
LAS FUENTES PUBLICAS EN ORDUÑA. UN ESBOZO HISTÓRICO

Sin necesidad de acudir al primero de los filósofos conocido, Tales de Mileto, quien calificara al agua como quintaesencia del universo, somos conscientes de que el líquido elemento fue fundamental a la hora de elegir el lugar en que crear una población. El suministro de agua se convirtió en tarea prioritaria de las autoridades locales porque de su eficacia dependía, en buena medida, el abastecimiento y salubridad del vecindario.
Las primeras normas de ámbito local en Orduña que se refieren a este asunto datan de fines del siglo XV y tratan de proteger la salubridad de las aguas de la fuente. Así, se prohíbe, bajo sanción de 150 maravedíes, que el ganado beba en el calce que lleva al pilar. También se sanciona lavar en la fuente las ropas, las lanas, los paños teñidos, así como limpiar las verduras de las huertas. Para controlarlo, uno de los oficios locales, el jurado, había de acudir «de mes a mes» a supervisar los calces, trabajo por el que recibía del infractor 48 maravedíes.
Otra norma de la misma Ordenanza sanciona con 200 maravedíes a quien rompiese los pilares o el calce sin licencia del alcalde o del concejo, obligándole, además, a reparar lo que hubiese derruido. Tan solo se permite esa acción para sofocar o controlar cualquier incendio que acaeciese en el casco urbano.
SIGLO XVI y XVII
Con la llegada del siglo XVI conocemos con más detalle las instalaciones del suministro de agua en Orduña. La fuente principal siempre se ha situado en el centro de la Plaza Mayor, hoy Plaza de los Fueros, que, a su vez, ocupa el centro del casco urbano. Era el lugar donde el vecindario se abastecía de agua y, al mismo tiempo existía un abrevadero para el ganado. Tenemos también noticia de otra fuente en la misma plaza, pero ésta ubicada cerca de la parroquia de San Juan, junto a la calle del mismo nombre, destinada al lavado de ropa. En las Ordenanzas municipales de 1569 encontramos normas similares a las del siglo anterior que tienden a salvaguardar la calidad de las aguas destinadas al consumo
«Otrosí ordenamos y mandamos que ninguno sea osado de romper el calce del agua que viene a esta Ciudad ni echar en el suciedad alguna de las huertas y heredades confinantes a él, pena de tres reales por cada vez aplicados para reparos de dicho calce«.
Es complicado conocer el trazado de la rudimentaria red de agua. Sabemos, de todas formas, que se había enlosado un arroyo que pasaba por medio de la plaza y también existía un conducto dirigido a través de Calle Medio al martinete o rueda de Ortés de Velasco, ubicado en las Adoberías extramuros de la ciudad.
Además de la fuente de la plaza, hay que reseñar la existencia de la fuente de Zoraque, ubicado en la parte trasera del Santuario de La Antigua. Tenemos constancia de ella en el siglo XVI, y de sus obras de mantenimiento en el siglo XVII. Fue reconstruida en 1678. Su importancia radicaba en que era la que suministraba el agua a la fuente de la plaza. Supuso su reconstrucción una importantísima inversión de 216.036 maravedies, que representaba más del 25% del presupuesto de aquel año. A pesar del gasto soportado, no quedó la fuente a satisfacción de la Ciudad porque seis años más tarde un informe del fontanero Francisco de Villanueva pone de manifiesto la necesidad de tomar una serie de medidas. Se debían colocar dos arcas más, ejecutar un encañado de 66 varas y un codillo, todo ello «conforme al arte de la fontanera».
