Orígenes históricos del Señorío de Orduña
La prehistoria de Orduña se extiende ciertamente hasta el reinado de Sancho el Mayor de Navarra y el nacimiento del Señorío de Vizcaya.
Según Iturriza en el siglo VIII y con motivo de haber llegado los moros a Miranda, Pancorbo y cercanías del río Ebro, erigieron los naturales del contorno de Orduña de orden del rey don Alonso el Católico, un castillo en el plano de una elevada colina y al abrigo de él a la banda oriental una corta población, permaneciendo en su contorno unas pocas casas solares esparcidas en montañas «y su primitiva parroquia donde al presente se halla el devoto santuario de Nuestra Señora de Orduña la Antigua, sobre un pequeño arroyo a la falda oriental de una elevada peña, por cuya causa se le originó el nombre de Urgoña o Urdoña que denota sobre agua o acuoso».
En el siglo IX aparece Orduña con personalidad geográfica, en cuanto sirve de limitación y frontera de las tierras de otros.
No es sólo la crónica de Alfonso III que señala claramente la frontera entre las comarcas vascas y los árabes cuando señala que Alaba, Bizcaya, Ayala, Orduña, Deyo, Berrueza y Pamplona fueron poseídas por sus habitantes, sino que la donación del conde castellano Diego Porcelos en 864 al monasterio de San Félix de Auca cita la frontera de su influencia. Esta primitiva Castilla abarcaba Brañosera, Reinosa, Campoo, y los valles de Bricia, Sotoscueva, Villarcayo, Valdivieso, Tobalina, Mena y Losa. En los años siguientes el avance se acelera hasta la Bureba, con la línea de fortalezas que van de Hitero del Castillo sobre el Pisuerga hasta Corezo de Río Tirón. En el 870 los castellanos se adelantan a Pancorbo.
Según esta escritura del 864, el poder del conde castellano Diego Rodríguez Porcelos, dispone de bienes e iglesias en tierra de Ayala, dejando señalados otros territorios montañeses y en concreto el distrito de Orduña.
De igual modo Andrés de Poza en 1584 afirmaba que «la población antigua de Orduña fue donde está ahora la hermita de Nuestra Señora de Orduña vieja; sino que después acá el rey don Alonso… mudó el sitio adonde está al presente fundándola de nuevo».
La primera noticia histórica sobre Orduña nos la refiere la Crónica de Alfonso III que en sus dos versiones nos dice textualmente:
«Eo tempore populantur Asturias, Primorias, Liuna, Transmera, Sub porta, Carrantia, Bardulies qui nunc vocitatur Castella et pars maritimam et Gallecie Alabanque, Bizcai, Alaone et Urdunia a suis reperitur esse possessas sicut Pampilonia, Degius est atque Berroza».
«Alavam namque Bizcayam, Aycone et Urduniam a suis reperitur semper esse possessas, sicut Pampilona, Deorsum atque Berrotia».
Este primer texto que se refiere en ambas versiones a las campañas de Alfonso I se ha discutido e interpretado desde muy diversas escuelas historiográficas. Al menos nos toca aquí describirlas:
a) Escuela castellana: Esta escuela en la que habrá que incluir a varios autores como Pérez de Urbel, Sánchez Albornoz, Balparda y entre los actuales a Martínez Díez afirma, a grandes rasgos, que Alfonso I se encuentra actuando en tierras alavesas. Para estos autores el cronista al narrar la gran migración provocada por las campañas de Alfonso I (739-757) indica en primer lugar los lugares del reino donde se estableció a esa población arrancada de la cuenca del Duero: desde Asturias hasta Carranza. Ya continuación pone los lugares en que no se asentaron emigrantes porque se mantenía una continuidad de su población: «a suis reperitur semper esse possessas». Estos lugares eran tierras políticamente no extrañas al reino. Más aún para Balparda, por este texto se demuestra que Pamplona, Estella y la Berrueza habrían entrado en la órbita de Alfonso I. A esta interpretación se opone Martínez Díez afirmando que las primeras están dentro del reino, las segundas fuera de la órbita política de Alfonso I.
b) Escuela Navarra: Está representada principalmente por J. M. Lacarra.
Este autor en su obra antigua «Vasconia medieval» articula el País Vasco en tres bloques diferenciados que pueden responder «no sólo a los diversos intereses políticos de sus jefes, sino tal vez también a un distinto grado de romanización y aun de cristianización». Estos tres grupos sintéticamente son: los «Baskunis» o Vascones con capital en Pamplona y situados en las montañas del sur del Pirineo no lejos del Atlántico y que limitan al Oeste con «Alava y los Castillos»; el grupo de los «Glaskiyun» o gascones más hacia el Este hacia la tierra de leire y Aragón; y finalmente los de la tierra de Alava que, por citar palabras textuales, «forma como una avanzada del reino asturiano.
El mismo autor años más tarde se refería a este siglo y tratando de interpretar este texto afirma: «Tampoco está bien averiguado si entre la zona alavesa (que formaba parte sin duda alguna de la monarquía asturiana) y la de Pamplona, hubo en el siglo IX otro territorio de autonomía política más o menos acentuada que habría que localizar en las montañas de la zona de Estella… Alfonso III ya nos dice que estas tierras (Pampilona, Degius atque Berroza) no fueron reconquistadas por Alfonso I (739-757) ni hubo necesidad de repoblarlas porque siempre fueron poseídas por sus habitantes, lo mismo que Galicia y Vascongadas» y más adelante «El territorio alavés Y. los pasos castellanos del Ebro formaban desde los días de Alfonso I como una marca fronteriza erizada de castillos y gobernada por condes. Estos, pocas veces podían contar con el apoyo inmediato y eficaz del corazón de la monarquía. Sus habitantes tomaron conciencia de su propia personalidad en un estado permanente de rebeldía con tendencia a la independencia».
