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El proyecto del camino de Orduña

El proyecto del camino de Orduña

Cuando se celebran las Juntas Generales del Señorí­o de 1752, para del camino a la Meseta, no se discuten las posibles rutas, sino que, preocupadas por su financiación, se ocupan en primer lugar, como hemos visto, de solicitar la concesión de un arbitrio adecuado.

El camino por Orduña gozaba de tradición puesto que, por él, se hací­a el transporte a las Castillas desde tiempos inmemoriales.

Sin embargo, sorprende cómo, en el momento de la reunión de Guernica ­se habla únicamente de dos «veredas», la de Vitoria y la de Valmaseda.

Sólo cuando se plantea el problema de elegir itinerario, y se ordena la presentación de los distintos planes, surge la pretensión de Orduña. Al igual que los representantes e interesados en las otras rutas, Orduña presenta su plan acompañado de las múltiples razones que, a su juicio, le asisten. Hace presente también los perjuicios que se le seguirí­an en el caso de que el camino se construyese por otra parte, así­ como también los obstáculos que aprecian en las rutas competidoras.

Era lógico que, como principal argumento a su favor, expusieran el de la menor distancia que en su futuro les harí­a triunfar. Este punto, el más defendible, fue aireado a todas horas por Orduña a quien atacaban sobre todo por la dificultad técnica que suponí­a el rompimiento de las que, hasta entonces, se consideraban insalvables peñas.

De ahí­ su insistencia en que su itinerario era el más breve de todos, una jornada menos de camino que el de Vitoria (dos para caminantes ida y vuelta), para los de Aragón, Rioja y Bureba. Añaden que, siendo estas regiones las que principalmente abastecen a Vizcaya de los produc­tos de que carece, al acortarse la distancia, la ventaja que se obtendrí­a en el transporte supondrí­a unos catorce o quince mil pesos al año.

Por el contrario, arguyen que, si se elige la ruta de Valmaseda, los de Aragón, Rioja y Bureba, tendrí­an tres leguas más de travesí­a, que repercu­tirí­an en los portes en perjuicio de las gentes y de la economí­a de Vizcaya, lo que, además, resultarí­a muy grave para la Rioja, pues sus cosechas tendrí­an dificultades para hallar salida en Bilbao, que se provee rí­a del vino de Aranda de Duero, de los cereales de Burgos y Tierra de Campos, a través de las Encartaciones.

Los orduñeses hacen fijar la atención en la fertilidad de los pueblos de paso, sobre todo en granos y en la abundancia de pastos para el ganado. Respecto a los pueblos que atravesaba el camino, fueron del parecer de solicitar reales órdenes para que colaborasen en su realización, conduciendo a pie de obra los materiales necesarios para ello, como piedra, madera, tierra, etc., de sus montes, canteras o riberas de sus rí­os, ya que no podí­an contribuir con las cantidades de moneda que les correspondí­a.

En esto habí­a disparidad de criterios, pues, si bien en las Juntas Generales se estimó que los pueblos del tránsito debí­an contribuir especialmente, ya vimos cómo Samaniego, nombrado por el Rey para informar sobre todas estas cuestiones, no participaba de la misma opinión. El creí­a que la carga principal debí­a recaer sobre los comerciantes de la villa de Bilbao, quienes, en un futuro próximo, iban a ser los principales beneficiados.

Respecto a la dificultad de la Peña de Goldecho, tan exagerada por Alava y Valmaseda, opinan los de Orduña que no es comparable a la de Villalta y Ntra. Sra. de la Hoz, donde los temporales de nieve eran muy penosos. Al hacer esta afirmación, se apoyaron en el informe de D. Miguel Archer a la Junta de Caminos.

En lo relativo al obstáculo de orden técnico que suponí­an las pon de San Bartolomé o Goldecho, los argumentos son varios, entre los que destaca la razón de ser ésta, tradicionalmente, la única salida del puerto de Bilbao para las dos Castillas, Navarra, Aragón, La Rioja y Burgos y que, en ese momento también, era la más usada por la brevedad.

Al parecer, desde 1671, dejaron sin reparar el paso de San Bartolomé por considerar que serí­a más útil para la carreterí­a y mulaterí­a el paso Goldecho, pero la experiencia demostró que fue un error, por mol de mayor desnivel, mayor distancia, y que la situación de San Bartolomé hací­a que las nieves se depositasen menos allí­, por lo que se volvió utilizar el trazado anterior.

Cuando tocan este punto, tampoco se olvidan de hacer presente que
en el trayecto por Alava, existen cuatro pasos largos difí­ciles de componer mientras que, salvando el puerto de Orduña, no se presenta ningún repecho importante, en el resto del camino a Burgos, como se com­en el informe de Archer.

