Camino de Santiago
CAMINO de SANTIAGO (por el Alto Nervión): un testimonio de que uno de los caminos por el que se dirigían los peregrinos a Santiago de Compostela, pasaba por Orduña, nos lo demuestra la antigua advocación de la iglesia parroquial de la ciudad, «Ntra. Sra. y señor Santiago «, según escritos del s. XVI. El nombre del «Camino tras Santiago» debe su origen al hecho de ir este camino por detrás del la iglesia, conocida en aquellos tiempos como del señor Santiago. Otra pista que apunta en el mismo sentido es la «guía del puerto de la penna de San Bartolomé» del año 1506, en la que podemos leer que una de las condiciones se refiere expresamente a quienes van en peregrinación por la Peña de Orduña (conocida entonces como Peña de San Bartolomé) a Santiago de Compostela: «Otro sí, qualquier que así arrendare la dicha guía e penna que no coja guía de ningund fraile ni romero que pasre, ni de ningund clérigo que vaya en romería a Santiago …»[1]. Una antigua tradición se hace eco de que el apóstol Santiago, uno de los predilectos de Jesús, había predicado la doctrina cristiana en España, donde, tras su muerte, había sido trasladado en una barca. Muchos años iban a transcurrir hasta que hacia el año 820, un ermitaño se sorprendió de ver resplandores y luminarias en medio del bosque, avisando de ello al obispo de Iría Flavia, Teodomiro; éste descubrió en el lugar unos sepulcros que, desde el principio, se dijo que conservaban los restos del apóstol Santiago. El rey Alfonso II el Casto tomó el dato tan en serio que mandó edificar una iglesia en lo que comenzó a conocerse como Campus Ste-lae (Campo de la Estrella), luego Santiago de Compostela. La noticia no tardó en recorrer leguas, extendiéndose por villas y lugares, siendo en el año 930 cuando el Obispo de Le Puy, en Francia, Gontescalco, dejó las primeras noticias escritas sobre un viaje de peregrinación a Santiago de Compostela. El año 1130 un peregrino francés, Aymeric Picaud, escribió el Codex Calixtinus o Guía del Peregrino medieval, considerada por los entendidos como la primera guía de turismo de la Historia. En el siglo XII acude en peregrinación Guido de Borgoña quien, elegido luego Papa de Roma, declarará como Años de Jubileo Compostelano aquellos en los que la festividad de Santiago cayera en domingo, cosa que ocurre este año 2.010. Desde entonces, riadas de hombres y mujeres han trazado sendas y caminos desde los más remotos lugares de Europa hasta Compostela, trayendo con ellos costumbres, historia, arte y fe. De Francia partían tres grandes rutas que cruzaban los Pirineos por Somport, Roncesva-Iles e Irún. La ruta que iba por la costa dejó de usarse cuando cesó el peligro árabe (el año 997 se lleva Almanzor las campanas de la iglesia de Santiago), adquiriendo singular importancia el camino que por Roncesva-Iles, Pamplona, Estella, Logroño y Santo Domingo de la Calzada, se dirigía atravesando Castilla hacia Galicia, con el nombre de Camino francés. En tierras alavesas, el camino que adquirió mayor importancia fue la ruta que, remontando el río Oria por Segura, entraba en Alava por el túnel de San Adrián, recorría la Llanada acompañando al cauce del río Zadorra y, tras dejar Salinillas de Buradón, saltaba el río Ebro por Briñas, al encuentro del Camino francés en Santo Domingo de La Calzada. De ahí a decir que éste era el «único» Camino que cruzaba las tierras de Alava hacia Compostela, es ignorar el trajinar de hombres y mujeres por los numerosos caminos y senderos de herradura, es desconocer la Historia.
