Origen y evolución del monasterio de San Clemente de Arbileta (III)
SU INTERPRETACIÓN HISTÓRICA
Recientemente señalábamos cómo la secuencia estratigráfica derivada de dos intervenciones arqueológicas efectuadas en el Valle de Orduña, una en la iglesia de San Pedro de Lendoño de Arriba y otra en la ermita de San Román de Zedelika, podía interpretarse en unas coordenadas históricas muy similares a las planteadas por I. García Camino sobre la configuración de la sociedad feudal en Bizkaia. En concreto, la aparición de una necrópolis alto-medieval junto a la ermita de San Román puso al descubierto la existencia de una primitiva aldea alto medieval en Zedelika, dotada de una iglesia que, hacia el siglo XI o la 1ª mitad del siglo XII, acabaría convertida en simple ermita. Otra aldea debía levantarse por esas fechas en el entorno de Arbileta (conocido en el siglo XII como Orduña Suriguren). La presencia de esta comunidad queda demostrada arqueológicamente por la presencia de una necrópolis junto a su parroquia de San Clemente y documentalmente por una sentencia sobre aprovechamiento de montes, límites, daños de ganado de 1465, en la que se vieron envueltos los vecinos y concejos de Lendoño de Yuso e Poça e San Clemente e Ripa. La localización de esta aldea, desaparecida en la actualidad, puede rastrearse a través de su topónimo, fosilizado a unos 200 metros al oeste del templo, al otro lado de la carretera que conduce hacia Lendoño de Arriba. Su situación geográfica, ligeramente apartada del templo, no debe resultarnos extraña en el contexto espacial en el que nos encontramos, ya que la dispersión del hábitat es un hecho bastante frecuente en el Valle de Orduña, un signo quizás de la posterioridad de los templos res-pecto a los núcleos habitados. No obstante, resulta significativo el hecho de que la aldea se designe con el hagiotopónimo de San Clemente -la iglesia da nombre a la población-, lo que hace pensar lo contrario, al menos, para este caso concreto. De cualquier manera, de lo que no cabe duda es de la antigua condición parroquial de San Clemente, atendiendo a una pequeña aldea situada en sus inmediaciones. Una aldea, por otro lado, de realengo, como se pone de manifiesto en la donación que hace Alfonso VIII a finales del siglo XII, usufructuada muy posiblemente por campesinos libres obligados únicamente al pago de algunas rentas o cánones a la Corona.
Con esta segunda etapa constructiva se dotará al conjunto de la fisonomía que, a gran-des rasgos, podemos observar actualmente. Así, en este momento se levantarán tres edificaciones: la iglesia propiamente dicha; un edificio anexo al oeste y un pórtico adosado contra su paño meridional.
La iglesia. Se corresponde con el templo que hoy podemos apreciar, siendo una reconstrucción ex novo sobre el solar del primitivo monasterio. Para su edificación se cajeará el terreno hasta la roca natural, arrasándolas estructuras y enterramientos preexistentes a excepción del espacio destinado a la pila bautismal, que se mantiene y respeta, si bien su cimentación también será cubierta parcialmente por el muro occidental de la iglesia y un banco corrido adosado al esquinal noroeste. El nuevo edificio presenta planta de salón con testero recto. Sus dimensiones se estiman ligeramente mayores que las del templo anterior, al presentar 11,5 m. de longitud por 7,4 m. de anchura y 6,5 m. de altura máxima conservada. Su fábrica, levantada con muros de mampostería caliza de doble hoja que llegan al metro de grosor, se refuerza en las esquinas con sillares labrados a picón y/o puntero, destacando -como se indicó páginas más arriba- algunos restos reutilizados del primitivo templo.
