ORDUÑA: Conventos, beateríos, ermitas y hospitales.
1.- Conventos
El convento de Santa Clara es un monumento de profunda solera en la historia de la ciudad. Su iglesia conserva una interesante estructura gótica tardía, buenos retablos y capillas erigidas por grandes personajes orduñeses de los siglos XVI y XVII. Su archivo guarda, por otra parte, una rica documentación, sobre todo de finales del s. XVI y las primeras décadas del XVII, con bulas pontificias, cartas y otros instrumentos de gran valor histórico. El convento fue antes de frailes franciscanos, erigido en 1469, en el lugar ocupado por una ermita dedicada a Santa Marina. Los franciscanos lo dejaron para construir otro más cercano a la población, mediante licencia papal concedida en 1586; y poco después era ocupado por varias beatas que vivían dentro de la ciudad, al final de la c/Burgos, en el “beatario de San Julián”, y que habían adoptado la regla de Santa Clara. Para consolidar la fundación llegaba como madre abadesa Doña María Hurtado de Mendoza, procedente del convento de clarisas de Vitoria; mientras, ingresaban en el nuevo convento las hijas de las principales familias orduñesas y sus monjas recibían mandas y donaciones de personajes destacados en la política y en la diplomacia europea.
El convento de los franciscanos se situó en las proximidades de la “puerta de Burgos” , extramuros de la ciudad y junto al camino de Burgos a Bilbao, a su entrada en Orduña. Una bula de Sixto V, fechada en 1586, había autorizado el traslado de los frailes desde su primer convento al que se construyó poco después, tras las capitulaciones suscritas en 1587 con el concejo orduñés, que cedía el terreno para el nuevo edificio, conservando el patronato sobre el convento. En él vivió la comunidad franciscana hasta 1834. Hoy día, derruido casi en su totalidad, conserva algunas de sus dependencias dispuestas en las cuatro alas del claustro, obra elegante de arquitectura limpia y armoniosa característica del bajo renacimiento. Su iglesia, en cambio, ha desaparecido.
El colegio de los jesuitas fue dotado desde tierras americanas, hecho corriente en donaciones a conventos, iglesias y parroquias en estas comarcas, tierras de brillantes segundones desplazados de ellas por los mayorazgos de sus casas y enriquecidos en América. Conserva su ostentosa iglesia barroca bendecida en 1694, con numerosos retablos del mismo gusto y estilo. Fue parroquia de San Juan el Real tras la expulsión de la Compañía, de nuevo iglesia de los jesuitas, reinstalados en Orduña, y templo público atendido hoy por los padres Josefinos de Murialdo, que han dado nueva vida al colegio. El edificio fue construido a expensas del general Don Juan de Urdanegui, nacido en Orduña y enriquecido en Perú, y de su esposa, Doña Constanza de Luxán, marqueses de Villafuerte y opulentos hacendados en Lima, donde Don Juan dotó la fundación y dispuso el envío de los fondos precisos para realizarla. Además, le dotaron de ornamentos, alhajas y objetos de culto, algunos enviados directamente desde América.
2.- Beateríos
Se documentan en Orduña dos beatarios medievales: el de Nuestra Señora de la Antigua y el de San Julián.
Aparte de las beatas de estos pequeños centros religiosos, ocupados por mujeres piadosas que sin estar sometidas a una orden regular vivían comunitariamente en religión, encontramos en estas tierras numerosas referencias a “beatas”, “frailas” o “sororas” que, asistidas a veces por sirvientas, cuidaban de ermitas, hospederías y en ocasiones de parroquias.
La primera noticia que tenemos del beatario de Nuestra Señora de la Antigua, data de una bula de Bonifacio VIII, fechada en 1029, cuarenta años después de la fundación de la entonces villa de Orduña. Se refiere a las beatas que, con hábito de monjas y bajo la institución de Santa Clara, vivían junto a la iglesia de “Santa María la Vieja de Orduña”, en un lugar abandonado hacía, como sesenta años o más, según dice la bula; el papa autorizaba a las beatas a erigir allí mismo un convento regular de clarisas, que quedaría unido a la primitiva iglesia de la Antigua, lejana ya de la villa orduñesa y de su nueva parroquia, dedicada también a Santa María. Parece ser que la fundación del convento de las clarisas no llegó entonces a efecto aunque, durante siglos, continuó el beatario, llamándose sus componentes “Beatas de la Madre de Dios”.
El beatario de San Julián se encontraba dentro del recinto de Orduña, al final de la c/Burgos, cerca del arco de la puerta de San Francisco. Tuvo iglesia propia con dotaciones de misas y otros cultos. Las “beatas de San Julián” adoptaron la regla de Santa Clara y pasaron al convento actual de clarisas, abandonado por los franciscanos en 1587. En 1601 las monjas vendieron las casas de c/Burgos, aunque continuó el culto en la capilla del beatario abandonado, culto que se puede documentar hasta fines del siglo XVIII.