¿Quiere dejar entender el profesor Lacarra la posibilidad de núcleos políticos o tierras con mayor o menor independencia demográfica y política en Galicia, Vizcaya, Ayala, Orduña, Deyo y la Berrueza?
c) Escuela Vasca: Elijamos a dos autores que nos representen esta tendencia historiográfica en la interpretación del texto de la crónica de Alfonso III: a J. E. Uriarte ya A. de Mañaricua. El primero al estudiar la historia de Orduña afirma: «tampoco sacamos nada en limpio hasta el siglo XIII, que nos sirva para determinar su manera de ser y vida propia ni sus relaciones con los monarcas sucesivamente de Asturias, Oviedo y león, ni con los condes y reyes de Castilla».
Más explícito el segundo aunque refiriéndose a los orígenes de Vizcaya afirma: «en aquellos siglos tan oscuros para nosotros existían en el Norte de España dos puntos de polarización política; uno el reino de Asturias, otro el reino de Navarra. ¿Hasta dónde llegó la irradiación del influjo? ¿Dónde se encontró la línea divisoria? Geográficamente Vizcaya se hallaba en un punto casi equidistante de ambos centros. No debemos olvidar sin embargo, que hay factores (étnicos, lingí¼ísticos, etc.) que acercan tanto o más que la proximidad geográfica. Nada podemos afirmar con seguridad. Quizá se halló en los extremos orientales de la órbita asturiana».
Conclusión: De esta disparidad historiográfica sólo podemos concluir la relatividad de las afirmaciones sobre la autonomía de tierras como ílava, Vizcaya, Ayala, Orduña. El admitir mayor influencia política de Asturias sobre Alava no llega a afirmarla en las demás regiones. y por otro lado la historia independiente de estos señoríos hasta la baja Edad Media aboga por la afirmación retroactiva de su autonomía en los primeros siglos de la reconquista.
Y es significativo al efecto que los textos tanto leoneses como navarros de los siglos IX y X no aludan nunca ni a Vizcaya ni a Orduña. Aun entre la documentación monástica las citas abundantes sobre Alava y aun Ayala, son escasas sobre Vizcaya y Orduña, por ejemplo, en la documentación de San Félix de Oca, de San Millán o de Santa María de Valpuesta. íšnicamente en esta última colección y fechada en abril del 956 aparece el nombré de un tal Lain de Orduña que actúa en tierras alavesas.
Bien es verdad que las escuelas historiográficas se repiten en la afirmación de posesiones políticas con respecto a Vizcaya, Alava y Orduña. Mientras que Martínez Díez señala que Alava estuvo en la órbita astur desde el 711 al 932, J. M. Lacarra puntualiza que Alfonso III (866-909) tuvo que emplear su fuerza por dos veces con los vascones del extremo oriental del reino astur; más aún, Alava sirvió de refugio al mismo Alfonso echado de Asturias por el rebelde Fruela Vermúdez. Con el matrimonio de Alfonso III el 869 con Ximena se establece según Sampiro la influencia astur hasta la Gallia Comata esto es hasta el valle de Baztán y el paso de los Pirineos.
Por otro lado y de forma no menos tajante y sorpresiva L. Serrano afirma: «consta documental mente la soberanía del monarca navarro en Orduña y Durango y buena parte de Alava durante el siglo X; consta por otra parte que Castilla no dominó en la Vizcaya de aquel tiempo, siendo lógico por lo tanto que nuestra región quedase subordinada a Vasconia; en el siglo XI prueban este extremo testimonios documentales». El punto clave para las afirmaciones de L. Serrano estriba en la extensión y límites geográficos diocesanos. Para L. Serrano los hechos hacen pensar que en tiempos de los visigodos la diócesis de Pamplona se extendía a todo el país de lengua vasca, lindando por occidente con la de Burgos y por mediodía con la de Calahorra. A comienzos del siglo X, sigue argumentando L. Serrano, Vasconia se erige en reino con todo el territorio del país de habla vasca, recuperando los límites geográficos del obispado de Pamplona durante la época visigoda. Cuando Castilla consigue su independencia amolda sus límites con Vasconia a los del obispado de Burgos. Y termina textualmente: «Castilla condal no dominó nunca en ninguno de los países que lo fueron del obispado pamplonés, viniendo este hecho a testimoniar la importancia que tienen las circunscripciones eclesiásticas en el estudio de los límites civiles y políticos de la Edad Media».
Más aún estos datos vendrían confirmados por el hecho de que los obispos de Alava del siglo IX y X se intitulen como dominando «in Alava et in Vizcaia».
Los datos historiográficos de la crónica de Alfonso III y de la vida vasca en los siglos IX y X no nos dejan afirmar tajantemente su pertenencia política ni al reino astur ni al navarro, si bien estuvieron bajo influencias de ambos. Más bien nos induce a pensar que la lejanía de los centros de actuación les permitía vivir en cierta autonomía independiente, menor con respecto a Pamplona en asuntos eclesiásticos, menor con respecto a Asturias en la región alavesa del sur lindando con el río Ebro, lugar de encuentros bélicos con los musulmanes.
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