El puente Mantible, en Assa, sirvió durante lustros para que muchos peregrinos cruzasen el río Ebro más fácilmente, desviándose en Viana hacia Oyón…. Y, con estas líneas, lo que pretendemos es fundamentar documentalmente otro camino usado por los peregrinos: el paso de una ruta secundaria hacia Compostela por las tierras del Alto Nervión. Creemos que hay suficientes pistas que van señalando aquí y allí la ruta, un viejo camino de herradura, que seguía paralelo al río Nervión. Es curioso que un vecino del barrio de Deren-dano, en Saratxo, nos dijera todo convencido, delante de su casa: «Por aquí, por esta calzada pasaron los Reyes Católicos». Hay noticias de que en Arrankudiaga existió un san-tutxu de Santo Domingo de la Calzada. Hay noticias escritas de que el año 964, se dona al Monasterio de San Millán (La Rioja) un monasterio dedicado a los Santos Víctor et Sancti lacobi, en Gardea, junto a Llodio. En el hospital de San Antón de Armuru, en Amurrio, está documentado que el año 1601 murió un «Jaime», dándonos a entender que se trataba de un peregrino que se dirigía a Santiago de Compostela. Que el paso de peregrinos por Amurrio no debía ser algo infrecuente nos lo confirman las Ordenanzas de la Cuadrilla de Amurrio, nada menos que en la tardía fecha del año 1817: «.. y que a los Peregrinos y extranjeros que anduviesen de Romería a la Yglesia del Apóstol, no se les impide pedir limosna en el camino recto, esto es cuatro leguas a un lado u otro poco más o menos, trayendo el vestido ordinario de Peregrinación…». Esto sin hablar de las ermitas dedicadas a San Pe-layo y a Santa Marina de Olarri, en Amurrio y a Santa Marina, en Etxegoien, de tan marcado acento compostelano, así como la parroquial de Larrinbe en honor de Santiago, o la anterior advo-cación de la iglesia parroquial de Orduña, «Ntra. Sra. y señor Santiago», según escritos del siglo XVI; también aquí en Orduña, extramuros de la ciudad y en el lugar en que se levanta el convento de Santa Clara, hubo una primitiva ermita dedicada a Santa Marina y, una de las calles conserva aún el nombre de Francos… En Orduña los viajeros se encontraban con una gran dificultad y era cómo salvar el desnivel que marcaba la Sierra Salvada, siguiendo un camino que fuera hacia Castilla, por unos parajes inhóspitos y cubiertos de bosque cerrado. Para ayudar a arrieros y caminantes, la ciudad de Orduña sacaba todos los años a remate el servicio de «Guía de la Peña de San Bartolomé», es decir un servicio de guías compuesto por tres hombres, uno de ellos armado de lanza y dos con ballestas que, previo pago, acompañaban al caminante desde Santa Lucía (poco más arriba de la Venta Arbín), hasta Corcuera, en Luna. Pues bien, entre las condiciones de «guía del puerto de la penna de San Bartolomé» del año 1506, podemos leer que una de las condiciones se refiere expresamente a quienes van en peregrinación por la Peña de Orduña (conocida entonces como Peña de San Bartolome), a Santiago de Compostela: «Otro sí, qualquier que así arrendare la dicha guía e penna que no coja guía de ningund frayie ni romero que pasare, ni de ningund clerigo que vaya en romería a Santiago…». No se podía encontrar nada tan explícito como estas citas sobre el paso de peregrinos compostelanos por estas tierras. Dejan claro que los peregrinos se diri-411 gen a Santiago de Compostela y, en el documento de la Cuadrilla de Amurrio, se hace expresa mención al «vestido ordinario de peregrinación», dando a entender que muchos de los peregrinos que pasaban por Amurrio camino de Santiago de Compostela, llevaban una vestimenta especial, la vestimenta de peregrino. Para más abundancia debemos recordar que en Orduña había nada menos que cuatro hospitales, uno de ellos conocido como Hospital de San Lázaro. De singular importancia es la existencia, datada ya el año 1075, del monasterio de Santiago de Langraiz, en el lugar que vulgarmente se conoce como «Monte Santiago», en lo alto de la Sierra, en tierras burgalesas hoy en día. Cerca también de Délika, y citada el año 1257, se levantó la ermita de Santiago de Barracarán, cuya atractiva imagen de Santiago peregrino -con calabaza, sombrero de ala, cayado de caminante y en actitud de buen paso- se encuentra en la iglesia parroquial de Délika. Esta proliferación de templos dedicados Santiago y otros santos estrechamente relacionados con el Camino de Santiago, sería del todo imposible si por estas tierras no hubieran pasado, en una y otra dirección y con bastante frecuencia, peregrinos compostelanos. De ahí que no creemos que sea una quimera hablar de una ruta a Santiago de Compostela por las tierras del Alto Nervión; tampoco es que se pretendan mayores cosas. Simplemente queremos contribuir a un mejor conocimiento