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Los germanismos del español (Andrés de Poza)

Los germanismos del español (Andrés de Poza)
  1. asdTopónimos vascos en España (Cap. VI)

Establecida ya en los capí­tulos precedentes la sucesión de lenguas en España, se va a dedicar Andrés de Poza en estos capí­tulos que siguen al estudio de los topónimos –y antropónimos a veces– de la lengua «bascongada», y de las demás lenguas que se hablaron en mayor o menor ex­tensión del territorio.

Empezará por el estudio de una considerable lista de etimologí­as vas­congadas de topónimos y antropónimos hispánicos, en general bastante fan­tásticas. El Licenciado Poza parece haberse inspirado bastantes veces para su estudio en el maestro Garibay, a quien cita en más de una ocasión, en uno de los aspectos menos válidos de su obra.

Joaquí­n Gorrochategui ha analizado sistemáticamente, y con detalle, todas estas etimologí­as «vascongadas» del Licenciado, en su artí­culo ya citado: «Andrés de Poza y el Euskara» no tanto porque las considere válidas la mayorí­a, sino por la información acerca del euskera del siglo XVI que pueden proporcionar.

Muy de acuerdo en general con este análisis –lo que nos exime de repetirlo– creemos poder deducir del mismo:

  • que pocas de estas etimologí­as son aceptables hoy; algunas, no obs­tante, van muy en la lí­nea con las correspondientes etimologí­as que hoy se siguen manteniendo, así­ para «gargoris», para «Iturica» o la de «Gasteyz», en relación con «gazte», joven, que ha defendido hace muy pocos años Alfonso Irigoyen en su amplio y erudito trabajo: «Sobre el topónimo Gasteiz y su entorno antroponí­mico».
  • que algunos de los términos que Poza trata de interpretar mediante la lengua vasca siguen siendo oscuros o problemáticos, como: «balsa»‘;
  • que sin embargo, los datos «vascos» en cuanto a la lengua en que se apoya el Licenciado de Orduña son en general bastante seguros, confirmando así­ –añadimos– lo que Luis Michelena habí­a escrito anteriormente –y suponemos que refiriéndose sobre todo a sus eti­mologí­as vascas–:

«Les essais étymologiques de Poí§a sont toujours peu convencants, trop sou-vent saugrenus, mais le données linguistiques concretes qui en constituent le fondement sont rarement fautifs»192

En algún caso creemos que el profesor Gorrochategui no ha agotado su análisis, tal vez sí­ desde su perspectiva, por ejemplo:

  • en el caso de «Asturias» (n.° 12), en que no recoge el hecho de que Michelena ya habí­a tomado en consideración –en su FONETICA HISTORICA VASCA193–, el dato de la «a» larga de que habla el autor;
  • en el caso de «aguina», «agina» (n.° 2), en que tampoco cita el tes­timonio de Garibay de que: «aguina…diente, y á la muela «lataaguina», cuya «a» larga no le pare­cí­a justificada a Michelena.

Volviendo al texto de Andrés de Poza, nuestro autor nos ofrece en al­gunos casos más de una propuesta etimológica, dejando la elección incluso al lector, desapasionamiento que no creemos es debido a cierto desinterés para con la temática, en absoluto, sino al convencimiento de lo oscuro y com­plicado de algunas etimologí­a.

Un caso particular de estas aparentes polivalentes etimologí­as es el de la del Rey Luso = largo de estatura, y su posterior derivación fantástica en «Lusitania». Nuestro apologista lo explica así­:

«Luso, Rey de las Españas, significa en vascuence, un hombre largo de es­tatura, y de este tomo la palabra la Lusitania, ora porque se le dió su sitio entre los nos Duero y Guadiana, ora porque está puesta al largo del mar, o quizá por alguna otra ocasión, que en los nombres propios pocas veces se alcanza». (f. 16 v).

Esta variedad de propuestas del Licenciado, nada dogmática, que aca­ba en la frase un tanto «escéptica» que hemos subrayado, muestra – creemos– una reflexión de valor lingí¼í­stico: la dificultad etimológica de los nombres propios –y de los topónimos por tanto– la cual dificultad reside en que tales nombres: «…carecen propiamente de significado, sólo tienen referente».

De ahí­, proseguí­a el hoy desaparecido lingí¼ista, la necesidad de recu­rrir muchas veces a buscar paralelos en otras lenguas: «Busturia» = bost uri, como «Pentapolis», «Las Cinco Villas», etc..

