Andrés de Poza, lingüista del Renacimiento (I)
1. Después de leer mi primer estudio sobre Poza, mi llorado amigo Luis Michelena me señaló que él siempre había tenido la impresión de que en la obra de este tan poco conocido abogado y filólogo vizcaíno se encontraban «más cosas» de lo que comúnmente se pensaba y que, por mi estudio, veía plenamente confirmada tal impresión. En efecto, en Poza se encuentran «más cosas»; y no sólo «más cosas», sino cosas mejores y, en buena parte, diferentes de las que se le solían atribuir (ante todo, sobre la base de la breve presentación de su obra que ofrece La Víñaza, en su Bibhotera histórica de la filología castellana, Madrid 1893), y de otras referencias a esa obra, contenidas en la misma Biblioteca. Pero, para mí, ya en 1975 se trataba de una confirmación sólo provisional y parcial de este hecho, ya que, al elaborar aquel primer estudio (sobre «Poza y las lenguas de Europa»), había advertido otros aspectos, no menos interesantes, y, limitándome ahí a registrarlos, me proponía examinarlos más de cerca en dos estudios más; estudios que publiqué al año siguiente.
Con esto daba yo por terminada mi acción de recuperar la figura de Poza para la historia de la lingí¼ística, dejando al cuidado de otros, más expertos que yo (o simplemente expertos), la eventual reconsideración de todo lo relacionado con el tema central de su obra –el terna estrictamente vascológico–, con respecto al cual entendía que no podía aportar datos inéditos ni proponer interpretaciones novedosas o diferentes de las ya admitidas entre los vascólogos especialistas. Pero ahora, estimulado en esto por Luis Michelena, creo que puedo y debo considerar yo mismo también este aspecto, al menos como historiador de la lingí¼ística. Pienso, precisamente, que ya es hora de intentar una síntesis que incluya: a) Lo que se sabía acerca de Poza o se había destacado (en el sentido positivo) antes de 1975; b) lo esencial de mis propias aportaciones al más exacto conocimiento de su obra; y c) la reconsideración en sentido histórico –esto es, en relación con la lingí¼ística de su tiempo– de sus tesis vascológicas; y de tratar con ello de dibujar, en todos sus rasgos esenciales, el perfil científico de Andrés de Poza como «lingí¼ista europeo del Renacimiento». Y ¿qué ocasión más propicia para emprender tal síntesis que este Simposio de Onomástica vasca dedicado a la memoria de Poza y reunido en Orduña, su ciudad natal? Se me permitirá además –espero– proponer algunos temas de investigación en torno a nuestro autor, o sea, señalar qué aspectos de la obra y la personalidad de Poza –entre aquellos a los que aquí sólo podré aludir–merecerían ser estudiados con más detención y más firme fundamento, indicar en qué sentido debería, a mi modo de ver, orientarse su estudio y sugerir que la investigación al respecto se emprenda en una amplia monografía –por ejemplo, en una tesis doctoral–, la cual, a su vez, podría contribuir a «colorear», a completar, a precisar en los detalles y, quizá, en algún punto, a modificar o corregir el dibujo necesariamente somero que podré presentar en mi ponencia.
2. Empecemos por lo anterior a mis propias contribuciones. ¿Qué se sabía acerca de Poza entre los lingí¼istas (fuera del ámbito de los vascólogos) antes de 1975? En verdad, incluso entre los lingí¼istas bien informados (que nunca han sido muy numerosos), se sabía muy poco: casi sólo lo que se encuentra en La Vinaza, en particular, en la primera cita textual de su obra: «De la lengua latina han resultado las generales que agora se usan en Italia, España, Francia y Vvalachían. Por esta frase y, más precisamente, por la noción de «lengua general» (en el sentido de «lengua común» o «lengua nacional»), había recordado a Poza, ya en 1938, Amado Alonso. Y de la misma cita, pero yendo al texto original, había partido el romanista alemán W. Bahner, para destacar, en varios escritos, la importancia de esta formulación de Poza en la historia del conocimiento del rumano en la Europa occidental. Por esto Poza (ca. 1530-1595) no había llegado a gozar de cierta fama en las primeras décadas después de su muerte: Bernardo Aldrete lo cita en 1605 y en 1610, la segunda vez como autoridad» (cf. «Un germanista vizcaíno», pág. 6, n. 6, y La Viñaza, pág. 33), y Jacinto de Ledesma lo critica ásperamente en 1626 (ver más adelante, n. 41). Pero después se le había olvidado, al parecer, por completo, incluso en España. No lo menciona, por ejemplo, G. Mayáns en sus Orígenes de la lengua española, 1737.
Conocían, por cierto, a Poza –y muy bien– Ios vascólogos y «vascófilos», que no se habían conformado con lo que, después de la frase mencionada, cita o dice de nuestro autor La Viñaza y habían ya publicado dos reediciones de su libro De la antigua lengua, poblaciones y comarcas de lasEspañas. Pero no lo conocían (o no lo valoraban) como «lingí¼ista europeo», sino, ante todo y casi exclusivamente, como precursor y, en cierto sentido, fundador de la lingí¼ística vasca, en la época de la llamada «lingí¼ística precientífica». Y este conocimiento no trascendía más allá de los estrechos límites de los ambientes –vascófilos: al parecer, también en el juicio de los vascólogos y «vascófilos», las carencias metodológicas de Poza (en particular, en sus etimologías) y la frecuente ingenuidad de sus argumentos histórico-filológicos pesaban más que los planteamientos razonables y las intuiciones a que esos argumentos corresponden.
En lo que concierne a mis propias indagaciones, me limitaré a lo esencial de sus resultados. Con respecto a una sola cuestión (la de La «lengua general») –cuestión, en este contexto, secundaria–, añadiré algunas consideraciones desde mi punto de vista actual y nuevas precisiones. Y en algún otro caso matizaré, desde el mismo punto de vista, lo afirmado en las publicaciones de 1975-76. Pero, esto sí, en más de un caso me permitiré interpretar en el sentido de la síntesis que estoy emprendiendo aquello que en estas publicaciones presentaba como comprobación o dato escueto.