El templo conserva cuatro pequeñas ventanas, aunque sólo tres parecen originales. Una se abre en la fachada sur, desplazada hacia el este, a media altura, con fuerte derrame al interior y remate superior adintelado. Otro vano, abierto en esta misma fachada y actualmente cegado, es una obra posterior a la fábrica original del edificio, para proporcionar luz al coro alto tras la construcción del hospital. Lo más interesante de esta ventana es que reutiliza para sus jambas dos fragmentos de sepulcro y para el alfeizar el dintel de un antiguo ventanal geminado con doble arco de medio punto.
En la zona central del testero se sitúa otra ventana con fuerte derrame, aunque remata-da en un arco de medio punto. Tanto las jambas como el alfeizar están delimitados por sillares calizos, mientras que para el remate superior se han reutilizado fragmentos de piedra caliza dolomítica. La última ventana puede intuirse en la parte superior del paramento occidental. Expoliada durante el siglo XX, aparece en algunas fotografías antiguas de principios del siglo pasado, donde se puede apreciar un estrecho vano biselado, formado por una pieza monolítica rectangular. El templo poseía dos puertas, una al sur, correspondiente al acceso principal del templo, y otra al oeste, que permitía la comunicación con un edificio adosado al oeste. Conservadas actualmente, presentan características similares (dovelaje sin decorar, labra a picón y/o puntero con retalla a cincel, arco apuntado por el exterior y rebajado por el interior), si bien muestran algunos rasgos característicos que las diferencian. Así, la portada meridional es de mayores dimensiones (2,28 m. de altura por 1,45 m. de luz al exterior, frente al 1,6 m. por 0,6 m. del occidental) y no dispone de dovela central al exterior, a diferencia de la occidental. A destacar también la presencia de dos pequeños huecos rectangulares abiertos al interior del muro sur que, por su posición junto al altar, parecen haber estado relacionados con la actividad litúrgica. El edificio anexo. El estudio arqueológico permitió registrar la presenciade un edificio adosado al oeste de la iglesia, formando parte del mismo proyecto, cuya existencia parece lógica si tenemos en cuenta que la puerta occidental fue construida para comunicar ambas estructuras. Prueba de su coetaneidad y de que ambas estructuras se encontraban unidas es la presencia en el paño oeste del templo de varias improntas verticales pertenecientes al engarce con los muros norte y sur del edificio anexo que fue-ron desmontados, como veremos, a mediados del siglo XX. Atendiendo a los restos constructivos conservados, se trataría de una estancia rectangular, orientada este-oeste, con una longitud interna de 5,43 m. y una anchura de 3,95 m. Para su construcción se levantaron únicamente los muros oeste, norte y sur, al reaprovechar el cierre occidental de la iglesia. Presentaban una fábrica similar a la descrita en la iglesia, con muros de mampostería caliza trabada con una argamasa amarillenta en la que destacaba la presencia de abundante árido calizo.
En cuanto a sus accesos, además del que comunicaba esta estancia con la iglesia, se documentaron otros dos, uno en el lateral sur y otro en el norte (este último abierto probable-mente en un momento posterior), ambos esquinados al oeste. Actualmente desaparecido, el del norte pudo ser documentado gracias a la excavación arqueológica, mientras que el del sur se reconoce por fotografías de principios del siglo XX. Además, parece probable que el dintel de un antiguo ventanal geminado con doble arco de medio punto, reaprovechado actualmente como alfeizar de una ventana de la iglesia, perteneciese a este edificio. Así parece indicarlo el hecho de que no pueda asociarse a la propia iglesia y que se reutilice en una ventana abierta tras la construcción del hospital, justo en el mismo momento en que el edificio es parcialmente derribado durante las obras de conversión de Arbileta en un conjunto hospitalario. La estructura porticada. El costado meridional de la iglesia presentaba algunos restos materiales que permitieron confirmar la presencia de una estructura porticada protegiendo el acceso al recinto. Por una parte, la fachada conserva aún tres ménsulas calizas talladas a picón y/o puntero, a cuarto bocel, situadas a unos 3,5 m. del suelo, destinadas a soportar la viga de madera que sustentaba la cubierta a una vertiente. Por otra, el sondeo efectuado a los pies de esta fachada permitió conocer las dimensiones generales de la estructura, de aproximadamente 5 m. de longitud por 3,2 m. de anchura.
