ARRASTARIA (Nombres propios en obras, fundaciones y parroquias)
Son muchos los feligreses que, enriquecidos fuera de la tierra, recordaron a sus parroquias de origen costeando obras, dotando fundaciones, otorgando legados y dejando sus nombres en la documentación de los templos estudiados.
El régimen social y económico de estos territorios, con la explotación unifamiliar de los caseríos, obligaba a los hijos que no heredaban la casa a abandonar el solar paterno. América ofreció horizontes prometedores a estos segundones desde las primeras décadas del descubrimiento y, mediante relaciones familiares y de paisanaje, llegaron a existir en las principales poblaciones americanas verdaderas “parentelas” de tíos y sobrinos “llamados” por aquellos ya enriquecidos; grupos de “parientes de deudos” y paisanos que, a juzgar por la repetida presencia de sus nombres en protocolos y otros documentos, no perdían su relación con las gentes de su misma procedencia.
Otros nombres de estas tierras destacaron en la corte, en la diplomacia o en las milicias. Eran muchos los “secretarios vizcaínos” que habían comenzado a despachar un “cajón” en una oficialía, y en seguida habían alcanzado altos puestos en la administración o en el gobierno. Lo mismo que los “indianos” estos segundones “llamaban” a la corte a otros miembros de su familia, necesitados de “asiento” fuera del caserío. Cuenta también la zona con altas dignidades eclesiásticas y con las fundaciones y los recuerdos de varios prelados nacidos en sus pueblos o “naturales” de estas tierras.
Pocas décadas después del descubrimiento, encontramos ya los nombres de muchos vecinos de estas tierras embarcados hacia América, acompañando a los exploradores y conquistadores, o dispuestos a explotar las riquezas del territorio.
En 1538 se embarcaban para Méjico, Clemente de Tertanga y Pedro de Sojo, vecinos ambos de Orduña.
Un año después cuando en 1539 el Adelantado, Pascual de Andagoya, reunía gentes, fondos, armas y enseres con destino a su Adelantamiento del Río de San Juan, se embarcaban con él algunos vecinos del valle de Arrastaria, próximo a Cuartango, donde Andagoya tenía su casa y familia; Apenas encontramos entre ellos a Juan de Ugarte, natural de Artómaña y a Íñigo de Varte y Francisco de Lespe, vecinos de Délica.
En estos tiempos también andaba por tierras americanas Don Diego de Orúe, natural de Délica, quien en 1568 fundaba en Délica la capilla de Santiago y dejaba en su testamento un legado curioso: “ cien misas para la conbersión de los naturales de Yndias”, y otra manda a pagar con los fondos que se esperaban percibir de América “si se cobrase lo de Chile”.
En la parroquia de Délica, con los fondos remitidos a la misma desde tierras americanas, en los años 1763 y 1777, por Don Domingo de Berrio y Don Miguel de Goiti, pudo alargarse la cabecera del templo y erigirse su retablo mayor.
Don Diego de Garnica, residente en Indias, dotó una capellanía en Tertanga y Don Antonio de Quintana Orúe dispuso, desde Méjico, donaciones de rentas para la iglesia de Délica en 1748.
Fernando de Zaldívar, de la casa infanzona de Zaldívar en Tertanga, participaba en la guerra de Granada y moría en el Real de Málaga.
Un destacado jesuita, el padre Francisco de Porres, nacido en el barrio de Paúl en Délica, rector del Colegio Imperial de Madrid y provincial de Toledo, remitió numerosas reliquias a la parroquia de Délica y a la nueva ermita de Santa Ana de Paúl, construcción promovida por él.
Entre los muchos clérigos y autoridades eclesiásticas nacidos en la zona, recordaremos a los más destacados en los documentos parroquiales.