“BASCONGADOS E LATINADOS”. UNA INTERPRETACIÓN DE LA HISTORIA SOCIOLINGÜÍSTICA DEL ALTO NERVIÓN (III)
- “Bascuence y castellano”: testimonios sobre la situación lingüística a principios del XIX
Otro documento bien conocido es Pueblos de Álava por vicarías, escrito por Lorenzo Prestamero sobre el año 1800 y en el que los pueblos de las vicarías de Zuya, Orduña, Ayala, Orozko y Tudela aparecen clasificados como euskaldunes, en los que serían inútiles los curas que no dominaran la lengua vasca. Los investigadores siempre han llamado la atención sobre la aparición de la vicaría de Tudela, que incluye Artziniega y pueblos cercanos, así como la de Orduña. Aunque hubiera gente que aún conociera el euskera, el castellano debía ser la lengua de la práctica totalidad de la población. Como señala A. Ibisate, es posible que Prestamero exagerara la importancia del euskera en algunas zonas para reforzar su argumento: que la Corona no podía nombrar presbíteros foráneos en detrimento de los patrimoniales de cada localidad. Situando el euskera como condición indispensable para servir en sus parroquias, se limitaba mucho el número de candidatos que pudieran optar a la plaza y así se posibilitaba el acceso a la misma de los lugareños e hijos del lugar.
En 2008 H. Knorr publicó una carta que, por aquel entonces, Prestamero envió a Wilhem Von Humboldt. Al tratarse de un documento privado, cabe pensar que el contenido no estaría condicionado como en el caso anterior y buscaría un fin meramente informativo para satisfacer las demandas del alemán. En esta ocasión, los pueblos aparecen clasificados por cuadrillas, no por vicarías, si bien en realidad se refiere a hermandades, y se dice que en la de Ayala “se habla bascuence y se hace mayor uso del romance”. La sentencia no es todo lo aclaratoria que nos gustaría. Puede entenderse que el castellano se utilizaba más que el euskera, como sugieren los datos conocidos, pero también como una referencia a un creciente uso del castellano en el tiempo. Por su parte, sobre Arrastaria, Urkabustaiz, Artziniega y Zuya solamente se anota lo siguiente: “bascuence y castellano”.
En 1807, el francés Eugene Coquebert de Montbret puso en marcha una investigación sobre las características y los límites del euskera en aquella época, para lo cual escribió al embajador francés en Madrid y desde aquí a diversas personas que podrían estar bien informadas. De esta manera, el cónsul francés en Santander indicaba que el límite del euskera pasaba por Urduña/Orduña, sin más precisiones. Más completo e interesante es el informe remitido por el comerciante gasteiztarra Manuel de Llano. Éste dividió las hermandades presuntamente euskaldunes de Álava en tres grupos en función del territorio con el que confinaban: Navarra, Gipuzkoa y Bizkaia. En este último grupo figuran cinco -Zigoitia, Zuya, Llodio, Ayala y Artziniega- y señala Llano: “en todas hablan el bascuenze, y tambien el castellano, en que tengan Pueblo de gran Poblacion”. Excluye, por tanto, Arrastaria y Urkabustaiz. Por su parte, un miembro del consulado francés en San Sebastián, nombrando el límite meridional del euskera, lo lleva desde Salvatierra dans le District de Ayala, jusqu’a Orduña.
Pero el testimonio más concreto de todos es el remitido por un agente francés situado en Bilbao que describe los límites orientales del euskera de la siguiente manera: Barakaldo, San Mamés, Albia, Abando, La Venta, Alonsotegi, Arrigorriaga, Ugao-Miraballes, Arrankudiaga, Areta, Laudio/Llodio, Okondo, Luiaondo, el puente de Marquijana, Amurrio, ici on doit décrire une autre ligne inclineé vers les monts d’Altube. Suponemos que esto incluye Larrinbe, Lezama y Astobiza, además de, por descontado, Baranbio. Por lo tanto, este informante sitúa el límite básicamente en los municipios por los que transcurre el río Nervión con la excepción de Okondo y desviándose en Amurrio hacia Altube, siendo Ubidea la siguiente localidad que nombra. De esta manera, este informante dejaría fuera del ámbito de extensión de la lengua vasca localidades como Zuaza, Izoria, Saratxo, Urduña/Orduña y los valles de Urkabustaiz y Zuya, además de Artziniega, claro está.
