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Arqueología de las murallas urbanas medievales en el País Vasco (I)

Arqueología de las murallas urbanas medievales en el País Vasco (I)

Bajo el título que hemos elegido para nuestra contribución al homenaje al Profesor Ignacio Barandiarán pretendemos, básicamente, valorar cuáles han sido las aportaciones fundamentales de la Arqueología al conocimiento de los encintados urbanos, tanto en lo que respecta a sus aspectos constructivos, es decir, técnicos y materiales, como a las vías interpretativas que se han manejado para darles un sentido dentro de lo que es una villa de fundación medieval. No se trata, por lo tanto, de una recopilación exhaustiva de todas las actuaciones que han tenido como objeto de análisis algún lienzo de muralla, sino de una propuesta de reflexión.

Ciertamente, el número de intervenciones arqueológicas de este tipo han ido en progresivo y claro aumento y los resultados obtenidos han enriquecido indiscutiblemente la visión que teníamos de las murallas urbanas medievales. Esta tendencia a estudiar arqueológicamente las murallas urbanas se ha pronunciado aún más durante los últimos años. Así, contamos con los denominados «estudios histórico-arqueológicos» de muchas de las villas de la CAV, subvencionados y promovidos fundamentalmente por el Gobierno Vasco, realizados con dos objetivos principales: por un lado, calibrar y conocer las características y el potencial arqueológico de las villas estudiadas para poder así planificar futuras actuaciones, y por otro lado, ofrecer un marco histórico y unas hipótesis de partida para una mejor interpretación de los restos que vayan apareciendo. En estos estudios uno de los ejes fundamentales fue la recuperación del encintado urbano de las villas, primero, por tratarse de un elemento de valor patrimonial importante, y segundo porque se buscaba la delimitación de las áreas arqueológicas a proteger y la muralla constituía un argumento sólido aunque discutible, para poder establecer esos límites al área protegida arqueológicamente.

Efectivamente, la «recuperación» de los restos de muralla fue literal en algunas ocasiones, porque no quedaban por encima de la cota cero restos visibles de la estructura (caso de Durango), pero a través de estos estudios también se pudieron identificar otros lienzos, que aún siendo visibles, aparecían disfrazados formando parte de casas o de estructuras arquitectónicas más modernas y por lo tanto no eran adecuadamente considerados ni protegidos. En otras ocasiones, más afortunadas, en las que quedaban a la vista espléndidos lienzos de muralla, se procedió a la lectura estratigráfica de los mismos, integrada dentro del estudio de conjunto. Es el caso de murallas como las de Salinillas de Buradón, Antoñana, Bernedo u Orduña. El resultado ha sido normalmente la constatación de elementos diacrónicos dentro de los muros que cierran nuestras villas y la comprobación de que la mayoría de la obra pertenece no a un período medieval, sino posterior. Dentro de esta clave diacrónica, quisiera resaltar que se han podido documentar también restos anteriores a la teórica etapa fundacional.

Pero aparte de estos estudios de villas que tienen en cuenta su conjunto, su globalidad, a partir de 2003 se ha intensificado aún más la tendencia al estudio específico de las murallas urbanas. Los índices de Arkeoikuska de los años 2003, 2004 y 2005 reflejan claramente esta preferencia y a partir

fundamentalmente de 2003 los estudios histórico-arqueológicos para la redacción del planeamiento urbanístico se dedican exclusivamente a las murallas de villas medievales alavesas que conservan buena parte de su encintado. Es el caso de Bernedo, Labraza o Peñacerrada, redactados en el 2003, o el de Salinillas de Buradón y Salvatierra, proyectos estos últimos en los que se aborda un tramo concreto de las murallas, previamente estudiadas en anteriores intervenciones del mismo tipo. Incluso se puede decir que estas lecturas vienen precedidas por estudios más puntuales de esos tramos de muralla, llevados a cabo en años anteriores.

Los promotores son tanto el Departamento de Cultura del Gobierno Vasco como Arabarri en el caso de Álava, que tratan de dar respuesta a nuevas necesidades sociales vinculadas con los trabajos de conservación y restauración de nuestro Patrimonio. Es necesario conocer aquello que va a ser alterado con una restauración, por muy necesaria y cuidadosa que ésta sea. Los esfuerzos y recursos humanos y económicos invertidos, son pues, muy considerables.

En cualquier caso, llama también la atención la escasez de publicaciones relativas a las murallas urbanas vascas, ya que la inmensa mayoría de las actividades realizadas quedan en informes o en breves resúmenes publicados anualmente en Arkeoikuska y no han sido objeto de publicaciones más acordes con la importancia que tienen. Tenemos que reconocer, pues, que la información y los datos generados no son de fácil acceso para cualquier investigador.

Por otro lado, incluso la bibliografía más reciente relativa a las villas vascas en su dimensión urbanística, y por lo tanto, material, apenas hace alguna vaga alusión a las aportaciones de la Arqueología al conocimiento del urbanismo en general y al de las murallas urbanas en particular. Lo cierto es que se han vertido muchos tópicos en torno a las murallas y a las defensas urbanas, que se han venido repitiendo sin apenas crítica durante décadas.

