La arquitectura civil gótico-renacentista en DELIKA
La arquitectura popular europea tiene en el caserío vasco uno de sus mejores exponentes gracias a su calidad, vitalidad y personalidad histórica. Un caserío que ha sabido conjugar la vivienda, el taller, el almacén y la cuadra en un sólo edificio.
Durante cuatro siglos en el País Vasco se han ido desarrollando, según la época y la comarca modelos diferentes de caseríos. En Ayala y en el Alto Nervión, no existe un modelo propio de caserío, sino que en la zona, se han incorporado elementos propios de otras comarcas vecinas como las vizcaínas o de la Llanada.
En la Edad Media, las viviendas eran frágiles, pequeñas cabañas de madera y tabla, pero a partir del siglo XV el panorama cambia por completo. La paz se instala en los campos, las guerras de bandos languidecen y el poder real se va asentando en todos los territorios. La coyuntura alcista de la agricultura y de la demografía, la conquista de Andalucía, y la posterior colonización americana empujan a la sociedad a una renovación en todos los aspectos.
Estos hechos influyen también en la arquitectura, como se ve reflejado en la construcción de nuevos templos y viviendas. Al aumentar la renta rural aparece un nuevo grupo de campesinos con capacidad económica suficiente como para levantar unos caseríos de calidad, dignos y duraderos, y que en muchos casos imitan a las casas torres de los linajes medievales.
Hay que tener en cuenta que las obras de un caserío podían durar varios años. Maestros carpinteros y canteros profesionales se encargaban de llevarlas a cabo. El trabajo era arduo; había que talar robles y reducirlos a los tamaños requeridos, ensamblarlos, alzarlos con poleas, arrancar la piedra de la cantera, labrarla, cementarla, fabricar miles de tejas y cientos de clavos. Una tarea que fácilmente duraba dos años.
LOS CASERIOS DE LOS SIGLOS XV-XVI
En Delika, de la docena de edificios que conservan elementos de los siglos XV y XVI, cinco los podemos catalogar como casas torres y el resto, como caseríos gótico-renacentistas. Estos poseen unas características bien definidas. Son edificios de aspecto hermético, con un cierto aire de fortaleza, que los asemeja a las casas torres, pero que carecen de los elementos defensivos de éstas.
Los caseríos de los siglos XV al XVI tienen las cuatro fachadas de piedra. La entrada a la casa no tiene soportal: el acceso se hace a través de un arco de sillería abierto en un lateral de la fachada: su silueta suele ser ojival, pero a partir del siglo XVI el arco se transforma en semicircular. Muchos de estos caseríos poseen dos entradas diferenciadas, una para el ganado y otra para las personas. Estas entradas pueden encontrarse en la planta baja o en pisos diferentes, en cuyo caso se habilitaba una escalinata o un patín para el acceso.
Estas viviendas apenas tenían ventanas, y de muy pequeñas dimensiones, La mayoría de las veces eran vanos apuntados con arcos labrados de una sola pieza, que se abrían al interior en huecos rectangulares, en otros casos eran simples ventanas delimitadas por lajas de piedra a modo de aspillera. A partir del siglo XVI proliferan las ventanas más amplias, adinteladas o geminadas, con asientos de piedra en el intradós de los vanos, con arcos conopiales o de otras formas.
Este tipo de caserío sin soportal poseía un escaso desarrollo .vertical. La estructura se apoyaba sobre postes de roble apeados en poyos de piedra, los cuales iban asentados en la roca. El ensamblaje de los postes de madera solía ser del tipo «golondrina».
La ornamentación es muy escasa, con algún que otro monograma de Cristo de caracteres góticos en la clave del arco de entrada. En el interior de la vivienda, la carpintería aparece trabajada a base de unas pocas muescas geométricas en las ménsulas, zapatas y jabalcones.
Hoy en día es difícil encontrar algún caserío plenamente gótico. Casi todos han sufrido notables modificaciones. En muchos casos sólo han perdurado los accesos en arco debido a su calidad pétrea. Las pequeñas ventanas han desaparecido y se han abierto nuevas más amplias. Los gruesos muros han permitido alzar posteriormente más los edificios. Otros, han añadido al caserío primitivo un soportal, con el consiguiente aumento de metros cuadrados de vivienda y la mejora en la calidad de vida de sus moradores.
LAS CASAS TORRES ALAVESAS
Las similitudes entre estos caseríos y las casas torres rurales son evidentes, y casi siempre se confunden. Ambos tipos de edificios compartieron la misma época y estilo arquitectónico.
El mayor prestigio de los parientes mayores hizo que la nueva clase emergente de campesinos e hidalgos imitase el esplendor de los linajes. Así, a menudo, estos caseríos recuerdan a torres achaparradas donde observamos que sus entradas en arco y sus ventanales comparten el mismo gusto.
