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Naturalismo, filosofí­a y perfección de la lengua vasca (Andrés de Poza)

Naturalismo, filosofí­a y perfección de la lengua vasca (Andrés de Poza)

Entorno 53 1.- Presentación

El capí­tulo XII de la obra: «De la Antigua Lengua … Las Españas», constituye en cierto sentido un paréntesis, un hiato original, que sorprende un tanto, habida cuenta del desarrollo general del trabajo.

En algún sentido, es el capí­tulo que más singulariza a Andrés de Poza frente a sus predecesores: Zaldibia y Garibay, y también frente a los vascólogos del siglo siguiente: Martí­nez de Isasti u Oihenart. Sólo encuentra con­tinuación, más o menos directa, en Larramendi, y en los autores que Jon Juaristi ha incluido bajo la etiqueta de: «Lingí¼í­stica Romántica vasca»: Astarloa, Chao y Erro, principalmente’. Añadiremos a esta lista a Darrigol.’

2.- La lengua Vasca, lengua elegante y filosófica. Natu­ralismo de sus nombres

El Licenciado Poza inicia el capí­tulo considerando dos tipos de lenguas: las elegantes, sustanciales y filosóficas, las que tienen nombres adecuados; nos las presenta de la siguiente forma: «Tiénese por lengua excelente la que en los mismos nombres enseña assi la causa dellos como la naturaleza y definición de la cosa que se nombra» (f. 30 r-v).

Pasa a mencionar a continuación la disputa del Cratilo de Platón, alineándose inmediatamente en el bando naturalista.

Por ello entendemos que Poza se nos muestra como representante de la lingí¼í­stica del Renacimiento, pues como escribió hace ya unas décadas Lázaro Carreter: «Es sabido que, frente al aristotelicismo medieval, el Renacimiento supone una vuelta a Platón.

A su vez, esta reflexión le sitúa a nuestro autor en la corriente central de la reflexión lingí¼í­stica europea que va desde Platón hasta la arbitrariedad del signo lingí¼í­stico de Saussure, y que tiene muy probablemente una de sus últimas raí­ces en la narración del Génesis.
Sin embargo, las lenguas: … que no son tales, sino mestizas e imperfectas..»
serí­an aquellas en que los nombres: «… sin tener mas mysterio de que la tal cosa fue llamada assi…»
(f. 30 y), es decir las de los nombres convencionales, o no motivados, son lenguas: casual(es) del todo» (Ibidem).

A continuación Andrés de Poza sostiene el principio de que las setenta

y dos lenguas babélicas –recordemos, el vascuence era una de ellas– al ser: «… como emanadas de Dios, sin duda fueran de muy profunda elegancia, y esta de manera que segun buena razón, no vuiera vocablo ocioso, ni sylaba que careciesse de mysterio» (f. 30 y).

Esta última frase la desarrolla insistiendo en el carácter necesario o natural, profundo, de los nombres de estas lenguas.

La conclusión nos la va a ofrecer de inmediato: «Destas lenguas q se pueden llamar perfectas y elegantes es una la Vascon­gada, como una de las setenta y dos que divinamente fueron enseñadas..» (f. 32 y).

Y nuestro autor va a ilustrar este necesario naturalismo de las lenguas babélicas con algunas etimologí­as no vascongadas: «angel», del griego (f. 31 r); «demonio», del hebreo dice, (f. 31 y), etc..

Estos nombres, asegura, sólo muestran su verdadero sentido, el origi­nario, en la lengua de la que provienen. Así­, cuando afirma que: «… partir (sic) ,mitir, oynon,… (…)… no son emanados de la lengua griega, sino de la Cí­mbrica..» (f. 32 r). añade como prueba: «porque en la lengua griega no tienen causa de su apellido y en esta otra luego nuestran el officio suyo muy apropiado..» (f. 32 r).

De modo claro se nos manifiesta en estas explicaciones de Poza la creen­cia de que la etimologí­a es búsqueda del significado primero y verdadero de las palabras, el cual significado se halla en relación directa o de necesaria motivación con el «significante», si se nos permite expresarlo con los térmi­nos hoy habituales.

A la vez creemos percibir en sus ejemplos el dato del aislamiento en que suelen encontrarse los préstamos en la lengua receptora.

Por último, es evidente que no todas las palabras que Poza ha citado provienen de la lengua «cí­mbrica».

Quizás un atisbo de «correspondencia fonética» nos aparece también en las lí­neas siguientes, en las que podemos leer: «Fater, con aspiración dice el Tudesco, y mas blandamente el Flaméco va-der, de quienes los Griegos tomaron partir, mudálo la f en p, y.» (f. 32 r).

