ARRASTARIA (Agricultura y ganadería)
Los de Artómaña tenían por costumbre dejar montones de remolacha azucarera, en la época en que se solía sembrar este tubérculo en grandes cantidades en la zona de Arrastaria, en el paraje de la zona del monasterio de Santa Clara de Orduña, para después, cuando se iban a dirigir desde la citada aldea con una carga a la estación de ferrocarril de Orduña, suplementar la misma, con otra carga de remolacha de dichos montones (ya que la carga desde su aldea venía a medias), para lo cual solían poner un juego de dobles cartolas de altura a los carros, para llevar más carga. Luego se transportaban los carros (2.000-2.500 kgs.) hasta la estación de ferrocarril de Orduña, haciéndose largas colas de carros cargados, en espera, en el Paseo de la Antigua.
En la estación existía una báscula donde se pesaba la carga de cada carro. El administrador de todas las remolachas que se recogían en el valle, era Faustino Tellaeche, vecino de Artómaña, que era el delegado de la empresa “Azucarera de Miranda de Ebro”, que era a donde se transportaban finalmente los convoyes de remolacha.
A mediados del siglo XVI nos encontramos con un importante objeto de especulación en las ferias de mayo y octubre que se celebraban en Orduña, que generaba sustanciosas ganancias. Llegaban desde lejanos puntos ganados de tiro, bueyes (Villaviciosa, diferentes puntos del principado de Asturias, Santillana, Reinosa, Mena, Angulo…), que ciertos personajes de Orduña compraban por partidas grandes, a precios interesantes, para más tarde venderlos, en pequeñas cantidades, generalmente de uno en uno, a labradores del entorno que podían permitirse semejante inversión (a mediados de este siglo un buey podía costar alrededor de 100 reales). Los compradores eran tanto vecinos de Orduña como labradores del territorio circundante, valle de Arrastaria, Losa, etc. Como no todos los pequeños agricultores podían permitirse la adquisición de un animal, cuyo recurso les resultaba imprescindible, los bueyes solían arrendarse; el tiempo de dicho arrendamiento solía oscilar entre 6 meses y un año, generalmente, y su contrapartida solía ser en grano; el precio habitual era una fanega y media de trigo al año, durante el cual el arrendatario debía mantener y cuidar al animal.
En el valle de Arrastaria compraron hacia el año 1936 una trilladora de la marca “Ajuria” una serie de familias de las aldeas del valle, como: Ugarte, Larrea (Artómaña ); Uzquiano, Larrieta, Mendibil, Arana, hermanos Ugarte (Delika ); Bardeci, Arana y Mendibil (Tertanga). Luego hacia el año 1951 se separaron de esta trilladora “comunitaria” algunos de sus antiguos propietarios y formaron otra agrupación para comprar una nueva trilladora, las familias: Larrea (Artómaña), los hermanos Lorenzo y Sebastián Apodaca, y Julio Uzquiano (Aloria ). Esta trilladora se dedicaba para trillar las mieses de dichas familias y luego hacían un recorrido, en sucesivos días, trillando para algunos labradores de las aldeas de Aloria, Artómaña, Delika y Orduña.
En 1948 compraron una trilladora las familias de Mendívil (venta Arbin, Tertanga ) y Nicolás Basarrate (Delika), trillando sus cosechas y también las de algunos labradores del valle.
Remolacha azucarera: este artículo se empezó a cultivar en la zona de Arrastaria, en Delika y Artómaña, hacia el año 1945. La siembra se realizaba a primeros de marzo y se recogía la producción durante el mes de noviembre. Los trabajos que se realizaban entre la siembra y la cosecha eran:
1º) Cuando tenían unos 4-5 centímetros de altura, se entresacaban los pies, dejándoles unos de otros a una distancia prudencial, a mano.
2º) Se solían “sulfatar” echando “detano”, manualmente con un bote y una media de mujer, para prevenir el ataque de la “pulguilla”, que devoraba las plantas en su estado primigenio.
3º) Se sallaban con la “salladora”, de reja pequeña, tirada por el burro, fila a fila. Luego planta a planta, se sallaban a azada, manualmente.
Algunos labradores tenían un pequeño “truco”, del cual no solían informar a sus paisanos, para cosechar remolachas más hermosas. Este era que cuando las plantas eran muy pequeñas, a la vez que echaban el “detano desinfectante”, solían echar a los pies de las mismas una pequeña porción de “nitrato de Chile”, con el que las plantas desarrollaban mucho más.
Como no se sabía el tiempo que iba a hacer, tenían por costumbre, en tiempo de cosecha, y siempre que este fuera bueno, allá por los meses de octubre-noviembre, empezar a recolectar la producción y la iban acumulando en grandes montones en una zona que lindase con algún camino que fuera transitable, en la zona de Santa Clara (los de Artomaña) y en la zona de Landatas (los de Delika). Esto lo hacían de esa manera porque la recolección era bastante lenta y cuando la tenían que transportar al convoy ferroviario de Orduña, lo tenían que hacer en poco tiempo, con lo cual iban ganando tiempo.
Para transportarla después a la estación de ferrocarril de Orduña, en los carros de bueyes, aún en las condiciones adversas del clima.
Una vez en la estación del ferrocarril se descargaban los carros con remolacha en los vagones del mismo, aparcados en el andén de carga, desde donde era trasladada a la empresa “Azucarera de Miranda de Ebro “.
A este tipo de cultivo se dedicaban en aquellos tiempos, hasta el año 1955 aproximadamente, unos 30 agricultores de los pueblos antes mencionados, con una producción media de unos 15.000 kgs. por familia.
