Tertanga (aspectos generales)
Encontramos documentado ya este lugar de Arrastaria en los siglos XI y XII, cuando el noble Don Lope Sánchez ofrecía al Monasterio de San Millán el monasterio de Santiago de Langréiz, con sus manzanares en tierras de Orduña, unas eras de sal en Salinas de Añana y posesiones en Tertanga, Corcuera, Villamaderne y otros lugares; en 1124 Don Iñigo López de Llodio, hijo de Lope Sánchez, ampliaba la donación de su padre al monasterio emilianense.
La parroquia de Tertanga figura en 1257 en la carta del obispo Don Jerónimo Aznar; se cita en tercer lugar entre otras iglesias próximas, seguramente por orden de importancia. Aparecen, en efecto, en el documento las parroquias de «Odélica, Urrunu, Tertanga, Artómaña, Aloria y Aruietu»; y cuando en el siglo siguiente, en 1321, pleiteaban la Colegiata de Armentia y esas iglesias de Arrasatia sobre la participación del cabildo armentiense en los diezmos de vino, uvas, manzanas y sidra, Délica tenía siete clérigos al servicio de su parroquia, Tertanga tres, Artómaña otros tres, dos Aloria y uno Arbieto.
En el siglo XVI había un solo beneficiado en la iglesia, acaso porque Tertanga contaba entonces con diez y siete vecinos ante los cien de Délica, los veinticuatro de Artómaña y los quince de Aloria. La ración del beneficiado de Tertanga valía entonces treinta fanegas de trigo y ochenta cántaras de vino; también participaban en los frutos decimales de Tertanga «los frailes de la Estrella», sin duda por alguna donación medieval. Por entonces percibía Tertanga sus diezmos y primicias en trigo, cebada y otros granos, vino y corderos.
En el siglo XVII se mantenía la población de Tertanga en menos de veinte vecinos, según consta en la relación de pagadores del reparto de 1630; pero al mediar el siglo había pasado ya de veinte, cifra que se mantenía en el siglo XVIII. En el censo de 1786 figura Tertanga con 122 habitantes y dos clérigos en su parroquia y, a comienzos del siglo XIX, con veintidós vecinos.
Entonces se hallaba recién construido el nuevo «Camino del Señorío» por Orduña, que aproximó a Tertanga tan importante ruta. El antiguo, el «Camino Viejo de la Peña» subía al Este de la actual carretera desde la Venta de Arbín hasta el «espino de la hermita arruynada de San Bartolome», después de sortear, mediante fuertes vueltas, el desnivel entre la venta y el lugar de la ermita, ya entonces derruída; al construirse el nuevo camino, el paso de los viajeros se acercó hacia Tertanga, lugar que, con sus términos, figura en el tramo sexto del proyecto de Don José Santos Calderón director de la obra. En el plano número 6, fechado por Calderón en 1769 aparecen, en efecto, Tertanga, la «casa de Presilla» y la «venta de Arbín». Desde que se construyó el nuevo camino, los vecinos de Berberana y Tertanga exigían derechos de herbaje a los ganados que pasaban por él «sin eximir aun a la Cabaña Real de Carreteros», que siempre había sido libre.
La situación de Tertanga en la bajada del puerto de Orduña hacia el mar, motivó el paso por el lugar y el acantonamiento de tropas en el pueblo durante las guerras del siglo pasado.
En octubre de 1808 se encontraba en Arrastaria un importante destacamiento español que precisaba raciones de pan, paja para las bestias, leña y «demás utensilios», por lo que el concejo del valle tomaba medidas para su suministro en sesión del 30 del mismo mes. En Unzá se encontraba, en tanto, el Coronel de Cangas de Tineo, que pedía a Arrastaria dos cabezas diarias de ganado mayor; el concejo respondía a esta demanda expresando las dificultades para aportar el cuantioso suministro que precisaban las tropas establecidas en el valle, excusando su envío a las situadas en Unzá en Urcabustáiz.