UNA FUENTE DIGNA PARA EL SIGLO ILUSTRADO
Aunque tenemos noticias de intervenciones e–fuentes como la del Terrero, La Paul y Zoraque, mayor esfuerzo en mejorar el suministro de agua se refiere en este tiempo a la fuente de la plaza y a la conducción de las aguas hasta el centro del núcleo urbano. Ya en 1.711 se gasta el Ayuntamiento la no desdeñable cantidad de 47.600 maravedíes en conducir hasta la plaza las aguas de la fuente de Zoraque. Se llega incluso a contratar por un tiempo de siete años a Juan de la Plaza para mantener adecuadamente esa traída de aguas. En 1.725 e Ayuntamiento, ante la escasez de agua, estudia la posibilidad de traerla de la llamada fuente del Hombre Muerto y se llega a plantear un préstamo de 5.500 ducados, sin resultado alguno.
Será el año 1.744 el decisivo para la ejecución de un digno suministro de agua. El siglo
ilustrado busca conseguir un agua más limpia y potable cara evitar enfermedades, así como lograr la cantidad suficiente para hacer frente a los peligros de los incendios. El 27 de mayo de 1.744 se reúne el pueblo en concejo abierto. Sólo para las decisiones de transcendencia se juntaban los vecinos en el pórtico o cementerio de la iglesia de Santa María. Y sin duda ésta lo era. Reunidos 169 vecinos de la ciudad y de sus barrios, el síndico procurador general expone con claridad la importancia del suministro de aguas y la situación de abastecimiento de aguas en Orduña.
“como sabido era y bien constaba a todos que de inmemorial tiempo a esta parte había habido fuente en la plaza pública de esta ciudad como tan precisa y necesaria al bien común, salud pública, gasto, alimento y gobierno de esta ciudad, sus vecinos, moradores, pasajeros y viandantes, conduciéndose el agua para ella desde la fuente que llaman de Zoraque y que habiendo empezado a extrabenerse (extravasarse) en su nacimiento y hallarse maltratado y sin provecho su encañado de muchos años a esta parte, se han estado gastando crecidas porciones…hallándose lo más del tiempo sin agua y la que venía introducida del calce y no de la fuente original, por las razones referidas de que resultaron y han resultado muchas enfermedades que se han experimentado en esta ciudad como es público y notorio atribuyéndose a no ser potable ni limpia dicha agua…».
Por estos motivos, el síndico justificaba la necesidad de conseguir que las aguas limpias, cristalinas y abundantes de San Juan del Monte, lo que más tarde se llamó Fuente de la Teta, llegasen así a la fuente de la plaza. Había, por tanto, que buscar por el gobierno local maestros experimentados que trazasen un proyecto adecuado. Su ejecución exigía importantes cantidades. La financiación acordada por el común de vecinos en el concejo general era múltiple. La más importante era la formalización de censos-prestamos-, le seguía la venta de bienes municipales y, finalmente, el trabajo de apertura de las zanjas se planteó se ejecutase por el vecindario, lo que llamamos en euskera auzolan. Aunque esta fue la decisión del concejo abierto, definitivamente el trabajo vecinal se sustituyó por una aportación de 6 reales por cada vecino. El costo total de la obra superó, los 63.000 reales de los que más de 54.000 correspondieron a préstamos que el ayuntamiento tuvo que soportar y más de 6.000 se obtuvieron de las ventas de propiedades municipales.
Conocemos con bastante exactitud los datos técnicos de la nueva canalización de las aguas desde San Juan del Monte a la plaza. Hay un primer tramo desde la fuente a un arca de piedra justo al puente ubicado debajo del santuario de Nuestra Señora de la Antigua de 2.578 pies. El segundo tramo desde la citada arca a la peña junto a la Casa Blanca se extiende 3.609 pies. El tercero y último llegaría desde la peña a los manantiales de San Juan del Monte en una distancia de 589 pies, haciendo un total de 6.777 pies de recorrido de canalización. Su ejecución exigió romper la peña del camino de la Casa Blanca con pólvora, abrir más de 380 estadios de zanja y colocar más de 2400 caños de barro. El interior del conducto era de piedra sillería, el exterior de mampostería con las esquinas de piedra labrada con su chapa y cubierta de losa. Por lo que hace a la fuente propiamente dicha, ostentaba una taza de piedra procedente del barrio de Vitorica, cerca de Quejana, en la que se ubicaban ocho caños de latón bronceado ejecutados por el padre jesuita Juan de Ibarrola. La fuente se remataba con un niño y las armas de la ciudad.