Señalan, para su ruta, una distancia de 25 leguas, reducibles a 22, y un coste de 502.006 pesos, pero añaden que, cualquiera que fuera la vereda elegida, el costo es de tal consideración que el proyectado arbitrio tabaco, no alcanzarí­a para cubrir el presupuesto, por lo que se debí­a pedir ayuda al real erario, en atención al beneficio que con ello conse­guirí­a.

Todos estos datos son tomados del maestro Arróspide que habí­a inspeccionado el camino. Pero, además, existen diversas representaciones del Ayuntamiento de Orduña, dirigidas al Marqués de la Ensenada, recalc ando las ventajas de su ruta.

Entre ellas, y muy repetida, aparece la de la menor distancia, y por el contrario, el perjuicio ocasionado al puerto de Bilbao y a su comercio, si se franqueaba el camino por otros lugares, obligando a los transeúntes a grandes rodeos sin olvidar la abundancia de granos y vinos de buena calidad de su trayecto, etc., etc. En alguno de estos documentos, se refleja, una y otra vez, la preocupación de la apertura de la carretera por la Peña, pero, después de afirmarse en que el trazado por San Bartolomé era más conveniente que el de Goldecho, por ser de cota más baja, más recto y mejor orientado (al abrigo de temporales de nieve), dicen tener nuevos ánimos para abordar dicha obra, después de la apertura de la Sierra de Guadarrama, realizada por esos mismos años, por lo que se disponí­an a iniciar nuevos planes con maestros experimentados, puesto que el equipo de Archer se limitó a estudiar la carretera de Bilbao a Burgos por Vitoria, sin reconocer Orduña.

A juzgar por las abundantes alusiones al camino de Guadarrama, se observa la impresión que produjo aquel acontecimiento, que marca un hito capital en la historia de las construcciones de carreteras en España. Por analogí­a con las dificultades técnicas que podí­a ofrecer la peña de Orduña, aquel éxito de la técnica del siglo XVIII, animó a los orduñeses, que se dispusieron a dar la batalla en toda la lí­nea para sacar adelante su proyecto.

Un factor no desdeñable, por la influencia que pudo tener en el de­sarrollo futuro de los acontecimientos, es la carta que el Marqués de Via­na, dirigió con fecha 20 de Febrero de 1753, al Marqués de la Ensena­da. En ella, afirmaba que, hasta la fecha, no habí­a querido entrometerse en el asunto, pero que, considerando las razones y fundamentos que asistí­an a la ciudad de Orduña, principalmente la reducción en dos jor­nadas de camino con respecto a Vitoria y de una con respecto a Valmaseda, etc., solicitaba que los orduñeses fuesen atendidos favorablemente en su justa petición.

Con esta misma fecha, el Ayuntamiento de Orduña envió también, al Secretario de Estado, un proyecto realizado por los maestros de obras D. Juan Bautista de Ibarra y D. Vicente de Muguira, quienes habí­an reconocido el referido camino.

De esta forma, la carta personal del Marqués de Viana, la solicitud del Ayuntamiento de Orduña y el informe de dichos maestros, fueron enviados al mismo tiempo, lo que hace suponer que fueran estos tres factores los que pesaron favorablemente en las ulteriores decisiones.

Recordemos que el proyecto de Vitoria, contaba con el apoyo de lis principales pueblos de la Rioja que, con Logroño a la cabeza, pedí­an al Rey que concediese lo solicitado por el Señorí­o, en beneficio de la ruta de ílava. Estos pueblos apoyaban, principalmente, en efecto, el proyecto de Vitoria; pero tampoco estaban enfrente del de Orduña, rechazando sólo el trazado de Valmaseda, único que a su juicio, podí­a perjudicar su comercio

Incluimos, a continuación, el informe realizado por los maestros D. Juan Bautista de Ibarra y D. Vicente de Muguira, quienes después de insistir en lo relativo al ahorro de las jornadas de camino y la fácil solución del obstáculo de San Bartolomé, que se podí­a resolver con el trazado de algunas curvas, a semejanza de lo realizado en el Puerto de Guadarrama, así­ como lo bien provistos de excelentes alimentos que estaban sus pueblos, etc., exponen:

«Que por el Regimiento y la Justicia de la ciudad de Orduña, les fue encargada la diligencia de reconocer y medir los caminos desde el mojón Acheta (divisoria entre las jurisdicciones del Señorí­o y Valle de Llodio en ílava), hasta la Villa de Sta. Marí­a de Rivarredonda a Burgos, como también desde Acheta a Bilbao, que fueron anteriormente reconocidos por D. Miguel Archer con Ibero y Arróspide, quienes lo habí­an hecho calculando caminos de 24 pies de latitud y con su coste aproximado.

