Nombres propios en obras, fundaciones y parroquias.
Son muchos los feligreses que, enriquecidos fuera de la tierra, recordaron a sus parroquias de origen costeando obras, dotando fundaciones, otorgando legados y dejando sus nombres en la documentación de los templos estudiados.
El régimen social y económico de estos territorios, con la explotación unifamiliar de los caseríos, obligaba a los hijos que no heredaban la casa a abandonar el solar paterno. América ofreció horizontes prometedores a estos segundones desde las primeras décadas del descubrimiento y, mediante relaciones familiares y de paisanaje, llegaron a existir en las principales poblaciones americanas verdaderas “parentelas” de tíos y sobrinos “llamados” por aquellos ya enriquecidos; grupos de “parientes de deudos” y paisanos que, a juzgar por la repetida presencia de sus nombres en protocolos y otros documentos, no perdían su relación con las gentes de su misma procedencia.
Otros nombres de estas tierras destacaron en la corte, en la diplomacia o en las milicias. Eran muchos los “secretarios vizcaínos” que habían comenzado a despachar un “cajón” en una oficialía, y en seguida habían alcanzado altos puestos en la administración o en el gobierno. Lo mismo que los “indianos” estos segundones “llamaban” a la corte a otros miembros de su familia, necesitados de “asiento” fuera del caserío. Cuenta también la zona con altas dignidades eclesiásticas y con las fundaciones y los recuerdos de varios prelados nacidos en sus pueblos o “naturales” de estas tierras.
Pocas décadas después del descubrimiento, encontramos ya los nombres de muchos vecinos de estas tierras embarcados hacia América, acompañando a los exploradores y conquistadores, o dispuestos a explotar las riquezas del territorio.
ORDUÑA
Así un orduñés, Sancho de Luyando, se embarcaba hacia el Perú en 1534, cuando aún Pizarro no había fundado la ciudad de Lima, y tres años después se enrolaba también con destino a Perú, Martín de Arbieto, de noble familia orduñesa, lo mismo que Luyando.
En 1538 viajaba a la Florida el orduñés Juan de Zárate, acompañado de gente de la zona. En el mismo año se embarcaban para Méjico, Clemente de Tertanga y Pedro de Sojo, vecinos ambos de Orduña.
Apenas conquistado Perú encontramos en Cuzco al orduñés Don Martín Hurtado de Arbieto y a su esposa Doña Juana Ponce de León.
Los documentos nos dicen que Lope Ortiz de Mendieta, natural de Añes, y Juana Ortiz de Zárate y Ugarte, descendiente de Ondona en Urcabustaiz, instalados en Orduña, fueron los padres del Adelantado del Río de la Plata, Don Juan Ortiz de Zárate y Mendieta[1], caballero de Santiago en 1570, de Lope de Mendieta, que figura también como Adelantado en algunos testimonios y expedientes, y de doña Ana Ortiz de Mendieta, casada con Ventura de Luyando, de noble familia orduñesa.
La madre del Adelantado Zárate, Doña Juana Ortiz de Zárate y Ugarte, era hermana de Don Diego de Zárate y Ugarte, Contador de la Casa de Contratación y tío por tanto del Adelantado. Don Diego había contribuido en Orduña, según se verá, en la obra de la capilla mayor del actual convento de Santa Clara de Orduña, entonces de los padres franciscanos. Cuando en 1545 se descubrían los yacimientos de plata de Potosí, los Zárates- Mendietas participaron en las primeras explotaciones. Una de las minas llevó el nombre de “Mendieta”, apellido paterno de Zárate. El que después sería Adelantado tuvo también participación en la mina “Mendieta” y fue propietario de la llamada mina “Rica”.
En el siglo XVI se documenta en Indias a Don Francisco Ortés de Velasco, fundador de la capilla de la Purísima en la parroquia de Santa María de Orduña, que moría en Cartagena de Indias.
Don Francisco de Arias, fundador de la actual capilla del baptisterio en la parroquia orduñesa, moría también en Indias.
Don Diego de Urbina, capitán orduñés, que recibió de Felipe II un repartimiento de indios en reconocimiento a sus servicios; también eran orduñeses Don Ochoa de Barriga, vecino de Santiago de Cali y Don Diego de Lezama que testaba en Méjico en 1589.
