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Las lenguas de Europa (Andrés de Poza)

Las lenguas de Europa (Andrés de Poza)
  1.   asdPresentación

En el capí­tulo V de su obra –f. 12 r a 14 r, uno de los más breves del libro– es en el que Andrés de Poza nos presenta la confusión de las lenguas en Babel, y cuáles de ellas se asentaron en España, lo cual le da ocasión para desarrollar su enumeración o clasificación de las lenguas en Europa.

Este tema representa, muy probablemente, el aspecto más importante de su obra, el de mayor nivel lingí¼í­stico, y que ha merecido del lingí¼ista ru­mano Eugenio Coseriu al menos dos artí­culos elogiosos; el tercero –sobre los germanismos– tendrá como punto de partida el capí­tulo X.

En primer lugar, y como señala J. Gorrochategui en su artí­culo ya cita­do, hemos de decir que:

«… su inclusión en el lugar que ocupa en el libro viene exigida por el propio hilo del argumento».

Pues el fin de esta clasificación es demostrar que el euskera es lengua babélica, la primera venida a España tras la confusión, y lengua a parte de las otras –matriz o «cabeza de grupo» dirí­amos hoy, quizás con un perdo­nable anacronismo– pues el autor nos la presenta aislada, sin incluirla ni entre las latinas, ni germánicas, ni ninguna otra familia.

El citado Gorrochategui alaba también en la clasificación de nuestro licenciado vizcaí­no el que ésta haya sido presentada a partir de más de un criterio, mérito que evoca en nosotros el que tradicionalmente se ha atribuido a la propuesta de clasificación de lenguas que E. Sapir presentó en el capí­tulo VI de su magistral libro El Lenguaje.

La idea de que Tubal, descendiente de Noé, fuera el primer poblado, de España, y quien trajo su primera lengua: la vascongada, la hemos encontrado anteriormente en Zaldibia, Garibay, y otros escritores anteriorres…, y enlaza con la tradición bí­blica de San Jerónimo y el Génesis, siendo Ximénez de Rada el primer autor vasco en esta tradición.

Nuestro Licenciado recoge también la idea «bí­blica» de que la multiplicación de lenguas fue: «….el mayor aí§ote que Dios ha embiado al mí»do fuera del diluuio sal» (f. 13 r), lo que ya hemos comentado arriba.

Pero no volverá a insistir demasiado en ella; de nuevo nos parece que se trata –como en el caso de su hebraismo moderado– de una muestra de respeto prudente por las ideas tradicionales vigentes en su tiempo, lo que no le impide luego su reflexión lingí¼í­stica en libertad.

El Licenciado Poza –educado en Flandes– aparece ante nosotros como un autor renacentista, más secularizado que el piadoso y tradicional Esteban de Garibay.

2.- Las familias lingí¼í­sticas

Tras estas ideas iniciales, pasa a continuación Poza a enumerar y ordenar –en «familias», en un primer momento– las lenguas de Europa.

El profesor Coseriu alabó en Orduña –como ya lo habí­a hecho en su primer artí­culo sobre nuestro autor– el que Poza registre las cuatro prin­cipales familias lingí¼í­sticas europeas reconocidas en la época: románica; griego y sus dialectos; «eslava», que Poza denomina «esclavona»; y germánica o «cí­mbrica».

En el artí­culo de 1975, en que el profesor Coseriu estudia a Genebrard y Poza en relación con el rumano, nos dirá que en este punto Poza seguí­a claramente a Genebrard, pues enumera las mismas familias lingí¼í­sticas y en el mismo orden, y cuyos dialectos griegos el de Orduña convertirá en regiones.

  1. Gorrochategui nos advierte también de la ausencia en la clasificación del vizcaí­no de la familia céltica, si bien precisa inmediatamente que hay que esperar al s. XIX para que el tema celta empiece a ser visto con claridad.

Coseriu, por su parte, ya nos habí­a advertido que si bien Poza mencio­na cuatro lenguas del grupo céltico: irlandés, galés, cómico y bretón, no las reconoce: «… como un sólo grupo lingí¼í­stico».

De la familia románica distingue Poza 4 lenguas «generales»: las de Italia, Francia, España y Vvalachia («actual» Rumania).

Este concepto de lengua «general» o «común» fue alabado ya por lo Viñaza y Amado Alonso, según nos dice el mismo Coseriu.

