La naturaleza de los autrigones en relación con la de los cántabros y de los demás pueblos vascos
La supuesta afinidad de cántabros y autrigones ya hemos visto que no puede deducirse del silencio de determinadas fuentes respecto del territorio de estos, para suplir en él a los cántabros. Tampoco puede ser probatorio que, al hablar César de los aquitanos que buscan refuerzos en España, hable de los cántabros que les ayudan, para demostrar que los aquitanos fuesen vecinos de los cántabros y considerar incluidos en el grupo cántabro, en este caso, no sólo los autrigones sino también los demás pueblos vascos.
Como ya había establecido el P. Flórez en el siglo XVIII en contra de los «cantabristas» de su tiempo (el P. Larramendi por ejemplo) y cuyos argumentos repiten los modernos partidarios de la identidad de naturaleza (Balparda), la diferenciación esencial entre cántabros y autrigones viene indicada por el hecho de la guerra de cántabros y astures con los romanos, provocada por la enemistad de aquellas tribus con sus vecinas, no sólo los autrigones, sino también los turmódigos y berones, afines de los turmódigos.
Además, los ataques de los cántabros contra los autrigones se corresponden con la amistad de los autrigones con los romanos, los cuales se sirven del territorio autrigón, lo mismo que de toda la costa vasca para su base de operaciones.
Sánchez Albornoz no cree que la enemistad de cántabros y autrigones pueda probar su diversidad étnica, ya que a veces tribus afines luchan entre sí y que, además, como aliados de los cántabros se hallan los astures que tienen una naturaleza étnica distinta de los cántabros. Nosotros, en este caso, creemos muy significativa esta enemistad, puesto que los cántabros luchan con los celtas vecinos o con tribus en íntima relación con los celtas como eran los autrigones, en cuyo territorio meridional, como veremos existen abundantes elementos célticos. Esta alianza contra los cántabros produce el efecto de algo más que una rivalidad sin trascendencia y más bien opone grupos compactos de pueblos los unos a los otros:
el hecho de que con los autrigones estén aliados los berones y los turmódigos célticos se corresponde con la alianza de los cántabros con los astures, de los cuales los últimos son montañeses que se hallan dentro del círculo de acción de los cántabros, así como los autrigones van juntos con los demás pueblos vascos y con los celtas del alto Ebro.
Establecido el contraste entre cántabros y autrigones, parece lógico suponer, con Campión y otros a los autrigones afines en general a los demás grupos vascos. En todo caso si contenían algún elemento extraño éste no era el cántabro, sino el celta, como veremos, aunque sea difícil admitir su definitiva celtización. Lo que se deba pensar de la posibilidad de matices célticos de los autrigones ya lo veremos más adelante. Aquí, de momento nos interesa, además de recoger los argumentos mencionados que hacen imposible la identificación de cántabros y autrigones, sin perjuicio de posibles movimientos cántabros, apuntados en la región de Villarcayo, insistir en que los argumentos contra un cierto basquismo de los autrigones no son de peso. El carácter no ibérico de los vascos y la supervivencia en ellos de los pueblos pirenaicos del eneolítico la hemos deducido de la topografía arqueológica de la cultura pirenaica y particularmente de la antropología de los restos humanos pirenaicos que según Aranzadi entran de lleno en el tipo antropológico vasco (raza pirenaica occidental) bien distinto del de los demás pueblos peninsulares con parentesco ibérico. Y la cultura pirenaica se extendió también por el territorio de los autrigones, por lo menos por la parte montañosa del Este de Vizcaya, lo que da también una base positiva para admitir la existencia de un núcleo étnico vasco en el territorio autrigón.
Con este problema no tienen nada que ver el de la lengua vasca y de sus posibles afinidades o elementos ibéricos, si es que los filólogos los encuentran. Son dos problemas independientes. Incluso si resultase que el vasco es una lengua totalmente ibérica, ello no probaría que los vascos sean iberos, pues habrían podido adoptar la lengua en el transcurso de los siglos y a consecuencia de la relación con los iberos, o con sus antepasados desde el eneolítico en que la cultura almeriense de los últimos rozó los límites de los pueblos pirenaicos. Los filólogos están además muy lejos de explicar satisfactoriamente la filiación del vasco y por lo tanto es muy difícil aquí operar con materiales lingí¼ísticos.
Por otra parte y en cuanto al problema de los autrigones, se ha hecho argumento contra su carácter vasco del retroceso de la lengua vasca en Autrigonia. Esto no puede ser motivo para negar el carácter vasco a su pueblo, como tampoco lo sería para negarlo a Navarra el retroceso semejante que allí se comprueba, ya que es un fenómeno general en toda la periferia vasca, y que tanto en Vizcaya como en Navarra, en ílava abunda la toponimia vasca. La abundancia de toponimia semejante en el Alto Aragón y aun en Cataluña, demuestra claramente que el grupo de pueblos afines pirenaicos, con más o menos mezclas y matices en la periferia de su territorio, ha ido borrando su personalidad que quedó solo intacta en la zona más abrupta de Vasconia, propia para el arrinconamiento y no se modificó en las zonas más abiertas por mezcla o por influencia
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