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Santuario de Nuestra Señora de Orduña la Antigua

Santuario de Nuestra Señora de Orduña la Antigua

La Virgen de Orduña es una de las más famosas y admiradas del País Vasco. La fundación del santuario junto al moral y fuente en que se apareció la Virgen, debe relacionarse con la concesión a Orduña, en 1229, del fuero de Vitoria, por Don Lope Díaz de Haro II, señor de Vizcaya. En 1256 Alfonso X “la pobló” y le dio nuevo fuero; en 1284 se incorpora al mayorazgo del Señorío de Vizcaya “por siempre jamás”, y a Vizcaya ha pertenecido siempre, salvo una pequeña etapa de 4 meses en 1843. En 1361 ya existía una Cofradía, cuyas ordenanzas de 1364 fue publicada por Uriarte.

La primitiva iglesia o ermita, de la que conservan restos y noticias, data documentalmente de fines del siglo XIII, siendo nominada ya como “Santa María la Vieja”, de donde pasó a denominarse Santa María la Antigua. Obedece este título al hecho de que habiendo dado fuero Alfonso X en 1256 a la nueva “puebla” de Orduña, situándola en lugar más abierto y próximo al Nervión, se dedicó también a Santa María su templo parroquial, erigido al este de la nueva villa.

La fundación del primitivo santuario ha de relacionarse con la milagrosa aparición de la Virgen sobre un moral que, aunque renovado, se conserva junto a la fachada del actual santuario.

Al viejo santuario pertenece la entrada al actual exconvento de carmelitas, portada medieval que se abre en arco. Tiene una inscripción: “Alabado sea el santísimo sacramento y la Purísima Concepción de la Virgen santísima concebida sin pecado original”.

Ante esta portada del exconvento actual, se sitúa un pórtico, organizado con seis arcos rebajados sobre columnas toscanas. En el mismo se encuentra una lápida de enterramiento que procede de la vieja iglesia, con la leyenda “Aquí están sepultados Diego López de Madaria e su muger, a. d. 15 (en blanco)”, en letra gótica. En el centro va una marca de comerciantes con una Y en círculo, encima una P y cruz de doble travesaño estilizada.

La iglesia desaparecida, reformada en 1530, tenía tres altares , el central con la Virgen y a los lados otros dedicados a San Blas y a San Sebastián que se sustituyó por el Cristo de Burgos. Consta que en 1675 se encontraba en mal estado. Cuidaba del santuario una sorora o fraila.

Las reducidas dimensiones del edificio y la creciente devoción que atraía al santuario buen número de peregrinos, determina que en 1752 se decidiera la construcción de un nuevo templo con otra orientación, después de un fallido proyecto de hacer una simple ampliación.

Los mayordomos Don José Antonio de Viana y Eguiluz, marqués de Viana, y Don José Antonio Hurtado de Corcuera plantean la conveniencia de hacerlo de nueva planta, cambiando su emplazamiento para facilitar su construcción y para que el trono de la Virgen se hiciese mirando al pueblo.

Se acuerda su erección el 16-8-1754 y en septiembre se coloca la primera piedra. De la obra se encarga el arquitecto de Miravalles, Juan Bautista de Ibarra, que elige el solar, cedido por el ayuntamiento (Don Manuel Antonio Ortiz de Zárate y Don José Gregorio Jiménez Bretón), concibiendo una edificación rectangular de unos 100 pies de largo (28 metros) por 30 de ancho. Se proyecta sin crucero ni media naranja, con cinco altares que habrían de ser vistos desde cualquier lugar del templo. Se calculaba su costo en 10.000 ducados, contando con la aportación del trabajo del pueblo, que habría de participar en la mano de obra, en carretadas de piedra y con la aportación económica.

No obstante, el coste resultaba mucho más elevado, por lo que las obras iniciadas se detienen en 1755. La intervención de Antonio de Vega calcula en 14.000 ducados lo que queda por hacer. Más tarde, Pedro de Gorbea, escultor, y el arquitecto, Tomás Peña, introducen reformas en las trazas, que son aprobadas por Antonio de Vega. No está de acuerdo Ibarra, suscitándose la controversia. Se consulta a un arquitecto capuchino de Deusto, que reforma el proyecto de Gorbea y Peña, y le añade el pórtico. Hasta 1782 no está el templo en condiciones para trasladar la imagen.

El templo es de una nave de gran amplitud que se divide en 4 tramos, el primero de coro en alto. La puerta de acceso al templo es sencilla, con arco de medio punto, en cuyo centro se coloca un escudo sostenido por ángeles y la leyenda: Ave María. Las puertas de madera fueron hechas por Juan Basabe, en 1781.