Atisbo, y aislado, queremos matizar; al parecer, Escalí­gero y Gesner te­ní­an mayor idea de estas correspondencias, pues –como nos lo indica Coseriu– aquel llegó a hablar de «Lenguas Wasser» y «Lenguas Water».

Tras estos primeros ejemplos de etimologí­as adecuadas y profundas, no vascongadas, añade el de Orduña: «Por estos pocos exemplos de muchos que se podrian traer, creo que me aure dado a entéder de como una lengua es tanto mas auétajada quanto en sus vocablos es mas mysteriosa…» (f. 32 y).

Perfecta por voluntad divina serí­a por tanto nuestra lengua, en conso­nancia al parecer con el medio fí­sico: «Dios la hizo no menos perfecta que a las que vinieron a Europa. Ya pudo ser auer(sic) querido Dios repartir las lenguas segun la felicidad del cielo y suelo de la provincia destinada, y que por ello a España repartiesse una de las mejores» (f. 32 y).

De nuevo un discreto eco de los «Laudes Cantabrix» al uso en los es­critores anteriores, y que en el caso de Garibay justificaban también la veni­da de Tubal y sus gentes a Cantabria y Navarra, y no a Cataluña u otras zonas carentes de los recursos de nuestro paí­s.

A continuación de lo cual, Andrés de Poza nos presenta varias etimolo­gí­as vascongadas: profundas, elegantes y misteriosas –y siempre interpre­tadas en la lí­nea naturalista ya indicada– etimologí­as que de modo aislado habí­an asomado ya en la obra de Garibay y que serán frecuentes y ca­racterí­sticas de los apologistas románticos antes mencionados.

Entre ellas las etimologí­as ya antes mencionadas de: «eguzguia, eguzgueia, (f. 33 y y 34 r); «Irarguiá», (f. 34 r y y); «Eriotcea» (f. 34 0236

Por cierto no olvida nuestro apologista comparar las etimologí­as cita­das con paralelos de otras lenguas europeas: «mors», en latí­n; «thanatos», en griego; «doot», en la lengua septentrional, (f. 34 y), de los que dice escuetamente: «Solo significan la muerte a secas, sin otra doctrina alguna» (f. 34 y).

3.- La lengua Vasca, lengua revelada

Una de las etimologí­as vascongadas parece tener un valor especial, la de «Dios» = «Jeaun». Leámosla: «A Dios omnipotente, llama el vascongado Jeaun, en vna sí­laba syncopa-damente pronunciando todas las vocales, como sino hizieran mas de vna silaba, el qual vocablo significa en vascuence, tu mismo bueno, sentencia por cierto la mas alta y breve que a Dios trino y uno para denotarle lo que es., podria atribuyrle» (f. 33 r).

Si los nombres deben significar bien lo que representan, el nombre de Dios debe compendiar toda perfección, y en concreto su unidad y trinidad, lo que Poza encuentra en el hecho de que las tres sí­labas de «Je – a- un» se unan «sincopadamente» en una sola sí­laba. Vemos por tanto aquí­ uno de los rasgos de la cábala: el simbolismo de los sonidos, y de las sí­labas corno valores significativos. A este vocablo vasco le encontrará también Poza su perfección en el hecho de que, según él, posee todas las vocales. Personal mente no logro encontrar la «o».

En suma, Poza nos presenta aquí­ lo que Jon Juaristi ha calificado de tetragrama vasco y el tetragrama es básico en la filologí­a hebrea cabalí­stica.

Según este estudioso, Poza realiza en este capí­tulo XII de su obra un inicio de cábala cristiana vascongada, a fin de quitarles argumentos a los ju­dí­os conversos, y en pugna con los cuales se hallaban en la sociedad y corte de Felipe II.

Por otra parte, ello representa a su vez sacralizar la lengua, convirtién­dola en fuente de todo conocimiento, tendencia que también cultivarán los apologistas seguidores de Poza en el s. XIX.

4.- La lengua Vasca: la más perfecta y sin mezcla

Nos parece interesante subrayar además que Poza evoluciona en este capí­tulo, en su apologí­a de la lengua vasca, desde posiciones aceptables en principio hasta la apologí­a que ha culminado el punto anterior: la sacraliza­ción ya mencionada.

En el tí­tulo del capí­tulo leí­amos: «… que no es menos substancial y filosófica que las más elegantes de Euro­pa» (f. 30 r).

Con respecto a esta afirmación, Luis Michelena habí­a escrito: «Contrairement a certains apologistes, it se borne soutenir que le basque n’est point moins subtantiel et philosophique que les langues les plus élé-gantes de l’Europe».

