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Mosaico histórico de la CIUDAD de ORDUÑA (IV)   

Mosaico histórico de la CIUDAD de ORDUÑA (IV)   

El siglo XVII. Obras y patronatos.

A comienzos de este siglo se levanta el campanario de Santa María, mientras los conventos de Santa Clara y sobre todo el de San Francisco van tomando cuerpo en las fábricas de sus iglesias y en los nuevos asentamientos de sus comunidades; pero el 28 de diciembre de 1628, un nuevo incendio hacía presa en la parroquia de Santa María, que exigió la erección de un nuevo retablo.

La erección del Colegio de los Padres Jesuitas en el flanco Sur de la plaza  principal de la ciudad, fue el acontecimiento que iba dejar más huella. Orduña tenía entonces unos 300 vecinos. En este tiempo Don Juan de Urdanegui, marqués de Villafuerte, intentaba elevar a colegiata la iglesia de Santa María, dotándola convenientemente para que sirvieran sus beneficios los hijos de la ciudad; pero los jesuitas de Lima consiguieron de Urdanegui la fundación y erección de un colegio ”ab initio” en lugar de una colegiata canónica; y el día de San Ignacio, de 1694, se dedicaba la iglesia del nuevo Colegio a la que, la víspera, se había trasladado el sacramento.

Don Juan de Urdanegui, bautizado en San Juan, el 25 de enero de 1619, había muerto en Lima en 1682. Urdanegui “para habituarse a escribir” estuvo dos años en casa del escribano Lorenzo de Zorroza y, con apenas 18 años, embarcaba en Portugalete, al amparo del almirante Salcedo, su pariente.

En 1638 sentaba plaza como soldado en la compañía de Juan de Lozano, donde vivió año y medio; pasó después a la Armada del almirante Salcedo, e hizo un viaje al fuerte de Arica y otro al Reino de Tierra Firme con el Tesoro Real. En 1654, ya capitán, se encargaba de reforzar de hombres y bastimentos los castillos de Portobelo. La personalidad de Urdanegui se manifestaba no sólo en el ejército y en la armada: fue caballero de gran estimación en la casa del virrey Conde de Alba de Liste y, en el virreinato del conde de Santisteban, administrador de los Almojarifazgos del puerto de Callao. Su acierto en este cargo acrecentó el comercio, asegurando 113.000 pesos anuales de derecho “fructificando antes cinquenta y dos mil pesos”. Fue, por todo ello, Almirante y General de Callao en la Armada del Sur, y Alcalde ordinario de Lima, donde tuvo por mucho tiempo la vara de Alguacil mayor de la Inquisición, moría en 1682, vistiendo el hábito de la Compañía de Jesús, en la que ingresó pocos días antes de morir.

Tres años después de morir, dos Urdaneguis recibían los hábitos de Santiago: el hijo del general, Don José de Urdanegui, con 8 años de edad, y su sobrino Santiago de Urdanegui Villachica, natural de Bilbao y al que Urdanegui había llevado a Perú a casarlo con una de sus 4 hijas.  La cofundadora del Colegio de Orduña, Doña Constanza de Luján y Recalde, sobrevivió a su marido. Había nacido en Lima en 1637; era hija del maestre de Campo y gentilhombre de Felipe IV, Don Francisco de Oviedo Sigoney y Luján, y de Doña María de Recalde, hija de Don Juan Fernández de Recalde, presidente de la Real Audiencia de Quito.

En el siglo XVII se afianzaban en Orduña los conventos de San Francisco, en su nuevo edificio,  y el de Santa Clara en su reciente fundación. En relación con este último convento se encuentran interesantes contactos de sus monjas con Flandes y con las regiones del Rhin.

El orduñés Don Mateo de Urquina, secretario de Guerra en los Estados de Flandes, secretario de Cifra del archiduque Alberto y secretario, también, de la “señora infanta” Isabel Clara Eugenia, gobernadora de Flandes, construía una capilla en el convento de Santa Clara, mandando diversas reliquias con destino a la misma. Este personaje edificaba una casa en c/Burgos, donde vivía ,en 1625, su hijo Juan de Urquina.

Una hija de Don mateo era priora del convento del Carmelo de Colonia.

Viejos apellidos ejercían los patronatos de las capillas y fundaciones orduñesas erigidas en el siglo XVI. La capilla de los Aguinagas, Arbietos y Zaldívar pasaba al apellido Díaz Pimienta, por matrimonio de Doña Antonia de Zaldívar, con Don Francisco Díaz Pimienta y Valdecilla, marqués de Villarreal. Doña Antonia descendía de la casa de Zaldívar de Tertanga “atorrada” e infanzona “con su escudo de armas y su cerca” . Su marido el marqués de Villarreal era “superintendente de las fábricas y plantíos del Señorío de Vizcaya”, se hacía cargo en 1673 de las memorias y obras pías fundadas por Aguinagas y Arbietos en la capilla de Santa María, comprada por los Zaldívar. Los Ortés de Velasco continuaron en el patronato de la capilla de la Inmaculada durante todo el siglo XVII. De esta familia destacaron en el patronato Don Alonso Ortés de Velasco, visitador de la Orden de Santiago; su hijo Don José Ortés de Velasco y el hijo de este Don Íñigo Ortés de Velasco y Berrio, capitán de infantería en Cataluña en 1692.

