
La inmigración orduñesa (1900-2015)

Inmigrantes son las personas o familias, que cambian de lugar de residencia, con el objetivo de cubrir necesidades vitales y/o aspiraciones personales, imposibles de satisfacer en su lugar de nacimiento. La distancia en el desplazamiento permite diferenciar tipos migratorios: interna (comarcal, regional y estatal) y externa. La inmigración de ámbito comarcal y regional comprende recorridos comparativamente cortos. La emigración intra-estatal implica traslados de carácter intermedio. La emigración transcontinental conlleva un largo viaje.
Orduña ha sido una comunidad históricamente abierta a los procesos migratorios. Población, fundada como villa (1229, I256), reunió una serie de elementos (recinto fortificado, mercados, servicios), que le convirtieron en el centro de referencia de los núcleos rurales del entorno, comprendidos en un radio de veinte kilómetros de distancia. El nivel de seguridad ciudadana, la proximidad, cantidad y calidad prestada en cuanto al surtido y abastecimiento de productos, la variada oferta de servicios, constituían un marco de vida seductor para los habitantes del entorno rural. Las oportunidades económicas ofrecidas por el grado comparativamente alto de concentración humana, etc., representaron un atractivo para que artesanos y miembros de las élites profesionales y sociales de ámbito regional se trasladaran a vivir a Orduña.
La pertenencia a Bizkaia, territorio aforado, y su localización en los límites con Castilla contribuyeron a que radicara en la villa el control aduanero de mercancías procedentes de puertos y territorio vizcaínos hacia la Meseta y viceversa. La función comarcal de ordenación económica, derivada de su condición de villa, se vio ampliada al ámbito del mercado regional y peninsular por las actividades comerciales asociadas a su situación de frontera fiscal. Precisamente, el avecindamiento de comerciantes extranjeros (judíos, francos,…) residió en la importancia comercial de la villa desde la etapa medieval.
La inmigración ha sido un fenómeno histórico relativamente constante en la dinámica de la vida orduñesa, con la obvia salvedad de los vaivenes de los ciclos económicos. Los flujos migratorios, en forma de goteo y con un volumen reducido, fueron protagonizados por sectores sociales tanto débiles como poderosos, conviviendo las migraciones de recepción y las de emisión, la rural y la urbana, la comarcal/regional, pero, también, la estatal e internacional.
1.- ORDUÑESES DEL ENTORNO TERRITORIAL (1900-1949).
Orduña, 2.069 habitantes (1900), era la localidad más poblada del entorno comarcal. El flujo continuo de personas, -unas llegaban y otras marchaban-, con las repercusiones por ello derivadas en los procesos de socialización y convivencia sociales era una situación demográfica notablemente extendida en Orduña durante la primera mitad del siglo XX.
El examen de las actas de defunción de 3.314 personas enterradas en el cementerio municipal durante el período I 900-1 974 nos acerca a cuál era la composición de la población orduñesa en relación con la procedencia geográfica. Los difuntos nativos, enterrados en el cementerio municipal durante el período 1900-1974, representaron de media el 38,66%, oscilando durante los setenta años abarcados entre un 19 y un 50% y no llegando a superar este último valor en ninguno de los decenios, que componen el ámbito temporal analizado. De lo anterior, puede deducirse que los inmigrantes representaban un notable peso dentro de la comunidad orduñesa de finales del siglo XIX y del siglo XX, ya que, desde una visión de conjunto, representaban casi dos tercios de la población difunta en el ámbito municipal.
El grupo inmigrante más importante estaba constituido por nacidos en territorio vasco: el 40% del total de defunciones (entre el 35 y el 44%, según períodos). La zona Centro constituía el lugar de origen del 1 4% de los difuntos, con diferencias decenales, que variaron entre el 10 y el 20%. Las demás regiones estatales presentaban bajos porcentajes en el conjunto de difuntos. El contingente estatal se nutría en parte por empleados en el ferrocarril y servicios públicos.
Los originarios de provincias limítrofes y, según este orden, Álava, Bizkaia y Burgos, predominaban entre los difuntos inmigrantes. En el período analizado, sobrepasaban el 69%, llegándose a acercar en alguna década hasta un porcentaje próximo al 80%. Lo anterior permite hablar de una inmigración interna y de corta distancia. Esta inmigración interior procedía en su mayoría de la zona histórica de influencia socioeconómica, que en calidad de núcleo más poblado, desempeñaba respecto a los valles y municipios del entorno. Así, los difuntos procedentes de zonas y comarcas inmediatas a Orduña, caso de Arrastaria, Aiala, Urkabustaiz y Losa, o próximas, por ejemplo, Valles de Laudio/LLodio y Orozco, Kuartango, Zuya, Valdegobia y Tobalina, llegaron alcanzar porcentajes cercanos al 50% de los difuntos migrantes. El porcentaje de 49,62%, el más alto, se dio en el período 1910-19, mientras que el más bajo, el 32,97%, en 1950-1959.
