
Orduña y los señores de Ayala

Uno de los aspectos mejor analizados por Armona es el de las relaciones conflictivas que Orduña mantuvo con los señores de Ayala, lo que él llama «pretensiones y sucesos de los tres Ayalas respecto a la Ciudad de Orduña».
La primera de las disputas descritas, es la que enfrenta a la ciudad, entonces villa, con Fernán Pérez de Ayala por la jurisdicción de las aldeas de Délica, Artómaña, Aloria, Tertanga y Arbieto. No cita el erudito ayalés la aldea de Zamarro, que también aparece en el proceso judicial y que hoy casi nadie conoce. Las sentencias de los años 1380 y 1390, que se reproducen parcialmente en el manuscrito, suponen un triunfo claro del poder señorial sobre el municipal. En una situación de expansión del señorío, consigue la jurisdicción sobre las aldeas de Arrastaria, situadas geográficamente en el valle de Orduña, que no deja de ser una unidad física, rota exclusivamente por intereses políticos encontrados, en lo que fue una lucha por el control del territorio en la comarca del Nervión durante la Baja Edad Media.
La preponderancia del señor de Ayala en la comarca se refleja bastantes años después con la actuación del mariscal García López de Ayala, alcaide del castillo de Orduña, que se apoderó de la ciudad con el beneplácito de Enrique IV, favor revocado más tarde por los Reyes Católicos el 5 de diciembre de 1476.
Durante unos meses más, el señor de Ayala sigue ocupando la ciudad y causando importantísimos daños. De resultas de esta ocupación se dictó sentencia el 27 de junio de 1477 que Armona no debía de conocer porque no la cita, por la que se condenó al mariscal, a su mujer María Sarmiento, a su hijo Fernando y a otros a durísimas penas por haber ocupado Orduña, sus casas, robar diversos bienes y destruir los campos y huertas, todo ello por un valor de veinte cuentos de maravedíes. La tercera ocupación de Orduña por un Ayala se produjo con ocasión de la guerra de las Comunidades, en 1520, cuando el conde de Salvatierra, Pedro López de Ayala, se levantó en buena parte de las montañas de Burgos, ílava y la Rioja, a favor de la Junta de Comuneros.
Aunque no aporta muchos datos de este conflicto en relación con Orduña, sí conoce las consecuencias que tuvo para la ciudad en lo que afecta a una de sus construcciones más emblemáticas, el castillo, derruido por los propios orduñeses para impedir que desde él se pudiese atacar el núcleo urbano.
Aunque no se extendió Armona en demasía sobre la presencia de los Ayalas en Orduña, creemos que captó bien la importancia que la existencia de un poderoso sector nobiliario de la comarca acarrea en el devenir de la ciudad, siquiera fuese en los tres momentos históricos que describe con un cierto desorden expositivo.
Juan Ignacio Salazar Arechalde