Andrés de Poza, lingüista del Renacimiento (IV)
5. Hay que destacar, además, que Poza, como filólogo siempre curioso, anota ocasionalmente («de paso») cosas no carentes de interés que no se relacionan directamente con su terna. Así, al hablar de Cantabria, hace observaciones de dialectología léxica, fónica y gramatical, comprobando ‘en la Montar–la un romance más allegado a la lengua romana», es decir, más conservador (f. 26r). Ello, por vocablos como: ‘,unid («bruja»), calamar, mega, péndola, huerto, moras, anales; por fonetismos como buenu, malu, santo (donde Poza considera, evidentemente, la -u final como originaria); y por arcaísmos morfológicos como fagades, vengarles, digades». En relación más directa con su tema (y desarrollando una sugerencia que recoge de Séneca), dedica nuestro autor un capítulo entero (cap. XIII); fs. 35r-38v) a la importancia documental de la indumentaria tradicional de los vascos (los «tocados« del autor latino), con lo cual proporciona un interesante y original ensayo de etnografía histórica (ello, claro está, si se ]e quita todo lo quimérico y «rubalino», o sea, las referencias a «Noé y su hito mayor», a la reina Semíramis, a los pelasgos establecidos en Cantabria, etc.).
6. Fuentes y formación filológica
6.1. De cualquier modo, en toda la obra de Poza hay mucha labor y reflexión (o intuición) personal y mucha observación y experiencia directa, ya que en las fuentes de que podía disponer no podía encontrar ideas más novedosas ni datos más precisos que los que presenta en sus disquisiciones. El problema de los orígenes se planteaba ya para varias lenguas y en varios sentidos («), pero la lingí¼ística histórica y la comparada no existían como disciplinas en su tiempo, o se encontraban en una fase incipiente; y, para la cultura enciclopédica corriente, se reducían a la información genérica –y no siempre Fidedigna– consignada era corografías y cosmografías o, en España, a los datos y conjeturas que podían encontrarse en cronistas e historiadores corno L. Matinco Sículo, Florián de Ocampo y Ambrosio de Morales. Y en particular con respecto al vasco, no podía encontrarse en tales fuentes casi nada que fuera realmente aprovechable, ya que una filología vasca no existía de ningún modo en la época de Poza, ni siquiera en la forma elemental en que existía ya para varias lenguas románicas, germánicas y eslavas. El terreno estaba por roturar; y, en cierto sentido, es el propio Poza quien funda, con sus investigaciones toponímicas, la lingí¼ística histórica vasca. Y no sólo la histórica, sino la lingí¼ística vasca simplemente; para el vasco no había en esa época ni gramáticas, ni diccionarios, de suerte que, también a este respecto, nuestro autor sólo podía recurrir a su propio saber.
Por todo ello, al juzgar los méritos y las carencias de Poza, no hay que olvidar que nos hallamos en el siglo XVI; siglo que, incluso para las grandes lenguas románicas de Occidente (si se exceptúa a Nebrija), es el de las primeras gramáticas {69) y los primeros diccionarios, y en el que la única filología más firmemente establecida (en la Europa occidental) es la filología clásica (griega y, sobre todo, latina).
6.2. Por otra parte, aun en este contexto, la información de Poza, aunque bastante vasta, no es la información ordenada y sistemática de un especialista en un determinado campo: es más bien la información variada pero, en parte, «casual» –y, por ello, no carente de extrañas lagunas– de un filólogo «diletante» del Renacimiento, que se interesa por muchas cosas todavía no ordenadas en disciplinas bien constatadas».
Entre los autores griegos (o de lengua griega), Poza conoce y cita a Platón, Aristóteles, Herodoto, Eurípides, Plutarco, Polibio, Estrabón, Flavio Josefo, Ptolomeo, Dionisio Alejandrino; probablemente, varias veces, a través de traducciones y recopilaciones latinas y/o españolas, quizá también sobre la base de notas y reminiscencias de sus estudios en Salamanca y en Lovaina, ya que su cultura griega es más bien modesta y su conocimiento del griego no parece ser muy sólido (así, en el cap. XII, f, 31r, cita en latín unas líneas de la República de Platón). Mucho más amplia y más sólida es su erudición latina. Conoce a Tito Livio, a César y Cicerón, a Virgilio, Horacio, Plinio, Tácito; a Varrón y a Séneca, a Lucano, Silio Itálico, Quintiliano; a Prudencio y a San Agustín; a L. A. Floro, Valerio Máximo, Justino, Priscrano, Macrobio, etc.»