Y el hecho de considerar al Rumano o «Vvalacho» como lengua «general» románica al mismo nivel que el Italiano, Francés, o Español será uno de los aspectos más valiosos de esta clasificación de Poza.

Poza, el griego, y la lenguas eslavas

En el caso de la lengua griega, enumera nuestro autor los cuatro dialectos históricos, «generales», y: «..las mestizas que en nuestra era corren en la Grecia». (v. f. 13 r).

Es decir, parece que Poza nos presenta en este punto dos momentos, de la historia de la lengua griega:

  • el de los dialectos clásicos, que califica de «generales»:
  • y el de las «mestizas actuales», que no le parecieron dignos de la consideración.

No parece que Andrés de Poza sintiera excesiva simpatí­a por los griegos en el cap. I, al no aceptar que «Asturianos» pudiera venir de Astur el cric añade: `… si no quisieramos consentir en lo mucho que mintieron los griegos (F.3 v).

Tal vez ello es un reflejo en nuestro apologista de la desconfianza hacia el griego en la España de la segunda mitad del siglo XVI.

En el cap. II afirma de ella:

«Pues como la lengua griega no se conseruo ni pudo conseruarse en estos reynos, indicio es que ella no pudo contra la Bascongada anterior y materna» (f.6 v).

Y creemos que se está oponiendo a la afirmación de Valdés –y otros–de que hubiera sido esta lengua general en España, antes que la vascongada’.

En el caso de la familia lingí¼í­stica «esclavona», nuestro autor varí­a su punto de vista, y menciona los pueblos que hablan lenguas de esta familia: polacos, bohemios y moscovitas, es decir, en palabras de Coseriu: las len­guas polaca, checa y rusa.

Poza y la lengua vascongada

A continuación de la «esclauona», y antes de la bretona, que también nos presenta como aislada, Poza va a mencionar la «Vascongada», de la cual nos dice: «que se habla en la provincia de Vizcaya, Guipuzcoa, Navarra, tierra de Alava, y en la Gascuña». (f. 13 r).

De esta manera, Poza continúa la tradición de Zaldibia, y Garibay de indicarnos, aunque someramente, el dominio de la lengua vascongada en su tiempo, mencionando como aquellos la parte ultrapirenaica del mismo.

Poza y las lenguas germánicas

De la lengua germánica –que Poza llama «cí­mbrica»– nos dice parecidamente: «se siruen los alemanes, flamencos, suecos, danos, godos, fin lapos y osterlines». (f. 13 r).

Y al incluir la lengua de los «finlapos» –la actual lengua filandesa o Suomeria– entre las lenguas germánicas, comete Poza el único error de atribución, como nos lo indica Coseriu en su comparación de Poza con Megiser y Escalí­gero. Este autor matiza incluso este error, a continuación, con estas palabras: «pero tal vez no se trate de un simple error, sino de un desacierto motivado por un criterio geográfico-polí­tico».

Poza, el etrusco y el albanés

Nuestro vizcaí­no no deja de enumerar otras lenguas aisladas como el Etrusco –tras el Hebreo primera lengua de Italia, según Poza– de la que añade: «…y que con las naciones latinas vino a perderse del todo» (f.13 v).

Por otra parte nuestro abogado y profesor de náutica parece ser uno de los primeros en haber individualizado a la lengua albanesa, separándola del griego o lenguas eslavas, con las que generalmente se la confundí­a- error éste que perdurará hasta el s. XVIII, en Hervás y Panduro. Insiste Coseriu en este mérito de Poza y según lo que él dice, no serí­a mérito de Escalí­gero por tanto, frente a lo que afirma Droixhe en su obra.

Recordemos, de paso, que la obra de Escalí­gero en que se ofrece su clasificación de lenguas, la habrí­a escrito este autor hacia 1598-9, y que fue publicada en Opuscula Varia, en 1610, siendo por ello posterior o la de Poza.

  1. Paí­ses y lenguas. Poza y el Inglés

Antes de hablar de la lengua albanesa, A. de Poza cambia de nuevo su criterio de presentación de las lenguas –ya no por familias, ni por los pueblos que las hablan– sino que enumera a continuación el autor los estados principales de Europa, con las lenguas que en ellos se hablan; y el primero que nombra es Inglaterra. Dice así­: «En Inglaterra se hablan las lenguas Cornubicas Vualica y la Inglesa. Y esta ultima es cí´puesta de quatro lenguas, que son Cornubica, y Vvalica, Fla­menca y Francesa». (f. 13 v).