Ibarra y Muguira aceptaron el encargo, comenzando su trabajo el 31 de Enero de 1753, declarando bajo juramento que, por lo que tienen entendido, en la diligencia realizada por D. Miguel Archer y los maestros Ibero y Arrós­pide, consta que desde Bilbao al mojón de Acheta, la distancia es de 63.460 pies tercio de vara castellana. Que ellos reconocieron el camino desde el referido mojón siguiendo por Luyando, Amurrio, ciudad de Orduña, camino actual y antiguo de la Peña de San Bartolomé de Berberana, debajo de Cerauca, Santuario de Angosto, Espejo de Bergí¼enda y Puentelarrá, hasta Santa Marí­a de Rivarredonda, dando los siguientes datos:

Desde el mojon de Acheta a Areta, hay 633 pies castellanos, cuyo coste, incluyendo la mitad del puente que se ha de fabricar sobre el rí­o, que baja de Orozco, antes de unirse con el que viene de Orduña, es de 2.056 escudos que, reducidos, hacen 23.716 reales.

Desde Areta hasta Marquijana, jurisdicción entre Amurrio y Luyando, si­guiendo por la ribera del rí­o, incluyendo dos puentes (uno cerca del molino perteneciente al mayorazgo de la casa torre de Tapieche y el otro en Mar­quijana, sobre el agua que baja de Izorza, antes de juntarse con Orduña), son 34.293 pies, cuyo coste serí­a de 439.285 reales.

Desde el puente de Marquijana hasta Orduña, por la ribera del rí­o, que ha de quedar por la izquierda, pasando por Amurrio hasta Saracho, debajo de la iglesia de San Nicolás, donde se ha de hacer otro puente sobre el rí­o de Orduña, siguiendo por delante de la casa y molino de D. Manuel de Lezama, hasta la venta y puente de Menditueta, en el lugar que el rí­o hace un siete, donde se fabricarí­a un puente para luego seguir a dicha ciudad, renovando el puente que llaman del vado, dieron 37.898 pies castellanos y que el camino y puentes costarí­an 455.785 reales, poco más o menos.

Desde la ciudad de Orduña hasta la villa de Berberana, saliendo por el portal de San Francisco y Puente de la Torre, a la Peña Vieja de San Bartolomé, (usada desde tiempo inmemorial) siguiendo la Sierra Salvada, por el camino que llaman de la Lobera, 30.500 pies, cuyo coste, incluyendo el de la Peña y dar mejor latitud a dicho puente de la Torre, estimaron en 574.959 reales de vellón.

Desde Berberana a Espejo de Osma, Santuario de Ntra. Sra. de Angosto, por la cercaní­a de la Venta Blanca, midieron 32.341 pies y su coste de 335.489 reales de vellón.

Desde Espejo hasta Puentelarrá 21.840 pies y su coste de 253.946 reales de vellón.

Desde dicho Puentelarrá (añadiéndole la latitud necesaria), hasta Sta. Marí­a Rivarredonda, 48.911 pies y su coste, 1.029.226.

De forma que la distancia desde la Villa de Bilbao hasta Sta. Marí­a de Ri­varredonda, más allá de Pancorbo, es de 269.876 pies (de a tercia de vara castellana).

La latitud de caminos serí­a de 24 pies útiles, izando lo interior de ellos y su cubierta de tierra y de grijo menudo, bien mascado y suavizado, fabricando los puentes de Rezola, por su menor coste y no menos firmeza, los antepechos de mamposterí­a, cubiertos de piedra labrada de suficiente tamaño, latitud y longitud y todos los puentes planos, así­ en el medio como en la entrada y salida.

Declararon también que casi todo el camino, reconocido por ellos, esté en lí­nea recta, a excepción de algunas curvas de poca consideración, que no exceden la cuarta parte de un semicí­rculo, como es la división de dichas jurisdicciones entre Vizcaya y Llodio.

Desde este paraje hasta la venta de Arbí­n, en la falda de la Peña de San Bartolomé, no hay curva estimable y desde la venta de Arbí­n para montar sobre la Peña y entrar en Sierra Salvada allanando y suavizando la subida, se han de hacer cinco vueltas o tornos, formando en cada una un siete no cabal dando a 10 pies de longitud un declivio o escarpe para allanar el des censo o conveniencia de los carruajes con toda la posible llanura y firmeza

Desde la Peña hasta Larraz, la disposición de lo caminos ideados es en lí­rica recta, por Berberana, Osma, Cerauca, Ribera del Rí­o por el Santuario de Ntra. Sra. de Angosto y Espejo de Bergí¼enda y Puentelarrá desde aquí­ a Sta, Marí­a de Rivarredonda hay en el intermedio una lí­nea semicurva de poca consideración.

Que es cuanto pueden declarar respecto al camino, con su coste y experiencia».

El total de los costos, que no se incluyen en el informe, alcanzan 1 3.301.637 reales, es decir, 220.109 pesos de a 15 reales de vellón.

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