Entre los autores hispánicos (en sentido amplio) utiliza y cita sobre todo a los historiadores y eruditos considerados corno «autoridades« en su época, como Lucio Marineo Sículo, Pedro Antonio Bcuter, Florián de Ocampo, Andrés de Rosendo, Ambrosio do Morales y Esteban de Garibay (estos dos últimos, sus contemporáneos); conoce también a Nebrija, a quien cita y menciona varias veces, con expresiones de respeto, en la segunda parte (así: II, f. Sua patria del insigne Antonio de Nebrixa»; f. 19r: «maestro Antonio»); pero no conoce a un «lingí¼ista» de su propia época como Martín de Viciana. Entre los humanistas y eruditos extranjeros, además de Genebrard (al que, como hemos visto, no cita) y de Goropius Becanus (al que hubiera sido mejor que no conociese), conoce a Tomás Moro especialista en un solo campo: en el jurídico (cf. fs. 26v-27r, 47r, 54v, 55v-56r, 58r); y le agrada presentarse, precisamente, como «jurisconsulto cántabro» (cf. It. 49v, 59v). Pero, precisamente gracias a la formación jurídica, la praxis filológica no le es ajena; así, Poza cita a menudo sus autores, en particular a los latinos, con indicaciones bibliográficas bastante completas (obra, libro y, eventualmente, capítulo). En rigor, como muchos filólogos del Renacimiento, Poza es propiamente especialista en un solo campo: en el jurídico (cf. fs. 2.6v-27r, 47r, 54v, 55v-56r, 58r); y le agrada presentarse, precisamente, corno «jurisconsulto cántabro» (d. fs. 49v, 59v). Pero, precisamente gradas a la formación jurídica, la praxis filológica no le es ajena; así, Poza tira a menudo sus autores, en particular a los latinos, con indicaciones bibliográficas bastante completas (obra, libro y, eventualmente, capítulo),
Sería un trabajo interesante identificar (a través de sus citas) sus lecturas y, con ello, reconstruir la cultura media típica de un filólogo «diletante» del siglo XVII español. Cabria, además, distinguir lo que es fuente efectiva de Poza y lo que sólo es reminiscencia literaria o alarde de erudición. También esto podría hacerse en la monografía (o tesis doctoral) sugerida en el 1 y en la nota 65, Un problema particular presentan a este respecto los capítulos III y IV (sobre el hebreo como «lengua general» del mundo y el hebreo primitivo, «pretubalino», en España). Poza no cica en estos capítulos ninguna autoridad y ninguna fuente. Pero, para la historia mítica tan «precisa» que presenta en ellos (con nombres de reyes en su orden cronológico, etc.) y para las relativas etimologías, debe haber tenido ciertas fuentes hebraicas y hebraizantes y, precisamente, además de las Antigí¼edades de Flavio Josefo mencionadas en el cap. 1, también fuentes modernas hebraístas o eruditos judíos conocidos en Flandes), puesto que interpreta por el hebreo y el caldeo también ciertos nombres modernos, no conocidos en la Antigí¼edad.
Y algunos otros, como Josefo Moleto (¿Moletio?), Juan Vasco (¿o laceo?) y Mario Aretio (Arecio), citados también por Francisco del Rosal o por Bernardo D’Arete, pero hoy prácticamente olvidados. Sorprende, con todo, que mencione a un «Gregorio López»; y me pregunto sí puede tratarse de Gregorio López Madera, que en 1517 tendría unos 25 años y a Henri Estienne («Stephanus»), a J. Cujas («Guiado»), a Ch_ Do I’vloulin («Molineo»), y, de nombre, a G. Budé («Budeo»), o sea, muy pocos (y, ante todo, en el sector jurídico); conoce también al celtómano Jean Bodin, pero no al sobrio erudito Cl. Fauchet. No conoce –hecho casi inexplicable para alguien que estudió diez años en Salamanca (cf .n. 16)– humanistas y eruditos italianos (de los que habría podido recibir estímulos importantes, incluso en lo lingí¼ístico), Y, para un antiguo estudiante de Lovaina, es extraño que no conozca a Erasmo: no lo menciona ni una sola vez (como tampoco recuerda al ‘español de Flandes’ Juan Luis Vives).
En suma: formación e información humanística «tradicional» y corriente; satisfactoria, aunque no excepcional, en el dominio latino, pero muy escasa y «casual», con graves, inexcusables, lagunas en el dominio entonces «moderno». Formación e información de un hombre, sin duda, culto y de intereses múltiples, pero, precisamente, no especialista en el campo de la filología. Y, por ello, también información no sistemáticamente «actualizada»: en varios casos, Poza, como filólogo, se funda más bien en lo que sabe de sus años de estudios o por lecturas casuales que en la bibliografía propia de un filólogo profesional. Y no puede aducirse que no cita ciertos autores «modernos» (como, por ejemplo, los italianos) por no relacionarse, éstos, con los remas que trata; porque, cn realidad, tampoco ‘vienen al caso’ muchos de los autores que menciona.