La mayoría de las casas torres rurales alavesas se pueden fechar entre el siglo XV y comienzos del XVI. Son, ante todo, las viviendas fortificadas de una nobleza enraizada en la tierra, Una casa torre donde ya no es prioritaria la defensa debido a la evolución del Bajo-Medievo y en la que hay que compaginar la vida cotidiana y la posibilidad de algún ataque. Es como consecuencia de esta doble función que prevalece en la planta baja el carácter militar, con sus muros herméticos, y en cambio, en la primera planta destacan la amplitud de sus ventanas de fina ejecución, y sus elementos decorativos. Aún así, los elementos defensivos sobresalen a primera vista por sus muros asoman saeteras, modillones para cadahalsos, garitones, matacanes y fosos alrededor del edificio.
Suelen ser edificios de planta cuadrada, de 8 a 12 metros de lado. El grosor de sus muros en muchos casos sobrepasa el metro de espesor, lo que les confiere carácter de fortaleza. Su altura es mayor que la del resto de los caseríos, aunque muchos han sido desmochados. En el interior, un gran pi lar de madera sustenta la estructura.
La planta baja está destinada al establo y a la defensa, con su gran acceso en arco y sus saeteras. Estas se encuentran, por lo general, situadas junto a las puertas o defendiendo un camino o un puente. La planta principal se destina a la residencia de los señores con puerta en arco, a la que se accede por medio de un patín: las habitaciones reciben la luz por medio de vanos de mayores dimensiones y diversos tipos (geminados, conopiales, rebajados, mixtilíneos, etc….), El último piso, en donde se encuentran los cadahalsos. garitones y almenas, está destinado también a la defensa. Los cadahalsos se montan gracias a hiladas de ménsulas en las que se puyan la viguería de madera.
El hecho de que en Delika se conserven tantos edificios de esta época es singular y muestra la pujanza de esta pequeña población entre los siglos XV-XVI. El templo Parroquial también disfrutó esta bonanza económica. Se derribó la antigua iglesia románica, se construyó una nueva al estilo gótico y las familias pujantes del pueblo (Pones, Bardeci, Orue) abrieron capillas laterales. Tal concentración de caseríos gótico-renacentistas en Vizcaya sólo lo podemos encontrar en Gueñes, en Mendiola (Ahadino) y en Malax (Aulestia); con la particularidad de que todos estos ejemplos se dan en pequeñas poblaciones concentradas; es emplazamiento está en rellanos a media altura y son comunidades donde todavía perdura el uso y disfrute de la propiedad comunal.
UN PASEO POR DELIKA
Después de esta amplia introducción, pasemos a visitar uno a uno estos edificios.
La visita la iniciamos al comienzo del pueblo, en la casa torre de los Guinea o de los Orue. Su alzado le confiere- carácter de fortaleza, con sus 4 garitones cilíndricos en el último piso. Los muros tienen un espesor de más de un metro y posee una puerta de arco apuntado, oculto desde la calle por un añadido moderno. La torre ha sufrido incendios y reformas, pero antes de ellas, tuvo varias saeteras, dos ventanas de arco apuntado, escudos y modillones de piedra para cadahalsos. Todo ello fechable a comienzos del XVI.
Si seguimos el camino hacia el pueblo, en el número 27 del barrio medio, encontramos la segunda casa torre, junto al río y al puente viejo. Lo más característicos son sus dos accesos de arco ojival, a distinta altura, en el interior, conserva en la planta baja otro arco apuntado de grandes dimensiones. El raseado de las fachadas nos impide ver otros elementos. El resto del edificio es posterior, concretamente del 1781, como así lo atestigua una inscripción en un dintel de un balcón. Esta torre pudiera ser, por su situación y dimensiones, la que levantaron los Ayala hacia 1391.
Nuestro itinerario nos hace ahora cruzar el viejo puente y bajar a la derecha por la otra orilla. Allí, en el número 30, en la actual cuadra se conserva la primitiva configuración de lo que fue en su día una casa-torre. La puerta de entrada de arco apuntado y tres aspilleras, de las seis que tuvo, así lo atestiguan. Del primer piso no se conserva o no se puede entrever nada, debido a los raseos y a las reformas que ha sufrido. Es de destacar el amplio número de ventanales defensivos en la planta baja, y su posición estratégica, defendiendo la otra orilla del río casi en paralelo a la casa torre que antes he mencionado.
Cruzamos de nuevo el puente sobre el Nervión y el cuarto caserío que queremos resaltar lo encontramos 15 metros más adelante. La vivienda, hoy una ruina, sólo conserva parte del arco semicircular y alguna pequeña ventana adintelada formada por piedras sin labrar. Avanzando otros 15 metros más, en el número 36, existen los restos de otro caserío gótico que ha sufrido innumerables reformas y añadidos pero que en su interior cobija el arco apuntado en la puerta de acceso a la cuadra.
Un poco más adelante y sin cruzar el río, ahora en el número 51, el antiguo bar de Loyo, posee bastantes restos del primitivo caserío gótico. A su magnífico arco de entrada hay que añadir, ya en el interior, dos puertas apuntadas, ambas en la planta baja: una a un lado de lo que sería la primitiva fachada, para acceder a la cuadra, y otra, en la parte posterior de la casa, de pequeñas dimensiones, que comunica la casa nueva adosada. En ese mismo muro, en el primer piso, existe una ventana de reducidas dimensiones, de arco apuntado de una sola pieza.