Las beatas eran mujeres muy consideradas en las iglesias y en los pueblos. Algunas pertenecían a familias nobles y hacían donaciones a las iglesias que tenían a su cargo; una de estas “sororas”, “la frayla bieja” de Santa María de Orduña, había donado a esta iglesia unas vinajeras de plata “con los letreros dorados” , según el inventario de 1755. La parroquia de Santa María estaba servida por una “frayla”, que tenía su casa al Norte del templo junto a una de las torres de la muralla.
Una de las primeras beatas de la zona, de nombre conocido, es Mari López de Madaria, “sorora” de Nuestra Señora de la Antigua de Orduña en el año 1500. Además de las de la parroquia de Santa María se documentan en Orduña otras “frailas” y “frailes” al cuidado de la ermita del Buen Suceso y de la desaparecida de San Miguel. A veces se ocupaban de las ermitas matrimonios sin hijos, llamados “santeros”; los encontramos en la ermita de San Pedro de Beraza, entre Lezama, Uzquiano y Aloria.
3.- Ermitas
Algunas de las ermitas existentes en la zona, actuales o desaparecidas, fueron parroquias de aldea o barrios despoblados, como la de San Clemente de Arbileta, próxima a Orduña y una de las primeras iglesias del territorio documentada en 1192; actualmente se encuentra en ruinas. San Clemente fue “iglesia por sí”, con pila en la que fue bautizado en 1641 el misionero Venerable P. Pedro de Bardeci Aguinaco. En 1598 tenía como feligreses a los “tres o cuatro vecinos” que habitaban en el barrio de Aquesolo, ya en vías de despoblación, que se enterraban en Lendoño de Abajo o en Mendeica, aldeas próximas a San Clemente, que carecía de enterrorio; cuando en el siglo XVIII vivía en Aquesolo un único vecino, las hembras se bautizaban en Lendoño de Abajo y los varones en san Clemente de Arbileta, como reminiscencia de un curioso “status” medieval.
Había sido también parroquia la ermita desaparecida de San Martín de Arbieto, próxima a Orduña; fue iglesia de la aldea despoblada de Arbieto y aparece citada como tal en los siglos XIII y XIV; en el siglo XVIII tenía tres vecinos y el pequeño templo conservaba aun su pila bautismal en 1752. A veces figuraba como templo parroquial la actual ermita de San Román de Cedélica, en territorio orduñés. En la carta de Don Jerónimo Aznar, fechada en 1257, aparece como parroquia la iglesia de Berracarán, convertida más tarde en ermita dedicada a Santiago, aneja a la parroquia de Délica, hoy desaparecida.
Otras ermitas fueron centros religiosos de barrios, algunos bien poblados aunque alejados de los núcleos principales de los pueblos. Entre ellas la ermita de Nuestra Señora de Poza, en Lendoño de Abajo, “Poza” fue un apellido toponímico originario del citado lugar.
En la subida al puerto de Orduña, antes de la construcción del “camino del Señorío” había una ermita dedicada a San Bartolomé; cuando se proyectó dicho camino se planeó colocar una efigie del santo en las proximidades de la ermita, plan que no llegó a efecto.
En los pasos de Valdegovía, Cuartango y Losa al valle de Arrastaria, existió el monasterio de Santiago de Langreiz que, documentado desde 1075, figura como “ermita” en los libros parroquiales de Délica.
En los caminos viejos de Burgos al mar, a través de la Peña de Orduña y la Sierra Salvada, quedan aún restos, como se ha dicho, de la antigua parroquia de san Clemente de Arbileta; tenemos noticias de las de “San Zemedel i Celedón” (santos Emeterio y Celedonio) y la Magdalena, documentadas en Belandia en 1522, en los caminos hacia Aguíñiga, y de las de Santa Marina, San Julián, San Vicenta y San Miguel, ermitas también en Belandia, localidad de paso entre las Peñas de Orduña y la tierra de Ayala.
Ha desaparecido también, a la vez que han caído en el olvido los caminos de Orduña a Ayala por Mendeica y Echegoyen, la ermita de Santa Cruz de Burubio que, como centro de devoción en las dos laderas, figura en los libros parroquiales de Echegoyen y en los Concejo de Orduña, oficialmente representado en los cortejos que desde la ciudad subían a la ermita.
En los libros de Aloria, Uzquiano y Lezama figura la ermita desaparecida de San Pedro de Beraza, situada en un camino transitado aún en el siglo XVIII entre Urcabustaiz, Ayala y Arrastaria.
En Orduña al lado del camino real existía y existe la ermita del Buen Suceso, extramuros de la ciudad, erigida en el camino hacia el puerto.
En otras ermitas tenían lugar curiosas muestras de devoción con las que no siempre estaba de acuerdo la autoridad eclesiástica. En la ermita de San Andrés y Santa Cristina de Orduña, por ejemplo, era costumbre devota velar durante la noche en determinados días. En la visita parroquial de 1624 se prohibían estas velas y se ordenaba a los curas que retuviesen las llaves y no consintiesen “que nadie asista a velas de noche a dicha ermita”.
