Hospitales en Orduña
SAN LíZARO: para el cual se nombró un mayoral y tenedor el 10 de julio de 1478
SAN JUAN DEL MERCADO: mencionado en las cuentas de la Cofradía de San Juan en 1492
El fundado por Ruy Saez de Echegoyan en la calle de Hierro, junto a la iglesia de Santa María. Tuvo la suerte de salvarse del incendio de esta ciudad en 1535; pero no pasó lo mismo con la casa de la familia Echegoyan que resultó destruida, por lo que ante esta grave contingencia recuperaron el hospital para emplearlo para su vivienda particular, aunque una vez que lograron reconstruir su casa, Bernardino de Echegoyan, nieto del fundador, dispuso su refundación en 1555 con el título del SANTO ESPIRITU. Sin embargo, no se había llevado a cabo en el momento de la visita pastoral del 14 de marzo de 1559.
Este hecho, unido a la falta de noticias posteriores invita a pensar en su extinción, junto con el que había sido fundado por un clérigo llamado Pero Fernandez de Arbieto, del que solo tenemos noticia por el «Libro de fábrica de las iglesias de la ciudad de Orduña».
SAN CLEMENTE DE ARBILETA se encontraba entre dos pedanías de la ciudad de Orduña, Lendoño Arriba y Lendoño Abajo, del que hoy solo se conservan sus ruinas. Su documentación se refiere a tras edificios: la ermita de San Clemente, el hospital que tomaba de ella su advocación y la «casa solar» con sus caballerizas y horno que se arrendaba como casa de labranza. También sabemos cómo era la distribución interna gracias a este inventario de efectos realizado el 15 de septiembre de 1607:
. mas, la casa que está pegada a la dicha iglesia con su horno y caballerizas
. más, en la sala de la dicha casa dos arcas viejas de roble con dos bancos también viejos de roble
. más, otra arca de roble vieja
. más, en la sala de la dicha casa una armera de madera para poner platos y escudillas
. más, cuatro camas de roble armadas, una en la sala y otra en la cocina, y otra en la cajera y otra el aposento de atrás
. más, en la cocina de la dicha casa unos lares de hierro buenos, la cual dicha cocina está rodeada de asientos de madera.
La cocina rodeada de asientos nos permite destacar una vez más que este era el lugar de reunión por antonomasia, dado que buena parte de las actividades cotidianas se realizaban en torno al fuego por su condición de fuente de luz y calor.
El cometido del hospital de SAN LAZARO: «lo primero mandaron que el dicho mayordomo haga tratar bien y con mucho cuidado a los pobres que hay y hubiere. Y si hubiere por los contornos de esta ciudad algunos pobres lazarinos los procurare traer a la dicha casa para que con ellos se gaste la limosna de ella.
San Lázaro presidía el retablo de su capilla, a cuya iluminación contribuía la devoción popular si hacemos caso a los deseos que expresó en su testamento María Martínez de Osuna el 23 de febrero de 1596: «Otrosí, mando se me digan otras ocho misas rezadas en la iglesia de señor San Lázaro de la dicha ciudad y se pague la limosna acostumbrada. Y se den para la alumbre de la dicha iglesia dos libras de aceite.
Otra advocación muy recurrida para potenciar un hospital fue la de SAN JUAN. Se encuentra en Orduña, concretamente San Juan del Mercado, que se encuentra cerca de la puerta de san Juan, donde se encontraba un hospital según este asiento de 1492: «Más, costaron de asentar las esquinas en la puerta de San Juan de asa el hospital, diez maravedís».
El hospital más volcado hacia la producción agrícola fue el de SAN LíZARO de Orduña. Una de las frailas que les atendió, Lucía de Ripa, se dirigió a las autoridades de la ciudad para requerirles el arreglo de los lagares y los sistemas de almacenaje del vino que allí se elaboraba. Esta misma fraila detalla con precisión las tareas que encomendó a los peones que contactó en 1548: limpiar las fincas, segar, cavar las viñas, acarrear los haces de trigo, majar linos, segundiar las viñas, lavar las cubas, desmatar los caminos, trillar, arar con bueyes, segar la hierba, rozar; todo ello antes del 9 de septiembre en que comenzaron a «mendimiar». A partir de entonces, encellar las cubas, pisar las tinas, meter las cubas en la bodega, asentarlas, encubar el vino, cortar latas, sacar leña y podar en menguante. Y durante el mes de febrero, poner cepas, replantar las viñas, atarlas con mimbres y «sallar» (escardar) las piezas hasta la pascua del Espíritu Santo. Para todas estas labores, Lucía de Ripa contrató un total de 286 peones, mientras que sólo dispensó atención un pobre, se apellidaba García y estuvo en el hospital desde el 22 de mayo al 1 de septiembre.