de la historia de las peregrinaciones a Santiago de Compostela, sacando a la luz los vestigios que hemos encontrado hasta la fecha por las tierras y villas próximas al Alto Nervión. Que Amurrio fue paso de peregrinos nos lo confirma la atención que se prestó en su hospital a un Jaime, o peregrino compostelano, a principios del siglo XVII. Y, por si tuviéramos duda de ello, no pueden ser más explícitas las Ordenanzas de la Cuadrilla de Amurrio, de una fecha tan tardía como es el año 1817, donde se normaliza sobre el paso de peregrinos:» Y que a los peregrinos y extrangeros que anduvieren de romería a la Yglesia del Apóstol, no se les impida pedir limosna en el camino recto, esto es, quatro leguas a un lado u otro poco más o menos, trayendo el vestido ordinario de Peregrinación». Amurrio no tiene casco viejo, a pesar de su probada antigí¼edad medieval, pues es citado el año 1095, en la visita que realiza a las tierras de Ayala el obispo de Nájera: «…nominatos monasterios… Annes, Olhaucezahar, Amurrio….». Sin duda, porque el poblamiento de Amurrio era disperso, asentado en torno a dos pequeños promontorios – el montículo sobre el que se asienta la ermita de San Antón y el montículo sobre el que se levanta la iglesia parroquial de Santa María-, que dominaban la amplia vega que aquí traza el Nervión y el cruce de dos importantes rutas que comunicaban las tierras del interior con la costa. La portada de la iglesia parroquial, románica de siglo XII, es el mejor y único exponente de aquella época. Las naves interiores y el retablo son de estilo renacentista, siendo la torre de época muy posterior, puesto que se construyó, tal como está ahora, el año 1927. Partimos de la parroquia de Santa María, pasando por delante del Ayuntamiento, edificio que se levantó y sirvió para escuelas municipales y, al poco de pasar la gasolinera, remontamos la calle Etxegoien, entre edificaciones que acogen varios centros escolares del pueblo, siguiendo el antiguo camino que subía por Mendeika, buscando alguno de los pasos de la Sierra Sálvada. Al pasar junto a la ikastola Aresketa, seguimos dirección sur, encontrándonos con el camino que, por Zaraobe, va hacia Arespalditza, cuando se cumplen kilómetro y medio de nuestra andadura. Al poco giramos hacia el Este, abandonando el camino que sube hacia Mendeika y el monte Babio, dejando a la izquierda un montículo donde estuvo situada la ermita Jura-dera de los hijosdalgo de Ayala, dedicada a San Esteban, como dice el artículo 33 del Fuero de Ayala escrito en 1373: «…si fuere fidalgo jurele en sibe tercero en Santisteban». Cerca estaba otra ermita dedicada a Santa Marina, santa unida al camino Compostelano, y en la cumbre del monte Burubio, cuyas faldas estamos bordeando, se levantó la ermita de San Cruz, que recibía varias veces al año romerías de amurrianos y orduñeses, al estar situada en el límite jurisdiccional de ambas poblaciones. Llegados al somo, cuando se divisa a lo lejos la iglesia de Lezama y en el valle las industrias que han ocupado la vega del río Nervión, un caserío, situado junto al camino, conserva aún el nombre de lo que fue: Venta de los trigueros. Pasada la venta que ya no es venta, el camino, ahora de tierra, va faldeando el monte Burubio entre prados, desembocando encima del punto conocido como «Los mesones», junto a la vía del ferrocarril y no lejos del término conocido como Calzadako, que nos lleva a pensar que por estos pagos cruzaba una vieja calzada o camino. De nuevo rumbo al Sur, llevando a la izquierda la vía del ferrocarril Bilbao-Tudela, no tardamos en llegar por camino de carro junto a la ermita Santa María Egipciaca, en el barrio De-rendano, de Saratxo. Que el antiguo núcleo de población estuvo en esta ladera y que por aquí pasaba el camino antiguo viene atestiguado por el Cartulario de San Millán en el que se recoge la visita del obispo de Nájera y que documenta por escrito la existencia de Derendano ya el año 1095: «..istos terminos nominatos monasterios….Amurrio, Oru-ve, Derendano, Marieka…». Varios fragmentos de cerámica sigillata de finales del siglo I y principios del II d. C., aparecidos en unas obras