Los Luyandos de Orduña obtuvieron el puesto de meninos en la corte de felipe IV siendo muy niños aún. Don Diego de Luyando Hurtado de Mendoza, era caballero de Calatrava y menino de la reina a los 14 años y en 1649 fue gentilhombre de boca de Felipe IV. Su hermano José, caballero de Calatrava a los 8 años, llegaría también a ser gentilhombre de boca del rey, y a secretario del archiduque Leopoldo. Otro hermano, también menino de la reina Doña Isabel de Borbón, era caballero de Alcántara a los 12 años. La madre de estos últimos, Doña Casilda Manrique de Luyando, viuda de Don Juan Ortiz de Zárate, dama de honor y guardamayor de las damas de la reina Doña Isabel de Borbón.

En ese tiempo vivía en Orduña, Don Martín de Garaondo y Luyando, teniente general de la Armada real y Ejército del mar Océano y regidor perpetuo de la ciudad de Logroño que, en 1673, fundaba 12 aniversarios cantados en Santa María y colaboraba, con su aportación económica, a la erección del campanario de dicha iglesia.

En 1670 llegaban a Orduña desde Manila, por mediación de dos vecinos de Los Ángeles (es decir por la llamada “vuelta de Acapulco”), las mandas del orduñés Don Andrés de Echegoyen para el hospital de San Lázaro, dote de doncellas y otras obras pías. En 1591 se recibía un acetre de plata enviado desde las Indias por el capitán Don Diego de Berrio (de Lendoño de Arriba). Los Berrio tenían capilla en San Francisco de Orduña, con la efigie de San Diego. El orduñés más destacado en las Indias en el siglo XVII fue un lego franciscano: el venerable Pedro de Bardeci Aguinaco, nacido en Orduña en 1641, que llegó a las Indias con sus hermanos Francisco y José, se dedicó al comercio en Méjico, estuvo en las minas de Potosí y tomó por último el hábito franciscano en Santiago de Chile, donde moría en 1700.

En los Países Bajos actuaba como veedor de las armadas de Flandes, en 1644, el orduñés Don Alonso de Ullívarri y Larrea; en Palermo ejercía como secretario real, en 1684, Don Antonio de Retes Ciordia, cerca de la persona del virrey conde de Santisteban; y, al comenzar el siglo, servía en Milán al virrey conde de Fuentes, Don Lucas de Romarate, a quien dejaba el virrey en su testamento 300 ducados anuales por toda su vida; su nieto, Andrés de Orive Romarate fue caballero de Santiago, en 1659.

En el reinado de Felipe III vivió y sirvió como secretario real el orduñés Don Clemente de Ochandiano. En la corte de Carlos II se encontraba el capitán Don Antonio de Odiaga y Lezama cuando encargaba al platero del rey la magnífica custodia de Santa María para el culto en las fiestas del Corpus, en 1684.

Nacieron también en Orduña el canónigo de Mondoñedo, Don Diego de Varona o prelados como el obispo de Salamanca, Don Juan Ortiz de Zárate  y Don Manuel Antonio Jiménez Bretón.

Cuando se proclamó rey de España y señor de Vizcaya, el 6-1-1666, al morir el rey Felipe IV, a Carlos II, el concejo orduñés había convocado a todos los hombres capaces de llevar las armas, y nominalmente a los representantes de las familias más nobles de la ciudad.

Al acto de “levantar el estandarte “por el nuevo rey debían presentarse todos los hombres armados de la ciudad, con “espada, daga, mosquete o arcabuz de mecha, 2 libras de querda encendida, 2 libras de pólvora, sus frascos y 24 balas, que son las armas ordinarias que debe tener siempre cada vecino”. La gente así armada llevaría a su cabeza a Don Antonio de Luyando Butrón y Múxica; y como capitanes de compañía de 100 infantes cada una, a Don José Ortés de Velasco y Hurtado de la Puente, caballero de Calatrava y señor de los solares de Arbieto y de la Puente, a Don Álvaro de Ribaguda y Luyando, a Don Francisco Díaz Pimienta y a Don Antonio de Llano Velasco, citados todos en capillas y obras en los templos de Orduña.

Fuente: Catálogo Monumental de la Diócesis de Vitoria (Tomo VI), Micaela Portilla.

 

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