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Guerra de la Convención (1793-1795)

Guerra de la Convención (1793-1795)

El 21 de septiembre de 1792 se proclamó la Primera República Francesa y pasó a gobernar la Convención Nacional, una asamblea de representantes de todo el paí­s que asumió los poderes y abolió la monarquí­a. Cuatro meses después, el 21 die enero de 1793 era guillotinado el rey Luis XVI. Por el Pacto de Familia firmado es 1759 entre Carlos III de España y Luis V de Francia se comprometí­a el Borbón español a ayudar militarmente a Francia en caso de guerra. Sucedió en España Carlos a su padre Carlos III y su reinado se caracterizó como dirigido por su privado omnipotente Godoy, que firmó un tratado de alianza ofensiva y defensiva con la República Francesa, cuya consecuencia fue la guerra contra Inglaterra y la pérdida de la flota española en Trafalgar. Portugal era aliada de Inglaterra, y Godoy se comprometió por un tratado secreto a dejar el paso franco a las tropas napoleónicas para atacar a la nación vecina. El resultado fue que España fue invadida por las tropas esas, con toda clase de facilidades.

En la llamada Guerra de la Convención, las tropas francesas ya habí­an entrado el 18 de junio de 1795 por la costa hasta Motrico y Marquina. El 12 de julio llegan desde Deva a Elgoibar, Eibar y Durango. El 13 de julio pasan de Durango a Villarreal con el general Dessein, y el 14 de julio Schilt llega a Vitoria. Por el Este, el general Villot, que habí­a llegado el 14 de julio a Salvatierra, alcanza desde aquí­ Vitoria el 15 de julio. Willot y Dessein se trasladan el 18 de julio desde Vitoria a Orduña, y desde esta ciudad entran a Bilbao el 19 de julio.

Invadidas las Provincias Vascongadas por el ejército de la República Francesa, quedaron muy pronto en lamentable estado. Desolados los campos, acabados los recursos de los pueblos, desde Madrid se dieron órdenes de que se echara mano de las alhajas de las iglesias, ya que no quedaban propios y rentas a qué apelar. Comenzó entonces un proceso de enajenación de bienes municipales para hacer frente a los gastos de la contienda, que continuarí­a con la guerra napoleónica. Los bienes eclesiásticos fueron puestos pronto en subasta, a la que los hacendados accederí­an para hacerse con patrimonios más o menos importantes.

El 13 de diciembre de 1794, los señores de la Diputación general del Señorí­o expidieron un decreto en que se mandaba a las Justicias que, acompañadas de los escribanos de Ayuntamiento, dieran razón, dentro de tres dí­as, de la plata de iglesias, ermitas, cofradí­as y demás. El 25 de enero de 1795, se leyó en la sesión del ayuntamiento de Orduña este decreto o circular, dí­a en que también salí­a de Bibao otro de igual o mayor apremio que el anterior, ordenando y mandando por tercera y última vez se cumpliese lo que se pedí­a: que, reservándose los copones, vasos sagrados, crismeras y una custodia, remitiesen inmediatamente toda la demás plata. Bien a disgusto, la ciudad cumplió, y recibió un recibo de crédito de 74.955 reales y maravedí­s de la Diputación por la liquidación de las alhajas de plata de las iglesias

que fueron recogidas con motivo de la guerra de la república francesa del año de aunque los mayordomos decí­an que «no se puede colegir el valor preciso de la plata del Santuario de la Antigua, al que «al parecer correspondí­a en proporción la suma 37.053 reales». En las cuentas de 20 de marzo de 1795 consta que «con motivo de la actual guerra se han extraí­do de este Santuario por los Sres. del actual, que cogieron, como patronos de dicho Santuario, las alhajas siguientes: Dos arañas de plata, cada una con 16 candeleritos, sus banderas, y por remate cada una su sirena, todo de plata. que habí­a dado como limosna don Antonio de Bozó y Fano, natural de esta ciudad: candeleros de plata que envió el Sr. Dí­az Pimienta, armados con hembrillas de hierro y en el centro madera; cuatro lámparas, las dos del altar mayor, y con ellas de las del lado del altar de San Blas y la del Santo Cristo; una salvilla (bandeja) de plata con dos vinajeras; seis candeleros o blandones de plata muy crecidos, con 3 piecitos cada uno y otros dos con sus letreros de la Antigua» (a cada una de estas alhajas se les especifica su peso en libras y onzas).

