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Orduña (siglo XIII)

Orduña (siglo XIII)

El siglo XIII supone para el conjunto de Bizkaia una época de importantes aconteci­mientos. El Camino de Santiago, canalizador hasta el momento de la vida tanto espiritual como económica, dejaba este territorio un tanto al margen, al menos de su principal tra­yectoria, y en esta situación debemos incluir a Orduña, alejada tanto de la ví­a principal co­mo de la costera; no obstante, existen abundantes referencias de que uno de los muchos ra­males que existieron del camino principal tení­a Orduña como lugar de paso. Salazar seña­la algunos de ellos y la ordenanza orduñesa de la Guí­a de la Peña del año 1506 habla de los romeros de Santiago que transitan por ella, a los que se les exime del pago por la protección que se les ofrece para transitar por la Peña de Orduña. Aún existe hoy un camino llamado Tras Santiago, que rodea la parroquia de Santa Marí­a, en la que existió un altar dedicado al santo, donde juraba su cargo el sí­ndico del Regimiento. También vincula Salazar la ermita de Santa Marina al camino, puesto que esta advocación es común en los jalones del Camino de Santiago.

Nos estamos refiriendo, sin embargo, a una época posterior a la que nos ocupa; a la circulación de peregrinos se unirá la de los comerciantes, y a los móviles religiosos se uni­rán los económicos para consolidar esta ví­a de paso de individuos y mercancí­as.

Pero en esta centuria, como veremos a continuación, la coyuntura internacional tanto como otros factores más inmediatos y cercanos, determinarán una serie de novedades para el común del ámbito vizcaí­no, y más concretamente para Orduña.

En primer lugar, y con algún retraso con respecto al reino castellano, surgirán las pri­meras villas, hecho que no podemos desligar del segundo de los aspectos novedosos: el despliegue comercial de la Corona de Castilla y con él, el surgimiento de una actividad co­mercial también en Bizkaia.

Orduña no permanecerá el margen de ninguno de estos procesos, y a pesar de que am­bos caminan unidos, complementándose, hemos preferido abordarlos por separado para lo­grar una mayor claridad en la exposición.

El tercer punto, de gran importancia para la comunidad vizcaí­na, consiste en la propia creación fí­sica del Señorí­o de Vizcaya en cuanto territorio que alcanza entre 1200 y 1300 los perfiles que, salvo algunas modificaciones posteriores, van a caracterizarlo hasta nuestros dí­as. Orduña ha pasado diferentes vicisitudes en sus relaciones con el Señorí­o; vicisi­tudes que si bien arrancan en esta centuria, abarcan un espacio mucho más prolongado en el tiempo. Por ello, y por su importancia en la evolución histórica de Orduña dedicaremos un capí­tulo aparte a la cuestión de su vizcainí­a.

 

A) LA FUNDACION DE LA VILLA

– Contexto general: las causas

La fundación de una villa no responde a decisiones caprichosas, sino que debe en­cuadrarse en un contexto que abarca desde la situación –económica, geográfica…– del nú­cleo que se convierte en villa, hasta la coyuntura internacional. Por ello, en un intento de acercarnos a las razones por las cuales la villa de Orduña será tempranamente fundada, ana­lizaremos en primer lugar la situación global para ir concretando la realidad más inmedia­ta a nuestro territorio.

Si observamos la situación general que afecta a Europa occidental en los siglos XII y XIII nos encontramos con una coyuntura expansiva, con aumento de población, roturación de nuevas tierras, creaciones de ciudades, factores causa-efecto de lo que Henri Pirenne de­nomina renacimiento comercial europeo y, que si bien en principio parece no influir de­masiado en Castilla, lo hará indirectamente. Los Paí­ses Bajos, importante centro de pro­ducción textil demandará, cada vez con más fuerza, la lana castellana. Vinculado a ello, ya a fines del siglo XII se produjo un importante cambio en la polí­tica comercial de la Coro­na de Castilla: la tradicional ruta este-oeste, institucionalizada a través del Camino de San­tiago, fue sustituida por un nuevo eje, de dirección sur-norte, que permití­a un fácil acceso a los puertos de la costa cantábrica y desde aquí­ al resto de la Europa atlántica. Como con­secuencia de esta transformación el Señorí­o se convertí­a en potencial área de paso de mer­cancí­as, y el obligado plan de construcción de ví­as que lo unan con el interior favore­cerá el desarrollo de algunas antiguas poblaciones asentadas sobre puntos de paso, como será el caso de Orduña, y también de Durango, Valmaseda, Ochandio o Lanestosa. Al mis­mo tiempo, el nacimiento de otras villas se apoyará en el apogeo de la marca marí­tima can­tábrica –Plencia, Bilbao, Portugalete, Lequeitio y Ondarroa–. Todas ellas tendrán en común haber surgido fruto del ciclo histórico-económico de tendencia expansiva, entre fines del s. XII y mediados del XIV, por motivaciones muy diferentes de las que provocarán el surgi­miento de las villas después de la mitad del s. XIV, que nacerán por razones de seguridad, tanto fronteriza como frente a los banderizos.

