Menú

Algunos aspectos de la agricultura y ganadería en Orduña

Algunos aspectos de la agricultura y ganadería en Orduña

1.- El cultivo de cereales

Antiguamente, en los meses de Otoño, se realizaban las labores para la siembra de los cereales, un poco en función del cultivo que hubiese habido anteriormente. El que predominaba sobre todos era el trigo, aunque también se sembraban avena y cebada.  Las labores para la siembra de los cereales solían ser: maquinar en noviembre, con el brabán. Después, a la hora de sembrar se pasaba la “trapa española” (picos rectos) con una o dos pasadas. Previamente a la siembra, el trigo se solía mezclar con el “vitriolo”, sulfato de cobre, en una especie de cajón[1]. El “vitriolo” se tenía que desmenuzar con una maceta, al venir este en bloques de tamaño medio (algunos, excepciones, lo desmenuzaban con una esmeriladora o amoladora). Para la cebada y la avena no era necesaria esta operación, ya que la enfermedad que atacaba al trigo, el “lodón” (dañaba el grano), no atacaba a estos dos cereales.

Se marcaban unas “márcenas”[2], con unos montoncitos de paja, y luego se sembraba a mano “a voleo” (en una cesta de mimbre o de castaño se llevaba el grano, en un brazo, y con la mano del otro se iba esparciendo), tapándose con la “grada “o la “trapa”, tirada por los bueyes.

En la primavera cuando empezaban a salir los cardos y las zarzas se sallaban[3] a mano, con zarcillos[4] (esto se hacía aproximadamente hasta el año 1960). Hacia el mes de abril se abonaban los campos con “nitrato de Chile”, a voleo. Hacia finales del mes de junio se “ordeñaban las avenas malas”, que normalmente se producían por las malas labores, y se echaban las mismas a una especie de delantal, para luego echarlas en un saco o cesta, para luego tirarlas a un vertedero.

Los cereales, cuando ya estaban maduros, se empezaban a segar a primeros de Julio. Para ello se “desorillaban“ los perímetros de los  campos  con una guadaña con “veleta“ (un accesorio que se sujetaba en el extremo del mango, muy cerca de la guadaña, y que se componía de una madera con 2 o 3 alambres, que servían para recoger las mieses en grupos y que no quedasen desperdigadas). Los haces del desorillado, se ataban con 4-5 vencejos (pajas con espigas ya segadas)[5].

Posteriormente se solía segar con una máquina “atadora” tirada por una o dos yuntas de bueyes, dependiendo de si el terreno era llano o estaba en ladera. Esta máquina segaba y dejaba los haces atados con cuerda, en el suelo, a medida que iba avanzando por la finca. En el asiento de la misma solía ir sentado algún chaval de la casa o caserío, para manejar la altura de los rastros (dependiendo de la altura del trigo) y supervisar si había alguna incidencia.

Quien no utilizaba la “atadora” segaba las mieses con las máquinas de segar la hierba, con un accesorio especial; quien iba sentado en la máquina usaba una especie de “rastrillo especial” para desalojar, en pequeños  montones, las mieses de la zona de la cuchilla de corte.

Las fincas que se segaban con “gavilladoras”[6], luego había que proceder a atar sus haces, sueltos, con “vencejos“ formados por 5-6 espigas.

Una vez segadas las mieses se recogían los haces para hacer “hacinas” con los mismos, 20 en posición vertical y 5 en horizontal, haciendo estos de “tejado” de la mismas. Las hacinas tenían como fin, que en caso de lluvia (era normal que hubiera alguna tormenta hasta el tiempo de la “trilla”) las mieses quedasen protegidas en cierta manera, ya que el agua era muy dañina para las espigas y para la paja. Cuando llovía había que deshacer las “hacinas” y poner los haces extendidos por el suelo, para que se oreasen durante un día o dos, y luego vuelta a lo mismo, a hacer las mencionadas hacinas.

En Orduña existían en los años 1950-1970 las siguientes eras públicas o semi-públicas: Eras de Polanco (situadas en el barrio de su mismo nombre) y Eras de Perín, antes llamadas del “Mercadal” (situadas en el vértice del comienzo del antiguo camino a Ibazurra y la carretera de Vitoria, en frente del caserío de la familia de Jesús Durana[7]. También existían otras eras, de tipo privado, por los caseríos de los alrededores.