También Andrés de Poza recurre algunas veces en su obra a paralelos que apoyen sus propuestas etimológicasl9s

En resumen, creemos que es un mérito innegable de nuestro autor el haber percibido esta dificultad intrí­nseca y caracterí­stica de las etimologí­as de los nombres propios, y de los topónimos, por tantol9a bis

Otro aspecto interesante de las etimologí­as vascas de Poza es que a ve­ces nos recuerdan datos históricos-culturales de interés, así­ por ejemplo, al proponer la etimologí­a antes mencionada de «Osca»=»muesca o golpe» (f. 19 r), no deja el Licenciado de mencionar la Universidad que en ella fundó Sertorio. El hecho de esta fundación ha sido considerado por Antonio To­var, y otros, como determinante de la Romanización de Aragón y Este de Navarra. El mismo Poza nos insistirá luego en la importancia de la mis­ma (cap. IX, f. 25 v).

Joaquí­n de Gorrochategui ofrece al final de su artí­culo una sí­ntesis valorativa del Euskara de Andrés de Poza, la cual hemos resumido ya anteriormente.

El Licenciado Poza termina este capí­tulo VI con una especie de resu­men o formulación general de cuáles son las poblaciones de nombre vas­congado:

«En conclusión, desta nuestra lengua son todos aquellos vocablos que se acauan en ona, como son Barcelona, Barcinona, Pamplona,… (…)… Esto mismo diremos de los nombres que acaban en uria, o Iria, que en Bascuence significa poblacion o villa, del qual numero son entre otros Ilacuri, Gracuris…(…)…Y en el de Briga…». (f. 19 v-2 o r).

Además de lo erróneo de que todo topónimo terminado en «-ona» sea vascongado, como vemos en su enumeración, recoge el Licenciado las dos terminaciones de topónimos hispánicos más en relación con la lengua vasca: la de -briga, no vasca, naturalmente; la de -uri, -iri, vasca, y quizás ibérica a la vez.

Creemos que el maestro Garibay entrevió mejor la importancia de es­tos dos últimos sufijos toponí­micos, por lo cual le hemos valorado como pre­cursor del Humboldt de «Primitivos…»201

  1. Topónimos vascos en la Iberia Asiática (Cap. VII)

Al hablar de las etimologí­as vasco-armenias de Garibay hemos men­cionado el equí­voco inicial que –según A. Tovar– dio pie a la teorí­a de la relación entre las dos Iberias en los escritores clásicos.

Nuestro Licenciado no se contenta aquí­ con seguir la lí­nea de Garibay y otros, sino que asegura que se dio una colonización de la Iberia Asiática por los antiguos españoles «segun escriuen Prisciano y Dionisio Alexádro», lo cual nos lo demostrará Poza mediante el examen de los nombres de las villas y poblaciones que allí­ fundaron que: «hallaremos ser de la significación de nuestra lengua Bascongada». (f. 2 o r).

Los tales nombres serán: «Ascura, Sura, Surta, Otseca…» etc., que figuran comentados en cal artí­culo de J. Gorrochategui.

Poza, una vez más, parece adelantarse a las fantasí­as de Larramendi, cuya falta de originalidad en esta temática ya hemos indicado anteriormente.

3.- Topónimos no vascos de la Iberia Occidental o His­pánica (Cap. VIII al XII)

A continuación, Andrés de Poza va a realizar un breve examen de los restos lingí¼í­sticos diversos –onomásticos fundamentalmente, pero no exclusivamente– dejados por Griegos, Latinos, Germánicos y Africanos en la Iberia Occidental o Hispánica.

3.1.- Restos de la lengua Griega

Comienza el Licenciado –siguiendo la sucesión de lenguas que ha de­jado establecida en el cap. V– por los Griegos (Cap. VIII).

Se percibe de nuevo la no excesiva simpatí­a del de Orduña hacia ellos, entre otras cosas, al preferir para el término «España» una etimologí­a bascongada, y no griega, como al parecer se defendí­a en la época.

«España, Esbana, en Bascuence significa tierra de buena labia y lengua» (f. 22 v).

Tras unas consideraciones sobre la elegancia y substancialidad de la Len­gua Española –tema que desarrollará en el cap. XII aplicado estrictamente a la Lengua Vasca– nos indica Poza una serie de poblaciones griegas, entre las cuales: «Salamantica o Elmantica, Achata o Gata, Rota o Rodas, Cabo de Denia», etc.. la mayorí­a de las cuales ciudades o denominaciones de lugares sí­ parecen haber sido tenido origen griego.

Pero aún más acertado vemos a Poza al final del capí­tulo, al ofrecernos una lista de nombres comunes de origen griego: «...que todaví­a nos han quedado en el romance’ (f. 25 r).