Un ejemplo de patronato real es el del hospital de SAN LíZARO donde dicho patronazgo se materializa en la tutela del propio rey en las cuestiones relativas a su gobierno. Esta protección se fundamentaba sobre una base jurídica muy fuerte, ya que en momentos muy significativo de la historia medieval de la ciudad se reconoce al rey como su señor: «Por ejemplo D. Tello en la confirmación de privilegios de 1366, aunque afirma que tiene a Orduña como juro de heredad, corrobora que es don Enrique, mio hemano e mio señor. Igualmente en 1364 en las Ordenanzas de la Cofradía se dice: «porque vemos que es e será a honra del rey don Pedro nuestro señor». De igual modo en la documentación de 1373 se designa al infante D. Juan como Señor de Orduña y, a la vez, se señala a «Nuestro Señor el Rey e a nuestra señora la Reina».
A pesar del riesgo que suponía para la economía de un hospital la acumulación de los censos impagados, lo cierto es que en la concesión de censos estaba el origen de una segunda partida de ingresos para los más pudientes. Por ejemplo, el libro de «la casa y hospital de SAN LíZARO de Orduña», comenzaba con la relación completa de los censos que tenía concedido, varios de ellos para la instalación de ferrerías, por lo que actuó de dinamizador de la economía de la ciudad.
No era común que un hospital se desprendiera de propiedades. Lo hizo el hospital de SAN LíZARO que vendió dos fincas en 1597.
Solían tener una forma de financiación por cuestaciones ostiatum. En el inventario de SAN LíZARO de 1581 consta lo siguiente: Item, hay una provisión real del emperador don Carlos de gloriosa memoria para que en sus reinos pueda pedir limosna ostiatum. Afortunadamente sabemos qué uso hizo de él porque sus mayordomos extendieron varios poderes a diversos vecinos de la ciudad para pedir limosna ostiatum en lugares tan diversos como los siguientes: en 1590 en el obispado de Burgo de Osma; en 1592 en el reino de Navarra, Pamplona y provincia de Gipuzcoa, en 1595 en los obispados de Siguenza, el Burgo de Osma y en el reino de Aragón y, n 1592, en el reino y corona de Aragón.
Esta provisión real debieron convalidarla para poder postular en el obispado de Calahorra-La Calzada, cuya concesión resulta muy interesante porque contiene una relación de las variadas artimañas con las que los postuladores intentaban valerse de la buena voluntad de la gente. Del resultado de estas demandas solo conocemos la de 1595, asentada en las cuentas de 1604: más se le hace cargo de cien reales que ha valido que se allegó en el partido de Zaragoza y Burgo de Osma.
Algunas personas estarían acostumbradas a estas cuestiones, como el matrimonio residente compuesto por Pedro Martínez y Marina Fernández, quienes ante la falta de hospitales en su entorno más inmediato decidieron en su testamento del 9 de enero de 1594 asignar sendas limosnas para los tres primeros postuladores que se presentaran.
Los hospitales debían brindar su acogida con un claro objetivo reparador y esto solo es posible si al albergado se le proporcionaba alimento y se le facilitaba el descanso en camas o catres. Respecto a las dietas facilitadas en los hospitales, solo sabemos que en el de SAN LíZARO se compraba carnero para los enfermos (sustituido por sardinas en Cuaresma), se criaban cerdos y tenía colmenas.