que se realizaron junto a la ermita el año 1999, retrotraen a época romana la presencia del hombre en este pie de monte, junto al río Nervión. El sendero, en muy malas condiciones ahora, seguía por la margen izquierda del río Ner-vión, bajo la peña Atxondo, hasta el puente de Guelecubi, no lejos de la venta de Menditxueta, ésta en terreno alavés. El actual puente, construído en 1937, se levanta justo en el límite jurisdiccional entre Bizkaia y Alava, donde se juntan el río, el camino-carretera y la vía del ferrocarril. Al poco de entrar en Bizkaia nos topamos con lo que fuera el balneario de La Muera, -de aguas saladas-hoy piscinas Municipales y poco más al Este el barrio de Arbieto, otrora poblado con la iglesia de San Martín, abandonada el año 1772 y de la que no queda rastro alguno. Desde el barrio de Arbieto, junto al que se ha condicionado una agradable zona de recreo, nos acercamos a Orduña por un camino-sendero peatonal que, paralelo al río Nervión, se ha acondicionado para facilitar el acceso desde el pueblo a las piscinas. Se lee en un texto del siglo XV: «….desde dicho camino fasta el camino real que comienca en la Puerta de la Calder Bieja fasta la Puente de Guelecubi e Mendutita». Por el texto arriba citado, sabemos que los caminantes que venían de Amurrio y cruzaban el río Nervión por el Puente de Guelecubi (topónimo hoy desconocido), junto a la venta de Menditxueta, entraban a Orduña por la puerta de San Miguel, siguiendo por la Calle Vieja, hoy Zaharra, hasta la plaza. Nosotros, sin embargo, tras la rotonda situada a la entrada de la ciudad, vamos a tomar un camino que sale a la izquierda y que recibe el nombre de «Camino tras Santiago», no porque tal camino llevara a Compostela, sino porque va por detrás de la iglesia, conocida en un tiempo como del señor Santiago, camino por otra parte que nos permite contemplar restos de las murallas que se levantaron allá por el siglo XIII y el paso de ronda, que conserva el trozo de muralla, que cierra por el Este el ábside de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Su arquitectura neoclásica nos lleva a pensar que, con anterioridad, debió haber una iglesia románica (Orduña la Vieja estuvo en el entorno del santuario de la Antigua), en consonancia con la antigí¼edad del pueblo, citado en el Cartulario de San Millán ya en el siglo X. La estratégica situación de la ciudad de Orduña, en encrucijada de caminos, la hizo merecedora de importantes mercados y de una aduana interior. Con Carta Puebla desde 1229, recibió el título de ciudad con los Reyes Católicos. En la plaza, en la que se anudan todas las calles, importantes casas-palacio lucen sus fachadas renacentistas, prestando un aspecto acogedor los pórticos del entorno. «…de la puente de Geleubi fasta la iglesia de Sant Bartolomé». Esta cita del año 1490 proclama bien claro dónde estaban los límites de Orduña por el Norte y por el Sur, o sea la ruta que vamos siguiendo, al encuentro con Castilla. De la amplia plaza de los Fueros, nos dirigimos rumbo al sur, por la calle Burgos, para tomar la salida hacia la Peña para Castilla. La puerta que cerraba por este lado la ciudad se conocía como puerta de San Julián, por una ermita que se levantó en sus cercanías; popularmente se la denominaba Puerta del sol, sin duda por estar orientada al sur. En esta parte de la ciudad, ya en los arrabales, se asentaban las fraguas y herrerías que, al decir de algunos, fueron el origen del terrible incendio que asoló la ciudad el año 1535. En el lugar se levantó un convento de franciscanos que luego fue hospital y hoy residencia de Tercera Edad. Sigue el camino junto a la ermita de El Buen Suceso, conocida también por San Sebastián y donde San Roque, abogado contra la peste, recibe honores de sus devotos desde el año 1597. Metros más adelante, La Cadena nos recuerda el punto donde se cobraba el portazgo a quienes llegaban con mercancías a la ciudad. Dejamos a la izquierda la plaza de toros, siguiendo por El camino viejo, camino de herradura que desemboca en la A-2625, donde, ya cruzadas la carretera, se yergue altivo un mojón que separa las tierras de Bizkaia y