Una historia de Orduña editada en 1828
El ilustre historiador vasco Andrés de Mañaricua en su, ya clásica, «Historiografía de Vizcaya» dedica breves apartados a lo que llama historias particulares en las que incluye las pocas historias locales de los municipios vizcaínos escritas antes del siglo XX. En lo que atañe a Orduña cita dos manuscritos. El primero, el de José Antonio de Armona y Murga elaborado en 1789 y el segundo, «Las Apuntaciones históricas de la Ciudad de Orduña» de Juan de la Torre Elexaga, franciscano que fuera confesor en el convento de las Descalzas Reales de Madrid, manuscrito que al parecer estaba en poder de Enrique Vedia a mediados del siglo XIX y del que desgraciadamente nada sabemos. No cita sin embargo la «Historia de la Ciudad de Orduña en el Muy Noble y Muy Leal Señorío de Vizcaya una de las mas celebres en lo antiguo» que aparece recogida en el Diccionario bibliografico-histórico de los antiguos Reinos, provincias, ciudades, villas, iglesias y santuarios de España de Tomas Muñoz y Romero. En la reseña de Muñoz se dice que esta historia fue impresa en la obra publicada con el título: «Historia critico-geográfica de la antigí¼edad, nombre, situación, fueros y privilegios de las principales ciudades de España, por C.R.», tomo I-Madrid, imprenta de Ortega y compañía, 1828. Prácticamente desconocida salvo una cita bibliográfica en la obra de Julio Caro Baroja «Los Vascos» y la biografía de Pedro Bardeci de Asainza, hemos considerado de interés analizar su contenido y autoría en orden a valorar su importancia en la historia local de la Ciudad. Lo primero que llama la atención es el carácter anónimo de la obra. ¿Quién es C.R.? No lo sabemos pero quien realizó la edición es obvio que quería mantener el anonimato. Según hemos analizado su contenido vemos que había motivos más que suficientes para que no figurase el nombre del supuesto autor. Y es que el contenido de la obra en un muy alto porcentaje hemos comprobado que es copia del manuscrito del que fuera Corregidor de la Villa de Madrid José Antonio de Armona terminado de redactar en 1789. En efecto, la obra de Armona cuya edición crítica realizamos en 2002 es en buena medida reproducida en el libro de 1828. Párrafos y capítulos casi idénticos atestiguan la fuente, mejor el plagio, que realizó el tal C.R. según hemos comprobado después de realizar un cotejo profundo de los dos textos. Con todo también hay modificaciones y añadidos que permiten atisbar otras intenciones, otras perspectivas y otra información. El esquema del libro es idéntico al del manuscrito de Armona con un desarrollo cronológico que empieza en la antigí¼edad romana, sigue con la gótica, árabe, el medievo, la quema de la ciudad en 1535, el siglo XVII, y el XVIII. Incluye también un capítulo dedicado al nombre de Orduña, a la situación de la ciudad, así como algunos anexos documentales finales. Las modificaciones que introduce el enigmático C.R. permiten conocer la distinta perspectiva que utiliza en 1828. Como sabemos el ilustrado Armona adoptó una posición muy crítica contra la Compañía de Jesús. Los jesuitas, con algunos vecinos particulares, preponderaban en la ciudad según palabras de Armona, llegándose a apoderar de la fortuna de Urdanegui para la construcción del colegio en la plaza orduñesa. La crítica se extendía a la propia finalidad de la fundación que se dedicaba la ostentación y ello a pesar de que según el corregidor madrileño los propios familiares de Urdanegui se hallaban en situación de extrema necesidad. C.R. muestra un punto de vista totalmente distinto. El capítulo dedicado al siglo XVII empieza con una loa a la orden fundada por San Ignacio de la que dice es grande, útil y admirable. En relación con el colegio orduñés reconoce que se ha escrito contra su fundación pero lo juzga altamente positivo para la ciudad. Defiende en suma la política de fundaciones de obras pías, útiles bajo todas las perspectivas pese a posibles abusos que, afirma C.R., no se debe exagerar. En esta misma línea en defensa de los jesuitas, cambia incluso la terminología y sustituye «colegio jesuítico» por «colegio de la compañía». Dejando aparte las digresiones filosóficas y literarias que poco aportan a la historia orduñesa, haremos referencia a añadidos al texto de Armo-na que incluyen alguna informaciones de interés. Cuando describe el río Nervión y su ubicación en el territorio autrigón, incorpora datos de interés del cauce fluvial en 1828 a su paso por Etxebarri en donde ubica una herrería con un martinete y dos molinos. Resultan curiosos los datos que cita de lo que, de manera propia, podemos llamar ría de Bilbao. Da una relación bastante completa de los elementos más importantes que se ubican en las orillas de Bolueta en la anteiglesia de Begoña. Recabar títulos de gloria para la ciudad de la que se tiene alguien por cronista era habitual en los historiadores de aquella época. Y uno de esos títulos será precisamente poseer personajes ilustres que fuesen ejemplo del lugar en el que nacieron o del que eran originarios. Por eso, al final del texto, C.R. incorpora brevísimas biografías de personas vinculadas a Orduña que algunos autores, como G. Regino de Asainza, ha utilizado en su biografía de Pedro Bardeci. Precisamente a quien más espacio dedica es a este último, lo que convierte a C.R. en el primer autor que se preocupa del orduñés al que más atención se ha prestado en su biografía. Después de aportar un buen número de notas biográficas añade que el conde de la Cortina estaba trabajando en una biografía más completa de Bardeci. La relación de nombres viene recogida por orden cronológico, utilizando como pórtico las palabras del jesuita Gabriel de Henao que califica a Orduña como centro de esclarecida nobleza. Del siglo XIV cita a los asistentes a las famosas Cortes: a Sancho de Londoño, presuntamente originario de la aldea de Lendoño sita como sabemos en la Junta de Ruzabal. Era Comandante General del Reino de Navarra e intervino en diversas batallas en tierras de La Rioja según noticias que entresaca del historiador de Mondragón, Esteban de Garibay. Relaciona más adelante a los apoderados de Orduña en la Junta General de 22 de julio de 1487 celebrada en Bilbao con la presencia del Corregidor Chinchilla, Ochoa Perez de Ripa, Martin Perez de Mendiguren y el escribano Lope lbañez de Aguinaga. Ya en el siglo XVI menciona al licenciado Andrés de Poza y sus obras «De la Hidrografia» y «Antigua lengua de las Españas» y a su hijo, Juan Bautista de Poza, jesuita y teólogo afamado que murió desterrado en un colegio de Cuenca y es autor de la obra «La práctica de ayudar a buen morir» y según nuestro autor un hipotético trabajo histórico sobre la historia de los mártires. Sigue después con una relación de la que apenas aporta más noticia que el nombre del personaje. Son especialmente religiosos como Francisco Mendiola, obispo de Nueva Galicia, Fray Francisco Herran franciscano muerto por los indios, Juan Ortiz de Zarate, obispo de Salamanca y Manuel Jimenez Breton, obispo de Caracas. Añade algunos militares como el General Francisco Diaz Pimienta y Juan de Urdanegui, fundador del colegio de jesuitas. También hace orduñés al poeta Antonio Vidaure. Casi al final de la obra introduce nuestro anónimo autor una cita que puede resultar chocante cuando no humorística, de un cierto humor negro. Y es que al enumerar los personajes orduñeses o vinculados a la ciudad, no tiene empacho en declarar que está preparando una biografía de Jose Antonio de Armona y Murga que publicará, dice, con su retrato. Como es obvio C.R. no publico biografía alguna, ni con retrato ni sin retrato, del autor al que había plagiado el manuscrito de 1789 para editar «su historia de Orduña» en 1828.
Nos detendremos siquiera sea levemente con otro autor al que cita el hoy casi desconocido Gabriel Perez del Barrio. Su origen orduñés es indudable y así lo dice «Madrid me ha sido madre desde que tuve doce años, aunque Quincoces y Orduña son la patria original». Lo cierto es que el autor de la obra «Dirección de Secretarios de señores y las materias y cuidados que les tocan», editada en Madrid en 1613 fue en su época personaje conocido por un libro que adquirió prestigio, del que se hicieron varias ediciones y que sin duda fue de gran ayuda para el ejercicio de esa profesión. Tan es así que fue objeto de loa por escritores de la talla de Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Vicente Espinel y otros muchos. Sirvan como ejemplo algunos versos de los dos primeros.
Escribe Cervantes:
«Tal secretario formáis
Gabriel en vuestros escritos
Que por siglos infinitos
En el os eternizáis».
Y dice Lope de Vega:
«Los Secretarios perfectos Que este libro puede hacer Lean sus altos conceptos Porque desde hoy ha de ser El Barrio de los discretos»
José Ignacio Salazar Aztarna, 2013