Mosaico histórico de la CIUDAD de ORDUÑA (II)
Los Ayalas en Arrastaria y Orduña
En el siglo XIV aparece la casa de Ayala proyectando sus poderosos tentáculos hasta las puertas mismas de Orduña. Aparte de su señorío ayalés, poseía desde el siglo XII el territorio de Urcabustaiz; tenía también el valle de Cuartango, concedido a mediados del siglo XIV a Don Fernán Pérez de Ayala, el padre del canciller, por el rey Don pedro el Cruel, y acababa de adquirir el valle de Llodio, comprado en 1349 por el mismo Don Fernán a Doña Leonor de Guzmán; y como sucesor de Juan Sánchez de Salcedo en el señorío de Ayala, llegado apenas Don Fernán a la posesión de la herencia ayalesa desde tierras de Castilla, había emprendido la tarea de redondear el compacto bloque de sus posesiones ayalesas. De acuerdo con esta idea “ovo bien pleitear” por “lo del valle de Orduña”, es decir las aldeas de Arrastaria, y con cuantos “ovieran bienes de Juan Sánchez de Salcedo, señor último de Ayala, que destruyó el solar”, según dice su crónica.
Don Fernán pleiteó, en efecto, con la entonces villa de Orduña por las aldeas de Délica, Tertanga, Aloria, Artómaña y Arbieto hasta 1380 (el año 1418 de la era), momento en que la Chancillería de Valladolid sentenciaba que el concejo de Orduña “no probó haber tenido posesión justa de dichos lugares”, que por ello debían ser restituídos a Don Fernán Pérez, anciano ya y fraile dominico desde hacía años en el convento de Vitoria. Y fray Fernán Pérez, el padre del que poco después sería Canciller Mayor, Don Pedro López de Ayala, se posesionaba de ellos en el mismo año 1380 y juraba los fueros de Arrastaria en Santa María de Délica. Afianzando este poder sobre el valle, Don Pedro López, muerto ya su padre Don Fernán, erigía una casa fuerte en Délica en 1391.
Los Ayalas continuaban con la vista puesta en Orduñaen el siglo XV. El mariscal, Don García de Ayala, fue partidario fiel del príncipe Don Alfonso en lucha con su hermano Enrique IV; y el mariscal Don García creció en el corto “reinado” de Don Alfonso, aún en vida de Don Enrique, depuesto y destronado en la “farsa de Ávila”. Don García fue en momentos de lucha alcaide del castillo de Orduña y, como reconoce el propio “rey” Don Alfonso, se ocupó “de proteger y defender y guardar algunas fortalezas asy mias como las propias del dicho mariscal”. Entre estas fortalezas se encontraba, según declaraba más tarde la mujer del mariscal, el castillo de Orduña, reparado y pertrechado por cuenta de Don García acaso en tiempo de Don Alfonso (1465-1468) o ya cuando Don Enrique se encontraba otra vez en el poder; porque documentamos en 1473, cinco años después de la muerte de Don Alfonso, el otorgamiento de Enrique IV a Don García, durante su vida, de “los oficios de justicia de Orduña”.
Al subir al trono los Reyes Católicos, apremiados por la guerra de sucesión al trono de Castilla, consintieron la alcaldía de Don García de Ayala en el castillo de Orduña, pero revocaron dicha posesión en los últimos días de 1476. El 5 de septiembre anulaban la merced de Enrique IV que ellos habían confirmado “quando su enemigo el rey de Portugal entró en sus pueblos”; ahora la daban por nula y ordenaban que, si el mariscal se oponía al cumplimiento de esta anulación, “ se juntasen todos los de ella y resistiesen”; y mandaban a otras tierras del Señorío, a las Encartaciones, Guipúzcoa, Vitoria, las Hermandades de Álava y a las Merindades burgalesas limítrofes, que ayudasen con hombres y armas a Orduña si el mariscal mostrase resistencia.