Con todo ello, vemos necesaria una renovación de planteamientos o una apertura de perspectivas en torno al tema, además del reconocimiento de la necesidad de un trabajo interdisciplinar para llegar a tratar con la profundidad que se merece el tema que nos ocupa en esta ocasión. Prácticamente todos los especialistas en la materia subrayan una escasez de documentos escritos especialmente en lo que respecta a cuestiones que tocan aspectos puramente materiales, como pueden ser las materias primas empleadas, las formas de fabricación de las estructuras, los gremios implicados o la financiación de las primeras obras. La ausencia es prácticamente total hasta bien entrado el siglo XIII, por lo que normalmente se han empleado noticias indirectas y tardías para dar luz a estas cuestiones.

Aparte de estos aspectos materiales, de fabricación y mantenimiento de estas obras, quizás convenga revisar también la comúnmente aceptada circunstancia de que las murallas urbanas medievales eran defensas comunales, incluyendo a señores, burgueses y oligarquías urbanas. Trataremos de enriquecer el concepto, de comprender las murallas urbanas ampliando algunos horizontes y visionestradicionales.

También tenemos que reconocer los peligros que pueden traer las generalizaciones. Indudablemente, sería conveniente entender cada villa en su contexto específi co. En efecto, existen villas más marcadas que otras por unas necesidades defensivas específicas, debidas sobre todo a su ubicación fronteriza, por poner un ejemplo, mientras que otras carecen de cerca.

En resumen, aunque los pasos hacia delante hayan sido considerables, nuestro objetivo aquí será plantear una serie de preguntas de carácter histórico o cuestionar algunos tópicos y con ello, lanzar algunas propuestas interpretativas. Se trata fundamentalmente de revisar el tema de las murallas urbanas poniendo especial énfasis en sus valores sociales y simbólicos a la luz del aumento de información derivado de la Arqueología Urbana practicada en nuestros Cascos Históricos. Trata de ser una reflexión en torno al tema de las murallas, que indudablemente es una cuestión muy importante dentro del estudio del fenómeno urbano.

El material empleado por excelencia en la construcción de nuestras murallas medievales ha sido la piedra, indudablemente. En cualquier caso, hay que recordar que puntualmente se utilizó incluso la madera para definir el espacio de la nueva villa inicialmente. Quizás el caso más claro, documentado a través de los textos y de la arqueología, sea el de Elorrio. En su Carta Puebla, otorgada en 1356 por  Don Tello, en respuesta a la petición hecha por los pobladores de la zona, aduciendo problemas de violencia y ataques permanentes por parte de banderizos guipuzcoanos, se establece que la nueva puebla se cerque de «palenque». La arqueología ha venido a confirmar de alguna manera esta circunstancia, ya que en el transcurso de las excavaciones llevadas a cabo dentro del Estudio Histórico Arqueológico de la villa se puso al descubierto un doble lienzo de muralla. Se trataba de dos obras diferentes, aunque discurrían en paralelo. Se trataba de restos de cimentación de la cerca y atendiendo a las características de uno y otro lienzo, las técnicas constructivas empleadas serían bastante diferentes. El primer fragmento, realizado en piedra no muy bien escuadrada, aparecía en relación con abundantes clavos de hierro y madera descompuesta y quemada, que a través de una datación radiocarbónica se fechó en 1365±504. Se puede decir, pues, que podía pertenecer a esa primera obra de palenque a la que hacen referencia las fuentes escritas. Con todo ello, parece claro que en este caso se empleó la combinación de ambos materiales: la piedra para el banco de cimentación y quizás alguna hilada inferior, y la madera para el alzado. Esta primera cerca así levantada se debió ir sustituyendo paulatinamente por una estructura de piedra.

Esta circunstancia de una muralla de palenque en una villa fundada supuestamente en un momento de violencia banderiza para una mejor protección de sus pobladores, no puede pasar desapercibida a la hora de interpretar la presencia de esta cerca y relativiza de alguna manera la funcionalidad defensiva de estas estructuras.

Pero la inmensa mayoría de las villas contaron con murallas de piedra. Así lo atestiguan los lienzos conservados y los detectados a través de excavaciones urbanas. Aun así, tenemos que reconocer la dificultad de hacer generalizaciones, cuando incluso dentro de un mismo encintado podemos encontrar variedades en los aparejos y materiales empleados. Variedades y cambios lógicos, si nos enfrentamos a estructuras que han perdurado durante siglos y que se han ido adaptando a diferentes necesidades. Incluso la construcción de una cerca inicial podía durar muchas décadas, de ahí las dificultades de encontrar un proyecto totalmente unitario.

La piedra utilizada es básicamente caliza o arenisca, procedente de canteras cercanas. En muchas cartas puebla se menciona la orden de amurallar el nuevo núcleo de «cal y canto». La técnica constructiva más empleada —aunque no la única— es el sillarejo bastante bien trabajado, con bloques de considerable tamaño, especialmente en la cimentación y una tendencia clara hacia la formación de hiladas y a la regularización y cuidado de las caras externas, incluso en los casos de optar por aparejos de mampostería. Lo que sí es una tónica general es el empleo de las piezas más grandes y regulares en las caras externas y rellenar el núcleo del muro con material menudo, piezas de tamaños irregulares y apenas desbastados, unidos con abundante argamasa.

Belén Bengoetxea

 

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