El diseño y la dirección de la obra se debe a los vecinos de la Tierra de Ayala Marcos Gancedo y J. Antonio de Revilla y al monje benedictino del monasterio de San Salvador de Oña Fray Francisco Martínez. Por fin Orduña podía disfrutar de una fuente digna de su rango.
EL SIGLO XIX
Se inicia el siglo con la construcción de una fuente en el camino de la Antigua. Tras las obras del Santuario se pretendía mejorar el paseo hacia la iglesia con unos nuevos servicios. Ejecutada en 1.802 es un digno trabajo de las llamadas fuente-banco trazada por el perito Marino Echevarría, que todavía hoy podemos contemplar. Tal y como la describen José Antonio Barrio y Celestino Izquierdo, se trata de «una pantalla quebrada en tres lienzos, los laterales oblicuos y el central recto, con bancos adosados a aquellos. El surtidor al centro es un simple pilar rematado en bellota, con un solo chorro al centro….son de buen efecto los pináculos rematados en esfera que potencian las dos aristas y los flancos, humildes reflejos de un vitrubianismo muy empalecido» La obra se completará 41 años más tarde con el bebedero.
Pero la actuación más importante de todo el siglo en este ámbito es, sin duda, la ejecución de la fuente de la plaza. Habían pasado más de 100 años desde su construcción en el siglo XVIII y la ciudad había sufrido invasiones y guerras de todo tipo, sin faltar, desgraciadamente, los actos vandálicos contra los bienes públicos. No es por ello extraño que el ayuntamiento de la ciudad se dirigiese a la Diputación de Bizkaia en términos que resaltaban la necesidad de «la reconstrucción de la fuente de la plaza por hallarse la actual en muy mal estado y en disposición tal que no pueden colocarse los ocho caños nuevos que se han fabricado al intento, para reemplazar los que antes había y que una mano criminal y oculta destrozó ya hace ocho meses».
El proyecto data de 1.861, año en que se encarga a José de Echevarría el plano, presupuesto y condiciones de la nueva fuente. Se exigía utilizar piedra sillar de arenisca de buena calidad con una pilastra o pedestal de una pieza entera, la taza de otra y el remate superior de otra, con un fondo del pilar idéntico al que tenía la antigua. En los ocho taladros de la taza se colocarían los tubos de plomo y alrededor de la fuente se colocarían una verja de hierro tal y como se puede observar en una vieja foto de principios del siglo XX. Aunque no es descartable que se utilizasen materiales de la antigua fuente, la obra es de nueva planta y supuso un costo superior a los 33.000 reales.
Otra fuente, ésta de aguas medicinales, es la que se ubica en el término de La Muera. A mediados de siglo se construye su entramado básico, y pocos años más tarde se levantan dos pozos bañera «para que los enfermos procuren curación de ciertas enfermedades». Años después, estas aguas fueron el soporte para la construcción por José Mª Escuza del balneario de La Muera, en 1877, un tiempo de auge de estos establecimientos y que tendrá una vida de cierto esplendor hasta la guerra civil de 1.936.