Recogemos la lista, por su brevedad: «Artesa, cara, tio, estradiota, palabra, sauanna, espada, tomo, cama, chilindrón, andar, moí§o, tiro, tomar, hongo, rio y finalmente beodo, que añada en relación, errónea, con las naciones «Beoticas»». (f. 25 r).

En esta ocasión nuestro autor no considera haber agotado el tema –como en el caso de los germanismos, que veremos luego– pues asegura a continuación: «… y otros muchos vocablos que se podrí­an juntar de la misma lengua grie­ga..». (f. 25 r) .

De los 17 términos, al menos 8 ó 9 son grecismos, los que hemos subrayado –si bien en más de un caso, llegados ví­a latina–. Otros tres términos no lo son, pero su etimologí­a resulta hoy –cuatro siglos después– bastante oscura: «tiro,..tira», que podrí­a ser voz de origen iraní­, pasada al léxico mili­tar romano»; «tomar», quizás del latí­n «(au)tumnare», pero no seguro’; o bien «moí§o», probablemente de la familia del vasco «motz».

En suma, no creemos que resulta un mal balance en la lista de grecis­mos de nuestro Licenciado, si bien el tema era probablemente mejor cono­cido que el de los germanismos que trataremos luego.

En el texto latino –f. 63 r y s.–, como luego en el cap. XVI, Andrés de Poza, olvidando al parecer su hostilidad anterior, nos sorprenderá afir­mando que los vascos somos de origen griego: «A Pelasgis Aetolix Populis mutuati sumus..». (f. 63 r).

En prueba de lo cual, ofrece algunas voces, griegas según él, que están vivas en nuestra lengua vascongada: «andra»=mujer, `mujer varonil» nos dirá en el texto castellano (f. 51 r); «gona» = «saya mujeril» (ibidem) .

Este supuesto origen griego le permite enlazar con el cantabrismo de Zaldibia y con otros temas legendarios de nuestra historia: la batalla de Padura; el origen griego de Garnica y Autrigones, junto con el de la costum­bre de jurar el pie descalzo. (f. 63 r y s., y cap. XVI).

3.2.- La lengua latina (Cap. IX)

Tras los griegos, vinieron los romanos, quienes sí­ lograron imponer su lengua «en buena parte del reyno», y de modo definitivo: «…con desuso total de la lengua materna que de primero tení­an’ (f. 25 y).

Poza nos resume los medios de que usaron para tal logro:

  • la fundación de una Universidad en Huesca;
  • la frecuencia de «presidios grossisimos, por el espacio de más de qui­nientos años..» (f. 25 y);
  • finalmente, mediante legislación lingí¼í­stica, (f. 26 r), «que ayudó mucho».

Poza nos aparece aquí­ con rasgos de «sociolinguiste avant le mot», en este resumen rápido de las razones del triunfo de la lengua latina.

Contiene, además, este breve, pero interesante capí­tulo, otra noticia de interés. Nuestro jurista parece haber observado una diferencia entre el Ro­mance de Castilla «ya deseado» (f. 26 r) –término que entendemos por «cam­biado, corrupto, evolucionado»– y el Romance de las Montañas, del que dice: «La qual lengua Romana, quanto mas a las montañas, tanto mas entera ha quedado y queda, y es mas allegada al latí­n…». (f. 25 v-26 r).

Y de nuevo ofrece en prueba una breve lista: «Lamia, dizen los montañeses por la bruxa, calamar, pendola, huer-co,…(…)…bueno, malu, sanctu, fagades, vengades, digades, &…». (f. 25 v-26 r) .

Además de que el Licenciado no parece haber reconocido en Lamia un término importante de la mitologí­a vasca, si bien de origen griego; «mega, buenu, sanctu», etc. nos hacen pensar que se estaba refiriendo nuestro autor al habla de la Montaña –es decir Santander– cuyo dialecto forma parte del dominio lingí¼í­stico Astur-leonés, conjunto de hablas occidentales de la Pení­nsula.

Los pocos vocablos que Poza nos ha ofrecido presentan algunos rasgos del Astur-leonés:

  • cerramiento de las vocales finales «buenu, malu»;
  • conservación de -d-, en las 2 as pers. de los verbos: «fagades», «di-gades», ;
  • por el contrario, el mantenimiento de la f-, en «fagades» no serí­a propio del habla de Santander, sí­ del Leonés occidental

Creemos que el dato es sobre todo revelador de Poza como hombre que atento a la variedad rica del lenguaje, sabe procurarse información directa o de campo, si bien en este caso no nos indique a sus informantes como lo habí­a hecho en el caso del albanés. (f. 13 v).