Antes de proceder al acarreo de las mieses había que “rozar” o limpiar las eras, a azada, de las hierbas que habían crecido en el transcurso del año, para dejarlas “muy limpias”. A finales del mes de Julio o primeros de Agosto, un poco en función del calendario que tuviesen los trilladores y del tiempo que hiciese, se procedía al acarreo de las mieses a las eras del lugar de la trilla.

Los haces se cargaban en los carros, a mano, en las filas más bajas, y con una horca de hierro de dos pinchos (que se soltaba del haz muy fácilmente), en las zonas más altas del mismo. Para ello solía haber un operario a ras de suelo, que era el que suministraba los haces al que estaba subido en el carro. En lo alto del carro había otra persona, la “plegadora”, que iba ordenando la carga, que solía coger gran altura.

Cuando se acababa de cargar el carro, se procedía al amarre de la carga, atando ésta con una soga, que discurría sobre la misma en dos líneas, paralelas, que discurrían a lo largo de la carga y que se tensaban para sujetar muy bien la misma con “un torno”, con dos “zarras” cortas, que al hacerle girar, manualmente, recogía y enrollaba las dos líneas de soga, por los dos extremos del mismo, hasta dejar la carga bien asegurada.

Después se procedía al acarreo de las mieses a las eras de cada cual, si por el camino (dependiendo de su estado o de la orografía del terreno) no se había “volcado”, donde se iban acumulando los haces en “hacinas más grandes”, hasta el momento de la trilla. Como el tiempo era bastante inseguro, había personas que las “hacinas grandes” las tapaban con toldos, alquilados a la Renfe, durante un tiempo, para proteger las mieses hasta el momento de la trilla.

Hasta los años 1960, generalmente, se solía trillar con trillos, bien del tipo de hojas de sierra  o de cantos de piedra. Estos trillos eran tirados por una pareja de bueyes o bien por una reata de 2-3 yeguas. En el valle de Arrastaria compraron hacia el año 1936 una trilladora de la marca “Ajuria” una serie de familias de las aldeas del valle, como:  Ugarte, Larrea (Artomaña); Uzquiano, Larrieta, Mendibil, Arana, hermanos Ugarte (Delika);  Bardeci, Arana y Mendibil (Tertanga).

Luego hacia el año 1951 se separaron de esta trilladora “comunitaria” algunos de sus antiguos propietarios y formaron otra agrupación para comprar una nueva trilladora, las familias: Larrea (Artomaña), los hermanos Lorenzo y Sebastián Apodaca y Julio Uzquiano (Aloria). Esta trilladora se dedicaba para trillar las mieses de dichas familias y luego hacían un recorrido, trillando para algunos labradores de las aldeas de Aloria, Artomaña, Delika y Orduña.

Hacia 1948 compraron una trilladora las familias de Mendibil (venta Arbin, Tertanga ) y Nicolás Basarrate (Delika), trillando lo de ellos y también para algunos labradores del valle. En Orduña, el Sindicato Agrícola, a su vez, adquirió una trilladora.

La familia de Manuel Mendibil (Orduña) compró una trilladora hacia el año 1952, que trillaba la cosecha propia y luego hacía un recorrido por algunos caseríos de la zona. La misma era movida por un tractor grande. Otras trilladoras eran movidas por un motor de gas-oil independiente, bastante grande, por medio de poleas, que eran bastante peligrosas, ya que se salían con frecuencia. Estos motores se solían arrancar “a galga” (girando una manivela unas cuantas veces). Algunos vecinos de las aldeas de Lendoño de Abajo y Arriba (Cuadra, Yarritu, Madaria, Uzquiano, Olabarriaga ) y de Orduña (Ornes) compraron, también, una trilladora en la década de los 50, que trillaba sus cosechas y luego la de algunos vecinos de los alrededores. Esta asociación al de unos años se disgregó, quedando sólo en ella, las familias de Madaria y Uzquiano (Lendoño de Arriba). La familia de Faustino  Cuadra compró otra trilladora, pero sólo se dedicaba a trillar lo suyo.

2.- El dia de la trilla

Este era un día grande para el labrador y de mucha tensión, ya que por un lado veía el fruto de su trabajo y por otro generaba muchos nervios porque se necesitaba gente experta y que no lloviese el día programado.