En tierras de Orduña nació el Venerable Pedro de Bardeci, bautizado en san Clemente de Arbileta en 1641 y muerto en opinión de santidad en Santiago de Chile.
Orduña conserva uno de los edificios más espectaculares erigido en el siglo XVII, desde sus cimientos, con fondos remitidos desde Perú por un potentado orduñés opulento en dádivas a su ciudad natal; es el Colegio de los Jesuitas, ocupado hoy en día por los Padres Josefinos, fundado por el general Don Juan de Urdanegui Inoso y su esposa Doña Constanza de Luxán. Urdanegui, bautizado en la parroquia de San Juan de Orduña y muerto en Lima en 1682. Poco antes de morir, ingresó en la Compañía de Jesús, a la que hizo el espléndido legado del Colegio de Orduña, con gran capilla, después parroquia, y ostentosas alhajas.
Otros apellidos, enraizados en Orduña en el siglo XVII, habían hecho también su fortuna en las Indias. Los Díaz Pimienta, que habían alcanzado lustre y grandes caudales en la carrera de Indias y en el comercio con América, se instalaban en Orduña por el matrimonio de Don Francisco Díaz Pimienta y Vallecilla, marqués de Villarreal, con Doña Antonia de Zaldívar, heredera entre otros bienes de la capilla de la capilla del Santo Cristo de la parroquia de Orduña, que así pasó al mayorazgo ya orduñés de Díaz Pimienta.
Desde Manila en Filipinas llegaban a Orduña, en 1670, las mandas de Don Andrés de Echegoyen para el hospital de San Lázaro.
El retablo de la Virgen del Buen Suceso de Orduña, entonces ermita de San Sebastián, se erigía en el siglo XVIII, con el legado que el orduñés Don Antonio de Liendo y Bozo destinaba a la ermita desde Zacatecas. En 1766 moría en Perú, en manos de los indios, el misionero orduñés Fray Mariano de Herrán.
De Orduña salieron también hombres de confianza del emperador Carlos I: Don Martín López de Aguinaga, continuo de Don Carlos y Doña Juana; Don Hernando de Salazar, aposentador del mismo Don Carlos; Don Ochoa de Luyando, continuo del emperador, encargado de difíciles misiones en la declaración y expropiación de los bienes del comunero Don Pedro López de Ayala; el mismo Don Ochoa de Luyando, fundador de la capilla del Santo Cristo en el entonces convento de San Francisco de Orduña, hoy Santa Clara, fue también secretario del Consejo de Indias mientras muchos orduñeses embarcaban hacia América.
En Italia actuaba el orduñés Martín López de Aguíñiga “extirpador de la herética pravedad en Sicilia”, a Sebastián de Arbieto, también muerto en Nápoles, y a un hijo del continuo de Carlos I, llamado como su padre Ochoa de Luyando, visitador del reino de Sicilia.
Llenó con su actividad la segunda mitad del siglo XVI orduñés en el desempeño de cargos de gobierno en la ciudad, Don Íñigo Ortés de Velasco Perea, el constructor del palacio de los Ortés a la entrada de la ciudad por el Este, de la capilla de la Purísima en la parroquia de Santa María y patrón de la capilla llamada de “Don Íñigo” en el convento de las clarisas en el siglo XVI; otro orduñés muy poderoso en la vida de la ciudad fue Don Marco Antonio de Herrán, patrón de la capilla de San Pedro en la parroquia orduñesa, que ocupó distintos oficios en el concejo orduñés, fue alcalde de la ciudad y diezmero administrador de la aduana de la misma.
En 1644, era veedor de las armadas de Flandes el orduñés Don Alonso de Ullívarri y Larrea.
El orduñés Don Mateo de Urquina desempeñó misiones diplomáticas en Flandes y fue secretario de cifra del archiduque Alberto. Don Mateo construyó una capilla en el convento de Santa Clara de Orduña, al que remitió numerosas reliquias de Flandes y en el que profesaron sus hijas Doña Ana y Doña Margarita de Urquina; otra hija del secretario, Doña Isabel de Urquina, era priora del Carmelo en Colonia.
