Hace diez años: Crónicas veraniegas (XIII) (26 y 27 de agosto 2010)
¡Ni fu ni fa! Sale el sol porque no sabe qué hacer. Amanece porque Dios quiere. Me levanto porque debo hacerlo (día 26). Sigo empeñado en terminar la documentación de las fachadas. Los días apremian. Me quedan aún tres calles que corresponden a la zona sur. Por ello he salido (10:30) dispuesto a hincarles el diente. He recorrido con detenimiento Calle Burgos y Calle Nueva (de esta sólo los números impares). La primera (dado su cariz comercial) conserva algunas casonas interesantes en tanto la segunda (donde yo nací) refleja lo que fue: casas agrícolas con animales en los bajos y forraje en los desvanes (payos). Hacer esto con algún detenimiento (aunque poco a poco voy mecanizando el trabajo) me lleva cerca de dos horas. A veces tengo que andar con un poco de cautela porque, quien no me conoce, me mira un tanto perplejo. En torno a las 13 doy por finalizado el recorrido y, por Getxa, subo hasta la más pequeña de las aldeas del valle (Cedélica). Tomo un refresco (en la fuente) y bajo por la carretera. Paso por delante de la casa de unos primos pero no hay nadie. ¡Hermosa vivienda y hermosa finca donde pasé muchos ratos en mi niñez! Aquí aprendí a segar, a trillar, a estar con gallinas, con vacas… Entonces se maduraba antes y a nadie se le acusaba de «explotación infantil». El asunto es que… ¡me lo pasaba bien! En torno a las 14:05 llego a casa. Una ligera ducha. Preparo la mesa. Comida tranquila. La tarde, como decía el poeta, «monotonía tras los cristales». Partido de baloncesto, algo de tele y escritura. He comenzado el último de los libros previstos.
Apesta el calor. ¡Bochorno! (día 27). Salgo decidido a terminar la documentación de las fachadas. Recorro los impares de calle Nueva y todo Kantarranas. No dejo de emocionarme al pasar frente al 31 de calle nueva. Mi casa natal. Rehabilitada totalmente. Desconocida. Mi memoria se retrae a los años cincuenta del pasado siglo. ¡Vacas, carros, hierba!… ¡Increíble! Lo cuentas y casi nadie lo cree. Así debió ser durante siglos. A continuación, «Kantarranas». ¡Nombrecito! Media vida en ella porque allí vivían mis abuelos. ¡Agricultores! La abuela Eugenia, mis tíos Lorenzo y Visi, mis primos Goita y Txelico. Hace unos días hemos enterrado a dos vecinos y amigos (poco más jóvenes). ¡La vida! Una calle, hoy día, un tanto adormilada. ¡Ningún bar! Al terminar la calle me tropiezo con un «viejo» amigo (José Cruz Yarritu). Charlamos un rato. Está organizando un «grupo de trabajo» sobre memoria histórica (¡muy de moda!). Quedamos para otro día. A las 12:15 me voy hacia la Antigua. Me arrepiento tras pasar por el «cerrado» Colegio de la Enseñanza. Por el camino de «la Paúl» voy hacia Gama y me siento en una sombra próxima a la vía del tren. ¡El calor aprieta! Se me hace la hora y llego a la Plaza de Toros. Recuerdo a Iván Fandiño, torero profesional de Orduña. En breve, llego a casa. A las 15:04 llama mi hermana. Me recuerda que mañana comeremos en Delica. ¡Un trabajo menos! Quiere que despidamos a mi sobrino. Se va a EE.UU. a estudiar. La tarde la paso en «desierto». Me abruma (¡parece mentira!) la documentación. No quiero dejarlo porque, comenzado, el curso, será difícil dedicarle mucho tiempo. Abro el ordenador y escribo. ¡Pasó la tarde!