Creemos que esta definición es coherente con lo que sabemos por otras fuentes. Es obvio que nuestra comarca ocupaba el extremo suroccidental del mundo euskaldun del momento, manteniendo ese carácter fronterizo que le había sido propio de manera secular. Otros informantes franceses mencionan Urduña/Orduña sin concretar nada y testimonios a priori cualificados como el de Manuel de Llano constatan la presencia del euskera y el castellano en lugares cuya historia sociolingüística es tan dispar como Artziniega y Laudio/Llodio, pero incluso también en Zuya, ámbitos que Llano incluye en una misma categoría, sin diferenciar entre una zona euskaldun y una castellana. Que el límite definido por el informante bilbaíno nos resulte verosímil no significa que fuera de estos límites no existieran vascoparlantes en mayor o menor número. Pero, en lo que respecta al euskera como lengua viva y cotidiana, y por ello nativa de la población que nació por aquellos años, nos inclinamos a creer que aquella descripción es bastante acertada.
Algunos testimonios sitúan Urduña/Orduña en la frontera lingüística y creemos que la situación en este lugar puede ser indicativa de lo que estaría ocurriendo en localidades próximas en las que Prestamero o Llano decían que se hablaba “bascuence y castellano” pero que quedaban fuera del límite definido por el informante bilbaíno. Sabemos que en 1810 el gobernador de Bizkaia Pierre Thouvenot ordenó investigar el patrimonio de la Iglesia, razón por la cual el ayuntamiento de Urduña/Orduña realizó varios informes sobre la situación del clero en la ciudad. En uno de ellos aparecen los clérigos regulares que quedaban en el lugar: algunos eran naturales de la ciudad y se encontraban allí a pesar de tener plaza en otros conventos mientras que otros permanecían en el convento de San Francisco. Uno de éstos era Juan de Zorroza, natural de Morga de veintiocho años, quien tenía permiso del Corregidor y el Diputado General para “confesar en Bascuenze por no haber otro que sepa dho Ydeoma” en toda la ciudad. Es decir, era el único sacerdote euskaldun.
Que en 1810 fuese necesario disponer de un confesor vascoparlante en la ciudad significa que había personas que no sabían castellano o no eran capaces de expresarse correctamente en este idioma, de lo contrario no habría necesidad alguna de tener un confesor en lengua vasca. En cualquier caso, creemos que Zorroza no era el único clérigo que sabía euskera, ya que en el convento había otros procedentes de Durango y Garai. Interpretamos que, cuando se dice que no había ningún otro clérigo que supiera euskera, se refiere a los curas del Cabildo de la ciudad que estaban en activo. Pues bien, había catorce beneficiados pero en aquel momento solo tres estaban en activo como párrocos: Manuel de Herrán, Marcos de Mendibil y Rufino de Gabiña, todos orduñeses. Otros cuatro beneficiados estaban fuera y tenían nombrados capellanes que cumplieran con sus obligaciones. Por lo tanto, si hacemos caso a lo que se dice en el texto, ninguno de estos siete sabía euskera. Suponemos que la lengua no era de uso común en Urduña/Orduña en el momento de su nacimiento.
Entonces, ¿quiénes eran los euskaldunes a los que debía atender Zorroza hacia 1810? Según J. Sánchez Terradillos, citado por A. Ros, por aquella época “había artesanos y jornaleros que se expresaban mal en castellano o lo ignoraban absolutamente”. Este testimonio puede dar pie a interpretaciones que sitúen el euskera como lengua mantenida por las clases bajas frente a unas clases medias y altas que habrían adoptado el castellano, razón por la cual ningún sacerdote lo sabía. Sin embargo, ya hemos visto anteriormente cómo las élites del lugar, aunque hablasen castellano, no abandonaban el euskera si éste era el idioma habitual. Por eso creemos que la mayoría de euskaldunes desconocedores del castellano que habría en el lugar serían seguramente procedentes de otros puntos de Bizkaia, Gipuzkoa o incluso localidades de la comarca en las que seguía vigente la lengua, todos ellos colectivos bien presentes en Urduña/Orduña a lo largo de la historia. En cualquier caso, alguna presencia debía tener la lengua en la zona -quizá no en la misma ciudad pero sí en su entorno- para que diversos testimonios de la época lo sitúen en el límite geográfico del euskera.