El rompimiento de las líneas españolas en Zornoza el 31 de octubre, cuando Napoleón reorganizaba los planes de guerra en la Península, motivó el asentamiento de numerosas tropas francesas en Tertanga y su monte llamado «Encinal», durante los días dos al siete de noviembre del mismo año 1808. En tan duro trance, Tertanga hubo de suministrar al ejército francés 8.300 raciones de pan, otras tantas de carne y vino, más 830 cargas de leña y ocho fanegas de alubias.
La noche del 29 de diciembre y la mañana del 30 del mismo año, se alojaban de nuevo en Tertanga quince oficiales y un batallón francés; y el 20 de diciembre los vecinos de Délica y Tertanga se habían visto obligados a practicar «la abertura y rompimiento de la nieve de la Peña y Sierra hasta llegar a Berberana, para que pasasen dos batallones y equipajes de la tropa francesa».
Al final de la contienda se encontraba Arrastaria libre de las incursiones francesas; y en Tertanga, como lugar seguro, se celebraban las Juntas Generales de ílava el 27 de mayo de 1812.
Durante la primera guerra carlista, aparte de las movilizaciones y aportaciones de víveres reflejadas en los libros de acuerdos y decretos del valle, Tertanga fue saqueada en las últimas etapas de la contienda, cuando «bajó a Tertanga la columna del General Espartero», según se lee en la documentación parroquial; entonces desaparecieron los libros de su archivo, alhajas, ornamentos y objetos de culto de la iglesia.
Después de tales avatares, al mediar el siglo pasado, contaba Tertanga con veinte casas en sus dos barrios de Abajo y Arriba, diez y nueve vecinos, 94 habitantes y dos beneficiados en su parroquia; tenía un molino y su producción mayor radicaba en el cultivo de cereales y en la elaboración de chacolí.
A comienzos del siglo actual había en Tertanga 132 habitantes y treinta y dos viviendas; acaso había producido este ascenso la explotación de la cantera de yeso de Basaldúa que contaba con un cable aéreo movido por una máquina de vapor y hasta treinta operarios. La llamada «Venta de Tertanga» se encontraba asimismo en plena vigencia en los primeros años de 1900.
En 1930 vivían 109 habitantes en el núcleo principal del lugar y 10 en la Venta de Abajo; la población de 1950 llegaba a 133 habitantes, pero disminuía a 116 en 1970 y 112 en 1983. El padrón municipal de 1986 arroja un total de 113 habitantes.
Junto a la iglesia de San Cristobal, y destacando entre las restantes edificaciones de Tertanga, se eleva la casa solariega e infanzona de los Zaldívar, noble construcción con cubos en sus ángulos y antigua cerca de piedra.
Aunque la carencia de libros parroquiales nos impide relacionar directamente a los Zaldívar con obras y fundaciones en la iglesia de Tertanga, el linaje se encuentra perfectamente documentado en la parroquia de Orduña. Sabemos por diversos instrumentos de este archivo que Don Juan de Zaldívar, procedente del palacio de Tertanga, compraba en 1619 la segunda capilla de la nave derecha en la iglesia de Santa María de Orduña, capilla que había pertenecido a los Aguinagas y Arbietos. Esta capilla pasó en el siglo XVII a los marqueses de Villareal por matrimonio de Doña Antonia de Zaldívar, nieta de Don Juan el comprador de la misma, con el marqués Don Francisco Díaz Pimienta. Cuando en 1689 se visitaba el palacio infanzón de Tertanga en las pruebas para el ingreso en el Orden de Calatrava de Don Juan Díaz Pimienta, tenía en la cerca «una puerta de arco» con escudo de piedra; mostraba éste, a la diestra «un árbol con una corona encima y quatro lobos, dos a cada lado, al lado izquierdo, una cadena pendiente del árbol con una caldera», y estaba orlado con una cadena eslabonada. Hoy no quedan restos del arco de entrada ni de la piedra armera de los Zaldívar en su solar de Tertanga.
Procedía también de Tertanga Don Diego de Garnica, natural del lugar y enriquecido en Indias, que testó a San Francisco de Quito el 26 de enero 1730 y fundó una capellanía en Tertanga dotada con «quatro mil pesos escudos de plata antigua de a ocho reales de esta especie», cuya documentación se ha perdido al desaparecer los libros de la parroquia.