RECONSTRUCCIÓN ESPACIAL DEL EDIFICIO
El primitivo aspecto de esta iglesia no debía diferir mucho del que se puede apreciar en la actualidad, con la salvedad de que aún no se habían levantado las estancias asociadas al posterior hospital. Un sencillo templo rural que podríamos calificar de estilo gótico, aunque poco o nada tenga que ver con la gran arquitectura gótica del mundo urbano, ambiciosa y cara, de amplios vanos apuntados, bóvedas de crucería y arbotantes. Así, los únicos elementos que denotan este estilo, que en cualquier caso no destacan tampoco por su cuidada técnica, son las dos portadas apuntadas y los restos de una ventana geminada, perteneciente muy posiblemente al edificio anexo por el oeste. Su cubierta también respiraba de este aire rústico y sobrio, levantándose una viguería descubierta, sin que se aprecien restos de bóvedas pétreas o lígneas. Quizás, la construcción peor conocida y que más alteración ha sufrido, hasta el punto de perder su volumetría original, se corresponde con el denominado edificio anexo, identificado con la primitiva sacristía. Consistía también en un sencillo edificio de planta rectangular y cubierta a dos aguas, donde destacaba la ventana geminada. Protegía este conjunto un sencillo pórtico levantado en la fachada sur del templo, a una sola vertiente y apeado posiblemente en pies derechos.
SU CRONOLOGÍA
La cronología de esta iglesia viene determinada por el análisis de los rasgos arquitectónicos y estilísticos existentes fundamentalmente en sus vanos, así como por la relación estratigráfica de anterioridad respecto a las reformas efectuadas en los siglos XV o XVI que convirtieron a San Clemente en un conjunto hospitalario. Por otro lado, tanto la ventana geminada como las puertas existentes en el templo pueden llevarse a los siglos XIV y XV, perdurando incluso hasta el siglo XVI. De hecho, a escasos kilómetros de Arbileta, en Lendoño de Abajo, se construyó un acceso apuntado en 1579 que servía de unión entre la iglesia de San Esteban y la casa-torre emplazada junto a ella.
Apoyando la cronología anterior existe otro rasgo que también debe ser tenido en cuenta. Nos referimos a la labra a picón y/o puntero empleada en los sillares de los esquinales y el recerco de vanos, utilizada mayoritariamente en la construcción de fábricas bajomedievales, caso de la obra perteneciente a la segunda fase de la casa-torre antes mencionada de Lendoño, levantada entre los siglos XIV y XV. En definitiva, todos los indicios apuntan a que el primitivo templo de Arbileta fue sustituido por el edificio que podemos apreciaren la actualidad en un momento cronológico que oscila entre los siglos XIV y XV.