En 1951 se suspendieron las ferias de Orduña por motivo de la “glosopeda “ (enfermedad que afecta a las patas de los animales vacunos y no pueden andar).
Hacia el año 1968, también hubo otra epidemia de “glosopeda”, que afectó seriamente a los ganaderos de la zona. Desde esta fecha me parece que no se ha vuelto a repetir dicha epidemia entre la cabaña ganadera de los entornos.
En el período de los años 1950-1970 el cultivo fundamental y el que más superficie ocupaba en el valle de Arrastaria eran los cereales: trigo, cebada y avena, así como el maíz, sobre todo tanto de grano.
En esa época en el valle la ganadería de cada casa eran algunas vacas lecheras, para tener leche para consumo propio y para las centrales lecheras, y vacas de carne. Había algunos ganaderos que se dedicaban al cuidado de ganado ovino, tres exclusivamente. Las centrales lecheras, en aquel tiempo recogían la leche por las aldeas en grandes cantinas de aluminio de 40 litros, por medio de camiones que se desplazaban por la zona. Los que se dedicaban al ganado ovino solían vender la leche a algunas queserías, que se dedicaban exclusivamente a ese producto, y que tenían sus sedes un tanto alejadas, por lo que los ganaderos tenían que trasladar la leche a las mismas en sus propios vehículos.
Los terrenos dedicados a prados suponían, más o menos, una parte pequeña de la superficie que llevaba cada caserío, bien propia o arrendada, ya que la mayor parte se dedicaba a cereales.
Entonces se cultivaban productos que en general, hoy en día, año 2023, han desaparecido; estos eran: trigo, avena, cebada, maíz de grano, alfalfa, esparceta, remolacha forrajera, nabos, arolbas, ricas, habas, berza forrajera, etc. También se cultivaba mucha patata; cada caserío cultivaba sus propias patatas, vendiendo alguna cantidad sobrante, así como su propia huerta en la que se cultivaban las verduras y hortalizas más cotidianas: puerros, lechugas, acelgas, berzas, tomates, pimientos, etc.
La fuerza tractora de los caseríos era, normalmente, la pareja de bueyes; en algunos casos la pareja de vacas lecheras suizas, que hacían la doble función,. Esta fuerza de trabajo era complementada por burros y ganado caballar o mular, que ayudaban a ejercer las tareas menores.
Hacia la mitad de la década de aproximadamente 1960, se empezaron a extender el uso de tractores de todo tipo: pequeños, medianos y grandes, aunque eran contados en la década anterior.
Las personas mayores cuando empezaron a ver los primeros tractores, se quedaban asustadas y sorprendidas al ver las ruedas tan grandes y anchas que tenían. Pensaban que aquello no hacía más que apelmazar la tierra y por tanto que allí donde anduviesen los mismos, las cosechas iban a menguar considerablemente.
El tiempo, por fortuna, no les dio la razón. Sin esta fuerza mecánica hoy en día no sería factible ejercer dichas labores, ya que cada vez se necesitan explotaciones más extensas para poder vivir en el medio, y el trabajo tal y como se ejercía entonces sería imposible hacerlo hoy en día.
A partir del año aproximado de 1970 la vida del campo sufrió un cambio considerable. La mayoría de los caseríos a partir de estas fecha se dedicarían a la explotación del ganado de leche, aumentando considerablemente el número de cabezas en los caseríos.
Esto trajo consigo el cambio brutal en los cultivos que se ejercían con respecto a fechas anteriores. La mayoría de las fincas se fueron sembrando de pastizales y maíces forrajeros, que luego se procedía a cortar para forraje seco o para ensilar.
Las instalaciones de los caseríos se fueron adaptando a los nuevos tiempos, haciendo silos, almacenes, estercoleros, nuevas cuadras o reformando las existentes, etc. En estas facetas tuvieron mucho que ver las ayudas tanto económicas como técnicas, que para tal efecto destinó la Diputación Foral alavesa.
Hoy en día, año 2023, la agricultura-ganadería de la zona se maneja con técnicas puestas al día. Se siembran,casi exclusivamente, plantas forrajeras: maíz forrajero, “vallico” (ray-grass italiano) y pastizales (mezclas de diferentes especies de gramíneas). Estos en general se ensilan, aunque los pastizales también se “cortan para seco”.
El ganado existente hoy en día, es mayormente vacuno de carne, con algunas explotaciones grandes y otras más pequeñas, pero más numerosas. También existen 2 granjas grandes de ganado de vacuno de leche, cuyas técnicas y medios están muy puestos al día.
El ganado ovino casi ha desaparecido de la zona, quedando algún rebaño pequeño. La presencia del lobo en las sierras de Guibijo y Santiago, y algunas veces en las tierras bajas del valle, han ahuyentado a los ganaderos que se dedicaban a estos menesteres a dedicarse a otras ramas ganaderas.
En los últimos tiempos han surgido grandes extensiones de viñas, dedicadas a la producción de txakolí, unas 30-35 hectáreas. Las viñas están establecidas en “espaldera” y algunas tienen sistemas “anti-heladas”. Las variedades que se cultivan son: hondarribi-zuri y hondarribi beltza.
Algunos de estos productores venden sus uvas a bodegas locales o foráneas. En el valle existen dos bodegas destinadas a este fin, una de ellas es una gran bodega, la de Artomaña.
También últimamente hay algunas plantaciones, unas 8 hectáreas, de encinas microrrizadas con esporas de trufas, para la producción de este último producto, trufas.
En el valle, en Délica, existe una explotación agrícola de verduras (lechugas, tomates, pimientos, etc), bajo invernadero, de bastante extensión y muy bien instalada.