Podrí­a tratarse además de una mención bastante temprana de lo plrli cular de las hablas de la Montaña, y del Astur-Leonés.

Por último, y de nuevo en el texto latino, tras resumir Poza las razones de la Cantabria invicta –hasta los Romanos– (f. 64 r y s.), insistirá nuestro autor en la singularidad de nuestro pueblo, su lengua y sus costumbres en los términos siguientes: «Scilicet est in causa cur ab omnibus Europeis, tam sint lingua moribus atque amictu dissimiles..». (f. 67 r).

Texto que parece –en la parte que hemos subrayado– casi copie del que César dedicara a los Aquitanos en su De Bello Gallico, a la vez que nos recuerda que Poza se va a ocupar de estos aspectos.

En consecuencia, y ciñéndonos a lo lingí¼í­stico, destacamos en este capí­tulo:

  • su noticia del habla de la Montaña –y dialecto astur-leonés– cono más conservadora, más latina;
  • su insistencia en la singularidad de los vascos y su lengua: «Ab oil) nibus europeis…» Tema éste en el que enlaza con Tovar, y otros, en sus afirmaciones acerca del aislamiento de nuestra lengua:

` ..única lengua preindoeuropea de toda Europa occidental».

 

3.3.- De los germanismos del español (Cap. X)

Andrés de Poza ha merecido un elogioso segundo artí­culo de Eugenio Cosiriu titulado: «Un Germanista vizcaí­no del siglo XVI. Andrés de Poza y el elemento germánico del español». Se basa dicho artí­culo en el cap. X del libro de Poza, cuyo tí­tulo dice así­: «De la lengua septentrional de los Godos, Vuandalos y Alanos». (f. 27 r-28 r).

Como ya nos habí­a dicho Coseriu en Orduña, éste es el segundo as­pecto más notable del saber lingí¼í­stico de Poza.

Empieza Coseriu su artí­culo insistiendo en que este aspecto de Poza, de nuevo: «…no ha sido advertido hasta la fecha».

Nos recuerda a continuación el puesto de Licenciado en las clasifica­ciones de las Lenguas de Europa, en particular la relación con la familia ger­mánica. Coseriu considera como explicativos de tales logros los estudios del vizcaí­no en Lovaina, y su amplio conocimiento del Flamenco y alemán, ade­más de Italiano, Inglés y Francés.

Pero lo que en verdad justifica el artí­culo es lo que Poza dice acerca de los elementos germánicos del Español.

Por nuestra parte, hemos advertido anteriormente que la idea que Poza ya indica en el cap. V –de la escasa participación de la lengua de tales pue­blos en la constitución de la Lengua Española es la defendida aún hoy por la Filologí­a Hispánica.’

Nuestro Licenciado orduñés, tras criticar al principio del capí­tulo la gran ruina que tales pueblos causaron y su bestialidad, afirma que con todo no pudieron con la elegante lengua romana: «lo qual se hecha biíª de ver en los pocos vocablos que desta lengua se admitieron, y digo que son muy pocos». (f. 27 r).

Y es de notar la firmeza de Poza, quien parece estar muy seguro de lo que dice; así­, en el texto latino insiste de nuevo en ello: «Quas voces neq; multo plures vt reor Cimbricx Lingux mihi bene iti illa versato annotaueris». (f. 69 y).

Eugenio Coseriu, agrupando en su artí­culo las voces en unidades etimológicas, incluidas las del texto latino, considera que Poza ofrece 39 voces a las que atribuye origen germánico.

A continuación revisa estos germanismos de Poza según los Dicctclitii rí­os etimológicas de Garcí­a de Diego y de Corominas, concluyendo:

«…que los desaciertos de Poza corresponden al 33,33% de sus listas».

Nuestro Licenciado vizcaí­no asegura en su obra que es en los nombres de Reyes en donde más manifiesta ha quedado «esta lengua Gótica», y nc ~s ofrece unos cuantos ejemplos.

El profesor Coseriu nos recoge también estos antropónimos, de los que afirma seguidamente:

«Todos estos nombres, salvo Garcí­a y Vargas, son efectivamente germánicos, aunque las correspondientes explicaciones etimológicas de Poza, sean en su gran mayorí­a, erróneas o desatinadas».

Por un momento hemos creí­do que Coseriu no habí­a reparado en «Gueuara», que presumí­amos no germánico. Luis Michelena lo considero nombre indoeuropeo relacionable con el gótico «gibla» y griego «kephalé».

En el párrafo 4 de su artí­culo el profesor de Tubingen compara los ger­manismos de Poza, y la etimologí­a actual, con las listas de germanismos del español de dos autores hispánicos de su época: Bernardo de Aldreté, y Duartes Nunes de Leáo.