Había que recurrir a “personas extra” (familiares, conocidos de la casa, etc) y tenía que estar todo a punto, ya que era necesario coordinar diversos aspectos (el día que iba la trilladora, la gente necesaria que estuviera libre de otros compromisos, los utensilios necesarios, la intendencia de vituallas, etc).

La trilla se solía efectuar con máquinas trilladoras de la casa “Ajuria”, que tenía 2-3 modelos de máquinas. Estas eran movidas por un motor grande de gas-oil que traccionaba una larga polea (era muy peligrosa si se salía) conectada a la misma para ponerla en movimiento. Estos motores se arrancaban por medio de una “galga”. Otros las hacían mover con la polea trabada a un tractor grande, de bastante potencia, por aquellos tiempos escasos por la zona.

La labor de la trilla con “trilladora” era una faceta que requería mucha mano de obra en el momento de la misma, pero era infinitamente más rápida, menos ardua y con menos riesgos, por el mal tiempo que podía venir, que la antigua de “trillar a trillo”.

Para trillar eran necesarios los siguientes puestos o personas:

  • Una persona estaba al cargo de vigilar la máquina y el motor de la misma o el tractor.
  • Otra tiraba los haces al suelo, desde la hacina grande, a los pies del operario que estaba en la mesa de cortar las cuerdas y vencejos de los mismos (normalmente algún chaval de la casa o caserío).
  • Otra persona alimentaba la cinta transportadora de la trilladora con dichos haces, dispersando un tanto las mieses, para que fueran pasando poco a poco y la máquina no se atascase.
  • Otra persona estaba al cargo de quitar los sacos llenos de trigo y de reponerlos con otros vacíos.
  • En el camarote o payo, solía haber una persona que pisaba la paja e iba rellenando todos los huecos del mismo. Este era el trabajo más ingrato y menos agradable, ya que el “polvillo” que se producía, era muy molesto para respirar como para la vista, por lo que las personas que ejercían esta labor, se solían cubrir la boca con un pañuelo al estilo “bandolero” y los ojos con unas gafas. Cuando el camarote o payo, estaba lleno, se solía echar la paja al aire libre en un montón, haciendo después una “meta” grande (hacina con un palo en el centro donde se acumulaba la paja).
  • Otra persona, algún chaval de la casa o caserío, estaba al tanto que a los operarios no les faltase el vino o agua durante el trabajo.

Los restos de la paja, llamada “tamo”, se recogían y luego se usaban como camas del ganado. Posteriormente se recogían los restos de granos del suelo, barriéndolo, y se hacía un montón.  Cuando había viento norte se abeldaban estos restos con una pala “especial” de madera y se echaban al viento, separando éste, el grano del resto, que era material más volátil.  Los que recogían mucho trigo, solían usar para hacer este último proceso, una “abeldadora”, como las que se fabricaron en Orduña. El trigo cosechado se solía guardar en graneros de cemento, así como la cebada y la avena.

Las comidas o cenas del día-s de la trilla, normalmente, eran de las mejores que se celebraban en las casas y caseríos de los labradores durante el año: tortillas de patatas con pimientos verdes, chorizos y lomos caseros, buen vino, etc, y el buen humor que cundía por la labor bien hecha

Los labradores que hacían su trilla[8] en las eras públicas de Polancos (del Sindicato) o en las de Perín (esta era privada), como normalmente tenían menores cosechas, se iban turnando en el acarreo y trilla, para que la trilladora no parase en su labor. Por lo que tenían que organizarse muy bien para que no hubiese “tiempos muertos”. Por tal motivo los labradores, dos o tres familias, se solían agrupar para hacer las labores con más rapidez y eficacia, ya que si no sería imposible, ya que hacía falta mucha mano de obra en un momento puntual, como era el de la trilla.

Estas personas a medida que se iba trillando, tenían que ir llevando la paja a sus casas en el casco urbano, en los carros de bueyes, en mantas de tela de saco, para luego por medio de poleas subirlas y descargarlas en los camarotes de las casas, para después volver a por más. Mientras unos hacían esta labor, otros tenían que seguir con la labor de trillar, para que esta no parase, ya que había otras personas que estaban esperando para proceder a lo mismo.

