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Orduña (Sí­ntesis histórica)

Orduña (Sí­ntesis histórica)

Núcleo originario y ensanches1-Villa y Territorio.

 

Situada en un amplio valle rodeado por el circo montañoso de Sierra Salvada, Orduña es una «isla» geográficamente enclavada dentro de ílava, y fronteriza a la vez con Burgos. La carretera N-635 es la arteria principal, así­ como el ferrocarril, que sigue atravesando la peña de Orduña como única salida hacia la meseta castellana. Bilbao, Vitoria o Balmaseda son ciudades equidistantes, a una media hora de coche.

 

Los primeros pasos conocidos de historia humana en el entorno del valle de Orduña y Sierra Salvada, se remontan al periodo Eneolí­tico, Edad del Bronce, del que procede el llamado dolmen de las Campas de Choza, ubicado a su vez en el área que los arqueólogos conocen como Estación pastoril de Añes, abarcando las tierras altas de Sierra Salvada, actualmente encuadrados en las provincias de ílava, Burgos y una pequeña zona orduñesa.

 

Este uso de las sierras para el pastoreo se mantuvo en época romana, con tan solo un área conocida con restos cerámicos, Aloria, frontera con ílava, y se prolonga por la Edad Media, periodo en el que se documentan ya numerosas referencias escritas, de vinculación de estas tierras a instituciones religiosas y monásticas (Obispado de Calahorra o S. Millán de la Cogolla).

 

Y si a la Institucionalización de la Iglesia, corresponden las primeras referencias documentales, será al deseo de pacificación, de proporcionar seguridad a las rutas interiores, que se deba el origen de la ciudad de Orduña. Economí­a y estrategia polí­tica eran conceptos tan válidos en aquella época como hoy mismo, y no a otra cosa se debieron los fenómenos que llevaron a abrir una nueva ruta al comercio castellano de grano y lana, una ruta alternativa al tradicional entonces Camino de Santiago, una ruta que debí­a abrirse al mar, y hacia la cual el valle de Orduña era el camino mas evidente

 

Así­ es que fue fundada en 1229 por Lope Dí­az de Haro IV, Señor de Bizkaia y su mujer, Doña Urraca Alonso, de acuerdo al Fuero de Vitoria, proporcionando con ello sus habitantes el estatus de «ciudadanos libres», lo que significaba ni mas ni menos que la posibilidad de dedicarse no ya a actividades agrí­colas o ganaderas, sino a las artesanales y de mayor importancia, al comercio. Esta facultad la amplí­a Alfonso X en el 1258, obligando al paso por la ciudad a transeúntes y mercancí­as en un amplio territorio (con el pago de aranceles, y monopolio comercial que ello suponí­a), amen de institucionalizar una feria anual principal, con una duración de 15 dí­as, lo que da imagen de su importancia en aquellos tiempos. En el siglo XV se le da el tí­tulo de Ciudad, la única del territorio vizcaí­no, por parte de la corona castellana. Además de la ciudad propiamente dicha, con doble recinto amurallado y torres al interior, poseí­a cuatro aldeas: Belandia, Lendoño de Arriba y de Abajo, y Mendeika. Durante la Edad Moderna tuvo un lugar preeminente en el comercio entre Castilla y el Señorí­o como puerto interior, especialmente a raí­z de la apertura del camino de Orduña en el siglo XVIII. El edificio de la Aduana es el reflejo fí­sico y palpable de un perí­odo acaso de máximo esplendor, y que nunca llegó a poder hacer realidad el sueño de ser capital de la provincia, alternativa en algún momento pretendida a la propia Bilbao.

 

Periodo en suma periclitado con la definitiva anulación de las aduanas interiores y los Fueros tras la última Guerra Carlista, en 1876. Tan solo la emigración a América, el servicio a la Corona, y el perí­odo entre las dos Guerras Mundiales, proporciona el enriquecimiento de algunas familias, surgiendo sobre el vial que conduce hacia La Antigua, una rica barriada de casas y casonas construidas en las primeras décadas de este siglo, estando algunas de ellas entre las más interesantes de este perí­odo en toda Bizkaia. Iniciativas industriales locales, y una cierta centralidad comarcal, han posibilitado crecimientos últimos, en expansiones muy medidas.

 

II- Paisaje, lugar y cultura.