Por último, en 1806 se dispuso que el castellano era la lengua más adecuada para predicar en Luiaondo. Por eso, hacia el año 1817 los sacerdotes del lugar, que eran los hermanos Juan Pablo y Canuto de Olamendi, nacidos en Urduña/Orduña en 1785 y 1787 respectivamente, escribieron una carta al Vicario de Ayala protestando la presencia de religiosos foráneos que predicaban en euskera, cuando los únicos vascoparlantes que había eran “unas pocas personas forasteras que tomaron estado en esta parroquia”. Según ellos, eran pocos los que decían que no entendían el castellano y eran más los que decían que no sabían euskera, por lo que predicaban en castellano sin que hubiera queja alguna.
Por lo tanto, según la imagen que nos proporcionan estos sacerdotes en el pueblo de Luiaondo, había quienes no entendían euskera -los más- y quienes no entendían castellano -los menos, y foráneos-. Puede que el castellano fuese conocido por una gran parte de la población pero eso no significa necesariamente que los únicos euskaldunes fuesen inmigrantes. Puede que los sacerdotes describieran una situación más acorde con sus intereses -que no se predicase en euskera, idioma que probablemente no conocían- que con la realidad. Creemos que esta convivencia en una misma localidad de personas castellanoparlantes y vascoparlantes monolingües debió ser habitual, sobre todo en lugares como Luiaondo, en pleno Camino Real, por donde transitarían multitud de castellanos, alaveses, etc. Sobre la vigencia del euskera en Luiaondo, sobre 1820 el fraile Antonio de Añibarro la mencionaba entre unas pocas localidades euskaldunes fuera de Bizkaia. Ello no habría sido así si los únicos vascoparlantes del lugar hubieran sido foráneos.
Esta problemática al respecto del idioma empleado por los sacerdotes, que ya hemos visto en Laudio/Llodio, Urduña/Orduña y Luiaondo, aparece también en Okondo por esta época. Así, en tiempos de la Guerra de Independencia un sacerdote de aquel valle fue depuesto por no saber euskera y éste argumentaba que este idioma no era necesario para ejercer en el valle, ya que de cuatro sacerdotes que había tres eran castellanoparlantes. Esta imagen contrasta considerablemente con la que en aquellos años transmitía José Pablo de Ulibarri respecto al momento de su niñez, apenas veinticinco o treinta años atrás.
Por último, cabe señalar que, el 13 de mayo de 1843, una Real Orden determinó que Orduña pasara a Álava y los valles de Laudio/Llodio, Okondo y Luiaondo a Bizkaia. Las autoridades provinciales no quedaron conformes y el 12 de septiembre se decretó el regreso a la situación anterior. En este contexto, debió elaborarse un escrito conservado en el archivo de Luiaondo y cuyas primeras páginas no conocemos ni tampoco la firma, pues únicamente vemos que está firmado en Llodio. El autor del escrito defiende la idoneidad del cambio. Tras enumerar una serie de argumentos geográficos, etnográficos, económicos y prácticos, se afirma que “sabido es que la generalidad de los Alaveses han olvidado de todo punto el idioma Euscara o bascongado, que en Guypuscoa y Viscaya se conserva con religiosa veneracion, como el monumento que recuerda su apego a las tradiciones, a los hábitos y las costumbres sencillas y patriarcales de sus mayores. Pues bien, esta lengua, importada en España por sus primeros pobladores, tan rica de voces, tan armoniosa en sus modulaciones, tan filosófica en su etimología y conseptos, no solo se habla todavia en Llodio, Oquendo y Luyando, sino que es el dialecto común del vecindario en el primero de estos pueblos”. Es decir, la lengua continuaba vigorosa en Laudio/Llodio, pero no tanto en los otros dos pueblos, aunque aún se conociera.
- La desaparición del euskera nativo
Esta cuestión ya la tratamos en un artículo anterior publicado en la revista Kondaira, de manera que en esta ocasión nos limitaremos a recoger las ideas principales. En aquel trabajo combinamos los testimonios documentales disponibles, bien conocidos por la historiografía, con la información obtenida a partir del padrón municipal de Bilbao del año 1920. En éste se incluyó la pregunta ‘¿sabe o no euzkera?’ de manera que cada individuo debió responder a la misma. Así, identificamos un total de 286 euskaldunes naturales del Alto Nervión, 187 mujeres y 99 hombres, repartidos en 233 viviendas y con una media de cuarenta y cinco años de edad. La mayoría procedían de Laudio/Llodio y del hoy extinto ayuntamiento de Lezama.
