
La red viaria orduñesa

Queda claro que el camina de acceso a la meseta más importante de Bizkaia, era el que pasaba por Orduña. La reina Juana lo incluye entre los principales en una Carta Real de 1506, y así se afirma en muchos documentos de la época.
La importancia del tráfico mercantil, hizo que a mediados del siglo XVI se intentase mejorar ese camino para hacerlo capaz al tráfico de carretas. Por Carta Real librada el 17 de mayo de 1553 se autoriza la construcción de un camino de Portugalete a Losa. La Ciudad de Orduña pide, entonces, que la nueva vía transcurra por la Peña de Goldecho pero, al decir de Guiard, «la escasez de recursos y la oposición que manifestaron Alava y Guipúzcoa y Burgos», lo hicieron imposible.
La suspensión de estas obras, no supuso una completa inactividad en las gestiones municipales para conseguir la apertura de la vía a la meseta. Al contrario, las autoridades orduñesas intervinieron ante diversas instancias, tratando de conseguir definitivamente la autorización y necesaria financiación de dicha obra. A través de esas gestiones vamos a comprobar el interés que el camino posee para la Ciudad, hasta el punto de convertirse casi en una obsesión y, al tiempo, en una frustración de quien sabe que sus solas fuerzas son insuficientes para conseguir sus propósitos.
La descripción de la actividad municipal va a servir para conocer los entresijos del funcionamiento del Regimiento en un tema considerado vital para los intereses orduñeses. Este punto de vista local, puede servir de complemento a otras explicaciones realizadas desde un prisma más general.
Durante el año 1553 se acude al Corregidor de Bizkaia, quien visita la Peña y señala, ayudado de unos maestros canteros el camino carretil, traza ejecutada, al parecer, por el maestre Juan, cantero y vecino de Castro. El lugar exacto del camino no debió de gustar demasiado porque, meses después, se elabora un informe sobre ese extremo por un tal Juan Martínez de Urla a encargo del Ayuntamiento.
Suspendidas las obras del Camino en fechas inciertas, aunque posiblemente fuese ese mismo año 1553, hay constancia de otras gestiones en Valladolid el 6 de febrero de 1554. Fruto de esta labor, fue la obtención de una provisión librada por el Consejo del Rey para que la Peña y Puerto de San Bartolomé se acondicionase. Durante los años siguientes prosiguen los trámites burocráticos, en Bilbao y en Valladolid, sin conseguir resultados efectivos.
Toda la información anterior procede de los Libros de Actas que tienden a dar una visión fría y, en exceso, formalista de los hechos. A partir de 1557, sin embargo, contamos con una documentación epistolar más directa, explícita y pormenorizada, que explica las negociaciones de los orduñeses y los problemas que estas generaban. Si el Libro de Decretos indica simplemente la orden de sacar provisión referente al Camino de la Peña de San Bartolomé, o la autorización del pago por ciertas gestiones realizadas, las cartas de los apoderados orduñeses a las autoridades municipales reflejan la situación con más exactitud. Mientras Diego Hurtado de Mendoza indica que «está la información herida según dicen los señores que la hicieron porque no se hizo el remate ni guardado la orden de la provisión», Agustín de Santander afirma que está «coja la probanza» o, aún con más claridad, que «lo de la Peña aviso y avise a Vs Ms la ruin esperanza que tenían».
Se observan críticas a las gestiones realizadas, y al excesivo esfuerzo que estas conllevaban para un municipio que no poseía medios suficientes para fines tan ambiciosos. Todo ello hace que se frustre en este momento el intento orduñés y, como afirma Ochoa de Luyando, sucedía que «vista la información por el Consejo se respondía que por agora no había lugar de hacerse el camino».