 

El circo montañoso que remata el espléndido valle, tiene su mejor refrendo paisají­stico en el ángulo final del barrio de Délica, donde la Cascada de la Cola del Caballo conforma el singular origen romanticista para el rí­o vizcaí­no por excelencia, el Nervión. Rí­o que da sus primeros pasos bajo los arcos de varios y no menos romanticistas puentes y restos de molinos, junto a verdes prados y senderos con encanto especial, y que según se acerca a la ciudad, se abre al amplio valle y deja reflejar en sus aguas remansas, las cornisas de la peña, ocres y amarillos de los otoños boscosos que se remontan por las laderas, y el azul de un cielo que en este luminoso valle cobra matices singulares.

 

En lo alto, podemos llegar hasta el monumento de la Virgen, o al corte bestial para la época que fue el paso del camino viejo, o Portillo de la Virgen abierto bajo la dirección de un tal Goldetxo, y que en 1772 dejó paso al nuevo camino que no es otro que el de la actual carretera. Y por las diversas carreteras del valle, podemos recorrer las diversas aldeas dependientes de Orduña, y que conforman la tradicional Junta de Ruzabal: Lendoño de Arriba, Lendoño de Abajo, Délica, Belandia y Mendeica, pueblos todos con rincones muy bellos y arquitecturas religiosas potentes, así­ como arquitecturas populares interesantes, y atentos a cada giro de la carretera, donde el paisaje nos proporciona sorpresas dispares, sorpresas diversas también en función de la luz, de la climatologí­a, de la estación anual.

 

Agricultura y ganaderí­a, siguen proporcionando y facilitando al visitante la posibilidad de contemplar, de charlar sobre modos de vida tradicional, de disfrutar con la posibilidad de adquirir quesos elaborados con esmero, y ¡ojalá que sea una cierta recuperación!, podrá encontrar algunas elaboraciones de txakolí­. Si se es aficionado al monte, y se conocen las especies, setas y hongos son preciadas piezas abundantes en la zona, en la estación adecuada.

 

No es mucha la oferta que la ciudad proporciona en aspectos culturales, de comercio, de ocio. Los mercados comarcales al aire libre de los sábados, y los establecimientos tradicionales, agrupan las posibilidades disponibles. Ese comercio local, la vida en la plaza o en los bares serán siempre una fórmula válida de contacto con la vida local, protagonizada en periodos estivales y festivos por diversas asociaciones locales que mantienen viva la idea de un Orduña con horas propias.

 

En la ciudad, en torno a la plaza, en la carretera dirección Burgos, algunos no demasiados pretenciosos restaurantes, proporcionan la posibilidad del descanso. Y si es necesario, ¿por qué no?, Amurrio está a un paso, con ofertas más tentadoras al respecto.

 

III-Arquitectura-.

 

Orduña no solo es un espacio geográfica y paisají­stico de gran riqueza, sino que la propia ciudad atesora lugares y edificios extraordinariamente interesantes.

 

A-La ciudad, su entramado de calles, su traza gótica y amurallada es en sí­ misma especial. El recinto original de la Villa abarcaba tres únicas calles, el camino de Vitoria, actual Carnicerí­a, la calle de Enmedio y Santa Marí­a, recinto del cual se conserva un paño de muralla en el arco posterior de la calle Santa Marí­a, y muro zaguero rematado en torre, que puede verse dentro del propio Ayuntamiento.

 

La apertura de la Peña, con el camino a Castilla, restó importancia al anterior camino de Vitoria, e igualmente motivó el que la ciudad se «desplazara» en dirección a la nueva ruta, trazándose las calles Vieja o Bizkaia, Francos, Orruño y S.Juan. Esta peculiar tipologí­a, muestra una ambición urbana casi desmedida, al enfrentar a estas calles otras tres, Cantarranas, Nueva y Burgos, conformando tres paquetes urbanos, con una gran plaza central a modo de charnela, apta para una gran mercado al aire libre, y rodeándose el conjunto de una potente muralla de casi diez metros de altura, datada a finales del XV. Tal es o tal fue la ciudad de Orduña, la ciudad que queriendo ganar un pulso particular con Bilbao, consiguió desde luego el Casco Urbano más peculiar de Bizkaia.

 

De aquel periodo, tan solo se mantienen algunas parcelas góticas y edificios alterados, pero aún incluso con el perfil de vuelos avanzados, en las calles menos centrales, por ejemplo en C/S.Juan.

 

En por detrás de los Josefinos o Jesuitas antiguamente, en un montí­culo cubierto hoy de vegetación, se elevó el castillo conocido como de López de Ayala, un periodo de sometimiento de la Villa solo acabado con la entronización de Carlos I, y la pérdida de poder de los Ayala, lo que también provocó el incendio y desaparición del castillo.