Acerca de esta caracterización del inglés, que Poza no ha considerado germánica, nos señala Coseriu que ella: «no deja, con todo, de revelar en el juriconsulto bilbaí­no (sic) dotes de ob­servación e intuición lingí¼í­stica, en particular, en lo que concierne al alcan­ce de la influencia francesa sobre el inglés y a la afinidad entre esta lengua y el flamenco.

Y en la nota a pie de página, n.° 18, cita también el resumen latino de la obra en que Poza define a la lengua inglesa como: «…Gallica de qua & de Fládrica cí´flata est Anglica..». (f. 67 r).

4.- Las lenguas de Francia

El segundo paí­s del que se va a ocupar nuestro autor va a ser Francia, del que asegura: «En Frácia, demos de la lengua comun, ay otras quatro que son la Gasco­na, la Auernesa, la Prouencana, y la Bretona». (f. 13 y).

El Licenciado se nos muestra aquí­ bastante buen conocedor de la dia­lectologí­a meridional francesa, pues distingue de la lengua común la «gene­ral» de Francia de la que ha hablado antes, v.f. 13 r –los tres dialectos o variedades más importantes del dominio lingí¼í­stico occitano, a los cuales ha calificado, por otra parte, de lenguas al mismo nivel que la Lengua Bretona, anteriormente mencionada como aislada.

5.- La sucesión de lenguas en España

Y llega finalmente nuestro apologista a «nuestra España», y aquí­ ya su clasificación se hace enumeración histórica de las lenguas que se han suce­dido, mostrando con ello el objeto final de su clasificación: demostrar el carácter primero, postbabélico y general de la lengua vascongada.

Enumera, por tanto, Poza la sucesión de lenguas –pueblos en realidad en la Pení­nsula: el Hebreo; la vascongada, «como puramente babilónica» (f 13 v); la griega, la fenicia, con error en el orden de éstas; la africana, que creemos –de acuerdo con el artí­culo del profesor Gorrochategui– debe hacer referencia a la lengua púnica; y, en sexto lugar vendrí­a la romana, precediendo a la gótica, de I,I que afirma seguidamente: «y en septimo lugar senos (sic) pegaró algunos vocablos Gothicos» (f. Id I)

Esta idea de la escasa participación de la lengua de los invasores germanos en la conformación de la lengua española es la tradicional, defendida aun hoy por la Filologí­a Hispánica.

En el capí­tulo X se ocupará el autor de recoger una lista de los germanismos del español, lo que constituye otro de los aspectos valiosos de la obra del Licenciado Poza. (v. infra: 4.4.5.).

Tras indicarnos a continuación la llegada de los Arabes que: «naturalizaró la suya, hasta las montañas». (Ibidem) nos precisa a continuación el vizcaí­no, con bastante acierto, en qué zonas de la Pení­nsula Ibérica se asentaron los diversos pueblos y sus lenguas respectivas.

Termina Poza este breve, pero fundamental capí­tulo V de su obra resumiendo el proceso de romanización de España, no total: «Los Romanos ocuparí´ cí´ su legua el reyno, salvo la prouincin de Cí¢tabria, y fue por los muy gruesso presidios de exercitos que en estos reynos sustentaron». (f. 14 r).

Y en este momento es el dato lingí¼í­stico el demostrativo de la transito­riedad de la conquista de las naciones «cantábricas» por los romanos –y el plural «cantábricas» lo consideramos significativo– conquista anteriormente negada, y ahora aceptada con dudas.

Concluirá Poza este capí­tulo con las siguientes palabras: «Y puesto caso que las naciones Cantabricas fuerí´ arrinconadas por la po­tencia Romana, si recibierí´ presidio no fue duradero: pues no les ha muda­do la lengua que los Romanos imprimieron en las demos prouincias que sujetaron». (f. 14 r).

Poza parece aceptar, por tanto, que Cantabria fue conquistada por los romanos, pero no fue ocupada con intensidad, pues no le fue impuesta la lengua romana, argumento que consideramos válido en lo fundamental pa­ra el «Saltus Vasconum».

José Ramón Zubiaur

Mundaiz

 

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