Un gran diplomático orduñés, famoso en Flandes, Don Esteban de Gamarra y Contreras, maestre de campo en Bélgica, legado ordinario del rey de España “cerca de los jefes de la Confederación de las provincias de Bélgica” y personaje de primera fila en los momentos decisivos de la historia europea subsiguientes a la guerra de los Treinta Años.
En Italia en el siglo XVII servía el orduñés Don Lucas de Romarate, que vivió en Milán con el virrey conde de Fuentes a comienzos de siglo, y el también orduñés Don Antonio de Retes Ciordia, residente en Palermo (Sicilia) en 1684, en tiempos del virrey conde de Santisteban.
Durante el reinado de Felipe IV los Luyando, familia de origen alavés recriada en Orduña, adquirían poder y prestigio en la vida palaciega y en la corte en la que algunos, desde muy niños, habían vivido en compañía de las reinas y príncipes.
Uno de ellos, Don Diego de Luyando Hurtado de Mendoza, segundo sobrino de los Adelantados del Río de la Plata, Zárates y Mendietas, era a los catorce años menino de la reina Doña Isabel de Borbón y caballero de Calatrava; después fue gentilhombre de boca de Felipe IV. Don José de Luyando, que figura también en los documentos como secretario del archiduque Leopoldo de Austria; y otro hermano, Don Alfonso, también fue menino de Doña Isabel de Borbón, era caballero de Alcántara a los doce años. La madre de éstos, Doña Casilda Manrique de Luyando, nieta del continuo de Carlos I, Don Ochoa de Luyando, fue dama de honor y guarda mayor de las damas de la misma reina Doña Isabel de Borbón. Poco después, otro miembro de la familia, Don Martín de Garaondo y Luyando, teniente general de la Armada Real y Ejército del mar oceáno y regidor perpetuo de la ciudad de Logroño, fundaba aniversarios en la parroquia orduñesa, y aportaba ayudas para la erección de la torre de la misma.
Don Clemente de Ochandiano, orduñés como los anteriores, actuaba como secretario real de Felipe IV.
También vivía en la corte en tiempos de Carlos II el capitán Don Antonio de Odiaga y Lezama, que encargó al platero del rey la monumental custodia que donó a Santa María de Orduña, una de las alhajas más espectaculares reflejadas en este estudio.
A comienzos del siglo XVII el orduñés Don Diego de Varona, canónigo de Mondoñedo (Lugo) dotó de fundaciones y obras pías a su parroquia de origen.
Don Diego de Mendía y Arana, orduñés, era secretario del rey en Sicilia, enviando a la parroquia orduñesa, en 1733, una reliquia de Santa Rosalía, con fuertes donaciones para su culto.
En 1754 el orduñés Don Miguel Antonio de Herrán era canónigo de Santiago de Compostela.
José Antonio de Armona y Murga, nacido en Respaldiza en 1726, que se trasladó a Orduña como amanuense cuando era bastante joven, y que luego sería hombre de confianza de de los principales ministros de Carlos III, Corregidor de Madrid, Intendente del reino de Galicia, promotor del teatro en España y autor de numerosas obras, entre ellas las “memorias Cronológicas de los Teatros de España” y las “Apuntaciones históricas y geográficas” sobre la ciudad de Orduña.
ARRASTARIA
Un año después cuando en 1539 el Adelantado, Pascual de Andagoya, reunía gentes, fondos, armas y enseres con destino a su Adelantamiento del Río de San Juan, se embarcaban con él algunos vecinos del valle de Arrastaria, próximo a Cuartango, donde Andagoya tenía su casa y familia; encontramos entre ellos a Juan de Ugarte, natural de Artómaña y a Íñigo de Varte y Francisco de Lespe, vecinos de Délica.
Entonces, al parecer, el joven Juan de Garay, el fundador de Buenos Aires y Santa Fe, estaba ya muy relacionado con con Mendietas y Zárates, como “parientes de deudos”.
