Sobre el nombre «Orduña»
Todos sabemos que la afición de los vascos por averiguar el significado de sus apellidos y el nombre de sus pueblos es proverbial. También Armona hizo una pequeña incursión en el campo de la toponimia. Así, cuando cita el falso cronicón de Luitprando y la referencia que allí aparece de que fueron los moros los que pusieron por nombre Orduña a la antigua Flaviobriga, lo refuta diciendo que Orduña es palabra vizcaína y no moruna y se la puso algún señor de ella llamado Ordoño u Ortuño.
No fue el primero en avanzar una hipótesis, aunque fuese genérica, sobre el nombre de Orduña. Antes que él, y sobre todo después, muchos autores han aventurado diversas teorías sobre un topónimo un tanto enrevesado.
El célebre escritor eibarrés Juan Antonio Moguel, en su Historia y Geografía de España ilustradas por el idioma vascuence, lo relaciona con la palabra vasca «ur», «agua», y el sufijo «dun». Lo que equivale a posesión de agua. El historiador vizcaíno Iturriza también lo vinculó con la palabra «ur», «urgoña», que significa «sobre el agua» o «acuoso».
Frente a estas dos hipótesis verosímiles, nos encontramos con otra tan ingeniosa como disparatada. En efecto, Francisco de Irigoyen, en su Colección alfabética de apellidos vascongados, publicada inicialmente en México en 1868 y después reproducida en la revista Euskal Erria (1881), expone que Orduña significa, ni más ni menos, «cima de multitud de hojas de árboles», para lo que tiene que derivar el nombre de nuestra ciudad de «orridigana».
Con posterioridad, dos autores, el padre Eugenio Uriarte en la Historia de Nuestra Señora de Orduña la Antigua, y el también religioso Ignacio Omaechevarria, han relacionado el topónimo Orduña con la palabra euskérica «urde» (jabalí). Sería, por tanto, término compuesto de «oña», «oin» («pie» o «raíz de la peña») y «urde».
Finalmente, la lingí¼ista María Lourdes Albertos vincula el topónimo con el andrónimo prerromano «ordu», «ordo», «ordontius»; y Javier Rodríguez Marquina en «Una interpretación vasca del nombre Ordoño en la crónica silense», sigue manteniendo su carácter vasco a través de su relación con el nombre euskérico «urde».
Jose Ignacio Salazar Arechalde