Monumental fachada de tres arcos que dan acceso al atrio, con grandes pilastras sin capiteles. En la calle central, una hornacina con la Virgen, obra de los escultores bilbaínos, Larrea y Basterra, y encima un gran óculo y el gran escudo de Orduña. Remata la fachada, en el centro, una espadaña de dos cuerpos y de tres huecos, de 1800, hecha por Baltasar de Ariznabarreta. En el atrio, lápidas conmemorativas referentes a la Coronación de la Virgen en 1930 y a la muerte del rector, José Manuel de Aostri, fusilado en 1812.

La organización monumental del amplio presbiterio corresponde al arquitecto y académico Don Alejo de Miranda, a quien se lo encargo el ayuntamiento en 1803. El gran retablo neoclásico se colocó en 1805 por Don Esteban de Alegría, contando con la aprobación de la Real Academia de San Fernando. Su arquitectura corresponde al modelo neoclásico de dos columnas, de las canteras de Vitórica de Llodio, de orden corintio. Sobre el entablamiento, un medallón sostenido por dos ángeles, en que se representa a San Miguel. En el centro, un gran hueco donde se encuentra la Virgen sobre el moral.

En el presbiterio se ubican unos magníficos jarrones chinos, donados por Juan Manuel de Landaluce, correspondiendo la verja al arquitecto José María Basterra, de los años 1913-4.

Son pinturas al óleo, del vitoriano Pedro Robles, las del magnífico crucero cuyo sector central se cubre con un casquete esférico, dividido en ocho segmentos: la Anunciación, Desposorios, Presentación, nacimiento, Adoración de los Pastores y de los Magos, Huida a Egipto y la Asunción.

A los lados del crucero van sendos retablos neoclásicos de traza de Hilario Echevarría. En el lado de la Epístola hay una escultura dedicada a San Blas, también hay unas esculturas de Santa Teresa y de San José. En el lado del Evangelio, hay un retablo del Santo Cristo, también hay un magnífico San Antonio de Padua con el Niño. También hay una imagen de San Miguel.

En los muros de la nave se encuentran varias pinturas: “Retrato de caballero del siglo XVIII”, que hace mención a D. Cayetano de Palacio Salazar. “Inmaculada” del siglo XVIII. “San Miguel”. “Retrato vivo de una niña”, de 1859. “Virgen”, representada como la Inmaculada. “San Juan Bautista”, del siglo XVIII.

Asimismo, se hallan en la iglesia dos conchas filipinas, candeleros y flameros, varias lámparas modernas y un púlpito restaurado (del siglo XVIII-XIX). A los pies del púlpito se encuentra “la sillería de coro” del antiguo convento franciscano. El órgano (adquirido en 1896), de la casa Cabaille- Coll, de París.

Detrás del altar mayor se halla un magnífico “camarín” con mármoles y buenos estucos, diseñado en 1922, por Teodoro Anasagasti y terminado en 1932.

Hay una mesa de altar y templete con un altorrelieve en madera policromada, de José Olabarría, con la aparición de la Virgen al pastor. En el frente a los lados, dos medallones con los temas de la Presentación de Jesús y la Adoración de los Magos.

Se conservan una “cajonería” de 1825, de Ildefonso Echevarría, una mesa de mármol negro, una pequeña sillería barroca de coro, varios cuadros de poca calidad, y varios exvotos recientes, entre ellos un barco de tres palos.

Entre los objetos curiosos se conserva aquí “el peso, con pesas”, que arreglo el herrero Josef de Ayala, en 1781, para pesar a los niños, y entrega como donativo al santuario su equivalente en grano, como consta en 1752. También hay “una cadena y argolla”, que debe corresponder al milagro del cautivo en Argel, trasladado milagrosamente a Orduña, en 1639.

En el exconvento de las Carmelitas, adjunto al santuario, se conserva “un tríptico flamenco”, del maestro de Frankfurt, de muy buena calidad, fechado hacia 1520.

En la propia iglesia un Cristo de marfil filipino, adquirido en 1825. Otro Cristo de marfil, del siglo XVII.  Imagen de la Virgen del Carmen, del siglo XVIII. Niño sobre cojín rojo.

También son destacables las piezas de platería: Cáliz del siglo XVIII con decoración d rocalla. Dos cálices de plata, realizados en 1887 y 1894 por el platero orduñés, Tiburcio de Calzada. Cáliz de plata dorada, de hacia 1920. Copón moderno, del siglo XIX. Relicario ovalado de San Blas. Relicario ostensorio del sepulcro de la B.V.M. Cruz de plata. Corona de la Virgen con brillantes y piedras preciosas. Candelabros neoclásicos de plata. Bastón de mando. Jardinera del siglo XIX. Varios mantos de la Virgen, entre los que destacan: manto de tisú de plata matizado, y bordados en seda, los escudos de Vizcaya, Orduña y símbolos marianos; otro en verde fuerte con emblemas del Ejército; otro en rojo y morado. Palio.

 

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