Disponemos también de algunos datos que contribuyen a completar las conclusiones que alcanzamos en su momento. Por ejemplo, en 1828 siete carreteros amurrianos que iban rumbo a Bilbao tuvieron una trifulca en Arrankudiaga, tras la cual continuaron su camino hasta una posada en Ugao-Miraballes. Cuando las autoridades interrogaron a los posaderos para saber si los carreteros habían hablado del incidente, aquellos respondieron que nada podían decir, porque los susodichos hablaban en castellano, idioma que uno no poseía y el otro muy poco. Solo conocemos la identidad de uno de los carreteros: Fernando de Aguirre Sautu, alias Godoy, nacido en Amurrio en 1771. Fernando estaba alfabetizado y fue un hombre con un cierto status en el Amurrio de su época; no resulta extraño que supiera castellano, ello tampoco significa que no supiera euskera, pero lo cierto es que aquel fue el idioma que emplearon para hablar entre ellos. Puede que alguno de los hombres no conociera el euskera y por eso hablaban en castellano, idioma que todos ellos debían conocer. No nos parece atrevido concluir que la lengua castellana estaba muy extendida en Amurrio antes de la Primera Guerra Carlista. En cuanto a la lengua vasca, Ladislao de Velasco, en un libro publicado en 1879, señalaba que había unos cien euskaldunes en la localidad, el 8,33% de la población que registraba en el censo de 1867.
Lo cierto es que, aunque el 20% de los amurrianos que residían en Bilbao en 1920 conocían el euskera, el análisis individual de cada uno de ellos nos lleva a concluir que posiblemente constituyen casos que poco tienen que ver con la pervivencia de la lengua vasca en la localidad: casos poco fiables en su catalogación, sirvientas en familias euskaldunes, inmigrantes de áreas vascoparlantes, etc. Creemos, por tanto, que la transmisión generacional del euskera después de la Primera Guerra Carlista habría sido testimonial en Amurrio.
Lo mismo parece ocurrir en Larrinbe y Lezama. En 1888, en el único número de la revista Gure Izarra, se presentó una carta en euskera escrita desde Lezama pero no hemos determinado quién fue el autor de la misma, ya que firmó con una lacónica letra B. En 1934 M. Lekouna escribió que en Lezama había algún que otro caserío euskaldun, que podemos atribuir a la existencia de población procedente de Bizkaia. En cuanto al euskera nativo, en el padrón de 1920 aparecen como euskaldunes dos mujeres nacidas en la década de 1840 pero otros coetáneos suyos dijeron desconocer el idioma. La transmisión generacional parece interrumpirse también, como muy tarde, en los tiempos de la primera carlistada.
En la zona de Astobiza duró un poco más. Hay un testimonio particular sobre el que han tratado varios autores: la defunción en Altube de un guipuzcoano euskaldun monolingüe en 1836 que tuvo que ser escuchado en confesión por el sacerdote, castellanoparlante, por medio de intérprete, que fue el labrador de Astobiza Juan José de Lezameta. Nosotros hemos documentado en 1826 al escribano José Baltasar de Uriarte, natural de Sarría, interrogando a una cuadrilla de trabajadores guipuzcoanos en un caserío de Altube. Ninguno de ellos sabía castellano, como tampoco lo sabía Antonio de Celaa, guipuzcoano también y afincado en el caserío. El escribano Uriarte afirmó que no sabía “hablar el testigo el idioma de este país, solo si la Bascongada”. Los intérpretes fueron Pedro de Galarza y Juan de Múgica, también guipuzcoanos y residentes en Altube. Como se puede ver, Uriarte consideraba el euskera una lengua extraña a su “país”, es decir, de Zuya y su entorno, debido a que no se hablaba. Por ello el sacerdote que ejerció en Astobiza tampoco lo sabría.
En este contexto, la presencia de numerosos inmigrantes guipuzcoanos en la zona fue motivo de debate para los investigadores de la lengua vasca. Y tampoco la presencia del sacerdote castellanoparlante pasó inadvertida. Así, en 1862 un sacerdote de Orozko decía: «Cree Epalza que en el pequeñisimo pueblo de Astobiza no se habla el bascuence, porque aun a principios de este siglo tenían un Párroco que no entendía de este idioma. Como ese pueblo está al pie del monte Altube, donde los veranos acude una multitud de carboneros, ya vizcainos, ya guipuzcoanos, algunos de estos de tarde en tarde casan alli, y acaso alguno que otro individuo de esa familia podrá usar el bascuence, pero fuera de aquí nadie«.
En el mismo sentido se expresaba José de Larrea el mismo año cuando escribió que Astobiza era una localidad con unas quince casas en la que se hablaba más castellano que euskera, pero, contando con los vecinos de Altube, Ziorraga y otros lugares que pertenecían a Zuya pero eran feligreses de Astobiza, entonces los euskaldunes eran mayoría, debido a la nutrida presencia de guipuzcoanos. Los datos extraídos del padrón bilbaíno coinciden con lo descrito.
No sabemos qué grado de conocimiento del castellano tuvieron los habitantes de Baranbio después de la Primera Guerra Carlista pero sí podemos determinar con detalle el retroceso del euskera. Este idioma habría sobrevivido varias décadas más en aquellos caseríos y barrios de la zona de Astobiza más próximos a Baranbio, y en esta localidad se mantuvo con vigor hasta los últimos años del XIX. Es muy interesante, y poco conocido, el trabajo realizado por M. Lekuona en 1934 y 1935. Señalaba en aquel primer momento que, por entonces, solo una decena de caseríos eran euskaldunes en Baranbio. Al año siguiente, concretaba que solo en las casas de los inmigrantes, llegados de Orozko, Dima e Igorre, se hablaba euskera. Pero el desuso del euskera era muy reciente, tan reciente que el 95% de los mayores de treinta y cinco años lo sabía , y muy bien (“ederki egiteko eran jakin ere”), aunque no lo usaban. El 50% de los que tenían entre veinticinco y treinta y cinco años lo hablaban con torpeza, por falta de costumbre. Entre los veinticinco y los quince, el 15% lo conocía pero no lo hablaba. El resto ni lo hablaba ni lo sabía, y lo dicho era válido berdin kalean eta baseŕian. Por lo tanto, según las observaciones de Lekuona, la práctica totalidad de los nacidos antes de 1900 sabía euskera, la mitad de los nacidos entre 1900 y 1910 lo entendían y eran capaces de hablar algo. Posteriormente, solo lo conocían unos pocos. Estos datos coinciden bastante con los obtenidos a partir del análisis del padrón de Bilbao del año 1920, datos que nos muestran la vigencia del euskera hasta 1890 aproximadamente. Según parece, la pérdida de la transmisión generacional del euskera en esta localidad se produjo en un breve lapso de tiempo.
Junto a Baranbio, Laudio/Llodio fue el último pueblo euskaldun del Alto Nervión, pero a diferencia de aquel el retroceso del idioma parece haberse producido durante un periodo más largo de tiempo, quizá por su mayor extensión geográfica. Ladislao de Velasco afirmaba que el 76,33% de la población era euskaldun según el censo de población de 1867. Por su parte, en su relación de localidades vascoparlantes de Álava el Capitán Duvoisin no mencionaba Laudio/Llodio como tal sino que citaba los lugares de Zabala, Bitorika, Areta, Isusi y Dubiriz como euskaldunes, sin aclarar siquiera que son términos de Laudio/Llodio. Sin embargo, a pesar de que éste reduzca la vigencia de la lengua vasca a estos barrios situados al norte del municipio, en 1891 los curas del lugar aún pagaban por la traducción al euskera de un catecismo.
Por su parte, el análisis de Lekuona no es tan completo como el que nos ofrece para Baranbio, de manera que se limitó a afirmar que el euskera se hablaba en algunos caseríos de un barrio. Al año siguiente, en 1935, apuntaba que el barrio de Areta estaba castellanizado casi por completo. Aun así, O. Apraiz aseguraba a mediados de siglo que el euskera se conservaba en los caseríos más próximos a Bizkaia y en Areta. En nuestra opinión, se trataría de personas procedentes de Bizkaia y de los más ancianos del lugar; en todo caso, el euskera no se hablaba en absoluto en público.
El colectivo laudioarra es sin duda el más numeroso en Bilbao de todos los procedentes del Alto Nervión. Según el análisis de los datos del padrón de 1920, efectivamente el euskera retrocedió durante las dos décadas finales del siglo XIX. Es a partir de 1890 cuando los castellanoparlantes sobrepasan en número a los euskaldunes -siempre refiriéndonos a los nacidos, claro está-. Por el contrario, entre aquellos que nacieron antes de 1880 los euskaldunes son mayoría, por lo que fue durante esa década que retrocedió de manera notoria. Insistimos en que, aunque decimos euskaldun o vascoparlantes, en ningún momento ello significa que estos individuos no supieran castellano.
Siguiendo nuestro recorrido, en el padrón bilbaíno de 1920 figuran trece personas nacidas en Luiaondo y seis de ellas se declaraban vascoparlantes. Además, aparecen otros quince euskaldunes procedentes del municipio de Ayala. Según Velasco, en este municipio habría unos quinientos vascoparlantes, el 13,06% según el padrón municipal de 1867. A juzgar por la situación del idioma en Luiaondo, la única localidad que los autores contemporáneos citaban como medio-euskaldun en Ayala, nos parece a todas luces una cifra exagerada. Es posible que aún los hubiera en Zuaza. En Bilbao hemos encontrado a dos nativos de dicha localidad que se confiesan euskaldunes: un hombre nacido en 1880 cuya mujer era euskaldun y a otro nacido en 1865 y cuya mujer e hija mayor también sabían la lengua vasca. Por lo demás, hay muchos naturales de Zuaza residentes en Bilbao que dicen no saber euskera, siendo el mayor de todos León Otaolaurruchi Ulizar, nacido en 1834. El resto de ayaleses constituyen casos aislados que no definen un patrón común que permita sacar conclusiones de ningún tipo.
Por último, el Príncipe Bonaparte creía que en la segunda mitad del XIX el euskera aún era dominante en Okondogoiena, en aquellos barrios más próximos a Laudio/Llodio. De este modo, Velasco cifraba en trescientos los vascoparlantes que restaban en el municipio, los cuales representaban el 29,01% del censo en 1867. Sin embargo, los datos obtenidos en el padrón de 1920 nos muestran que los euskaldunes del valle eran solo el 9,09% de todos los okondoarras residentes en la capital vizcaína. Nada menos que veintiuna personas nacidas antes de 1860 desconocían el euskera. Ni siquiera parece haber sido idioma frecuente en Okondogoiena. El euskaldun más joven de todos los que aparecen nació en 1891, en Okondogoiena a juzgar por los registros parroquiales, pero no podemos decir si su euskera era aprendido en casa o no. Un ejemplo significativo de la complejidad de la cuestión es el de los seis hermanos Larrea Urquijo de Okondogoiena: dos figuran como conocedores del euskera, nacidos en 1865 y 1870, y cuatro no lo sabían, nacidos en 1863, 1865, 1877 y 1880.
En lo que respecta a otros territorios del Alto Nervión, consideramos que los casos hallados, por lo general, no tendrían relación con el euskera nativo de la comarca. En otras palabras, no eran los últimos euskaldunes de sus localidades, no se trata de individuos que hubieran conservado el idioma aun cuando ya no era común en su entorno. No se puede descartar esta opción de manera definitiva, pero las tendencias generales son muy claras. Que algunos individuos aprendieran el idioma sirviendo en contextos vascoparlantes o que vinieran de fuera no alteran el panorama descrito hasta el momento, no se trata de detectar casos anecdóticos sino de definir las tendencias generales.
Por lo tanto, nos parece coherente aquella visión que el agente francés de Bilbao describía a principios del siglo XIX. Es muy posible que las alteraciones provocadas por la Primera Guerra Carlista influyeran en el abandono definitivo del euskera como idioma nativo de la población en Amurrio, Larrinbe y Lezama, y no tardaría en hacerlo en Luiaondo y Astobiza, sin que ello signifique que algunas familias lo conservaran algo más de tiempo. Sin embargo, Baranbio y Laudio/Llodio se mantuvieron mayoritariamente euskaldunes hasta finales de siglo. La interrupción de la transmisión generacional del idioma fue más bien abrupta, sobre todo en la primera localidad. En el espacio de unos veinte años el castellano se impuso como idioma único en el hogar y en la vida pública. La imagen de Lekuona es muy gráfica al respecto. De hecho, en el seno de una misma familia algunos miembros llegaron a aprenderlo y otros no. No deja de ser llamativo que el abandono de la lengua fuese tan repentino, teniendo en cuenta que se mantuvieron euskaldunes durante largo tiempo después de que las localidades próximas lo hubieran perdido. En este sentido, transcurre prácticamente medio siglo desde que cae en desuso en Lezama hasta que lo hace en Baranbio, entre una y dos generaciones, a pesar de ser localidades colindantes y pertenecientes a un mismo municipio. ¿Cuáles son las razones que explican este abrupto abandono de la que fue lengua nativa de una población durante siglos? ¿Por qué unas localidades la mantuvieron considerablemente más que otras aun estando una junto a la otra? ¿Cuáles son los factores determinantes en todo este proceso?
Tomado de www. https://amerinozulueta.wordpress.com/