Y debió mostrarla, porque el archivo de Simancas conserva documentos muy ilustrativos al respecto: las mercedes que Don Fernando y Doña Isabel conceden a Don García, el cambio de postura de los reyes y los efectos de la actitud disconforme del mariscal.
El 11-2-1480 confirmaban los Reyes a Orduña el privilegio de no poder ser apartada ni enajenada de la corona real, revocaban cualquier merced que de Orduña o de sus términos se hubiese hecho, en especial por Enrique II a Fernán Pérez o a Pedro López de Ayala, y las confirmaciones de las mismas hechas al mariscal y a su hijo Fernando; en la misma fecha otorgaban carta de perdón al mariscal, a su hijo, a sus parientes, amigos y criados, por los alborotos ocurridos en Orduña cuando intentaban apoderarse de ella, ya que Don García había renunciado en los reyes a todos los derechos que pudiese tener. Otorgaban también una carta de seguro a Orduña y sus aldeas defendiéndolas del mariscal y de su hijo, que continuaban con la alcaldía del castillo después de revocarles la merced que decían tener sobre Orduña; exigían al mariscal, a su hijo y al conde de Treviño que pagasen a la ciudad los 400.000 maravedís en que fueron condenados “por los males que recibieron de ellos” y dictaban provisiones, cédulas y órdenes diversas en el mismo sentido a favor de Orduña, libre ya del mariscal, aunque éste continuaba en poder de su fortaleza.
Pocos días después de la renuncia de Don García de Ayala, el 21-7-1481, los Reyes Católicos confirmaban los privilegios de Orduña. El documento de confirmación recuerda la participación de la ciudad en la guerra de sucesión contra el rey de Portugal, en la defensa de Fuenterrabía y en la armada contra los turcos y contra el rey de Francia; y en reconocimiento de tal fidelidad y servicios, prometían no darla, enajenarla, ni separarla de la corona real, “teniéndola en uno con su condado y señorío de Vizcaya”.
En el siglo XVI, reinando ya Carlos I, la casa de Ayala entró en grave declive por la actitud del comunero Don Pedro López de Ayala, hijo y heredero del mariscal Don García. Orduña, cuyo castillo poseía Don Pedro, se había quejado ya en 1517 ante la justicia real de los agravios y prisiones indebidas ejecutadas por él. Levantado contra el rey, el comunero se introdujo en el castillo de Orduña con sus gentes, atacando con tiros de lombarda a la población y, sobre todo, a la fortaleza de Santa María. Vencido Don Pedro el 19-4-1521 en la Llanada de Álava, entre Durana y los Miñanos, sus bienes fueron confiscados y puestos en venta; la ciudad compró entonces el castillo con su ronda y término que, agregado a la corona en 1523, se demolía por orden del rey Don Carlos para evitar alborotos como los registrados en tiempos del mariscal Don García y su hijo el comunero.
En compensación a la ciudad Don Carlos y Doña Juana concedían a Orduña el señorío de la fortaleza llamada “la cerca de Villaño”, con sus vecinos y término, situada a 2 leguas de Orduña, dentro de las Siete Merindades de Castilla la Vieja. En reconocimiento de este señorío los habitantes de Villaño deberían pagar cada año a Orduña cien maravedís, gozando de los mismos privilegios que la ciudad a cuya jurisdicción e incorporaban.
Así terminó el señorío de los Ayalas sobre Orduña y su castillo, dejando esta reminiscencia medieval durante siglos en Villaño.
En medio de los tumultuosos acontecimientos que hemos señalado en los años finales del siglo XV, Orduña enviaba el acto de confirmación por Fernando el Católico de los fueros y privilegios del señorío de Vizcaya, celebrado en Guernica en julio de 1476, a 4 representantes “de la ciudad de Orduña”, reconocida ya con este título lo mismo que en muchos de los documentos de los reyes Católicos a los que se ha hecho referencia; eran Ochoa Sánchez de Orozco , Pero Fernández de Arbieto, Pero Martínez de Mimenza y Martín López de Aguinaga, apellidos que veremos repetidos en capillas y obras pías, y relacionados con el arte orduñés.
