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Hace diez años: Crónicas veraniegas (III) (6 y 7 agosto 2010)

Hace diez años: Crónicas veraniegas (III) (6 y 7 agosto 2010)

Un nuevo dí­a  (6 de agosto) nublado. Al menos se duerme excelentemente. Tras los pertinentes «buenos dí­as» he salido de casa sin demasiada intencionalidad. Esto de estar sin «horario» ni «rumbo» es lo más chocante de mis vacaciones. Provisto del zurrón y el cuaderno de notas he enfilado una vez más la calle Santa Clara (Artekale). Como no hay demasiado «mirón» he tomado notas de los números impares. Hay algún edificio de singular interés, especialmente el número 3 con unos balcones enmarcados de corte modernista. Lo más sobresaliente, sin duda, son las balconadas y las plantas bajas (de sillerí­a).

Llegado a la Plaza me he acercado a la «porterí­a» de los PP. Josefinos. He preguntado por Jaime pero, ¡oh casualidadad!, se ha ido de vacaciones. ¡Excelente persona! Me he sentado en uno de los bancos de la Plaza y, con el Cuaderno entre las manos, he anotado cuantos detalles encuentro interesantes de las fachadas del lado ESTE (calles santa Marí­a, Artekale y Hierro. Bien es sabido que corresponden al primer asentamiento de 1229. Desde mi observatorio (si me traslado a aquellos momentos) verí­a un gran lienzo de la muralla flanqueada en su ángulo Norte por la «torre-cárcel (en buen estado de conservación) y en el Sur por la desaparecida «torre-del-reloj». Entre ambas «torres» el «portal oscuro» (la única de las puertas que hoy se mantienen en pie) y la desaparecida «puerta de artekale». Un pequeño recinto que, en su origen, denominó a sus tres calles, de orientación Este-Oeste, como de «arriba», de «medio» y «abajo».

Me ha llevado un ratillo la «toma de datos». Como no es dí­a de «huerta» me encamino por la Gran Ví­a hacia el «aguasalada». Atravieso el siempre tenebroso túnel de las ví­as de RENFE y enfilo el camino central asfaltado. A mi derecha el arroyuelo que baja de las lomas próximas. ¡Pleno verano y con agua!… Las huertas y cuidadas casas bordean todo el itinerario hasta dar con la carretera que sube a Cedélica. Giro a la izquierda, paso por delante de la casa de mis primos «Txelico y Raquel» y doy con la carretera que, por la Antigua, se pierde por Belandia. Un traguito de agua y por el frondoso bosque me dirijo al Santuario. Como ha salido el sol, me siento en uno de los bancos próximos a las escaleras que dan acceso a la plataforma previa a la edificación. Leo un buen rato. A las 12, entre las dos grandes sequoias, contemplo la buena fachada que se presenta a escasos cien metros. Entro en el templo (el único abierto todo el dí­a en el valle) y me siento. Me llama la atención la existencia de una docena de personas que, en ese momento, se encuentran sentadas y dispersas por él. El silencio y la semipenumbra invitan a la reflexión. Finalizo la «visita» a las 12:30 y encomiendo algunos problemas a la «amatxu» («Que eres madre del amor, todo el mundo lo atestigua; madre amada de la antigua, no nos niegues tu favor«, así­ me enseñó mi buen padre). Saludo al amigo Máximo Sarachaga que, en ese momento, entra en el templo.

El sol se ha situado en lo alto y apetece la sombra. Sentado bajo la «morera» continúo mi lectura hasta las 13:15. Cuatro o cinco personas adultas están por los alrededores, compartiendo su vida (tengo la impresión que pertenecen a ADSIS y están de ejercicios espirituales o convivencia). Un trago de agua en la original «fuente-vaso» y descenso tranquilo y con el libro abierto. Lo hago por el paseo de la Antigua, me desví­o por la calle Zageras, llego al Palacio Velasco y por al antiguo matadero (hoy parque de Bomberos) llego a la plazoleta Juan de Garay. Son las 14.25.

La tarde transcurre, como casi todas, en casa. He dormitado un rato, visto la contrarreloj por equipos de la Vuelta a Burgos, terminado la lectura del primer librito y escrito un buen rato. A las 19:00 se presentan en casa mi hermana y mi cuñado. Ajustan de nuevo las medidas del frigorí­fico y se van a Délica. Quedo con mi hermana para mañana hacia las 11:00.

Por fin amanece un dí­a esplendoroso (dí­a 7). ¡Hasta parece extraño! Voy pronto a la huerta y pongo el riego en funcionamiento. Recojo algunas cosas y a las 11 estoy en casa. Ya está en ella mi hermana charlando con mi madre. Pongo sobre la mesa lo traí­do de la huerta (¡el primer tomate!), me doy una ducha rápida, me visto y salimos. Tiene que hacer unas compras, por lo que me dice. Entramos en la «Confiterí­a» Larrea y saludo a Alberto (a quien sólo conocí­a de vista). Charlo un rato con él y me comenta que lee este BLOG. Me ofrece unos mapas antiguos de Orduña y quedamos un dí­a para que me los facilite. Luego compramos doscientos puerros en planta y alguna otra cosa. Nos sentamos en la terraza del Belatz Gorri y charlamos un buen rato. Nos saludan algunos conocidos, entre ellos Raquel, la mujer de mi primo Chelico. Entramos en la cercana «Lizarra» (pescaderí­a y fruterí­a) donde mi hermana hace algunas compras. Me tropiezo allí­ con José Orive (creo que es el dueño) amigo de la infancia. Charlamos un buen rato y comentamos la muerte (ayer mismo) de otro amigo de infancia (Rufino Pinedo).

Como no tenemos otra cosa que hacer, nos metemos en el Balneario y nos sentamos en sus comodisimos sillones. Pedimos un par de txakolí­s y seguimos la conversación. Estamos en ello cuando nos saluda la «hija de Rincón» (¡no sé el nombre y lo siento!), amigo muy cercano de mi difunto padre. Charlamos un buen rato con ella. Tras ello, nos vamos hacia mi casa. Ella sube las compras al coche y se va. Yo me quedo. Ha sido una mañana «ligerita» e «intensa». Mañana (Domingo) iremos a comer a Délica. La tarde, como todas, en casa despejando el cerebro, viendo un rato la repetición de un innombrable programa televisivo y trabajando a ritmo de samba. ¡Son vacaciones!

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