En el período de los años 1950-1970 el cultivo fundamental y el que más superficie ocupaba en el valle eran los cereales: trigo, cebada y avena, así como el maíz, de grano. En Ruzabal también se cultivaba mucho cereal, pero menos que en el valle, ya que existían también muchos terrenos destinados a pastizales.

A partir de los años 70 ya empezó, en la zona de Orduña y su valle, a aparecer alguna “cosechadora” foránea, que dejaba atrás casi todas las labores anteriores, aparte de que a partir de estos años se produjo un cambio muy llamativo  en lo que había sido la agricultura hasta ese tiempo, dejándose de cultivar trigo, cebada y avena, para pasar casi toda la labranza a alimentos forrajeros para el ganado vacuno, fundamentalmente de leche.

3.- Remolacha azucarera

Este producto agrario se empezó a cultivar en la zona de Arrastaria, en Delika y Artomaña, hacia el año 1945. La siembra se realizaba a primeros de marzo, con una máquina sembradora tirada por un burro o un mulo, que sembraba una fila por vez. Los trabajos que se realizaban entre la siembra y la cosecha eran: en primer lugar, cuando habían crecido dos o tres dedos, se entresacaban  las plantas, dejándolas a una distancia, unas de otras, adecuada, para que se desarrollasen bien. Había algunos labradores que solían echarlas nitrato a escondidas (ya que lo tenían como una especie de know-know, y no querían que sus vecinos se enterasen), para que se desarrollasen más.

Cuando ya habían crecido más se sallaban con la “máquina salladora”, con reja pequeña, tirada por el burro, para quitar las malas hierbas y oxigenar la tierra, y luego, una a una, se sallaban a mano, a azada.

También se les solía echar, cuando las plantas eran muy pequeñas, un insecticida contra la “pulguilla” (una especie de microbio diminuto que devoraba las hojas), con un bote y una media, ya que todavía por aquí no se conocían las sulfatadoras actuales.

Después, cuando la planta ya había desarrollado más, se resallaban con la misma máquina salladora, pero con una reja un poco más grande, tirada por el burro o mulo.

Como no se sabía el tiempo que iba a hacer, tenían por costumbre, en tiempo de cosecha, y siempre que este fuera bueno, allá por los meses de octubre-noviembre, empezar a recolectar la producción, arrancándolas a mano y ayudándose de un artilugio con mango largo (acabado en la punta en forma de “omega”).

Una vez arrancadas las cortaban las hojas y las limpiaban de la mayor parte de la tierra adherida, con un cuchillo. Las hojas no se solían aprovechar como alimentación de los cerdos, las tiraban. En cambio, las de las remolachas forrajeras sí se aprovechaban.

Luego, las transportaban hasta las cercanías de Orduña y las iban acumulando, en  grandes montones, en una zona que lindase con algún camino que fuera transitable, en las zonas de Santa Clara (los de Artomaña) y Landatas (los de Delika),

Los de Artomaña con estas remolachas, cuando venían con otros cargamentos, suplementaban éstos, para dirigirse con una carga a la estación de ferrocarril de Orduña (ya que venían con los carros, a medias), para lo cual solían poner un juego de dobles cartolas de altura a los carros, para llevar más carga. Luego se transportaban los carros (2.000-2.500 kgs) a la estación de ferrocarril de Orduña, aún en las condiciones metereológicas más adversas.

Una vez en la estación, se pesaba la carga de cada carro, en una báscula que tenía la empresa compradora. Después se procedía a la descarga de los mismos en los vagones del ferrocarril, aparcados en el andén de carga, desde donde eran trasladadas a la “Azucarera de Miranda de Ebro“, cuyo delegado en la zona de  Arrastaria, era Faustino Tellaeche, vecino de Artomaña.

A este tipo de cultivo se dedicaban en aquellos tiempos, hasta el año aproximado de 1955, unos 30 agricultores de los pueblos antes mencionados, con una producción media de unos 15.000 kgs. por cabeza. En la época del acarreo, se solía producir una acumulación importante de carros cargados de remolachas, en el Paseo de la Antigua, en espera para descargar su mercancía en la estación férrea.

4.- Remolacha forrajera

El cultivo era exactamente igual que el de la “remolacha azucarera”, con la única diferencia que sus hojas se aprovechaban para dar de comer a los cerdos del caserío o casa. Las remolachas se iban recogiendo poco a poco, pero a medida que se acercaban los meses más duros del invierno, se procuraba que no quedase ninguna en los campos, ya que corrían el peligro de helarse (entonces hacía más frío que ahora). En las casas se almacenaban en grandes pilas.