Entre los pobres atendidos solo con la limosna hay un tipo muy peculiar que nada tiene que ver con otros, era el «pobre vergonzante», es decir, quien ha llevado una vida cómoda hasta que una calamidad, como el mal año vivido en Orduña en 1599, ha cambiado su suerte y dado el vuelvo que ha dado su vida prefiere vivir el anonimato; «mas da por descargo al dicho mayordomo haber dado a mandado de la Justicia y Regimiento de esta ciudad al procurador general de ella para repartir y dar de limosna a vecinos pobres vergonzantes de la dicha ciudad atento la calamidad y esterilidad del año.
Otro hospital de la misma ciudad, SAN CLEMENTE DE ARBILETA, reservaba una limosna para repartirla entre los pobres vergonzantes en aquellos días festivos previamente señalados, como consta en este asiento de cuentas del 9 de diciembre de 1608: «mas, se le han tres mil cuatrocientos maravedís que por mandado de los dichos señores, justicia y regimiento dio para repartir entre pobres vergonzantes las Pascuas, días de Reyes y señalados». La limosna también era una forma de contentar a aquellos pobres a quienes se les impedía la entrada. Había pobres como los presos recién excarcelados a los que asistía porque habían estado mucho tiempo en la cárcel como este hombre puesto en libertad en 1606: «Item, dio por descargo mil ciento veinte y dos maravedís que por mandado de los dichos señores Justicia y Regimiento dio de limosna a Pedro Catadiano hombre necesitado y que había estado preso mucho tiempo en la cárcel de esta ciudad (Orduña).
En Orduña, con motivo de la visita del teniente corregidor del Señorío de Vizcaya el 19 de septiembre de 1566, su alcalde recibió la orden de tener especial cuidado de castigar los pecados públicos. Así que el alcalde noticioso de que la freila del hospital de San Lázaro, María de Ugarte, se había quedado embarazada, se presentó en el citado lugar con un escribano y dos testigos para tramitar el atestado, prenderla y encerrarla en la cárcel a la espera de que se le impusiera una pena. Como fue despedida apeló a la Real Chancillería de Valladolid para recuperar la dote que había aportado para ser nombrada.
La ciudad de Orduña incorporó la atención médica en sus hospitales a partir del contrato firmado con el licenciado Domingo de Ayala, el 8 de febrero de 1588 por 50.000 maravedís, a cambio de que hubiese de servir y sirviese a esta dicha ciudad y vecinos y moradores y conventos y hospitales de ella y a los vecinos de las aldeas de dicha ciudad. De la consolidación de este servicio da cuenta el gasto de medicinas que se convierte en ordinario en el hospital de SAN LíZARO a partir de este asiento de 1596: Item, da por descargo de tres mil y novecientos y setenta y dos maravedís que parece haber dado por mandado de la dicha Justicia y Regimiento a pobres necesitados y enfermos de la dicha casa, así en medicinas como para el sustento de ellos.
Los recursos económicos del hospital de SAN LíZARO de Orduña también sirvieron para proporcionar atención a las víctimas de accidentes como este herido de 1606: Item, dio por descargo 76 reales que pagó a Juan de Angulo Billafría, cirujano vecino de esta ciudad por mandado de los señores Justicia y Regimiento por la cura que hizo a un hijo de Domingo de Cabañas vecino de la esta ciudad que cayó de la casa del Cabildo abajo y por ser pobre se curó a costa de la dicha casa y hospital.
Una de las actividades extrahospitalarias más habituales del hospital de SAN LíZARO era la atención de los niños expósitos. Ponemos como ejemplo el desglose de las partidas correspondientes a la atención de una niña hasta su muerte:
– Más por descargo dos reales por otros tantos que costó una vela y un cepillo para bautizar una niña que fue hallada en la dicha casa y por mandado del Ayuntamiento se encargó su alcance al dicho mayordomo.
– Más por descarga seis reales por otros tantos que dio a una mujer porque tuviese la dicha niña diez días hasta que le buscase ama.
– … quatro ducados que di al ama por el tiempo que crió la niña que murió a diez y ocho de mayo de este año (1587)
– … dos reales y medio por otros tantos que costó una mantilla para la dicha niña
– … un real por una misa que se dijo cuando murió la dicha niña…»
Testamento de Elvira de Ugarte vecina de la ciudad que «fue hecho y otorgado en la casa de señor SAN LíZARO a veinte y ocho días del mes de abril del año de mil quinientos cuarenta y cuatro años».