Había ermitas con cofradías muy antiguas, exclusivamente para cofrades hidalgos, por lo que la entrada a ellas requería pruebas de nobleza y limpieza de sangre, y su pertenencia a las mismas constituía, a su vez, testimonio fehaciente favorable en los expedientes de hidalguía. Por eso sólo podían pertenecer a la cofradía de Nuestra Señora de Poza, en la ermita de su nombre, los componentes de la Junta de Ruzabal formada por hidalgos de Belandia y sus aldeas, entre ellas Lendoño de Abajo, donde se halla la citada ermita.
En la actual ermita del Buen Suceso, antigua de San Sebastián radicó la “Cofradía de Caballeros Hixos Dalgo del Sr, Sant Sebastián”, que ya se consideraba antigua cuando en 1589 se presentaban sus ordenanzas escritas. Esta cofradía admitía solo a hidalgos probados y, a ser posible, en número no superior a cincuenta. En la parroquia de Aloria existía también una cofradía de hidalgos. La antigua parroquia de San Clemente de Arbileta, está documentada desde 1192 en territorio orduñés. Construida en uno de los caminos intrincados, que desde los caminos del Norte de Burgos conducía al valle de Ayala, bajando por Lendoño de Arriba, San Clemente de Arbileta tuvo un famoso hospital, muy menguado en el siglo XVIII cuando se abandonaron los caminos medievales.
4.- Hospitales
Según se lee en las cuentas de 1768, el hospital de Arbileta no se podía entonces “celar” ni atender en forma debida por hallarse muy distante de la ciudad; en tanto crecía en importancia el hospital de San Juan del Mercado, situado dentro de los muros de la ciudad, que por su mayor eficacia y facilidad en la atención a los acogidos, recibía empréstitos del de San Clemente para la adquisición de ropas y otros gastos.
Hubo también en Orduña, extramuros de la ciudad, otro hospital ya documentado en 1270 como “casa de San Lázaro”; era anejo a la ermita de San Lázaro y la Magdalena, en la que se celebraban cultos en las festividades de los santos titulares y la de San Bartolomé. El hospital de San Lázaro tuvo mayor vigencia que el de San Clemente, del que recibía empréstito en 1727, aunque en 1768 prestaba fondos, a su vez, al de San Juan del Mercado entonces con mayor afluencia de enfermos y mejores posibilidades de acogerlos.
Otros dos hospitales orduñeses eran éste de San Juan del Mercado y el de Santa María, situados en las cercanías de las antiguas parroquias de la ciudad. El de Santa María se titula “hospital de Hechegoyen” en algunos documentos del siglo XVI, por haber sido dotado y atendido por los Echegoyen de Orduña. Lo había fundado en la calle del Yerro, junto a la iglesia de Santa María, Ruy Sánchez de Echegoyen, nombrado por patrono y administrador a su nieto Bernardino de Echegoyen quien, de acuerdo con su mujer Catalina de Lequeitio, lo rehizo y dotó de nuevo después del incendio de Orduña.
4.- Juntas
La parroquia de Belandia, la principal de las aldeas de Orduña, conserva aún el arca que guardaba el Archivo de la Junta de Ruzabal, compuesta por los cuatro concejos de Belandia, Lendoño de Abajo, Lendoño de Arriba y Mendeica, que celebraban sus juntas en el Campo de Ruzabal. La pertenencia a esta Junta, formada por los “·Caballeros. Escuderos Hijosdalgo” de las cuatro aldeas, se aportaba como dato positivo de hidalguía en expedientes y probanzas.
También se puede documentar desde el siglo XIV la celebración de las Juntas de Arrastaria, “a campana repicada según uso y costumbre”, junto a la iglesia de “Santa María de Odélica”. A veces las actas de estas juntas se encabezaban “en el campo de Arrastaria” o en el “campo de Uriondo”, desde donde los junteros se trasladaban a oir misa a la parroquia de Santa María. En una casa aneja a la iglesia se custodiaban las armas (cascos y coseletes, picas y otras armas), de que disponía la Junta de Arrastaria para entregar a los soldados que el valle debía tener prestos en casos de levas o llamamientos de guerra.
Encontramos en Aloria la “Cofradía de Santo Domingo y San Íñigo”, con ordenanzas medievales recogidas por el bachiller Acebedo en 1508, aprobadas en la Junta de San Juan de Aloria el 1 de junio del mismo año, y refrendadas en 1527. Solo podían pertenecer a ella hidalgos de nobleza escrupulosamente probada que celebraban sus juntas ante la parroquia en el “Campo de San Juan de Aloria” hasta que se construyó “la cámara”de reunión en la misma iglesia de San Juan, la primitiva de Aloria.