Cruzamos el puente y a mano derecha nos topamos con el número 52, el caserío Arana. Tras un incendio hace décadas, este edificio, de un acomodado hidalgo rural, sólo conserva la fachada principal, en piedra bien labrada, en la que hay que destacar el bello arco apuntado de su acceso, y en el primer piso, las dos ventanas de arco rebajado de una sola pieza.
La calle, un poco más adelante, sube hacia la iglesia. Al inicio de la cuesta, y en el número 55, se encuentra uno de los mejores caseríos góticos que hoy en día se conservan en todo el País Vasco. El edificio, que por fuera amenaza ruina, en su interior se alza en perfecto estado, y conserva casi sin modificaciones las cuatro paredes de buen aparejo. Esta excelente conservación ha sido posible gracias a los añadidos que se han ido incorporando al caserío, en la fachada, en un lateral y en el tejado, que no han dañado la primitiva estructura. Lo más interesante es su fachada, con dos accesos apuntados a distintas alturas, y un vano de arco ojival de una sola pieza, de reducidas dimensiones, encima de la puerta al establo. En el resto de las paredes existen otros dos vanos de similares características. Todo ello datable en el siglo XV. La poca funcionalidad del edificio hizo que pronto se le añadiese otro cuerpo, en este caso en la fachada, con ventanales más amplios y de calidad, incluso con asientos de piedra en el intradós de los vanos.
Después de esta breve visita, subimos hacia la iglesia y nos detenemos en el número 62, para comprobar la que fue en su tiempo una casa torre. El edificio se encuentra en un lugar prominente: su entrada principal está protegida por un talud, y la parte trasera de la casa, al no estar cubierta de tierra hasta el primer piso, como hoy en día, mostraba aspecto tic baluarte y de defensa de la iglesia. Por la pendiente del terreno es posible que tuviese foso.
Esta casa de gruesos muros, de planta cuadrada y de dimensiones habituales en las torres alavesas, posee varias saeteras ocultas en la planta baja, que defendían la subida a la iglesia. De sus dos accesos de arco apuntado sólo conserva uno, ya que el de la planta noble fue reformado y convertido en balcón. En la primera planta. pese a las reformas, conserva dos pequeños vanos de arco apuntado y una ventana de asiento. En la fachada zaguera posee otro ventanal apuntado en la buhardilla y un escudo reciente de los Guinea. El caserío presenta indicios de haber sido desmochado.
Si queremos continuar la visita, debemos volver hacia la plazuela del antiguo bar Loyo. De allí parte una cuesta que conduce al barrio de Ripatxo. En el número 44, tras una reforma total del edificio, sólo se han conservado los dos accesos de arco apuntado en la planta baja y en la primera. El caserío tuvo en uno de los laterales una ventana conopial y una saetera junto a la puerta del primer piso, hoy cegados tras el rasco.
El camino sigue a la derecha, y tras una leve subida después de cruzar las vías del tren en dirección al barranco del río, nos topamos con la antigua casa torre de los Bardeci (n°74).
El edificio ha sufrido numerosas transformaciones y añadidos que ocultan la primitiva configuración de la torre. De planta cuadrada y pequeñas dimensiones, con muros de más de 1 metro de grosor, conserva todo el perímetro originario, al que se le han añadido ventanales y puertas para aumentar la escasa confortabilidad del edificio. De su fundación se conservan varios elementos. En la fachada, se encuentra el escudo cuartelado con las armas de los Salazar, Zarate, Jocano y Ugarte. En la parte trasera, en la cuadra, existe una de las antiguas puertas de entrada a la torre, de arco ojival y de pequeñas dimensiones. También en la planta baja, hoy cegadas, existen dos saeteras en la cara Este. El linaje de los Bardeci tuvo que ser uno de los más destacados del Valle de Arrastaria, como lo atestiguan la situación estratégica de su casa torre, dominando el camino que bajaba desde Unzá a Orduña, y su capilla lateral, con retablo plateresco, en la parroquia de Delika.
En este punto acabamos el recorrido por la arquitectura civil gótico-renacentista en Delika, excelente muestra de la importancia de los siglos XV y XVI en Arrastaria. Un itinerario hoy en día reducido a las edificaciones que se mantienen en pie, pero que ha sido mucho más extenso. Hay noticias de este tipo de caseríos, hoy desaparecidos, en otros barrios de Delika como son Odia, Barracaran, Zamarro y Paul.
El esplendor de estos dos siglos tiene mucho que ver con la conquista de Granada y la posterior colonización americana, el comercio de Orduña y su zona de influencia, la bonanza de la agricultura y la estabilidad política y social. Hechos en los que los lugareños de Delika tomaron parte activa y que influyeron directamente en el resurgimiento del Valle de Arrastaria. Hombres y mujeres que dejaron su huella a través del paso del tiempo en forma de edificios de una gran calidad y que, muchas veces, las generaciones posteriores no han sabido proteger.
Ramón Zurimendi
Aztarna