Estos dos autores, cuyas obras son posteriores en unos veinte años a la de Andrés de Poza, logran en la confrontación realizada por Coseriu unos resultados inferiores a los del vizcaí­no:

  • 51,28% de desaciertos, Aldrete;
  • de 35 a 37,5% Nunes de Leao.

Si bien no parece que éstos tuvieron conocimiento de la lista de Poza, ellos se refieren a listas ya propuestas por otros, mientras que Andrés de Po­za habí­a elaborado por sí­ mismo su propia lista. Por ello, afirma el autor del artí­culo acerca de la lista de Poza:

«También por esta razón sus resultados son excepcionales para su época…

Por todo ello, Eugenio Coseriu no duda en afirmar, en términos que nos evoca su conclusión acerca de las clasificaciones de las lenguas de Europa: … en lo que a etimologí­as germánicas se refiere, el casi desconocido y ol­vidado o maltratado Poza es superior al gran Aldrete y también al tan prudente Nunes de Leáo».

No dejará de indicarnos –en la n. 86– el articulista el diccionario que pudo haber utilizado Andrés de Poza para componer su lista de germanis­mos del Español.

En conclusión, Andrés de Poza se nos muestra como el primer germa­nista español del siglo XVI.

3.4.- Acerca del elemento árabe o africano. (Cap. XI)

Este capí­tulo nos parece uno de los más «desenfadados» de toda la obra. Le tocaba al autor –siguiendo la sucesión de lenguas venidas a la Pení­nsula–hablar del elemento árabe en el español.

Empieza distinguiendo la «algarabí­a» o árabe, de la lengua africana de la era de los Cartagineses, que confiesa no conocer. Este desconocimiento lo hace casi general en el texto latino correspondiente: «oed quale istud istud fuerit Chartaginiensium idioma, quod ego sciam nemo facile asseruerit…» (f. 68 y).

E insistirá, a continuación, en lo incomprensible de alguno de sus topó­nimos: Avila, Calpe, así­ como de los Antropónimos: Hanibal, Amilcar, Hasdrubal, etc.

Volviendo al texto castellano, cap. XI, el licenciado nos dice que una serie de palabras que incluso los escritores clásicos aseguran ser propias de Hispania, en realidad son de origen vascongado: … sin duda se deuen aplicar al Vascuéce, todas lasvezes que en el se halla concepto o significacion alguna, y esto mas en duda que no aplicarlos a lo Africano…» (f. 28 y).

De donde creemos poder deducir que en la época de Poza, lo que no era latí­n, griego, o árabe, era considerado «africano», término que parece re­ferirse a la lengua fenicia o púnica.

La razón última del Licenciado para considerar dichos términos vascon­gados reside en que ésta fue la lengua primera y general, por lo que la argu­mentación no está exenta de cierta circularidad.

Las palabras que nos va a presentar como prueba son: «lanca, lancear, gordo, coscojo, orma y hormazos»; y finalmente «ama, amo«.

Casi instintivamente nos sale el afirmar que en absoluto «suenan» a car­taginés, ni a «árabe».

En sí­ntesis, dos aspectos positivos parece aportarnos por el momento este curioso capí­tulo:

  • que algunas de las palabras por él consideradas vascongadas eran, al menos, particulares al latí­n hispánico (v. n. 224).
  • la dificultad de interpretación de los topónimos cartagineses.

Este último punto nos ha recordado una idea de Menéndez Pidal – repetida luego por otros estudiosos– la de la relativa transparencia de los topónimos vascos frente a los del resto de España y otros lugares. Lo expre­só así­ el gran lingí¼ista español: «… una cualidad notable de la toponimia vasca, la inmensa mayorí­a de sus nombres tienen un sentido claro para los que hoy hablan la lengua actual, mientras, por el contrario, la mayorí­a de los nombres del resto de España, como los de Francia e Italia, quedan inexpresivos, incomprensibles».

El Ldo. Poza afirmará al final del capí­tulo que: «… de la lengua africana mas moderna, a que llamamos algarabí­a, desta como es notorio, tenemos muchos vocablos tan conocidos, que ellos mis­mos se manifiestan…» (f. 30 r).

Esta afirmación parece una hábil salida para quien escribirá luego, en el texto latino: «Restabat uf de Arabica que oxtogintos apud nos consedit annos, non ni­hil diceremus, vera quia haec in omnibus suis que (sic) admisimus vocabula est per se satis nota, ego q; nullam illius habeo notitiam» (f. 70 r).

Tomado de MUNDAIZ

 

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