A las vacas de leche se les solía dar en la comida del mediodía y la de la noche, mezclada con harina, como “postre” encima de la hierba. Para ello los chavales de la casa tenían que “picarlas” en una máquina “Zaga”, que girando una manivela hacía girar un disco con cuchillas que las cortaba muy menudas, un poco más gruesas que las patatas fritas que se venden actualmente.

5.- Maíz o borona

En la zona de Orduña al maíz se le denominaba y denomina “borona”, que debía ser una denominación genérica antigua, para nombrar al “mijo”[9]. Cuando en el siglo XVI, el maíz sustituyó al mijo, se quedó con el mismo nombre.

Para proceder a la siembra, se hacía lo siguiente: una vez limpia la finca de malas hierbas, se abonaba la tierra con estiércol del ganado del caserío o casa, que se solía llevar en el carro de los bueyes, dejándolo esparcido, en montones pequeños por toda la finca. Éstos, más adelante, se esparcían a mano, con la horca, por toda la finca, dejándolo bien repartido.

Después se procedía a maquinar la tierra con el brabán[10], hacia el mes de diciembre. En marzo se trapeaba con la “española” y después con la “francesa”, para hacer más labor. En mayo, a primeros, se daba otra pasada, primero con la española y después con la grada, dejando la tierra preparada para la siembra. Luego se sembraba el maíz con una máquina sembradora, tirada por un burro o por los bueyes, dependiendo de si esta era de una fila o de dos, en hileras separadas entre sí por unos 35-40 cms (estas máquinas no estaban muy bien diseñadas, ya que la simiente que repartían, los granos, los echaban muy juntos, por lo que luego había que entresacar muchos pies y tirarlos, una vez nacidos, para que el pie que se quedaba en pie se pudiera desarrollar con más vigor.

Cuando el maíz había nacido y tenía unos 20 cms de altura, se aclaraba y se sallaba, primero con la “salladora” con reja pequeña, tirada por el burro, fila a fila, y luego a azada, planta por planta (había algunas salladoras que eran dobles, la de los bueyes).

Cuando el maíz tenía una altura de unos 30-40 cms se resallaba con la “salladora”, con reja grande, tirada por el burro, para aporcarlas y luego se iba repasando pie a pie con la azada, de una manera más ligera, pues la salladora las dejaba bastante bien, en cuanto a lo pretendido.

Hacia finales del mes de agosto y primeros de septiembre, se descolmaban[11] las “manadas” (tallo que salía a la altura de la espiga y que estaba coronado por un ramillete de flores), en verde, y se recogían para dar de comer al ganado.

Cuando el maíz estaba maduro, allá por los meses de octubre y noviembre, se segaba con una hoz dentada el palote con la espiga, pie a pie, para trasladarlo a casa o al caserío en el carro de los bueyes. Luego en el caserío se “descocotaba”[12] la espiga con la pelandrina (hojas que envolvían la mazorca del grano) y se subían al camarote o payo, en sacos o en cestos, dependiendo de el que lo subiese fuese un hombre o un chaval de la casa. Una vez en éstos, se extendían por el suelo, para que se fueran oreando más[13]. Los “palotes” del maíz se solían almacenar en los entresuelos o en otras dependencias de la casa, en los años 50-60, para dárselos al ganado en el invierno. Cuando se hacía eso, para dárselos de comer al ganado, había que serrarlos en trozos más cortos, con un “serrote dentado” colgado de un poste de madera, a mano. El ganado no solía comer bien este género y dejaban muchos restos (ya estaban medio secos y tenían poco jugo), que luego eran un gran inconveniente a la hora de limpiar las camas al ganado, como a la hora de cargar el estiércol y extenderlo, ya que se “hincaban” en las púas de las horcas.

Las espigas con pelandrinas, una vez oreadas, en el invierno, en los días que hacía mal tiempo, se pelaban, quitando las pelandrinas, que luego se usaban como cama del ganado[14].