SU INTERPRETACIÓN HISTÓRICA
Mil ciento noventa y dos. Esta fecha, cien o doscientos años anterior a la reconstrucción de la iglesia de San Clemente, supone un punto de inflexión en la existencia de este templo y, por ende, de la comunidad campesina a la que servía. Y es que el 18 de marzo de 1192 Alfonso VIII de Castilla dona a la iglesia catedralicia de Calahorra el monasterio de San Clemente de Arbileta con todas sus pertenencias. O lo que es lo mismo, la primitiva aldea de San Clemente, recordemos de realengo, pasa a manos de la Iglesia, en esta ocasión del obispado de Calahorra. Un claro síntoma del proceso de reestructuración del poblamiento rural acontecido en Orduña y, por extensión, en Bizkaia, perfecta-mente estudiado por I. GARCÍA CAMINO (2002). Para este investigador, a partir del siglo XI surgen nuevas formas de dominio señorial plasma-das en la progresiva apropiación por parte de las clases dirigentes del derecho sobre las iglesias. Dirigida por los grupos nobiliarios como medio de exacción del trabajo de las comunidades campesinas, el mecanismo empleado radicó en concentrar las rentas que recogían los pequeños templos de las comunidades en unas pocas iglesias, generalmente aquellas de las que los propios señores eran copropietarios. En el caso de Orduña, será el clero secular, muy posiblemente alentado por la monarquía castellana, quien con-siga apropiarse de las iglesias propias a través de donaciones como la de Arbileta. En concreto, el obispado de Calahorra, que cien años antes lo había intentado en Ayala con la consagración de la iglesia de San Pedro de Llodio. Todo ello se tradujo en una reorganización de la red eclesiástica, desde mediados del siglo XI a fines del XII, sus-tentada en la fundación o refundación de determinados templos que adquirieron la función de centros económicos y de culto. Las iglesias menos favorecidas quedaron fosilizadas pasando a convertirse en simples ermitas y su población en barriadas o despoblados alrededor de los nuevos centros parroquiales. Este es el contexto en que situábamos recientemente la conversión a simple ermita dela iglesia de San Román de Zedelika, en Orduña, “y muy posiblemente de Santiago de Nanclériz -monasterio donado por D. Lope Sánchez a San Millán de la Cogolla en 1075- o San Clemente de Arbileta”. La no inclusión de San Clemente en la relación de parroquias del arciprestazgo de Orduña efectuada por el obispo Aznar en 12573 hacía pensar que había perdido su rango de iglesia parroquial y se había convertido en ermita. Sin embargo, tras la intervención arqueológica efectuada en San Clemente surgen nuevos datos que permiten replantear esta hipótesis, pudiendo sospechar que San Clemente no sólo siguió manteniendo su estatus parroquial, sino que pudo apropiarse de las rentas de otras iglesias, convirtiéndose en una de las cabezas receptoras. De hecho, a Arbileta acudían a recibir los sacramentos los vecinos de San Clemente, pero también, que sepamos, los del barrio de Aquesolo, situado a más de 2 km. de distancia.
En este sentido, la intervención arqueológica permitió documentar el mantenimiento de la pila bautismal en el templo gótico, en la misma ubicación que poseía en el edificio altomedieval. Incluso su presencia parece que condicionó la posición de la puerta occidental que comunicaba con la sacristía. Y es que San Clemente nunca perdió del todo su estatus parroquial, manteniendo la pila bautismal en uso hasta el siglo XIX. Los documentos de fines del siglo XVI muestran como, a causa probablemente de la disminución de los vecinos de San Clemente y a la lejanía de Aquesolo, Arbileta perdió la facultad para administrar algunos de los sacramentos, pero no las rentas que percibía por ellos. Como ha recogido M. PORTILLA (1988: 742), el 25 de abril de 1599 se ponía por escrito una costumbre, norma y uso antiguo entre el cabildo de Orduña y los vecinos de Aquesolo. En concreto, se suscribía un convenio por el que las casas de Aquesolo tenían que pagar sus diezmos a las iglesias de Orduña y a San Clemente, aneja a las mismas; el cabildo de Orduña se comprometía, por su parte, a celebrar misa en la ermita ciertos días, a administrar los sacramentos a los feligreses de Aquesolo y a acompañar a los difuntos de este barrio hasta sus sepulturas en Lendoño de Abajo o en Mendeica, porque en San Clemente no tenía en uso por entonces su cementerio. No obstante, cuando se producía una muerte, los familiares tenían que entregar al templo de Arbileta “la mitad del pan añal”. Estas viejas costumbres parroquiales seguían estando en uso en el siglo XIX. Por entonces, los niños varones de Aquesolo continuaban bautizándose en San Clemente y las niñas en la iglesia de Lendoño de Abajo. En definitiva, la iglesia de San Clemente mantuvo el derecho a impartir ciertos sacramentos y, cuando perdió algunos, a seguir cobrando sus rentas y el patrimonio suficiente como paraconvertirse con el tiempo en uno de los hospitales con mayor poder económico de Orduña.