 

La muralla es visible en su ronda, en la zona de las antiguas entradas de Orruño o San Francisco, y sobre todo en torno a la iglesia de Santa Marí­a, elevada la iglesia sobre la potente cerca, pudiéndose recorrer en torno al ábside y visualizándose aún hoy desde la carretera la imagen urbana más caracterí­stica de la ciudad.

 

 B-Las instituciones religiosas, representan hitos también singulares, representadas por la citada iglesia de Santa Marí­a, gótica, el antiguo convento de los Jesuitas, actual Padres Josefinos, con la iglesia jesuí­tica mas potente de la cornisa cantábrica, y tal afirmación no es en absoluto gratuita: basada en el prototipo habitual del Gesí¹ romano de Vignola, sus proporciones y su interior participan sin embargo de la sobriedad y la potencia de proporciones habitual en la Pení­nsula Ibérica, incluidas España y Portugal.

 

Las iglesias de los dos Lendoño o la de Délica, son volúmenes contundentes y pretenciosos al lugar, idealizando lugar y paisaje en postales cargadas de pintoresquismo, algo de lo que participa también el Santuario de la Antigua, en el propio Orduña.

 

La iglesia de Santa Marí­a en Lendoño de Arriba, tiene una nave central del XVII, si bien su imagen actual tiene dos épocas más: a partir de 1788 Martí­n de Carrera construyó el pórtico neoclásico, y en la segunda mitad del XIX, Juan Bautista Aldasoro reedifica la espadaña.

 

La iglesia de S. Esteban, en Lendoño de Abajo, se reedifica en el último cuarto del s.XVIII, basándose como modelo en el Santuario de La Antigua. Por último, el monumento a la Virgen en lo alto del pico Txarlazo, dominando el valle y las postales habituales de Orduña, es una obra en temprano hormigón armado del 1903, firmada por Claudio Durán y Ventosa, arquitecto.

 

C- Las arquitecturas civiles, más allá de las pocas referencias al periodo inicial, gótico, y mal conservadas. Renacimiento, barroco, romanticismo son periodos en los cuales la ciudad disfruta de momentos bonancibles que han dejado hermosas huellas, con el Palacio Mimenza a la cabeza. Si en tierras mucho mas al sur, no pasarí­a de ser un discreto caserón renacentista, en Bizkaia es una rareza tanto cronológica como compositiva y constructiva. Piedra y ladrillo se complementan, con tanta naturalidad como las columnas toscanas o los arquitos casi mudéjares.

 

Ortés de Velasco, junto a la iglesia de Santa Marí­a es otro ejemplo, conceptualmente muy distinto, procedente posiblemente de una edificación medieval contra la muralla, que se reforma, amplí­a y dignifica en formas renacentistas, visibles en fachadas laterales y en la mas urbana hacia la plaza-jardí­n. Finalmente, el palacio desborda a la propia muralla, y construye un cuerpo añadido, que es una segunda fachada monumentalizada, aunque de pobre ejecución.

 

Dí­az Pimienta, de vuelta a la plaza, es el mejor ejemplo de un barroco residencial tardí­o, con las dos potentes torres de esquina que remataban un volumen contundente sobre el pórtico de la plaza (estropeado un tanto el efecto con un añadido posterior de la planta superior o galerí­a entre ellas), en una imagen no extraña en Bizkaia, si bien más habitual en tierras de Cantabria.

 

Y el prototipo neoclásico es lógicamente la Aduana. La obra comienza en el último año del reinado de Carlos III, y el modelo responde a los cánones académicos instaurados por el monarca ilustrado, y al prototipo de planta rectangular, patio y circulaciones cruzadas que se generalizó con éxito a partir del modelo madrileño de «alhóndiga-ilustrada» edificado por Sabatini.

 

Por último, Orduña ofrece un encantador paseo, desde la Plaza hacia la Estación del ferrocarril y el Santuario de la Antigua, que se coloniza precisamente con el í­mpetu que proporciona la llegada del camino de hierro a la ciudad, coincidente también con capitales de las Indias que retornan o se instalan en Orduña, junto a algunos y prestigiosos colegios en la época, mezcla de purismo religioso y aires «a la inglesa». Sobre este paseo, villas y palacetes muestran el poderí­o de una burguesí­a local boyante que adopta las formas románticas como estilo de vida, y el eclecticismo arquitectónico como común denominador, eclecticismo del que participa incluso la mejor y más «moderna» de las villas construidas, la Casa Llaguno, construida por un Emiliano Amann aún joven, pero ya interpretador de tendencias como siempre fue en su prolí­fica obra por toda Bizkaia

 

1 comentario

  1. Dulce Orduna

    Gracias por saber un poco mas de mis raí­ces!!!

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