El maíz, cuando estaba bien seco, se desgranaba con máquinas de manivela de la casa “Ajuria”, que normalmente era una labor de los chavales de la casa. Luego, se repasaban los pezones-pezotes (el núcleo de las espigas) a mano, en las largas tardes del invierno, bajándolos en cestos a la cocina, a lado del fuego, para desprender algunos granos que quedaban sin desgranar, con otro pezón-pezote “desgranador” (este ya estaba libre de todos los granos), efectuando allí esa labor. Los pezones-pezotes servían para alimentar el fuego de la casa. Esta labor la solían hacer los chavales de la casa, con los abuelos, aprovechando estos para contar historias de los tiempos pasados. Otros labradores, que no disponían de máquina alguna, hacían esta labor totalmente a mano utilizando “pezones-pezotes”.

El grano del maíz o borona, se solía guardar en sacos y graneros, hasta que tiempo después se llevaba al molino a moler, bien para dar como alimentación al ganado o para hacer algunos alimentos para la familia (talos y morokil). Este producto vino a complementar las fuentes de alimentación de la población no sólo de esta zona sino de toto el litoral cantábrico.

El tipo de maíz que se solía sembrar era el del país, pero en los años 70 se empezó a introducir el “híbrido americano o francés”, que posteriormente sembraban bastante en la zona de Arrastaria.

El cultivo de maíz de grano ha desaparecido de las fincas del valle de Orduña y Arrastaria desde los años aproximados, de la década de los 90, del siglo XX.

Actualmente el único maíz que se suele sembrar es el “altoverde híbrido”, para luego ensilarlo en recintos de hormigón o en “silos sobre el suelo, envueltos en plásticos”. Para sembrar éste, las sembradoras actuales lo hacen milimétricamente, a una distancia similar entre todos los granos, no como antaño que su siembra era muy desigual. En este cultivo no se hace nada manualmente, todo está mecanizado y para evitar las malas hierbas entre las plantas, echan herbicidas.

6.- La hierba forrajera

No hace muchos años, años 50-60 del siglo XX, la hierba que servía de alimentación del ganado vacuno, de leche o de carne, en el invierno, se recolectaba de la siguiente manera en la zona del casco urbano de Orduña: cuando llegaba la época del mes de febrero o marzo se echaba “mineral” o “potasas” a las campas con un balde, a voleo, manualmente.

Luego, a mediados o finales del mes de junio, se procedía a segar y recolectar la hierba de los campos, que solía durar hasta primeros del mes de julio.

Para ello, se segaban los campos con la máquina segadora tirada por la pareja de bueyes, con un chaval de la casa guiando a los animales y el hombre de la misma, montado en la máquina, manejándola.

Cuando era una zona donde podía haber culebras o cilortos[15], los chavales se ponían botas “katiuscas” por si acaso, y siempre con los ojos bien abiertos.

Una vez segada la hierba, al día siguiente se solía darle vuelta, para que se secase bien, utilizando para ello rastrillos u horcas de madera, manualmente (se solían coger buenos “sofocones”, ya que en ese tiempo hacía mucho calor y había que aprovechar este para que el secado fuese lo mejor posible). Un día después se procedía a recoger la hierba en filas o montones, con rastrillos u horcas de mano (entonces, algunos, usaban máquinas-rastrillos, tirados por mulos o caballos que facilitaban mucho la tarea).

La hierba se solía transportar a las casas en el carro de los bueyes, cargados a granel, para lo que era necesario un especialista en la carga del carro y otro que le diese la hierba a acarrear, con una horca. Cuando ya se había cargado el carro, que solía coger mucho volumen, se ataba la carga con sogas. Luego se transportaba a la casa o caserío y dependiendo de los caminos donde estuviese situada la finca, se corría el peligro de que el carro se volcase, por lo que siempre había que andar con sumo cuidado.

Cuando la casa del labrador estaba situada en el casco urbano de Orduña, las precauciones con las que había que lidiar no eran pocas. Por un lado, en algunas calles, había zonas más estrechas y los carros cargados pasaban muy ajustados, por lo que había ocasiones que había que peinarlos lateralmente para que no se quedasen “atrancados”. Luego cuando se estaba procediendo a la descarga de la hierba, subiéndola a los camarotes o payos, aunque el carro estuviese muy pegado a la pared de la casa, como las calles eran estrechas, si circulaba algún vehículo (menos mal que entonces no proliferaban) se solía producir algún rifi-rafe, ya que no podía pasar por dicha zona.

