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El Licenciado Poza y la lingüistica vasca

El Licenciado Poza y la lingüistica vasca

PRESENTACIÓN

Se cumple este año de 1987 el IV centenario de la publicación en Bil­bao de la obra del Licenciado Poza De la antigua lengua, poblaciones y co­marcas de las Españas, la primera apologí­a del euskera, Con este motivo, Eus­kaltzaindia ha organizado en Orduña –ciudad natal de Andrés de Poza– las II Jornadas de Onomástica, a las que ha unido el nombre del Licenciado or­duñés, El lingí¼ista Eugenio Coseriu –quizás el descubridor, con Luis Miche­lena, de nuestro Licenciado para la Lingí¼í­stica– pronunció la conferencia inaugural, que tituló «Andrés de Poza: lingí¼ista del Renacimiento».

Por nuestra parte, hace cuatro años tuvimos ocasión de presentar en el «XVII Congreso International de Linguistique et Philologie Romanes» (Aix­en-Proverice, 1953) una comunicación que llevaba por tí­tulo: «Las ideas lin­gí¼í­sticas del Licenciado Andrés de Poza en su obra: De la Antigua Lengua de las Españas,.

Dicha Comunicación apareció en las Actas del Congreso –vol. I, pp, 351-357, pero desgraciadamente «mutilada» de la página final del texto, ade­más de algunas erratas. Por ello, hemos creí­do conveniente reproducirla aquí­ entera con motivo de celebrarse el IV centenario de quien nos atrevemos a calificar de primer lingí¼ista vasco.

 

1. BREVES DATOS BIOGRíFICOS

De vida poco conocida, Andrés de Poza nació en Orduña, (Vizcaya), hacia 1530, acaeciéndole la muerte en Madrid en 1595, datos que nos ofrece el editor más reciente de su obra, en la Presentación de la misma obra que sirve de base a nuestro trabajo.

Según parece, Andrés de Poza residió desde muy joven en Flandes, estudió nueve años en la Universidad de Lovaina, y diez en la de Salamanca, donde se graduó en Leyes en 1570. Fue luego abogado del Señorí­o de Vizcaya, presentando un escrito en Defensa de La Nobleza de Vizcaya en 1589. Ante­riormente, en 1583, nos aparece como profesor de Náutica en San Sebastián, publicando en 1585 una Hydrografí­a la mis curiosa qve hasta aquí­ ha salido a luz…alabada por algunos.

La obra, de la que nos ocuparemos, la editó en Bilbao, en 1587 – ¡año fecundo para la Lingí¼í­stica–. Fue nuestro autor buen conocedor de varias lenguas europeas, entre las cuales el flamenco, y muy probablemente el vas­cuence, que pudo bien ser su lengua materna. Abogado, profesor de náutica y lingí¼ista, fue por tanto un hombre del Renacimiento, interesado por una lengua «vulgar», no latina, cuya apologí­a constituirá el objeto de su Libro.

 

2. POZA COMO VASCí“FILO Y COMO VASCO-IBERISTA

Ya el editor de su obra –que conserva su paginación foliada, pero que hay que leer con atención, pues posee frecuentes incoherencias ortográfi­cas– nos presenta a Poza como el primer defensor del iberismo éuskaro, y defensor también del vascuence como lengua de muy profunda filosofí­a.

Tras Rodrigo de Toledo, y recogiendo ideas de Garí­bay, Poza es autor de la primera obra escrita toda ella acerca de la antigí¼edad y universa­lidad del vascuence en España. Según Luis Michelena, Pozaserí­a «…le seul lin­piste avant le mot qui, parmi une légion d’historiens, l’a poséc de falontresnuancéc et á l’aide d’argurnems d’ordre avant tout linguistique».

Podemos considerar en esta obra dos partes, En la primera, que cons­ta de 17 capí­tulos, en general breves, expone su autor la sucesión de lenguas habidas en la Pení­nsula Ibérica, afirmando que la lengua vasca fue la primera y universal de toda ella, tras el hebreo. Un resumen en latí­n –folios 59r a 70r–a veces más claro y preciso que el propio texto castellano, termina esta parte. El resto de la obra, que podemos considerar como la segunda parte, aun cuando el autor no la haya titulado así­, abarca 36 folios, y corno ha escrito reciente­mente Antonio Tovar, constituye «un diccionario toponí­mico con etimologí­as vascas, que podemos contar, como ya señaló Unamuno (1902, 578) como pri­mer antecedente de Humboldt».

Finalmente, un triple í­ndice: onomástico, geográfico y de materias concluye la obra.

Hemos de decir de entrada que el contenido del libro de Poza en absoluto puede ser considerado como una gramática o descripción de la lengua vasca, y que por tanto –a pesar de la coincidencia de fecha 1587–, esta apologí­a no puede ser en absoluto la «primera gramática vasca» aparecida en 1587, según afirman con frase muy similar tanto Arens como Robins, en sus respec­tivas historias de la lingí¼í­stica. Hemos consultado al respecto la más ac­tual y documentada Historia de la literatura vasca y su autor nos da como «primeras gramáticas o trabajos de í­ndole gramatical» los de Silvain Pouvreau y Etcheberri de Sara, aquéllos editados por primera vez a fines del siglo XIX por Vinson. Oroz Arizcuren ha publicado en los últimos años varios artí­culos sobre la que pudiera ser si no la «primera gramática vasca», sí­ la «presentación» del vascuence en Europa: El Parergon de Vulcanius, de fecha de 1597. Creernos que las frases antes citadas de Arens y Robins, con una fácil confusión de fechas, pudieran ser eco impreciso de la audiencia de dicha obrita, que según este profesor navarro contribuyó a difundir un texto vasco por el centro de Europa.

La apologí­a del Licenciado Poza no es, por tanto, la primera gra­mática vasca, sí­ la primera apologí­a de la antigí¼edad y universalidad del vas­cuence en toda la Pení­nsula Ibérica, lengua surgida tras la confusión de Babel, y que traí­da por Liba] y los suyos se asentó en ella precediendo incluso al griego (v. 10r), en lo que tanto Poza como Garibay se oponen al orden fijado por Juan de Valdés.

Ya desde el capitulo 1, afirma su autor que se va a apoyar en los to­pónimos e hidrónimos para saber qué lengua se habló en cada era, pues dichos nombres: «…son de las cosas que, si no es con mucha novedad y ocasión, nunca o muy tarde se mudan» (2v).

Por cierto, creemos que esta valoración de la toponimia, en la que Poza sigue a Garibay, no es por tanto mérito de Echave, como indica Bah­nerr que no menciona a Poza al respecto. Segán el autor vizcaí­no, la invicta Cantabria ha conservado la antigua lengua española, y de ello van a dar fe los más variados topónimos de la Pení­nsula, interpretados sin escrúpulos mediante la lengua vasca, p. ej.: Asturias, Canza(b)riga, etc. Poza no ignoraba La plura­lidad lingí¼í­stica de Hispania afirmada por los autores clásicos –lo cual han parecido ignorar vascoiberistas posteriores–, pero considera que dicha diver­sidad lingí¼í­stica se produjo después, al mezclarse las lenguas de dos pueblos invasores, que llegaron incluso a suplantar la lengua primera –el vascuence–en gran parte de ella (cap. II). Nuestro lingí¼ista aceptaba también el dogma de la primací­a del hebreo ofreciendo una fantástica lista de restos hebreos tanto en el mundo (cap. III), como en España (cap. IV). A continuación ofrece etimologí­as de palabras mixtas de hebreo y vascuence, como Tarragona (10r), que mostrarí­an la progresiva suplantación de la primera lengua por el vasco, an­terior al griego, como ya hemos indicado.

Al establecer qué lenguas de las 72 posbabélicas se asentaron en las Españas, es cuando Poza realiza su breve enumeración de las lenguas de Europa que ha motivado (cap. V) el documentado y elogioso artí­culo del profesor Co­seriu que comentaremos luego. El capí­tulo VI contiene una fantástica lista de nombres de reyes, lugares y rí­os de origen vascongado, lo cual prueba el autor con hábiles y polivalentes etimologí­as, p. ej.: Hércules, Sevilla, l’espero, etc., acerca de cuyo valor Luis Michelena nos dice en su artí­culo antes citado: «Les essais étymologiques de Poí§a sont toujours peu convaincants, souvent saugre­nus, mais les données linguistiques concretes qui en constituent le fondement sontrarement fautives».

El capí­tulo VII, volviendo del revés el origen babélico, oriental, de la lengua vasca, pretende una colonización española de la Iberia oriental, tema este que parece preludiar el vascocaucasismo de algunos autores cercanos a no­sotros.

Los capí­tulos VIII al XI los dedica el de Orduña a analizar los restos griegos, latinos y germánicos, y finalmente africanos de la toponimia ibérica, todos ellos posteriores a los nombres vascos.

Los últimos capí­tulos de esta primera parte –XIII al XVII– tratan de temas no lingí¼í­sticos, como costumbres, vestido y nobleza originaria de los vizcaí­nos y cántabros, en apoyo de su tesis lingí¼í­stica. Tras el resumen en latí­n ya citado, la segunda parte constituye ese diccionario toponí­mico que Unamuno y Tovar entre otros han considerado como precedente directo de los Prí¼fungde Humboldt, obra de la que Arnold Steiger pudo escribir en el Pró­logo a la más reciente edición española: «No cabe duda de que este libro marca una fecha capital en la historia de la lingí¼í­stica y del pensamiento vascos y toca en lo vivo, en lo medular del vascuence».

Podemos decir, en sí­ntesis, que Antigua lengua de las Españas, pri­mera de las apologí­as del euskera, constituye una historia genealógica de las lenguas de nuestra pení­nsula, apoyada en topónimos y antropónimos, con el fin de mostrar el carácter general y primero de la lengua vasca en toda ella.

 

3. POZA COMO LINGíœISTA

Si bien el carácter fundamental del libro es el reseñado, no faltan en él reflexiones lingí¼í­sticas de interés general, e incluso comparables con la mejor lingí¼í­stica de su siglo. Ya hemos mencionado su enumeración de las lenguas de Europa (cap. V). Resumiremos ahora lo más destacado del artí­culo que a ello ha dedicado Eugenio Coseriu: «Andrés de Poza y las lenguas de Euro­pa».

En él se afirma que Poza merece un puesto en la historia de la Lin­gí¼í­stica, fundamentalmente por ser quizás el primer autor que incluyó el ru­mano entre las lenguas románicas, y quien primero consideró además el albanés como lengua aparte, distinta del griego y del eslavo. Alaba también el profesor Coseriu su conocimiento de la dialectologí­a meridional francesa, su amplí­o co­nocimiento de lenguas, su caracterización del inglés, etc. El núcleo del artí­culo consiste en una comparación de la enumeración de Poza con las de sus coe­táneos: Gesner, Meginer y J. Justo Escaligero. Afirma Coseriu. que Poza no desmerece ante ellos: «Así­, pues, el casi desconocido Poza resiste muy bien la comparación con Gesner y Megiser –a los cuales aventaja en varios aspectos–y sin grave menoscabo, aun con Escaligero».

En cambio, si como piensan Michelena y Coseriu, el Andrés de Na [sic] de Georges Mounin cita en su: Histoire de la Linguistique» –al historiar los inicios del comparatismo– es nuestro Andrés de Poza, no creemos que éste en su obra: «…compare le syriaque et le basque,..,.

Nuestro autor menciona pocas veces la lengua siria, que parece iden­tificar con hebreo y caldeo (12r). Quizás las etimologí­as mixtas hebreo-vascas de que hemos hablado anteriormente hayan sido la raí­z de esta afirmación ine­xacta del historiador.

Hay otras notas de interés en la obra del vizcaí­no. Poza parece aunar la propiedad adánica de los nombres primeros de las cosas –de nuevo la in­fluencia bí­blica 03v)– con el naturalismo de Platón, tema este hoy en revisión, y esto enlaza a nuestro lingí¼ista con las corrientes de su época. Además pasa de ello Poza a afirmar que el vascuence es menos substancial y filosófica que las más elegantes lenguas de Europa» (cap. XII).

Esta afirmación radicalmente apologética le hace iniciar la tradición de etimologí­as misteriosas y profundas: Ja.un, Eguzquia, Erietzea(ibidem), tan cultivadas por vascólogos posteriores como Darrigoi, Astarloa –informador de Humboldt–, y que van unidas a una de las corrientes apologéticas del euskera más importantes, y cuyos autores más representativos son Larramendi, Astar­loa y Arana Goiri, corriente en parte aún presente en la vascologí­a actual. Como ha escrito A. Tovar, en la obra de Poza se hallan todos los tenias de discusión acerca de la lengua vasca.

En resumen, el licenciado Poza nos aparece como el primer apologista vasco, «linguisteavant le mot», en palabras de Luis Michelena, como un claro precursor del vascoiberismo y de su método historico-toponí­­mico, como un autor que tanto W. Bahner como L. Michelena y Eugenio Co­seriu han afirmado, merece un puesto en la historia de la Lingí¼í­stica europea y en especial de la Lingí¼í­stica Románica, un puesto más acertado y digno que el que hasta ahora le ha sido atribuido.

Deseo terminar mi comunicación con las palabras finales del tantas veces citado artí­culo de Coseriu:

«… es bueno recordar como hecho que hasta puede considerarse sin­tomático, que tres momentos importantes en el deslinde y clasificación de las lenguas de Europa (en el tercer caso también de las lenguas del mundo) llevan nombres españoles: Rodrigo Ximénez, Andrés de Poza, Lorenzo Hervás».

Finalmente, precisaré que de los tres, dos fueron vascos de origen, y muy probablemente también de lengua.

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