguren, basada en documentos encontrados en archivos militares de todo el Estado español y en testimonios de varios ex prisioneros que han relatado en entrevistas personales las terribles experiencias que padecieron.

Esta investigación tiene carácter totalmente independiente y no ha contado con la colaboración de ninguna institución pública ni privada. «La existencia del campo de concentración -señala el autor- también forma parte de nuestro patrimonio histórico, pero los hechos que ocurrieron allí­ dentro se han ignorado a pesar de haber sido los más trágicos e infames acaecidos en Urduña durante todo el siglo XX».

Este campo de concentración se estableció en el antiguo colegio de los Jesuitas, donde habí­a estudiado el propio lehendakari del primer Gobierno Vasco, José Antonio Agirre. Fue destinado a la reclusión preventiva, la clasificación y la reeducación de prisioneros republicanos capturados por las tropas franquistas en los frentes de Bizkaia, Aragón y Catalunya.

Los prisioneros encerrados en este lugar fueron obligados a trabajar como esclavos en diferentes obras públicas y privadas. Entre ellas se encuentra la reconstrucción del monumento de la Virgen de la Antigua, que se erige en la cumbre del monte Txarlazo y se ha convertido en uno de los sí­mbolos del municipio vizcaino.

«Mataron prisioneros a golpes»

Numerosos reclusos de aquel campo «fueron sometidos a un trato inhumano que se sustentó en el hambre, el frí­o, la humillación y la brutalidad desmedida de guardianes que llegaron a matar prisioneros a golpes», revela esta investigación.

Al margen del edificio principal, el campo de concentración de Urduña contó con tres grandes inmuebles auxiliares que se emplearon como centros de internamiento y hospitales.

En total, el número de muertes registradas oficialmente durante los más de dos años en que permaneció abierto asciende a 24, pero Joseba Egiguren no duda de que se produjeron muchas más «que no fueron anotadas en ningún sitio». Los cuerpos de aquellos fallecidos fueron enterrados en el cementerio municipal sin lápida o inscripción alguna que los recuerde.

«Afortunadamente, Urduña no fue un campo de exterminio, como lo fueron los campos nazis. Es cierto que hubo prisioneros que no sobrevivieron, pero la finalidad de su cautiverio -precisa el autor de este estudio- no fue la eliminación masiva del enemigo, sino su confinamiento preventivo, clasificación y reeducación».

Cifra oficial: 201 muertos

Una vez que el campo de concentración fue cerrado, a finales de 1939, el edificio que lo albergó se convirtió en la Prisión Central de Urduña. Fue un centro de reclusión para penados, donde oficialmente murieron 201 personas, la mayorí­a de ellas de hambre.

A pesar del tiempo transcurrido, la estructura y la distribución del recinto han variado muy poco desde entonces, habiéndose conservado casi sin cambios. Como ejemplo, Joseba Egiguren constata que la explanada exterior en la que se encuentran los patios, donde se hací­a toda la vida diurna (recuentos, formaciones, reparto de comidas…) está hoy en dí­a prácticamente igual que en aquella época de la dictadura franquista.

El edificio fue reconvertido más tarde en centro privado de enseñanza y en la actualidad se ubica allí­ el Colegio Nuestra Señora de la Antigua, regentado por los Padres Josefinos de Murialdo.

Iñaki VIGOR

Tomado de GARA

 

5 Comentarios

  1. Heliodoro Elcoro

    Mi madre varias veces me comento de las condiciones en que vivian los prisioneros en el colegio de los «jesuitas», ella siempre guardó una especie de joyero de madera como un arcón en miniatura con la palabra Orduña en la tapa, que hoy sigue guardando mi hermano menor.

  2. mitxel

    Mi propia madre (que aun vive) me cuenta algunas cosas y algunos comportamientos de los «guardas». Ella entraba, siendo jovencita, con leche para el penal y, de paso, solí­a introducir algunas cosas para los presos orduñeses.

  3. Heliodoro Elcoro

    Mitxel, entonces tu madre posiblemente se acuerte de mi madre ya fallecida, era Abundia la «Pirola», saludos.

  4. Heliodoro Elcoro

    Mitxel, del mas bien costurero que te comente ya hace un año hecho por un prisinero, al fin te puedo enviar unas gráficas, que realmete no tení­a el nombre de Orduña, era el de mi madre «Abundia», para enviarte las fotos veré como hago.

  5. xxx

    ¿no los asesinarosn como a los de Paracuellos?

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