ílava, ya en tierras del Valle de Arrastaria. El pequeño arroyo que baja de Tertanga se podía cruzar por el puente de La Torre, del que hoy solamente quedan restos de lo que fueron los cimientos: «… cerca de la senda que baxan de Tertanga a la puente de La torre y viene a pegar con la calzada vieja que viene a juntarse con la dicha puente de La Torre». La parcelaria que se hizo por los años ochenta ha borrado las huellas que seguía el camino, remontando el arroyo Lugorri (hoy se cruza la vía férrea), con el nombre de Estrada de Eskura, al encuentro de la Venta Arbín, convertida hoy en caserío, cuyas ovejas y vacas practican la trashumancia en primavera y otoño, combinando los pastos de valle con los pastos de altura en la Sierra de Gibijo. Pasado el caserío que fue renombrada Venta, el sendero cruza el arroyo La Andubía y, tras pasar junto a la fuente El haya, que tiene un bebedero para el ganado (cocino se lee en los viejos papeles), se llega al como conocido por Santa Lucía, hagio-topónimo que nos hace pensar en la existencia de una ermita, sospechas que vienen confirmadas por restos de unas paredes y la presencia de pequeños cascotes de tejas desparramados por el suelo. A la memoria nos vienen las Condiciones que el Concejo ponía a quien arrendaba la Peña del puerto de San Bartolomé:»… que sepa que ha de guardar la dicha penna de Santa Luzia fasta Corcora en todo el dicho anno en los días de domingo y en tres pascuas del anno» (Documentos Medievales del País Vasco, n° 53). El camino, a la sombra del Pico Hornillo, comienza a zig-zaguear, tomando rumbo sur cuando se perfilan los muros caídos de la Venta del Hornillo, conocida entre los lugareños como la Venta del Hambre. En la parte sur, en lo alto, el Portillo de Txanzo. Al poco el camino comienza a ascender en zig-zag, dirección Oeste desembocando en el Boquete o Peña de San Bartolomé, junto al punto kilométrico 344 de la carretera A-2.625, lugar en el que comienzan las tierras de Burgos, Castilla. En este entorno estuvo la «hermita inmemorial de San Bartolomé», terreno privativo de la ciudad de Orduña y del pueblo burgalés de Villalba de Losa, pero no queda rastro alguno de la ermita. El sendero, estrecho y embarrado en época de lluvias, pasa bajo el muro de la carretera, junto a un mojón: «…el mojón que está encima de la cassa de Sant Bartolomé; junto al camino que va a la serrecuela». Remontamos La Cuesta de la Horca, siguiendo la divisoria entre Burgos y Alava, «otrosí en lo de la cuesta de la orca, como bamos e baxamos hazia la peña de San Bartolomé, que es en el camino real» (año 1532), topónimo que nos viene a confirmar que aquí hubo una horca o picota. Al poco tomamos hacia el Este, dejando a la izquierda el Portillo de Txanzo, lugar donde tenía levantada su cabaña de altura la Venta Arbín, llegando en pocos minutos a la planicie de Oyalar-te, toda ella cubierta de brezo, salteados espinos y unos pocos, rechonchos y brillantes acebos. No tardamos en topar con una valla que vadeamos ayudados de una puerta metálica, llegando a la cima del Arando (940 mts.) cuando se cumplen treinta minutos desde San Bartolomé.Vale la pena asomarse al mirador y contemplar detenidamente el Valle de Arrastaria y la gran cubeta en la que se asienta Orduña. Retomamos el camino siguiendo una pista forestal de dura gravilla, que arranca hacia el Sur, cruzando hayedos y más hayedos, llegando en veinte minutos al paraje conocido como Fuente Santiago. Nos encontramos en el corazón de El Monte Santiago, declarado Monumento Natural por el Junta de Castilla y León el 26 de Marzo de 1996, Espacio Natural que suma un total de 4.499 hectáreas, cubierto en casi su totalidad de bellos e imponentes hayedos. El nombre de Monte Santiago le viene del monasterio que se levantó en estos parajes y citado en el Cartulario de San Millán el año 1075: «Sancti Jacobi (Santiago) monasterio de Langreiz».Y cuya ermita aún seguía en pie el año 1756. Al paraje le da cierto encanto bucólico una surgencia de agua que desaparece al poco por un sumidero, reapareciendo sobre el cauce el Nervión, poco más arriba de Délika, en el punto conocido como Lezabro. A