El Adelantado Ortiz de Zarate había dejado en las tierras americanas a su paisano Juan de Garay (nacido en Belandia, en las “caserías” llamadas de Garay), quien en su misión de “abrir puertas a la tierra”, fundaba en 1573 la ciudad de Santa Fe; en la carta fundacional Garay se titulaba “capitán y justicia mayor de esta conquista y población en el Paraná y el Río de la Plata”, en nombre del rey Don Felipe y “de el muy ilustre señor Juan Ortiz de Zárate, gobernador y capitán general y alguacil mayor de todas las provincias del Río de la Plata”. Juan de Garay llegaba a Lima cuando tenía trece o catorce años en la flota de Blasco Núñez de Vela, que había partido de Sanlúcar en 1543. Viajaba con su tío el oidor Don Pedro Ortiz de Zárate y su mujer la orduñesa Doña Catalina de Salazar.
Don Diego de Orúe, natural de Délica, quien en 1568 fundaba en Délica la capilla de Santiago y dejaba en su testamento un legado curioso: “ cien misas para la conbersión de los naturales de Yndias”, y otra manda a pagar con los fondos que se esperaban percibir de América “si se cobrase lo de Chile”.
La parroquia de Lendoño de Arriba recibió cuantiosos fondos y mandas de un “vecino y minero de San Gregorio de Mazapil” en Méjico: era el capitán Don Diego Berrio Landázuri, caballero de Santiago en 1691. Don Diego había llegado a Nueva España con su tío Pedro de Bardeci a “los dieciséis o dieciocho años” , y allí llegó a ser “Capitán a guerra en la frontera de Mazapil”, descubriendo “ciertas minas en el Real de Mazapil”, y fue “protector de los indios guachacheles y chaneles”. Don Diego mandó mil escudos a la iglesia de Lendoño de Arriba y su sobrino Andrés otros mil, que se emplearon en la construcción de la nueva iglesia. Esta familia también envió alhajas y más caudales.
En la parroquia de Délica, con los fondos remitidos a la misma en los años 1763 y 1777, por Don Domingo de Berrio y Don Miguel de Goiti, pudo alargarse la cabecera del templo y erigirse su retablo mayor.
En Belandia, como recuerdo a su parroquia natal, Don Sebastián Uliarte y Bergara enviaba una pintura de la Virgen de Guadalupe tocada con la original.
Don Diego de Garnica, residente en Indias, dotó una capellanía en Tertanga y Don Antonio de Quintana Orúe dispuso, desde Méjico, donaciones de rentas para la iglesia de Délica en 1748.
Fernando de Zaldívar, de la casa infanzona de Zaldívar en Tertanga, participaba en la guerra de Granada y moría en el Real de Málaga.
Un destacado jesuita, el padre Francisco de Porres, nacido en el barrio de Paúl en Délica, rector del Colegio Imperial de Madrid y provincial de Toledo, remitió numerosas reliquias a la parroquia de Délica y a la nueva ermita de Santa Ana de Paúl, construcción promovida por él.
Un hombre ilustre fue el licenciado Andrés de Poza, de la aldea de este nombre, literato y científico orduñés, autor en el mismo siglo XVI de un estudio sobre las poblaciones, comarcas y lenguas de España, entre ellas el vascuence, y de un memorial dirigido a Felipe II sobre la construcción y flete de “naos gruesas”.
Fuente: Catálogo Monumental de la Diócesis de Vitoria (Tomo VI), Micaela Portilla.
[1] El Adelantado Juan Ortiz de Zárate, había nacido en Orduña en 1515 o 1516. Embarcado hacia Perú fue siempre fiel a Pizarro. En 1567 el virrey Mendoza le otorgaba el Adelantamiento del Río de la Plata. El nuevo Adelantado hubo de viajar a España a confirmar su título, a reclutar gentes y preparar pertrechos, así como a reunir fondos para su Adelantamiento.
Uno de los Berrio . Juan Nepomucemo de Moncada.Marques de Berrio. Hijo de Mariana de Berrio. Llegó a ser el hombre más rico de Nueva España y de los más ricos del mundo a principios del XIX. Antes de la revolución.
El palacio Iturbide ( Iturbide, el «emperador» que se lo quedó) es actualmente un museo en México Df.
Los Berrio se convirtieron en Marqueses en Nueva España en la zona de Zacatecas durante siglos.