Durante la década de los sesenta siguen los trámites, lentos y premiosos, sin que se consiga fruto efectivo, aunque en 1569 se ejecutaron obras de cierta importancia en el camino existente. En efecto, consta la declaración del empedrador Juan de Lencaran sobre las obras realizadas «desde la puente del Prado hasta encima del camino y guía de la Peña», en donde se refiere con cierto pormenor al trazado y extensión de los diversos tramos de la vía y del interior de la Ciudad. En lo que afecta al camino propiamente dicho, se inicia desde la «entrada de la Peña cerca de San Bartolomé» con diversos tramos que suman una distancia de 22,5 estados, hasta llegar a «debajo de La Venta». De allí hasta la senda de Tertanga y al Puente de La Torre hay 230 estados y hasta las Herrerías, pasando por otros tantos tramos, 482,5. La distancia total del Puerto a los muros de la Ciudad es de 933 estados, unos 1.828 mts.
También en 1569 se consigue una Provisión Real de Felipe II. Orduña había solicitado autorización para repartir 15.000 ducados destinados a la construcción del Camino, en base a la gran utilidad que reportaba al Reino y al Señorío abaratando el precio del hierro un real por quintal y evitando grandes peligros. La Provisión autoriza el reparto de mil ducados, obteniendo los 14.000 restantes cargando a las mercancías, medio real a las abiertas y un real a las cerradas pues, se dice, es justo que quien recibe el provecho reciba también la carga. El portazgo del pan y vino queda eximido de la tributación. La Provisión finaliza afirmando que debe tratarse en Junta General la conveniencia del reparto entre los vecinos del Señorío, la necesidad de publicidad en la contratación para conseguir un menor costo, etc…
Las cosas de palacio van despacio, y tres años más tarde encontramos un escrito del Ayuntamiento de Bilbao dirigido al de Orduña, en el que recomienda a este, después de referir la tardanza en las gestiones realizadas, que se haga la Junta que pide la Provisión Real. También durante este año de 1572 y el siguiente, se establecen contactos entre el Alcalde de Orduña y el Corregidor de Bizkaia sin frutos visibles de ningún tipo.
Se continúan realizando acciones con petición de información de testigos, con los mismos escasos resultados. Alguna obra debió ejecutarse, porque el 8 de agosto de 1576 se manda al Procurador de la Ciudad que exija a las persona obligadas cumplan con lo estipulado. Antes y después de esa fecha, se ampliaron los contactos y, así, Lope de Gotara acude a Valladolid, Juan de Salazar va a Burgos y Lucas de Romarate al Consulado de Bilbao, abriendo diversos frentes en las instancias que se suponen pueden ser mas receptivas y estar más interesadas en la apertura de la Peña: los comerciantes integrados en los Consulados más importantes del norte de la Península. Las gestiones se multiplican sin que se perciba resultado alguno, lo que vuelve a poner de manifiesto lo dicho con anterioridad, la insuficiencia de las pequeñas localidades en relación con la ejecución de las grandes obras, y la dependencia directa de Orduña respecto de Bilbao, en primer lugar, y del Señorío, en segunda instancia.
En el caso de esta última Institución, no dejaron de producirse ciertas reticencias en alguno de sus componentes. Así, en 1576 se produce una petición de diez Villas del Señorío contra la contribución al camino de la Peña de Orduña porque, en su opinión, interesaba a Bilbao, otros pueblos y a los «gruesos mercaderes». El dato es interesante porque refleja una contraposición de intereses entre diferentes componentes del Territorio Histórico, al tiempo que muestra una prevención contra los grandes empresarios «gruesos mercaderes». La contraposición de intereses, en lo que a la construcción de caminos se refiere, será también una constante en la historia vizcaína, reflejándose de modo más evidente en el siglo XVIII con la apertura del camino carretil en el año 1762.
En el último cuarto de siglo existen esporádicas referencias al camino de la peña que muestran ciertas contradicciones en las posibilidades de su ejecución, pues tan pronto por parte del Señorío se realizan diligencias para el repartimiento destinado a ello, o se acuerda ayudar a Orduña, como se decide «que cada pueblo haga los caminos que le corresponden, y no se ayude de costa a Orduña por el de la peña.