Apenas comenzada la que serí­a la «Guerra de la Convención» tuvo lugar en 1794 en el Campo de Armuru, junto a la ermita de San Antón, uno de los «alardes, de tropas realizados en aquel tiempo por los ayuntamientos de la zona. Lo llevaron a cabo veinticinco soldados, «la octava parte de sus 191 vecinos», que Amurrio enviaba a la defensa de la frontera guipuzcoana atacada por Francia. En principio, irí­an a la frontera de dos en dos meses. Esta formación habí­a sido organizada a raí­z de que el alcalde de la Cuadrilla de Amurrio diera a conocer, el 22 de diciembre de 1793, una orden expedida por el duque de Alcudia, secretario de Estado. Se hací­a saber a los vecinos la necesidad de armarse contra los franceses. Los voluntarios que gustasen sentar plaza recibirí­an, además del sueldo del Estado de Ayala, 50 pesos al comienzo de su servicio y después un real diario. Para sufragar el gasto se vendieron unas suertes de leña que dieron 730 reales de vellón. Años más tarde, a fines de 1798, los regidores de la Tierra reunidos en Respaldiza acordaron contribuir con 8.000 reales ­de subsidio extraordinario al sostenimiento de las tropas que pudieran formarse Dos años más tarde enviaron otra ayuda pecuniaria, aunque sin lograr reunir los dos millones de reales que pedí­a el rey. En 1801 pagarí­a la Tierra de Ayala 16 reales por foguera, tocando dos a cada vecino.

 

Las autoridades eclesiásticas vivieron en aquellos dí­as momentos de inquietud. Temí­an las consecuencias de las ideas laicas y antirreligiosas de la Revolución Francesa. Ocultaban los objetos de valor de sus parroquias, como sucedió en el Santuario de la Encina, así­ como las

imágenes y los libros. El obispo de Santander advertí­a a los curas contra las «diabólicas doctrinas» de los invasores y recomendaba en carta de 29 de julio de 1795 a los sacerdotes del arciprestazgo de Arceniega que, en caso de peligro, ocultasen el Santí­simo en lugares secretos, aun en cuevas de los montes aunque carecieran de luz. Les autorizaba asimismo a que dejasen sus ropas talares y pudieran «disfrazarse en hávito secular». La alarma se produjo especialmente cuando las tropas francesas que habí­an entrado en Vitoria el 14 del mismo mes, a los pocos dí­as, en la festividad de Santiago Apóstol, llegaron a Orduña y Bilbao. El obispo les prevení­a además contra las doctrinas que propagaban los invasores.

El 15 de julio habí­a caí­do Vitoria. El 22 de julio Bilbao capituló prometiendo total neutralidad. Pero este mismo dí­a se firmaba la paz de Basilea, por la cual los franceses abandonarí­an el territorio español. Las operaciones quedaron inmediatamente interrum pidas.

Debido a la paz que se hizo en Basilea, las tropas no llegaron a las zonas ir Ayala y Arceniega, aunque sí­ a Orduña. El 25 de julio de 1795 entró el ejército francés en Orduña, de regreso de la villa de Bilbao para Miranda de Ebro. Hicieron pensión en la ciudad sin causar ningún estrago. El ejército francés pernoctó en Orduña y marchó sin hacer daño alguno. En la sesión del Ayuntamiento de un año después, el Sí­ndico atribuyó el que partieran sin novedad a la protección de la Patrona y Señora de Orduña la Antigua, y el Consistorio propuso dar gracias a su Madre la Virgen, junto con el pueblo, yendo al Santuario cantando la letaní­a para rezar en el templo el rosario.

Cuando se corrió la voz de que iban a entrar en la ciudad en la noche del dí­a el capellán de la Antigua, Muga, huyó del Santuario por la tarde del mismo dí­a, sin pedir autorización ni dar aviso al Ayuntamiento. Fue elegido como su sucesor el presbí­tero don Juan Manuel de Aostri, a quien se le dio posesión el dí­a 14 de Agosto. Aostri serí­a fusilado por los franceses en Murguí­a el 12 de septiembre de 1812, por no haber querido entregarles los vasos sagrados. Posteriormente se hallaron al retejar el templo los tres cálices que habí­a ocultado, y en 1814, en la cubierta de una tribuna de uso familiar, una bolsa de dinero que contení­a 1.089 reales.

 

2 Comentarios

  1. Txosi Ermina

    oso artikulu interesgarria, nere antzinako bat Ordunakoa zen. Eskerrik asko informatziogatik!!

  2. Miguel A. Ordóñez de Barraicúa

    Creo seria interesante incluyeras en tu articulo el informe: Sobre el Sacrificio y liberación de Ondarroa, Guerra de la Convención, Mercurio de España, Octubre 1794, tomo III, págs. 215-221. BNE.
    Si me dices un correo te lo enví­o.

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