Mayor importancia para el conjunto de la población supuso la construcción de la fuente adosada al antiguo convento de San Francisco. Los vecinos del barrio de San Francisco vieron con satisfacción la ejecución de una nueva fuente para el suministro de agua y lavadero. En efecto, se encargó el año 1870 al perito José de Echevarría este proyecto que aprovechaba las aguas procedentes de la fuente de La Paul y que conocemos con cierto pormenor. Se debía abrir una zanja en línea recta desde La Paul hasta el punto en que se colocara la fuente con 2,5 pies de anchura y la profundidad necesaria para que la zanja quedase en perfecta rasante. El fondo o suelo del bebedero y lavadero debería enlosarse y el andén del perímetro del lavadero con losa labrada de 3 pulgadas. La piedra de sillería utilizada procedía de las canteras de Saracho. El fijado por Echevarría era de 10.008 reales, aunque finalmente el precio por el que se adjudica a José de Menoyo vecino de Costera en Ayala fue de 8.918 reales, 5.918 con cargo a las arcas municipales y 3.000 con cargo al Hospital.
CONDUCCIÓN DE AGUAS
Las aguas que recibía el casco urbano de Orduña llegaban básicamente de la Fuente de la Teta que, a su vez, la recibía de los arroyos de las laderas de Goldecho, de Lendoño y de la llamada Cueva Grande. Como en tantas poblaciones, la cantidad de agua era insuficiente para las necesidades del vecindario y su calidad dejaba bastante que desear. El enturbamiento en este caso procedía sobre todo de Cueva Grande, que arrastraba abundante arcilla y lodo, tal y como ponía de manifiesto un informe de Máximo Cuadra de 1858.
Por eso, a fines de siglo XIX se añade al suministro el agua de la Fuente de la Choza, conducida a un depósito enterrado a 700 metros y con una capacidad de 425 metros cúbicos. A este depósito se añadió en 1905 otro construido en hormigón armado. Seguía siendo insuficiente, sobre todo en temporada de verano, con menos cantidad de agua y más población. De este modo el ayuntamiento orduñés presidido por Francisco Montoya inicia las gestiones en 1924 para conseguir una nueva traída de aguas, considerado por la Corporación como el mayor problema de Orduña en aquel tiempo. Tras plantearse lugares como el de la laguna de Santa Clara, se decidió finalmente acceder a la concesión de los manantiales de la Tejera y la Rotura de la Ascensión, situados en la aldea de Délika, jurisdicción del Valle de Arrastaria. En 1925 se aprobó el proyecto del ingeniero José Balbé con un presupuesto de 207.178 pesetas y su ejecución concluyó en agosto de 1927. Estas aguas de Arrastaria se guardaban en un depósito rectangular de 450 metros cúbicos.
Tras la guerra civil se estudió levantar otro depósito de aguas en los terrenos del Castillo que, finalmente, no se ejecutó. Los problemas de abastecimiento no cesaron y fueron un auténtico dolor de cabeza para todas las corporaciones municipales. Tuvo que llegar el siglo XXI para que esa incertidumbre veraniega del vecindario de sufrir los problemas de abastecimientos en sus casas, se acabase definitivamente. La Diputación Foral de Bizkaia adjudicó en 2004 las obras de la balsa artificial de Gartxeta, con una superficie de 275 metros de larga por 120 de ancha y una capacidad de 190.000 metros cúbicos. En el 2013 el Consorcio de aguas concluyó las obras de enlace del depósito de Delika con la balsa de Gartxeta.
Tan solo hemos trazado un breve esbozo de la historia del abastecimiento de aguas en Orduña a través de la historia. Pero seriamos injustos si no nos acordásemos de las personas que se han preocupado por un problema que afectaba tan directamente a las necesidades de la población. Personas que han trabajado muchas veces de forma desinteresada por mejorar un servicio imprescindible en la vida diaria. Analizando las aguas, controlando el aforo de las fuentes o realizando gestiones ante autoridades de todo tipo. Como secretario del ayuntamiento de Orduña en la década de los años 80 del pasado siglo, puedo dar fe de que así lo hicieron Xabier Eguiluz, Txetxu Guaresti y Sabino Pinedo. A todos ellos quiero dedicar este pequeño trabajo.
Tomado de AZTARNA
José Ignacio Salazar Arechalde