La suma de las repercusiones de la modernización demográfica (descenso de la mortalidad y aumento de la natalidad) y de la inmigración contribuyó a que Orduña alcanzase la cifra de 3.138 habitantes en 1930.
2.- ORDUÑESES DE PROCEDENCIA ESTATAL (1950-2000).
La instalación de medianas industrias (transformados metálicos, electrodomésticos, muebles) a partir de los años cincuenta produjo un cambio de sentido en los procesos inmigratorios y convirtió a Orduña en un centro de recepción de inmigrantes de media distancia.
Los nacidos en el municipio representaron el 41,39% en el Censo de Población de 1970, siendo el resto población inmigrante. Los inmigrantes de procedencia vasca sumaron el 28,80%. El conjunto de los llegados de fuera del País Vasco abarcaban el 29,81%. El 70% de la población local era nacida en territorio vasco. Las personas inmigradas de las provincias limítrofes constituían un contingente inferior (48,25%) a las del resto de las provincias estatales (51,74%). Dentro las provincias limítrofes, Bizkaia era la que más número de inmigrantes aportaba, seguida de Álava y Burgos. En épocas anteriores, este lugar estuvo ocupado por Álava.
La industrialización experimentada para la segunda mitad del siglo XX por Vitoria-Gasteiz, Laudio/ Llodio, Amurrio o Miranda desplazó hacia esos lugares la emigración rural que procedente de Aiara, Urkabustaiz, Kuartango, Zuya, Valdegobia, Losa y Tobalina acudían anteriormente a Orduña. A pesar del cambio de sentido experimentado, la inmigración de corta distancia mantenía un notable peso dentro de los inmigrados llegados a Orduña. Bizkaia y Álava encabezaban la lista de diez provincias con mayor número de inmigrantes.
Signo del giro producido en la inmigración representa de cualquier forma el dato de que Salamanca compartía con Burgos el tercer puesto con similar volumen. En el mismo sentido, hay que interpretar los porcentajes de inmigrantes obtenidos por La Coruña, Málaga, Jaén, Córdoba, Logroño y Cáceres. Los contingentes más numerosos de inmigrantes interestatales, a semejanza del territorio vizcaíno, procedieron de Castilla-León, Galicia, Andalucía y Extremadura.
Para los nativos, el emigrante representaba inicialmente un desconocido, por lo que en ciertos casos, no le llamaban por el nombre o el apellido sino que para identificarle, empleaban bien la zona de procedencia geográfica («arratiana», «andaluz», «catalán», «extremeño», «gallego», «malagueño», «Rioja» o «riojano», «Salamanca», «santanderino», «soriano», «Valladolid» «portugués», «moro», «marroquí»,…) o bien la diferencia lingüística («vasco»), lo que, en definitiva, le señalaba como persona extraña a la comunidad local.
Los orduñeses de procedencia peninsular se manifiestan hoy en día totalmente identificados con Orduña. Al inicio de la llegada de inmigrantes, se conoce, sin embargo, que no faltó algún que otro conflicto. Los problemas de rechazo se canalizaron en particular hacia la inmigración gallega, hasta el punto de traducirse en una riña multitudinaria ocurrida en la plaza entre un grupo de jóvenes orduñeses y una colonia de gallegos llegados para trabajar en la renovación de la red ferroviaria.
Las sucesivas crisis de las décadas finales del siglo XX desmantelaron las medianas industrias instaladas en la mitad del siglo XX y con ello, se perdieron más de mil empleos directos. La incidencia de la crisis en la estructura industrial provocó el freno de la inmigración estatal. En las siguientes décadas, descendió la población orduñesa de procedencia peninsular. Las personas nacidas en provincias de otras comunidades autónomas representaban el 29,52% en 1981 y veinte años más tarde, en 2001, este porcentaje se redujo al 22,88%.
Los flujos inmigratorios diversificaron las fuentes de procedencia y se incrementaron las distancias de los desplazamientos, respecto a la inmigración de la primera mitad de siglo caracterizada por el corto recorrido de los desplazamientos y un origen preferentemente comarcal. Los orduñeses de procedencia peninsular ocuparon puestos no cualificados y cualificados, pero también desempeñaron responsabilidades en la escala de mando y en el ámbito técnico de rango intermedio e, incluso, alto, por ser de procedencia extremeña el director de la mayor empresa radicada en la localidad.
3.- ORDUÑESES DE ORIGEN EXTRANJERO (2001-2015).
El peso porcentual de los nativos ha descendido durante las tres-cuatro últimas décadas (Tabla 1). En 2011, sumaron 1.646 personas (38,65%), cuando en 1970, alcanzaron la cifra de 1.840 (41,39%). La bajada de nativos y un relativo mayor peso de personas inmigrantes, en un contexto de ligera caída del volumen de población, evidencia un flujo permanente de personas.
La inmigración interna, procedente de lugares del territorio vasco, continúa en aumento: un 28,8% en 1970 y el 36,65% en 2011. En su mayoría, provienen de municipios alaveses y, sobre todo, vizcaínos.
La población de origen guipuzcoano es reducida, localizándose en torno o por debajo del 1%. Tres cuartas partes de la población residente han nacido en territorio vasco.
La inmigración estatal, por el contrario, pierde peso: de representar el 29,81% en 1970, se redujo a 8,48% en 2011, con una caída de más de once puntos porcentuales. La crisis de la industria radicada el municipio ha frenado, por un lado, la llegada de nuevos contingentes y, por otro, ha servido de contexto al retorno a los lugares de origen de algunos de ellos.
Durante el siglo XX, la presencia de personas de nacionalidad extranjera presentaba un carácter puntual y se limitaba a personas concretas de nacionalidades como la portuguesa o la marroquí. Este fenómeno, sin embargo, cobró cierta fuerza en el primer decenio del siglo XXI. La población inmigrante se ha multiplicado por 6,6 en treinta años y con altibajos, ha pasado a constituir el 0,81% en 1981, el 2,76% en el 2000, el 6,22% en 2011 y el 6,44% en 2015. El modesto volumen de la población extranjera municipal discurre por valores similares al del territorio autonómico (6,3%), ambas muy por debajo del conjunto del Estado (13,8%).
En el contexto de la floja dinámica económica local, la llegada de extranjeros encaja con la interpretación de una inmigración inesperada. Al producirse tras el desmantelamiento de la estructura industrial, puede pensarse que el inmigrante extranjero llega sin ser invitado. Los hechos, sin embargo, parecen demostrar en parte su necesidad, si se tiene en cuenta que la demanda municipal y comarcal de la población autóctona en campos como dependencia personal, conciliación de la vida familiar y laboral, construcción,… está siendo cubierta, al menos, en parte, por población inmigrante. Una visión comarcal de la economía, el extenso parque local de vivienda vacía (1991: 30%; 2001: 19,4%; 2011: 18,66% del total municipal de viviendas), la tendencia a la concentración geográfica de la población migrante, el atractivo residencial (tamaño de población, equipamientos, entorno, comunicaciones), la importancia de la economía sumergida en etapas de recesión y desempleo,… son factores, que ayudan a explicar que un hecho, en principio, sorprendente, responda a cierta lógica.
El perfil de la inmigración extranjera se caracteriza por una amplia diversidad, puesto que salvo Oceanía, engloba los demás continentes mundiales (Europa, África, América y Asia) y además, comprende personas nacidas en 33-35 países diferentes, según los años. El colectivo latinoamericano constituye el grueso del contingente de población local transcontinental: prácticamente, 6 de cada 10 inmigrantes extranjeros son latinoamericanos. Por comunidades nacionales, Ecuador y Marruecos son los países que más inmigrantes aportan. Entre ambas, suman más de la mitad de los inmigrantes extranjeros del municipio.
La aportación de la población extranjera ha sido decisiva para la estabilización de la población municipal en una cifra superior a los 4.000 habitantes, tamaño alcanzado con la llegada de emigrantes peninsulares y en el contexto del claro descenso experimentado por la mortalidad y la natalidad en alza, tras la caída experimentada por la misma con ocasión de la Guerra civil. De no ser por la inmigración extranjera, el crecimiento demográfico hubiera sido posiblemente negativo y la población habría descendido por debajo del soporte demográfico mencionado.
En fin, el colectivo de inmigrantes de procedencia extranjera, no obstante su moderado volumen, ha derivado en que el municipio orduñés comience el Siglo XXI convertida en una comunidad caracterizada por la multietnicidad y el multiculturalismo de sus habitantes. Orduña ha pasado a ser una comunidad local homogénea desde una perspectiva sociocultural a ser un lugar, en la que viven personas de religiones distintas y con lenguas y culturas diversas.
Tomado de AZTARNA
Jesús María Garayo