CRONOLOGíA ORDUÑESA, siglo IX
CRONOLOGíA ORDUÑESA, siglo IX: en las dos redacciones de la Crónica de Alfonso III aparece Urdina: Orduña[1]. La Crónica de Alonso el Católico dice: «que Orduña no hubo menester de poblarla este rey, porque era ya entonces mucho poblada e rica en homes e en castillos»[2]. Para el cronista la cosa es clara: Alava, Vizcaya, Alaon y Orduña eran parte del reino asturiano, por eso puso asentar allí inmigrantes pero no lo hizo y por ello quedaron en posesión de sus naturales[3].»No es aventurado suponer la existencia en Orduña de monasterio o iglesia»[4]. «Orduña pertenece al núcleo fundacional de Castilla, la antigua Cantabria»[5]. Año 802: «Se traslada la diócesis de Oca a Valpuesta, siendo d. Juan su obispo, y se extiende…….y todo lo que confinaba por aquella parte con el obispado de Alaba. Alfonso el Casto confirmó las adquisiciones hechas en 791-842 por d. Juan, desde el rio Orón hasta la Peña de Orduña»[6]. Año 804, 21 de Diciembre: Se cita a Orduña en el fuero que a la iglesia de Sta. Mª de Valpuesta dio reinando en Oviedo, Alfonso II el Casto[7]. Año 804: Aparece el nombre de Orrundia en un diploma de Alfonso II el Casto, tenida por algunos por Orduña[8]. Año 866: Primer documento escrito. Cronicón del obispo de Salamanca, Sebastián: Alava, Vizcaya, Alaón y Orduña siempre fueron poseídas por sus naturales»[9]. Año 873: El Conde Diego sucede a su padre Rodrigo, también conde. Sostiene el P. Urbel que Orduña fue de este conde[10]. Años 873-883: «Diego, Conde de Castilla concede iglesias y propiedades en torno a Angulo, Salvada ¿Urduñico?, Madaria, Salmantón»[11]. Siglo IX-X: Los límites de la diócesis de Valpuesta y Alava no se sabe dónde incluían a Orduña[12].
[1] Vizcaya en la Alta Edad Media, pg. 100
[2] Nombela
[3] Vizcaya en la Alta Edad Media pg. 100
[4] Balparda I, pg. 242
[5] Balparda, pg. 174
[6] Labayru I. pg. 156
[7] Rdez. Herrero, en Estudios Vizcaínos, pg.360
[8] Balparda I, pg. 247, nota 111
[9] Iturriza, pg. 438
[10] Cámara, pg. 18
[11] Vizcaya en la Alta Edad Media, pg. 102
[12] Balparda I. pg. 246