A la hora de subir la hierba a los camarotes o “payos”, unos labradores lo hacían mediante poleas y mantas de tela de saco, donde se cargaba la hierba traída en el carro; pero otros, que sus camarotes no tenían balcones a la calle, lo tenían que hacer en las mismas mantas anteriores, pero las subían por las escaleras de la vivienda, y como éstas no eran muy anchas, muchas veces el “sherpa” se quedaba atrancado en las paredes de la escalera. Añadamos a ésto el sudor por el esfuerzo y el calor… ¡La retahíla de juramentos que caían, estaba bastante justificada!

En los camarotes había que apretujar bien la hierba para que cupiese la mayor cantidad posible. Algunas veces era tal la carga que soportaban los camarotes y las casas tan viejas, que se solía fastidiar alguna viga, procediendo a apuntalarlas.

Este sistema empezó a evolucionar en la zona, un poco antes de finalizar la década de los años 70, con la llegada de los primeros rastrillos recogedores y máquínas-enfardadoras, tiradas por tractores, que facilitaron mucho estas labores. A partir de esta época, la  situación evolucionó rápidamente, ya que los labradores de las calles de Orduña fueron desapareciendo, bien porque iban falleciendo, bien porque eran mayores y se jubilaban, o bien porque sacaban sus explotaciones a los extrarradios, con lo que facilitaban la manera de trabajar, radicalmente.

Hoy en día, año 2023, la situación todavía ha evolucionado más, facilitando que con bastante menos esfuerzo que hace unos 40-50 años, se pueda manejar 5 0 6 veces más de ganadería.

7.- Ganado vacuno de leche

Los labradores del casco urbano de Orduña, sacaban sus ingresos, fundamentalmente del cultivo de los cereales y del ganado de leche, que vendían por las casas de la ciudad. El ganado de leche en Orduña, tenía la peculiaridad de que se criaba en casas entre calles, con lo que esto suponía de condicionante a la hora de manejarlo.

Por un lado, en la época en la que el ganado pastaba en las campas, para llevarlo o traerlo de ellas, tenían que pasar por las calles de la ciudad con lo que esto suponía de inconvenientes: que si defecaban, que si se asustaban y montaban algún “cirio”, que si algún gracioso hacia alguna “payasada”, etc.

Cuando estaban recluidas en las cuadras en los meses del invierno, como no existían los bebederos al pie de los pesebres, había que sacarlas a beber agua, una vez al día, normalmente al mediodía, a los bebederos públicos existentes, uno en la zona Sur de la ciudad y otro en la zona Norte.

El bebedero público de la zona Sur, a lo largo de pocos años estuvo situado en tres zonas diferentes: primero al lado del Santo Hospital, pegando a la carretera general, después en la calle Zagueras, al lado del “potro” de herrar el ganado, y después y por último, en la calle Zagueras, pero en otro lugar, diferente del anterior.

Cuando se sacaba al ganado a beber a uno de los bebederos públicos, antes mencionados, lo solían hacer los chavales de la casa. Siempre había que andar “bien despierto” ya que podían juntarse varios factores desestabilizantes como podían ser: que coincidiese algún rebaño de vacas diferente del propio, ya que se solían pegar o mezclar, y en entornos urbanos no era muy recomendable, por las dificultades que entrañaba. Otras veces porque igual se “asustaba” alguna vaca y montaba “un cirio”, y otras veces (como en las calles había bares) se coincidía con alguna cuadrilla que entraban o salían de alguno de ellos, y siempre existía el clásico gracioso, asustando al ganado.

Esto los chavales de la casa (8-10 años) lo vivían con cierta angustia, por la incertidumbre que generaba las situaciones que se podían dar, era como una especie de lotería.

Alguno podrá pensar, pues si tales eran los problemas, haber cambiado los horarios, por ejemplo a media mañana, etc.

Pero lo que hacían nuestros padres tenía cierto sentido, ya que aprovechaban la hora de “beber agua” para limpiar las camas del ganado y llenar los pesebres con la comida correspondiente, que al no estar el ganado en la cuadra facilitaba mucho la labor. La labranza y ganadería de Orduña, entre calles, era muy peculiar, y pocos casos habrá en el país tan “sui generis”.