Pero lo que acentúa el carácter de planificación en la construcción de ví­as de conexión entre el interior y la costa es su localización; situadas en un mapa las villas del s. XIII apre­ciamos enseguida el objetivo de su aparición, orientada decididamente a la actividad co­mercial terrestre o marí­tima. Los documentos posteriores nos aclararan el sentido exacto de las rutas comerciales sobre las que se asientan las villas, y el reparto de las influencias que, sobre el espacio del Señorí­o, van a tener que establecer estos núcleos a fin de evitar com­petencias.

 

– La situación de Orduña

En opinión de Garcí­a de Cortazar, «de todas las villas vizcaí­nas del s. XIII quizá sólo Orduña, y tal vez Tavira de Durango, si las condiciones de excesiva humedad de su suelo, por lo demás de excelentes caracterí­sticas topográficas para su cultivo, no resultaron nega­tivas para la tecnologí­a del momento, podí­an atribuir el motor de su origen a una acumu­lación autóctona de rentas agrarias. En los demás casos, en mayor o menor medida pero, sin duda, siempre importante, el arranque generador de la conversión en villa… parecí­a ha­ber venido de fuera».

Ya mencionábamos en capí­tulos anteriores cómo económicamente parecí­a Orduña go­zar de una importante ventaja sobre el territorio vizcaí­no del Norte; no en vano la tempra­na dedicación a la agricultura se une a actividades como la confección de palos.

Pero no es éste el único rasgo que nos presenta Orduña como un caso excepcional por lo que a la situación previa a la fundación se refiere. En el conjunto de los núcleos de po­blamiento que se transformarán en villas, se observa que la condición social de sus pobla­dores se ajusta al siguiente modelo: personas sometidas a un señor, que deben cumplir en beneficio de este una extensa serie de obligaciones y pagos en metálico. íšnicamente en Orduña documentamos la existencia, no solamente de simples pobladores, sino de un concejo. Podrí­amos interpretar esto como un ejemplo de que el núcleo, previamente a su conversión en villa, ya hubiera experimentado algunas transformaciones; quizá no sólo la de paulatino tránsito de la actividad económica rural a la comercial a artesanal, sino inclu­so otras que hubiesen mejorado el estatuto de los pobladores. Por otra parte, este caso úni­co en las villas creadas en el siglo XIII, podí­a explicarse con el presunto estatuto de villa recibido a fines del s. XII por Alfonso VIII.

– La fundación y sus consecuencias

El Señor de Bizkaia, D. Lope Dí­az de Haro, habí­a sido un importante punto de refe­rencia para el rey Fernando III en sus primeros años como monarca de Castilla, por lo que, apenas consolidado en el trono casó a D. Lope con su hermana la Infanta Doña Urraca, siendo la dote de la Infanta, entre otros, los señorí­os de Orduña y Valmaseda. El matrimo­nio concedí­a al concejo orduñés el Fuero de Vitoria el 25 de febrero de 1229. D. Die­go Lope de Haro, hijo de los anteriores, ya iniciarí­a una etapa de tensiones con el rey Fer­nando, que culminarí­an con el enfrentamiento entre D. Lope Dí­az de Haro y Alfonso X, hi­jo de D. Diego López y nuevo rey respectivamente. El monarca acudirí­a personalmente a sofocar el levantamiento de las gentes del Señor de Bizkaia en Orduña, tras lo cual, el 5 de febrero de 1256, suscribirí­a en Santo Domingo de Silos el fuero de Orduña. Este fue­ro real, aparte del señorial otorgado por D. Lope en 1229, es el que hace que la fundación de Orduña se considere de carácter realengo, en contra de lo que será habitual en territorio vizcaí­no, aunque este rasgo no implique diferencias sustanciales con respecto a otras villas. Los factores de carácter general que se conjugan para provocar el surgimiento de las villas del s. XIII son los mismos, y por lo tanto, al hablar de las consecuencias nos encontramos con una serie de pautas comunes, aunque otras, derivadas del propio carácter de cada nú­cleo, marcarán las peculiaridades de cada una.

En toda Bizkaia se otorga el mismo fuero; el patrón utilizado es el Fuero de Logroño, aunque en algunas villas no se otorga éste directamente, como en Orduña, sino el de Vito­ria, que era el mismo de Logroño salvo unos pequeños detalles. Si comparamos este privilegio con las cartas pueblas que el rey castellano concede ese mismo año en Guipúz­coa –villas de Segura, Tolosa y Villafranca– veremos que coinciden en recibir el Fuero de Vitoria.

Anteriormente hemos hecho alusión a la condición social de los núcleos que se con­vierten en villas y ahora es necesario apuntar que ese estatuto sufrirá asimismo una trans­formación. Decí­amos que en Orduña, excepcionalmente, se le otorga el fuero al concejo, lo cual implicarí­a quizá una organización de la vida colectiva municipal. Ello no evita, sin em­bargo, que también aquí­ los pobladores afronten una nueva situación. La determinación del término fí­sico concreto del núcleo al que el nuevo estatuto se aplicaba y la definición re­novadora de sus habitantes que éste implicaba con relación al anterior, reconvertí­an en vi­lla al nuevo núcleo segregándolo, tanto su espacio como sus personas, de la uniformidad jurí­dico-territorial del dominio del Señor de Bizkaia. Hemos de tener en cuenta, sin embargo, que en el caso de admitir una anterior fundación de la villa de Orduña por Al­fonso VIII, el territorio ya habrí­a sido prefijado en ese momento, como menciona el fuero real de Alfonso X. Ocurrirí­a en tal caso que todo este fenómeno habrí­a tenido lugar extra­ordinariamente temprano –fines del s. XII– si lo comparamos con el resto de Bizkaia.

Por otra parte, el fuero aporta estí­mulos legales a la colonización del término conce­dido a cada villa, con el fin de que la comunidad ya asentada o la que pueda concurrir cuen­ten con atractivas posibilidades de enriquecimiento. Así­, Alfonso X otorga a todos los or­duñeses que no den portazgo en todo su reino, salvo en Toledo, Sevilla y Murcia, in­cidiendo estas exenciones en la idea que apuntábamos.

 

B) EL DESPERTAR DE LA ACTIVIDAD COMERCIAL

Como hemos observado, el surgimiento de las villas del s. XIII y la actividad comer­cial son dos conceptos que en Bizkaia discurren indisolublemente unidos. Para el caso de Orduña, su localización geográfica, en el marco de un sistema comercial internacional ba­sado en la exportación de la lana castellana hacia el Norte de Europa, establece una de las coordenadas que determinarán su fundación. Pero no únicamente en el sentido de instituir­se en lugar de paso obligado de las mercancí­as que van a embarcarse a la costa; la activi­dad comercial, tan importante en la vida orduñesa, implica otra serie de cuestiones que van más allá de lo que supone ver pasar la lana hacia los puertos del Cantábrico. Los siglos XII y XIII son la época de apogeo de la demografí­a medieval vasca, fruto de un largo creci­miento cuantitativo que dio lugar a transformaciones cualitativas a las cuales Orduña no permanecerá ajena. En estos años surgirá una red comercial, de ámbito tanto regional co­mo internacional, que pervivirá en el futuro con pequeños retoques.

El desarrollo de un sector secundario y terciario importantes –la actividad ferrona na­ce a fines del s. XIII– acentuará la interdependencia de la zona holohúmeda y de las áreas trigueras del Sur. Tradicionalmente pobre en cereales, el déficit de granos en Bizkaia au­mentarí­a al desvincularse ahora parte de la población hacia actividades artesanales; así­, mientras el sector secundario adquirí­a fuerza, el desabastecimiento hací­a de la zona norte una zona de acarreo. No es Orduña un lugar que destaque por sus ferrerí­as, pero su dedi­cación al comercio se documenta muy tempranamente. Es más, la noticia escrita más anti­gua que, de forma explí­cita, alude a relaciones comerciales protagonizadas por vizcaí­nos data de 1256, y es precisamente el fuero real dado por Alfonso X el Sabio a Orduña, en el que concede ciertas franquezas a los orduñeses, eximiéndoles del pago del portazgo en la mayor parte del reino, signo de la actividad ya desplegada por los mercaderes de la villa y, a la vez, estí­mulo para la misma.

La importancia de esta actividad no se explica sin la existencia de fuertes relaciones con la Europa atlántica y el avance de la Reconquista, que irí­a abriendo mercados cada vez más amplios. La fundación de carácter regio en 1256 –ratificando la carta puebla otorgada en 1229– supone integrar a Orduña en una red viaria que facilita la comunicación entre es­tos mercados exteriores. Pero si este documento es importante, tanta o más importancia tie­ne el privilegio concedido por D. Alfonso al año siguiente, en el que se reconoce a favor de Orduña un monopolio del tráfico mercantil en un área que abarca desde las villas de la ribera del Ebro o afluentes –Nájera, Santo Domingo de la Calzada, Miranda de Ebro y Puente Larra– hasta las Encartaciones y la costa –Valmaseda y Castro Urdiales–. Este tipo de privilegios, como señala Salazar, es relativamente frecuente: Miranda de Ebro, To­losa, Azcoitia, Bilbao… Se fijan las rutas por las que los mercaderes necesariamente han de pasar, y en ellas se incluye Orduña: los traficantes procedentes de Santo Domingo de la Calzada, Nájera y Logroño que vai(a)Miranda de Ebro o Puente Larra deberán realizar la ruta por Orduña, lo mismo que los mercaderes que, procedentes de Vitoria o Salinas de Añana, se dirijan  a Castro Urdiales o Valmaseda.

En épocas posteriores, la solicitud a la Corona para que confirme este privilegio de­muestra su vigencia, aunque también su posible incumplimiento; el hecho de que el paso de mercancí­as suponga un pago por derechos de portazgo invitará a la desviación de las mercancí­as por los territorios colindantes, lo cual será objeto de denuncia por parte de los orduñeses.

Si la integración en la red del comercio de larga distancia tuvo una importancia deci­siva en el desarrollo económico de la recién fundada villa, no debemos olvidar que el co­mercio de ámbito regional jugo asimismo un importante papel en la historia orduñesa. La aparición de las villas habrí­a sido precedida de un crecimiento de base agropecuaria que habrí­a estimulado los intercambios; sobre éstos surgirí­an las villas, indisolublemente liga­das a un mercado. Generalmente las fundaciones no se realizaron de manera previa al po­blamiento del núcleo, tal y como ocurrió en Orduña, aunque en los núcleos se produjeron cambios relacionados con el crecimiento a que hací­amos referencia, y que tendrán una ma­nera de materializarse en la aparición de las ferias y mercados. La diferenciación hecha por F. de Pinedo entre estas ferias y mercados y la tradicional actividad de los mercaderes iti­nerantes nos clarificará la situación: los mercaderes itinerantes están vinculados a un consumo de productos de lujo mientras que las ferias y mercados testimonian que ya no sólo los privilegiados compran. Otras capas del mundo rural además de los señores adquieren productos que en su mayorí­a han sido producidos dentro de la región. El incremento de los intercambios testimonian el desarrollo de las fuerzas productivas y el cambio de las relaciones de producción. Ante la mayor fluidez comercial y monetaria las prestaciones en trabajo fueron sustituidas por pagos en especie o en dinero, lo cual estimuló a los labriegos para producir más excedentes y para comercializarlos. Del tráfico de productos caros de es­caso volumen se pasó al de productos baratos de gran volumen –productos alimenticios, la­nas y paños en el caso de aquéllos que eran transportados largas distancias– que podí­an ser productos alimenticios, artesanales o también ganado, lo cual supuso el incremento de in­tercambios al que hací­amos referencia, y que estuvo en el origen de ferias y mercados.

El 1 de septiembre de 1288, el rey Sancho IV confirmará el fuero y los privilegios fis­cales dados a la entonces villa por Alfonso X, su padre, y concederá además a Orduña la primera feria otorgada a una villa vascongada. Comenzará ésta ocho dí­as después de S. Mi­guel y tendrá una duración de quince dí­as (35). Simplemente el hecho de que le sea otor­gado este privilegio indica que la fundación de otras villas mercantiles que disputaban a Or­duña la atracción de la actividad comercial no impedirá que ésta consolide su capacidad de atracción de mercancí­as; otras villas pugnarán por conseguir privilegios y exenciones que les permitan monopolizar el tráfico de su comarca. Para Orduña fue muy importante el pri­vilegio de 1257, y la feria otorgada en 1288 significará que está saliendo victoriosa de esa pugna con otras villas. La relevancia de su concesión se deriva de la capacidad de convo­catoria que lleva implí­cita; el texto alude al salvoconducto de feria cuando se explica que

«todos aquellos que vienen a esta feria… que vengan e vayan sayos e seguros con sus mercaderí­as… a comprar e vender… e defendemos que nin­guno no les faga fuerza… ni mal ninguno».

Estas y otras medidas garantizan la seguridad de los mercaderes y de sus productos, al tiempo que se insiste en las ventajosas condiciones que éstos van a encontrar:

«Et mandamos que los que a esta feria vinieren que non den en Orduña portazgo, nin otro derecho ninguno de sus mercaderí­as, nin de las otras sus cosas mientras la feria durare»

Llegados a este punto es necesario distinguir entre las tres versiones existentes en Biz­kaia en cuanto a las ferias otorgadas se refiere: la primera es la exención de los pro­pios vecinos en la actividad comercial en su localidad, como es el caso de Bermeo; la se­gunda es la que anima a los mercaderes foráneos a acudir en un momento dado a una villa determinada que, para ello suspende temporalmente las cargas fiscales que suelen pesar so­bre la entrada y contratación de mercancí­as. Con el análisis del texto comprobamos que Orduña es un claro ejemplo de este caso: La tercera supone un paso más en el nivel de la ac­tividad comercial de los habitantes de las villas vizcaí­nas fuera del recinto de éstas; facili­ta la libertad de sus movimientos eximiendo, a tí­tulo personal, de aquellas cargas gravosas para su comercio. En este sentido debemos recordar que Alfonso X al dar fuero real a Or­duña ya le otorgaba además este tipo de exenciones, que se completarán en épocas posteriores con nuevos privilegios fiscales.

Vemos así­ como Orduña no sólo comparte las caracterí­sticas de las ferias otorgadas a otras villas, sino que además unos privilegios que en otros casos no aparecen de manera conjunta. A esto hay que añadir un detalle muy importante: este proceso de consolidación comercial de Orduña tuvo lugar en fechas muy tempranas. No olvidemos que es la prime­ra feria otorgada en el Señorí­o, y que la entonces villa será beneficiaria de exenciones fis­cales ligadas al comercio ya desde el momento de su fundación.

Por otro lado, estas disposiciones reproducen las que, por esos mismos años, iban otorgándose a numerosos lugares de la Corona de Castilla. El objetivo se repite en to­dos los casos, y además los términos de la feria orduñesa en cuanto al dí­a, que no a la du­ración, coinciden con otras grandes ferias castellanas. Salazar, sin embargo, vincula la ce­lebración de la feria durante los primeros dí­as del mes de octubre con la vuelta del ganado de los pastos de verano de Sierra Salvada a los de invierno del valle; esto mismo sucedí­a en algunas villas asturianas.

Finalizamos aquí­ el comentario sobre la consolidación comercial de Orduña en el si­glo XIII, lo cual no significa que la concesión de la celebración de esta feria sea el final de una trayectoria, sino todo lo contrario. El desarrollo económico exigí­a continuamente con­seguir prerrogativas que favoreciesen la circulación de mercancí­as, y el logro de nuevas exenciones será el principal deseo de todas las villas. Orduña conseguirá posteriormente privilegios en este sentido, pero este punto, y otros relacionados con la actividad comercial en la Baja Edad Media serán tratados en el apartado correspondiente.

 

 

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