partir de aquí la pista forestal es llana y amplia, rodeada de bellos ejemplares de hayas, tardando quince minutos en llegar junto a una alta tapia, rota por el camino, que son los restos de una lobera, ya en desuso, pero que ha sido restaurada el año 2.000, por su interés histórico y etnográfico. Mientras curioseamos las viejas paredes de la lobera, nos viene a la memoria el haber leído noticias sobre la presencia del lobo estos últimos años, correteando huidizo por estos bosques de hayedos, en eterna pugna con el mundo pastoril. Dejada atrás la lobera, el camino se abre a una extensa planicie, El Campillo de Ebana, nombre éste con el que también es conocido el cauce del río, antes de precipitarse al vacío desde las Peñas Nervinas, ya con el nombre de Nervión, formando una cascada de doscientos setenta metros de caída. Por terreno más bien llano y dejando el cauce del río Ebana-Nervión a la izquierda, pasamos una alambrada y varios mojones, que hacen de muga con Burgos, entrando de nuevo en tierras alavesas, siguiendo las rodadas de los carros, hoy coches, pues el camino carece de señalización alguna. Cuando llevamos diez minutos desde el Campillo de Ebana, tras una curva, entre espinos, sale hacia el Este un diminuto sendero que nos lleva hasta íšrita o Urieta, un apacible lugar, donde abunda el agua y donde el Nervión da sus primeros pasos, aquí en la Sierra de Gibijo, en una pequeña cueva que da origen a un diminuto arroyo. Al otro lado del arroyo, Campo Largo o Landaluze, donde una serie de piedras verticales que forman una gran elipse, hicieron pensar a Félix Murga en la presencia de un cromlech. El lugar es un típico cruce de caminos, separándose aquí las rutas que bajaban buscando las riberas del río Altube y otras que iban al encuentro de las aguas del Cadagua y de tierras cántabras.Volvemos al camino amplio y atravesamos un claro del bosque, pasando poco después por un paso canadiense, entre grandes ejemplares de pino albar. En esta zona nace el río Vadillo, cuyo cauce sin agua encuentra el primer puente en Balgaduta, que ya no sirve como puente, puesto que, al día de hoy, no hay río que cruzar. Llegados al término de Carrión, topamos con una bifurcación. Si seguimos hacia el Este, llegaríamos en veinte minutos a la ermita de la Trinidad, a cuya festividad acuden incluso romeros de la Tierra de Ayala, a hermanarse con los de Basabe y Kuartango. La ruta, sin embargo, lleva hacia el Sur, llegando al poco a un paisaje árido, semilunar, donde un pequeño puente, Zubibarri, es la única señal de que, en tiempos pasados, la ruta de Santa Lucía a Luna pasaba por aquí, ya que hoy nadie lo usa y, lo más curioso, tampoco pasa agua bajo su arcada, a no ser en días de lluvias torrenciales. Son quince minutos los que tardamos de Zubibarri a Luna, pequeño poblado donde encontramos ya la carretera asfaltada. Aquí estuvo el monasterio de San Juan de Corcuera, citado ya el año 1075, en el Cartulario de San Millán:»Alia decania Corcora monasterio…», del que no queda piedra sobre piedra. Los vecinos de mayor edad señalan el lugar que ocupa el depósito del agua, como el terreno donde se asentó el monasterio. El camino, en descenso, sigue el cauce del río Vadillo, ya en el Valle de Basabe, pasando por Santa Eulalia, dejando a la izquierda el histórico y bello templo de Urbi-na-Basabe, yendo, por Jócano, en busca de puente de Aprícano, sobre el río Bayas, «passo de Rioxa para la ciudad de Orduña», como se lee en escritos del siglo XVIII. Aguas abajo, a menos de un kilómetro, está el desfiladero de Techa, por donde, arrimándose al río, pasaba el camino que, desde Bilbao, se dirigía a las Conchas de Haro, según un documento del año 1494 debido a los Reyes Católicos:» …e el paso de Ybarbaka, que es dos leguas de el paso de Tocha, que es en la jurisdkion de Murillas, camino rreal que va a Biluao». Pero estas etapas corresponden a otro proyecto, nuestra pretensión de relatar el camino que unía los cauces de los ríos Nervión y Bayas, a nuestro entender está cumplida, en el momento que llegamos a las orillas del río Bayas[2].
[1] «AZTARNA», 39
[2] Salvador Velilla. Aztarna, 2010