Cuando se hacía la matanza del cerdo, que en los años a los que me estoy refiriendo eran muy frecuentes en todo el casco urbano de la ciudad, no sólo en el caso de familias labradoras, sino también en casas de vecinos que los criaban para consumo propio, los cerdos se sacrificaban en los portales de las casas, por lo que los “chillidos” del animal se oían en todo el vecindario. Estos animales, una vez sacrificados, eran “churrumados”, en mitad de la calle, con una fogata de helechos que desprendían “pavesas”, pudiendo provocar algún incendio, cosa que al menos yo no conozco que se produjera. Posteriormente se prohibió tal práctica y la matanza del cerdo hoy en día prácticamente ha desaparecido, no por este motivo, sino por cómo va evolucionando la sociedad.

No voy a extenderme más, pero si voy a resaltar cómo han cambiado los cultivos del valle, y por tanto la panorámica visual del mismo, en apenas 40-50 años.

Cultivos que antes eran los habituales, han desaparecido totalmente o sólo queda algún vestigio de los mismos, como pueden ser: trigo, avena, cebada, maíz de grano (“borona”), arolbas, remolacha forrajera, berzas forrajeras, nabos, patatas, alfalfa, esparceta, ricas, habas, etc

Hoy en día predominan, casi de una manera absoluta, los cultivos de praderas de hierba, forraje de altoverde de maíz, “vallico”, viñas de txakolí y algunas plantaciones de “encinas micorrizadas” para producir trufas.

Si “levantaran las cabezas” nuestros padres y abuelos se volverían a morir del susto, ya que podrían pensar que este no era su territorio o país.

Texto: José Luis Ornes Olabarriaga

Anotaciones: Mitxel Olabuenaga Ornes

[1] Nombre genérico y comercial de diversos sulfatos hidratados: ciertos vitriolos se usan para proteger las plantas de los insectos.

[2] Márgenes

[3] Escardar un sembrado con azada

[4] El zarcillo es una azada pequeña que generalmente se maneja con una sola mano. Ha sido utilizada también para escardar los sembrados de cereales.

[5] Esta labor era necesaria para que luego, en la primera vuelta de las máquinas segadoras (“segadoras-gavilladoras” o “segadoras-atadoras”) con la pareja de bueyes, no se estropeasen las mieses al ser pisadas y destrozadas.

[6] Esta máquina de tracción animal supuso un gran avance en los métodos de siega y desterró a los fales y dayas. Una rueda motriz mueve la cuchilla que corre entre los dientes. Las aspas depositan la mies en el tablero y expulsa la gavilla.

[7] Hoy (2023) la urbanización en torno a la Plaza Juan de Garay

[8] Hacia los años 1950, el Sindicato  de Orduña, solía ubicar una trilladora, la pequeña, en las cercanías del cuartel de la “guardia civil”, en el Campo de San Juan. La misma estaba al cargo de los hermanos Biguri (José Luis y Gerardo), que cogieron la “contrata”  por unos dos años.

[9] Este cereal es fácil de cultivar y se adapta bien a diferentes tipos de suelo y condiciones climáticas, lo que lo convierte en una opción atractiva para los agricultores en áreas donde otros cultivos pueden ser difíciles de cultivar.

[10] Brabán (no está en el DLE, del francés brabant), es decir, un arado giratorio

[11] Quitar el colmo o porción de materia que sobresale por encima de…

[12] Arrancar del tallo la mazorca de maíz.

[13] En las casas de los labradores del casco de Orduña, como los camarotes o payos estaban situados, normalmente, en el último piso, había que subir muchas escaleras, en muchos casos como si fuese un tercer piso.

[14] A la hora de hacer esta operación, los “peladores” se solían encontrar con cosas un poco desagradables, ya que los gatos solían andar por los tejados y como los camarotes o payos, tenían ventanas sin cristales para facilitar el “oreo”, hacían sus necesidades en los mismos

[15] El lución es un animal sobradamente conocido, hasta el punto de que recibe un nombre particular en cada zona: cillorto en Amurrio, cilorto en Orduña, enánago en Artziniega, sirau en Okendo y Laudio, aguano en Zuaza o sirón en Losa.  Los luciones no son ofidios sino Anguidae o Ánguidos, una familia de reptiles que podríamos calificar como lagartos de cuerpo alargado y sin patas, ya que incluso pierden la cola si se les coge de ella al igual que lo hacen las lagartijas (autotomía caudal).

Comentar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *