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RUZABAL (Pastoreo)

RUZABAL (Pastoreo)

1.- El pastoreo en Sierra Salvada. Otoño del año 2015

Desde muy joven[1], 12 años, se dedicó a cuidar las ovejas por las campas de la aldea. Con 20 años subió con su rebaño a la Sierra Salvada.  La primera chabola la tuvo en “Bidárbidi” (Bedarbide). La chabola la compartía con Julianico (Julián Loyo). Allí permanecían, desde el 8 de mayo, hasta las primeras nieves del invierno. Junto a ellos y en el mismo sendero de Peña Redonda, otro vecino de Lendoño de Abajo habitaba otra chabola. La chabola de Bedarbide se hallaba protegida de las inclemencias del viento  y del temible “bollo”. Estaba tan bien ubicada que las ovejas, al atardecer, solían regresar solas, después de deambular toda la jornada por la zona.

La chabola sólo tenía una dependencia, donde tenían la cocina y la cama. El rústico lecho estaba elaborado con hierba y brezo, y servía de descanso para los pastores, que dormían vestidos. La humilde cocina contaba con los útiles más imprescindibles: pucheros, sartenes, cazuelas, trébede… Al irse a dormir cubrían el fuego con ceniza, y en ella dibujaban una cruz. El tejado era de césped no teniendo corral para las ovejas en el exterior (entonces no hacía falta, pues el lobo no merodeaba por allí).

Al cabo de unos años Faustino pasó a La Ponata, perteneciente a la Junta de Ruzábal. Podían pastar sus ovejas desde Ponata hasta Hayas Altas, mediante Concordias existentes desde tiempo inmemorial. También los pastores de la zona de  Menerdiga podían pasar a los pastos de Ruzábal.

En Ponata, Faustino tenía la chabola cerca de la Fuente del Horno y estaba construida totalmente de “torrones”, tanto las paredes como el tejado, no teniendo ningún problema de humedad. Para entretenerse cuando tenían algún rato libre, solían jugar a las cartas. Las ovejas en esta zona no regresaban solas al entorno de la chabola.

Los pastores no solían cerrar las chabolas de noche. Si acudía a ellos alguien necesitado de refugio estaban obligados a ofrecerle cena y prestarle cobijo de noche. Por San Juan solían colocar una rama de espino albar junto con diversas flores, en la puerta de la txaula. Con ellos siempre estaba su mejor amigo, el perro. Su presencia les servía de gran ayuda para manejar el rebaño, como para defenderlo del lobo, si llegaba el caso. Cuando adquirían un nuevo perro se le daba varias vueltas en torno al fuego de la casa , de esta manera, según se creía, se quedaba para siempre en el nuevo hogar, evitando la tentación del regreso a su lugar de origen.

Cuando los perros enfermaban de rabia solían tener una mirada extraña y triste. Entonces se marchaban de casa, se portaban como locos y dejaban de comer, terminando por morir. Si a algún pastor le ocurría alguna desgracia con su rebaño, se le solía ayudar, ofreciéndole algunas cabezas para salir adelante.

La jornada de los pastores comenzaba de madrugada. Lo primero que hacían era ordeñar las ovejas. Acto seguido un buen desayuno, solían tomar morokil , o leche con pan o talo. La leche la colaban con ortigas, pues de esta manera “sabía muy bien”. Al cocerla solían echarla una ramita de “hierba buena” o “hierba santa”. Si todavía no habían subido las ovejas de ordeño, el desayuno consistía en tocino asado , a veces acompañado de talo.

Faustino tenía que bajar la leche todos los días hasta su aldea, por lo que compró un burro en Llorengoz, para que le ayudase en la tarea (algunos pastores hacían lo mismo, pero bajando por la zona de Atezabal). A media mañana cargaba las cantinas a ambos lados del mismo, dos a cada lado, y se dirigía hacia Lendoño, por un sendero que trazaron en Peña Redonda; el paso era muy dificultoso por lo que tenía que descender sujetando el rabo del burro para que no se despeñara. Una vez con la leche en casa, su mujer, María, se encargaba de hacer el queso y de venderlo en el mercado de Orduña.

Cuando sólo tenían las ovejas de cría (“arkastas”), al no tener que bajar la leche, transcurría un mes o más para cuando bajaba a su caserío. En ese tiempo el menú normal solía ser: habas condimentadas con un poco de tocino, que si sobraban también servían de cena.

La jornada pastoril exigía cubrir varias obligaciones: cuidar el ganado, ir a por agua, esquilar las ovejas, cortar el rabo a las corderas, sanar algún animal enfermo, etc.

Las ovejas de leche las subían por San Juan, después de haberlas esquilado en menguante, ya que creían que se conservaba mejor la lana y sufrían menos las ovejas.

Hace años la lana tenía cierto valor, pues se utilizaba para hacer muchas cosas: mantas, colchones, calcetines, etc.

Las ovejas esquiladas eran muy sensibles a las tormentas, ya que las podía llegar a matar, por lo que cuando éso sucedía las metían a la cuadra. A las ovejas más fuertes se les colocaba un cencerro, con el esfuerzo consiguiente, por lo que engordaban menos; sin embargo ejercían la gran labor de hacer de “guía” de sus compañeras. Los cencerros los compraban sin badajo, que luego hacían y colocaban ellos, con cuerno de ganado vacuno. A las corderas al año de nacer, se les cortaba el rabo, para que no estorbasen en el ordeño. Unos lo hacían con una hoz al rojo vivo, siendo el trabajo rápido, pero causando más heridas. Otros hacían lo mismo, pero con un cuchillo. Esto les causaba menos heridas, pero era más lento. Para curar las heridas seles aplicaba un poco de ceniza. Los rabos, parece ser, eran un excelente manjar.

En sus ratos libres, algunos pastores, tallaban con esmero platos o cucharas de madera, almireces de haya; también solían hacer calcetines de lana, vasos con cuernos de vacuno, que decoraban tallándolos.

En la sierra tenían que tener cuidado con los ganados, ya que había muchas torcas en las que podían caer los animales, sobre todo por su inexperiencia los corderos y los novillos. Si no eran muy profundas los pastores bajaban a por ellos, descolgándose con una soga. Para evitar estas molestias, solían tapar las simas pequeñas con losas de piedra que arrancaban del mismo suelo. En una torca muy grande, situada  en Campo Seco, entre Bedarbide y Ponata, cerca de Cuevallana, solían desaparecer muchos ganados. El agua para beber la cogían en Fuente del Horno, situada en la peña, sobre el refugio. Cerca de dicha zona se encuentra una piedra arenisca en la que los pastores solían afilar sus cuchillos y navajas.

Cuando subían a la sierra, si el calor apretaba, solían beber en la “Fuente de los Ñudos”, situada en en la subida por la Senda Negra. La costumbre exigía hacer un nudo en la hierba de los alrededores, para que el agua no hiciese daño.

Terminadaslas labores, antes de cenar, los pastores solían tomar un vino caliente, casi todos los días. Caldeaban un jarra con vino en el fuego y echaban un buen trozo de pan seco, el cual habían tostado, previamente, en las brasas, dejándolo casi negro. Primero comían el pan empapado y luego el vino sobrante. El vino lo solían conseguir en Llorengoz, ya que era más barato que en Orduña. También lo solían comprar para bajar al caserío.

Cuando corrían noticias de que andaba algún lobo por la sierra se acababa la tranquilidad. Entonces, los dos pastores, Faustino y Julianico, pernoctaban junto a las ovejas, envueltos en unas mantas de lana y otra de estrellas, si es que las había. Cuando detectaban su presencia ,gritaban a voz en cuello¡ al lobo! ¡al lobo!, alborotando todo lo posible para que el lobo huyese.

Los lobos cuando han matado no se detienen, sino que siguen matando e hiriendo al rebaño. Hacen mucho daño,  ya que además del ganado que matan, dejan otros heridos, y otros traumatizados del susto, por lo que luego malparen. Son muy astutos, en una ocasión en Kobata, colocaron varias ovejas vivas en el fondo de una oquedad, a modo de sima poco profunda,  para que el lobo bajase a por ellas y no pudiese salir, pero el lobo no cayó en la trampa. Cuando el lobo mataba alguna oveja, los pastores se la comían. Otras veces las bajaban a casa y solían hacer “cecina” en el horno del caserío.

Los pastores solían estar con sus rebaños en la sierra hasta la llegada de las primeras nevadas, en noviembre o diciembre. En un pueblo cercano al puerto de Angulo solían tocar las campanas cuando se preveía nieve, lo cual era la señal de que venía mal tiempo, señal inequívoca de que el viento “Regañón” traía la misma. Los pastores entonces regresaban con sus rebaños a las aldeas, para evitar los peligros, tanto de los animales como de las personas.

 

2.- Pastores en La Ponata, en los últimos tiempos (año 2013)

Los pastores de Ruzabal, antiguamente, subían con sus rebaños de ovejas a la zona conocida como “la Ponata “, en Sierra Salvada, sobre el 8 de mayo, una vez habían vendido los corderos de ese año y, las bajaban cuando caían las primeras nevadas (algunas veces las bajaban y, después, si hacía buen tiempo, las volvían a subir). El motivo de subirlas en fechas tan tempranas, se debía a que entonces no existían tantas campas de pastoreo como ahora, ya que la mayor parte de los terrenos se dedicaban a la agricultura, y por lo tanto tenían menos comida para los rebaños, siendo además estos menos numerosos que en la actualidad. Actualmente, año 2013, al estar casi todo los terrenos cubiertos de praderas o campas, aguantan más tiempo en los pueblos, criando los corderos de ese año y produciendo leche  hasta finales de junio. A partir de estas fechas  dejan “secar “  a las ovejas y  las suben a la sierra  hacia primeros del mes de Julio, hasta que llegan las primeras nieves. Algunos pastores se trasladan en el mes de septiembre a pueblos más lejanos, a las rastrojeras y montes  que tienen alquilados en los mismos. Suelen regresar con sus rebaños, cuando caen las primeras nevadas, normalmente por la festividad de Reyes.

Para hacer un queso, dependiendo de la época, hace falta más o menos cantidad de leche. A principios de la primavera, como la leche es más delgada y tiene menos grasa, hacen falta 7 -8 litros para un queso de un kg.; luego, hacia finales de la primavera y principios del verano, como la leche es más gorda y tiene más grasa, con 6 lts. suele ser suficiente.

Desde principios del siglo XX se erigió una cabaña grande  para albergar a ocho pastores  y, con el tiempo, se fueron construyendo otras dos más pequeñas. (según documentación de 1587, en este año ya había alguna cabaña en la zona de La Ponata).

Al lado de las mismas tenían unos corrales de piedra o con alambrada, donde recogían sus rebaños. Al principio el tejado de las txaulas solía ser de chapa, pero luego las renovaron con tejado de tejas.  Estas “txaulas “ las usaban, una cada uno, Julián Loyo, de Lendoño de Abajo; dos vecinos de Belandia ( uno de ellos falleció el 17-8-…., en una noche de niebla, buscando y guardando el rebaño de ovejas del ataque del lobo. Murió de accidente en la zona de Ponata ).

Hacia 1993, la Diputación de Bizkaia construyó unas cabañas de madera, nuevas, que hacen actualmente el servicio de las antiguas “txaulas” dejando una de las antiguas, la más grande, como refugio montañero. Estas “txaulas “ nuevas las usaban, una Julián Loyo, otra un pastor de Belandia, y la otra, otros dos pastores de Belandia. Los rebaños los subían por “Paso Malo “  y por “Senda Negra”.

Al principio se iluminaban con  “candil de petróleo “, que sacaba mucho humo y,  a veces, cuando se terminaba el petróleo se quedaban 2 o 3 días sin nada, a oscuras, tan solo con el resplandor de las ascuas del fuego.

La comida habitual solía ser  patatas con sebo y alguna vez hacían talo con una “talaska”, que tomaban con leche de oveja .

La vestimenta habitual era: para calzarse usaban abarcas de piel de vacas y en ocasiones andaban descalzos, pero tenían guardadas unas alpargatas para cuando iban a alguna romería de la zona (Petronila, en Llorengoz: Villaño, Berberana, Villalba,etc).

Al principio bajaban la leche de las ovejas a casa, todos los días, con el burro, para hacer quesos, después algunos empezaron a hacer quesos en la “txaula “ y, más tarde,  se  hacían en el caserío, ya que las ovejas no se subían a la sierra hasta el mes de Julio.

Los quesos frescos y curados se solían vender en el mercado semanal de los sábados en Orduña, que en aquellos tiempos eran muy animados, aunque una parte se quedaba para el auto-consumo del caserío.

Los corderos los vendían a algunos mayoristas de Bilbao y Vitoria y, los menos en el mercado de Orduña, donde solían estar atados de las 4 patas debajo de los hastiales, berreando sin cesar.

En los tiempos duros del invierno, cuando tenían las ovejas en las cuadras, las alimentaban con hierba seca y paja, que se colocaban en las “barreras “ ( especie de pesebre de enrrejillado de madera ), amarradas a las paredes de las cuadras.

Hacia la década de los 70, es cuando se empieza a traer alfalfa y a darles pienso, con lo cual mejoraban la producción.

La lana, antiguamente, tenía un valor razonable, en cambio  hoy en día ha disminuido considerablemente.

Los cencerros eran y son de gran ayuda para la localización y reconocimiento del rebaño en la sierra, dada la orografía del terreno y el tiempo tan cambiante. Los tipos de cencerros que los pastores han venido utilizando a lo largo de los años han sido: “bitartes “, “arratianos”, ”guindillas”, “zumbas-os” y “acampanillaos”.

Los losinos hacían “prendarias“ de ganado habitualmente,  en cuanto se pasaban a su territorio. Esto suponía a los pastores un gran problema, ya que les suponía una multa y, luego mucha pérdida de tiempo, ya que tenían que ir en busca de sus rebaños a algún pueblo de Losa.

En Ponata, 2014, han desaparecido dos txaulas antiguas y la “multipastores”. Hay una txaula en ruinas: la de un pastor de Belandia. Quedan en pie las txaulas nuevas de, J. M. Arbaizagoitia,  y la del pastor de Lendoño de Arriba. La txaula antigua de un pastor de Belandia, se quemó en el año 2005. La txaula “multipastores” fue ocupada por: cuatro pastores de Lendoño de Arriba;  por seis pastores de Belandia; por uno de Mendeica. ( esta txaula estuvo un tiempo derruida, pero la volvieron a levantar ). La txaula nueva de J M.Arbaizagoitia es utilizada por éste (desde 2006), y también la utilizó su tío Julián Loyo (1989-2005), ambos de Lendoño de Abajo.La txaula desaparecida, fue utilizada por un pastor de Lendoño de Arriba; por otro pastor de Mendeica; y por dos pastores de Belandia.

Esta txaula además fue utilizada en tiempos anteriores por los siguientes pastores, además de los anteriores, por:  tres pastores de Belandia; dos pastores de Lendoño de Abajo; un pastor de Mendeica;  tres pastores de Lendoño de Arriba. De las txaulas  nuevas, una se quemó en el 2013, la de un pastor de Belandia (ocupada desde 1989) y que fue utilizada por los pastores: dos de Belandia; dos de Lendoño de Arriba, y  por el titular.

Actualmente la leche, excepto alguno que fabrica sus propios quesos, para venderlos directamente, se entregan a las queserías del país, que suelen pasar a recogerla cada dos o tres días, con camiones, conservando ésta durante dicho tiempo en tanques refrigeradores, que tienen instalados  en los caseríos.

Algunos pastores en sus ratos de ocio hilaban y hacían calcetines con la lana de las ovejas.

Un pastor que todavía vive vio el primer lobo cuando tenía 14 años, en 1934. En aquellos años el lobo no “pegaba” como ahora, que está de seguido. Entonces “pegaba” una pasada y ya no venía igual en todo el año, e incluso en más tiempo. A lo largo de los años, el lobo, les ha matado muchas ovejas y desgraciado muchas más, ya que las dejaba heridas o malparían del “susto”.

Además, ahora, lo mismo ataca “arriba” que “abajo”.

Los buitres son y han sido otro enemigo de los pastores, sobre todo cuando las ovejas están sin esquilar. Con la lana se tumban y se caen patas arriba, y como no se pueden levantar, sino es con ayuda, los buitres las atacan y se las comen al no poder defenderse ni huir.

Otro enemigo de los pastores ha sido el raposo. Ahora es raro oír que un raposo haya matado una oveja, pero antiguamente atacaban a los corderos pequeños, todas las noches mataban alguno. Por tal motivo los pastores de la Sierra contrataron los servicios de un “raposero” que se llamaba Patxi (guipuzcoano ), al que pagaban y alojaban en algún caserío de pastores de la zona, mientras duraba su trabajo.

Con las  águilas no solían tener problemas, sólo en raras ocasiones.

A las ovejas de año las llamaban “arkastas” y también “macacos”.

Las ovejas se  solían  identificar por cada pastor con alguna marca (“akatsa”) o pintándolas un poco encima de los lomos traseros. Actualmente se identifican con “pendientes sanitarios “ en las orejas, combinándolos con las “marcas tradicionales “.

Antiguamente para curar las enfermedades de las ovejas sólo utilizaban un poco de leche, en general. También utilizaban espinas de “espino negro”, con las que se pinchaba la hinchazón, por envenenamiento, en la zona inflamada.

Para la “pulmonía”, se les daba a tomar agua hervida con raíces de ortigas.

Después empezaron a utilizar  una pastilla roja que llamaban “vitan”, y ahora todo son inyecciones y frascos de boticas, eso sí, mucho más efectivos.

Para ayudar a parir a las ovejas, cuando se presentaban dificultades, se les daba vino con canela y agua hervida de “colondrio”.

Para curar las heridas producidas por mordedura del lobo, primero se “sangraba “ la oveja y luego se  lavaba la herida con agua en la que se habían hervido “hierbas de lobera”, cuyo remedio era muy efectivo.

Los perros, como ayudantes en la conducción de los rebaños, los empezaron a usar sobre el año 1945. Los primeros perros  los trajeron de la zona de Navarra.

Los rebaños de ovejas hasta mediados del  siglo XX eran de unas 30-80 por caserío. Tras la guerra civil los rebaños aumentaron de tamaño, pasando de 100 ovejas hasta 200 o 300, según los casos.

En la parte de la Sierra comprendida entre el monte Txarlazo y el pico Bedarbide había en diferentes puntos unas “txaulas“[2] donde se guarecían los pastores. Estas estaban situadas junto a los portillos, en la parte Norte de la Peña, medio colgadas en la  ladera y siempre junto a algún camino o sendero (no las podían edificar en terrenos de Burgos, sino de Bizkaia).

Estaban  ubicadas de la siguiente manera: 2 “txaulas “ en el Bedarbide ( usadas cuatro pastores ), una en Atezabal (usada por un pastor), una en Corralejo (usada por dos pastores), situada debajo del monte  Txolope, y otra en el portillo que está a derecho de la fuente de Gualdetxu (usada por un pastor de Orduña).

Para saber las horas se guiaban por el Sol y por las sombras que hacía la Peña, un poco en función de la época del año. Pero también se guiaban por la circulación de trenes de Renfe y por el cuerno de las fábricas. Para beber agua lo hacían junto a  un manantial de Corralejo y en la fuente de Gualdetxu, que es mejor y más fina que la del primer manantial.

Cuando nevaba solían usar “barrerillas “ (especie de raquetas para caminar sobre la nieve sin hundirse. Se fabricaban  con madera seca de poco peso, dando el paso hacia fuera, para que no pegase un pie con el otro).

En el año 1959, tras la “palotina “ con los losinos, cerca de la nevera, que está un poco más arriba que el Pico del Fraile, los pastores de la ciudad de Orduña, ya no subieron más a la sierra con las ovejas.

Los portillos de acceso a la Sierra en el municipio de Orduña, desde las aldeas de Ruzabal, son: Senda de Paso Malo (810 m.); Portillo de la Barrerilla, conocido como Senda Negra (810 m.) y Portillo de Bedarbide (1.000 m).

 

3.- Un Pastor en La Ponata.

Solía subir a la Sierra con las ovejas el día 1 de mayo por Senda Negra, llevando unos pequeños cerdos en las banastas del burro hasta la txabola, dejándoles en un pequeño cercado, por las noches, luego durante el día estaban libres y andaban por el entorno de San Isuso. Cuando engordaban, el suero era el principal alimento, los bajaban andando por la senda negra hasta Lendoño de Arriba. También solían subir algunas gallinas, cerrándolas por las noches.

 

[1] Datos aportados por Faustino Cuadra Madaria, natural de Lendoño de Abajo, 1905.

[2] 2005: chaulas de San Isuso. Son tres: las dos que están en el hayal son de antigua construcción a “piedra seca”, de reducidas dimensiones y acompañadas de un pequeño corral. La otra es más moderna, construida con ladrillos y cemento, más grande y sin corral (lleva varios años abandonada y cada vez son más importantes los desperfectos, año 2005).

 

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