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La crisis bajomedieval (Introducción)

La crisis bajomedieval (Introducción)

La cuestión de la identidad vizcaí­na de Orduña nos ha obligado, por no interrumpir el desarrollo de un proceso a extendernos en el tiempo y adelantarnos a los acontecimientos; los conflictos violentos a los cuales nos hemos referido se explican, como ya apuntábamos, en un contexto que ahora intentaremos analizar: el contexto de la crisis bajomedieval.

Para ello retomaremos el hilo en el punto donde lo habí­amos dejado; un balance de los resultados de la coyuntura expansiva del siglo XIII nos dará el punto de partida para comprender los cambios de la centuria posterior.

Orduña, como veí­amos, no era en absoluto ajena a la reactivación económica de la costa cantábrica, estimulada por su situación de paso entre una Corona de Castilla produc­tora de materias primas y en progresivo enriquecimiento por el aprovechamiento de las tie­rras sureñas ganadas a los musulmanes, y el Norte de Europa elaborador de productos ma­nufacturados. La villa orduñesa –como las otras que surgen en este siglo– nacerá como el resultado del protagonismo que adquirirá esta región periférica, y en ella se establecerá esa pugna entre modernismo (actividades preindustriales y mercantiles, tendencia a la indivi­dualización…) y arcaí­smo (base económica agropecuaria, familia extensa como grupo de producción y posesión de bienes, etc.)

Uno de los factores, sin embargo, que apuntando ya en este cambio de siglo jugará un importante papel en la historia del señorí­o en los siglos bajomedievales es el de la territo­rialización. Este fenómeno supondrá la culminación de otro, el de la aculturación, que ha venido caracterizando la historia de Bizkaia, y en el que Orduña desempeñaba un impor­tante papel que ya hemos señalado anteriormente. El proceso de territorialización se desarrollará desde mediados del s. XIII hasta finales del XIX, para consagrarse en el XV, y se pone de manifiesto a dos niveles: a nivel de grupo familiar, y a nivel de comunidades lo­cales.

Podrí­a parecer, a priori, que en nuestro caso nos interesa exclusivamente el segundo nivel; es cierto que Orduña, como ocurrirá en general en todo el señorí­o, experimenta un proceso de concreción de su propia área de influencia. El mismo hecho de su fundación su­puso su consolidación como una entidad de población dotada de una autoridad concreta dentro de unos lí­mites territoriales igualmente definidos. Varios aspectos destacan en el de­sarrollo posterior de esta entidad: por un lado, la necesidad de resolver los múltiples pro­blemas derivados del aprovechamiento de los espacios (pastos, montes, cultivos, aguas…), de defensa, de fijación de pesos y medidas, de convivencia… Por otro lado, los enfrenta­mientos que protagonizará con las entidades de su entorno en un intento de consolidar sus lí­mites territoriales y jurisdiccionales. La diferencia de madurez del proceso de Orduña y los núcleos circundantes darán lugar a conflictos que comentaremos en este capí­tulo.

Pero también la territorialización a nivel familiar afectará a la vida de Orduña en la Baja Edad Media. Se produce la instalación en solares definidos de fracciones del gran gru­po doméstico; el territorio vizcaí­no empezó a poblarse de casas fuertes, y las rivalidades que se suscitarán entre los diferentes linajes por causas que posteriormente comentaremos implicarán a la población orduñesa al igual que ocurrió en otras villas.

A partir de principios del s. XIV los documentos dejan entrever dificultades: escasez de hombres, los primeros despoblados, tensiones sociales… En una coyuntura de crisis se superpone la intensificación de las luchas intestinas de la nobleza, fruto del malestar eco­nómico. Será habitual la usurpación de tierras y bienes comunales por parte de los hidalgos a los municipios, e incluso algunos intentarán conseguir el señorí­o de ciertas villas. Orduña, como hemos visto, sufrirá la insistencia de los señores de Ayala por incluirla en su jurisdicción.

 

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