Además del título de ciudad, registrado a partir de estos momentos, Orduña venía ostentando el de “Cámara de Vizcaya”, nominación que aparece en la documentación orduñesa (cartas y cédulas reales). A fines del medioevo consiguió también Orduña el privilegio de sello y armas; la tradición dice que por haber guardado en su iglesia matriz los óleos y ornamentos de otros templos del Señorío en tiempo de las luchas de linajes y los alborotos registrados, especialmente en el reinado de Enrique IV. Tales armas “aunque no hay nada auténtico que confirme esta especie”, son “un león abrazado a una bandera y en ésta la cruz de San Juan, con corona real por orla”, escudo que veremos en templos y retablos orduñeses.
La iglesia en la Orduña medieval
Orduña aparece documentada dentro del Arcedianato de Álava, como sede de arciprestazgo, en la carta del obispo Aznar ven el año 1257, un año después de recibir el fuero de Alfonso X; el arciprestazgo orduñés contaba con 19 parroquias del valle de Arrastaria y de Urcabustaiz, aparte de las de “Belandia y sus aldeas”, seguramente Lendoño de Arriba, Lendoño de Abajo, Mendeica y acaso Poza. Tal circunscripción se extendía desde Izarra y Belunza hasta Orduña, y figuraban en ella algunas aldeas despobladas hoy como “Arruietu”, “Berracarán”, “Apreguindana” y “Undona”; algunos de estos nombres figurarán en este capítulo, con sus iglesias conservadas como ermitas, algunas hasta tiempos recientes. La extensión de este arciprestazgo se mantuvo hasta el siglo pasado; pero en la nueva división pastoral, al erigirse en 1862 la diócesis de Vitoria, el arciprestazgo de Orduña se redujo a Orduña y sus aldeas, mientras Arrastaria y Urcabustaiz se incorporaban al arciprestazgo de Ayala.
Poco después de redactada la carta de 1257, entre 1270-1275, el cabildo orduñés pleiteaba con la Colegiata de Armentia acerca de la participación en los diezmos de uvas y manzanas que el cabildo armentiense cobraba de las iglesias del arcedianato alavés. El papa Gregorio X nombraba árbitros en este pleito, que debió ganar Orduña, ya que nada reclama el cabildo orduñés cuando, hacia 1320, pleiteaban con Armentia por el mismo motivo las aldeas de Arrastaria: Aloria, Artómaña, Délica, Tertanga y Arbieto; en este último pleito era arcipreste de Orduña, Eneco Pérez, con sede en Santa María, siempre iglesia mayor de la ciudad.
La pujanza política y económica de Orduña en el primer cuarto del siglo XVI, se manifiesta en un intento que pudo ser clave en la historia eclesiástica alavesa. Orduña había conseguido una bula de Clemente VII, fechada en 1523, el primer año de su pontificado, en sus pretensiones de constituirse en arcedianato dentro de la diócesis de Calahorra. Recibida la bula, los miembros del cabildo calagurritano manifestaron que la “obedeçían con reuerencia y acatamiento”, pero exponían razones de distinta índole para su ejecución, según puede verse en la respuesta del cabildo conservada en el archivo de Calahorra; el intento orduñés no llegó a efecto y Orduña ha continuado como cabeza de arciprestazgo hasta la nueva ordenación pastoral de la diócesis.
La edad media orduñesa ofrece por último, poco después de mediado el siglo XV, la fundación de un convento de franciscanos en el lugar ocupado por la ermita medieval de Santa Marina, documentada desde 1270-1275, extramuros de la ciudad. Esta comunidad franciscana alcanzará gran importancia en la vida religiosa orduñesa.
Fuente: Catálogo Monumental de la Diócesis de Vitoria (Tomo VI), Micaela Portilla.
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