Creemos que Michelena, en este artí­culo sobre Humboldt, el cual iba a ser publicado en Italia, y en francés, querí­a subrayar que este inicio de la apologí­a del Licenciado Poza no supone en sí­ mismo sino la afirmación de la igualdad significativa de todas las lenguas, tal como enseña la Lingí¼í­stica moderna.

A decir verdad, nos parece que Poza «… ne se borne pas» al «no menos filosófica..»; le hemos visto encumbrar a nuestra lengua a la altura del He­breo, por encima de la romana o griega, afirmando que es: … misteriosamente profunda y no menos elegante en sentencias que las otras que se hallan en Europa» (f. 32 v-33 r).

Poco más tendrá que añadir Pedro Pablo de Astarloa para llegar a afir­mar en sus: «Discursos filosóficos sobre la lengua Vascongada», que es: «la lengua perfecta, natural y primitiva».

La finalidad real de esta apologí­a filosófica del de Orduña, nos aparece de modo claro al final del capí­tulo, cuando nuestro abogado trata de con­vencer a las naciones españolas de: «… la elegancia de su lengua primera… (…)… y de como esta que en la Cantabria se ha conservado, y oy dia permanece, es fundada en vna muy pro­funda filosofí­a de sentidos sustanciales, y que la que esto tiene ni puede ser Barbara, como algunos la baptizan, no mas de porque no la saben ni la entienden» (f. 35 r).

Este texto podrí­a en parte haber justificado la opinión de W. Bahner que nosotros hemos criticado de que la Filologí­a Española busca en la len­gua vasca su antigí¼edad y nobleza. Sin embargo, creemos que lo que muestran éste y los otros textos comentados en el párrafo citado en último lugar es la existencia de una pugna entre dos filologí­as: la Española, que busca afianzar la lengua castellana como lengua nacional la naciente filologí­a vasca, que se defiende, buscando timbres de nobleza en su antigí¼edad y pretendida generalidad en toda la Pení­nsula, además de en su carácter de lengua babélica, no vencida, y diferente, filosófica y natural, sin mezcla de ninguna otra

Por otra parte, el procedimiento no ha sido inventado por los vascos, una vez más; Tovar nos dice en su obra de 1980: «La idea bí­blica y cristiana de las 72 lenguas de Babel, y la traí­da a la Pení­n­sula por Tubal de una de ellas es utilizada por los escritores vascos, como lo habí­a sido antes por los castellanos, y lo fue todaví­a después».

En conclusión, este capí­tulo XII de la obra lingí¼í­stica de Andrés de Po­za –el último propiamente lingí¼í­stico– nos parece sitúa a su autor como:

  • «lingí¼ista del Renacimiento», seguidor del naturalismo de Platón;
  • como precomparatista, en sus atisbos de leyes o «correspondencias fonéticas»;
  • como primer apologista de la lengua vasca, sobre todo en esta di­mensión del carácter filosófico y profundo de nuestra lengua, la cual, si seguimos a J. Juaristi culmina en la «Cábala cristiana vasconga­da» ya comentada. Ello supone además una idealización de nuestra lengua, frente a la cual: «Solo el Hebreo puede cópetir en cierta forma» (f. 33 v).

Y ahora su Hebraismo nos aparece más moderado que nunca.

En cuanto al resto del libro, no aporta apenas ningún aspecto lingí¼í­sti­co de interés: los capí­tulos XIII a XVII, tratan de cuestiones no lingí¼í­sticas: el hábi­to vasco, los lí­mites de Cantabria y de Vizcaya, el origen y generali­dad del infanzonazgo de Vizcaya. Naturalmente el objetivo final de los mismos es siempre el demostrar el carácter primero y general de la lengua Vascongada en Las Españas, consecuencia directa de su carácter de pueblo invicto, o pasajeramente ocupado.

La parte segunda del libro: DE LAS ANTIGVAS POBLACIONES DE LAS ESPAí‘AS, CON LOS NOMBRES Y SITIOS QUE AL PRESENTE LES CORRESPONDEN –con numeración distinta en los folios– únicamente enumera y sitúa multitud de poblaciones hispánicas –de muchas de las cuales ya nos ha hablado en la primera parte–.

De bastantes de ellas, no nos dice nada nuevo, no esbozando siquiera en bastantes casos sus etimologí­as v. supra: 4.4.1. «Presentación de la obra».

5.- Notas sobre algunos aspectos metodológicos de Poza

En la parte final de su tantas veces citada conferencia de Orduña (Se­tiembre 1987), Eugenio Coseriu insistió en el interés de algunos aspectos metodológicos mostrados por Poza en su obra: DE LA ANTIGUA LENGUA …

Quizá ya no fuera necesario subrayar la importancia que nuestro autor ha dado al estudio de los topónimos –tema éste que, como ya ha quedado dicho, está también presente en la obra de Garibay–. Poza hace de éstos el elemento fundamental en el estudio del pasado lingí¼í­stico244, y ello sigue siendo particularmente válido en el caso de lenguas con tardí­a documenta­ción escrita, como es el caso de nuestra lengua vasca.

Por otra parte, nuestro autor busca relacionar el significado del topóni­mo con el lugar a que éste hace referencia. Así­ leemos que: «Veleasco o Velasco…(…)…lugar de muchos cueruos…(…)…donde oy dí­a, en vn lugar que assí­ se dize se junta a las tardes gran infinidad dellos» (f. 18 v).

O bien: «… Zamorathi, en la lengua africana moderna, significa lugar de piedras blí¢cas, y assi las ay muchas y muy buenas..» (f. 3 v).

Y nos decí­a Coseriu que aunque no sea verdad que allí­ se reúnan cuervos al atardecer, ni haya piedras blancas en éste otro lugar, el principio de rela­cionar el topónimo y el lugar a que éste hace referencia sigue siendo válido.

Sin esa adecuación, toda etimologí­a toponí­mica resulta dudosa.

 

Así­ hemos visto usar de tal principio a Luis Michelena –añadimos nosotros– al dudar, por ejemplo, de que «Apodaka» provenga de «caput aquaa»; o bien al rectificar Michelena su propia propuesta sobre «Morea», y aceptar las de Oroz Arizcuren o J. M. Ibarburu, las cuales al parecer se aco­modaban mejor a los lugares a que el tal topónimo parece referirse.

El Licenciado Poza busca frecuentemente esta relación topónimo… lugar, aun cuando la que él nos proponga no sea siempre muy probable; ver así­, además de las arriba citadas: «Reca… lugar de muchas canjas, y assi las tiene» (f. 17 v); «Roa… significa teta pecon, y assi lo representa su sitio algo leuanta-do en una gran llanura» (f. 19 v), etc.

Anteriormente hemos valorado el que Poza haya percibido la dificultad intrí­nseca de las etimologí­as de los nombres propios, y de los topónimos por tanto, y la necesidad de buscar paralelos en apoyo de las mismas.

El Licenciado Poza nos aparece también –en palabras de Coseriu–como un hombre que sabí­a procurarse información por sí­ mismo. Hemos visto que nuestro vizcaí­no compuso él mismo su lista de germanismos.

En cuanto al habla de la Montaña de que nos ha dado noticia tenemos la impresión, al leer el texto del Licencia­do, de que una vez más los datos que nos ofrece Poza provienen de la ob­servación directa del habla de gentes provenientes de aquella vecina región de Bilbao.

En el caso del Albanés, es el autor mismo quien nos ha indicado que se informó acerca de esta lengua por medio de los soldados albaneses de los tercios de Flandes (v. f. 13 v).

6.- Valoración final de Andrés de Poza como lingí¼ista

Terminó el ilustre lingí¼ista rumano Eugenio Coseriu de esta manera su conferencia de Orduña: En Poza hay mucho, mucho todaví­a».

Por nuestra parte, hemos intentado en este trabajo analizar lo más im­portante de cuanto de valor lingí¼í­stico o filológico encierra esta original y difí­cil obra del Licenciado Poza.

De acuerdo, una vez más con Antonio Tovar pensamos: que en Poza se hallan todos los temas de discusión acerca de la len­gua vasca:

  • su carácter de lengua primera y general de España;
  • su aislamiento entre las lenguas de Europa, debido a su carácter de lengua babélica, matriz;
  • la búsqueda de topónimos vascos por toda España, adelantándose en ello a W.V. Humboldt, y al vasco-iberismo consiguiente;
  • su relación con Armenia –ya indicada por Garibay– lo que hace de ambos autores precursores de la teorí­a vasco – caucásica.

Por otra parte, la obra de Andrés de Poza no sólo interesa a la Lingí¼í­sti­ca vasca.

Ella contiene, además, observaciones e ideas que interesan a la Lin­gí¼í­stica Comparada y a la historia de la Lingí¼í­stica europea –e hispánica, nos atrevemos a añadir–:

  • una muy notable clasificación de las lenguas de Europa, afirmando entre otras cosas la latinidad del Rumano, además de su carácter de lengua «mixta», «a parte», y distinta del italiano;
  • la delimitación del Albanés frente al griego y eslavo, en ese mismo capí­tulo V de la obra;
  • una temprana y bien orientada observación de algunos de los ras­gos del habla de La Montaña, o mejor del habla occidental de la Pe­ní­nsula (cap. 9);
  • la primera y mejor lista de los germanismos del español (cap. X);
  • los aspectos metodológicos y pre-comparatistas antes apuntados.

José Ramón Zubiaur

Mundaiz

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