La vid y el vino en la historia de Orduña (IV)
3-Ordenanzas de 1.789
Todavía a fines del siglo XVIII, las Ordenanzas de 1.789 siguen regulado estas cuestiones. El Título XXIX, en su capítulo primero, sigue mostrando la importancia de la actividad, de manera un tanto enfática
«Es el asunto de la introducción de vinos es el más importante a los intereses de esta Ciudad, por cuanto es el ramo que más le produce, y sin el cual verdaderamente no podría subsistir; y por lo mismo se hace forzoso atajar por todos los medios posibles el que se la defraude: por tanto se ordena y manda que ninguna persona sea osada a de introducir vino clarete, chacolí, ni de otro cualesquiera genero de fuera de la jurisdicción sin que preceda licencia por escrito del Regidor semanero, se pese en el peso real y pague los derechos del arbitrio e impuesto, pena de perdimiento del vino, colambre y caballería que lo condujere, aplicado todo después de pagados gastos para la bolsa común de esta Ciudad; y siendo el vino que se introdujere por menor y por personas incurra en el mismo perdimiento y tres mil maravedíes de multa».
Aquí ya vemos como la vigilancia de entrada del vino se efectúa de manera más ordenada, a lo que se une la necesidad de su descarga por los arrieros en la Alhóndiga municipal y, además, se añade un control adicional del ayuntamiento en los mesones de la ciudad.
El Titulo LXIV, «Sobre la venta del vino chacolí de la cosecha de esta ciudad, vendimia, conservación de su viñedo, platino de árboles frutales, y otras cosas en el particular,» regula en 13 capítulos estas cuestiones con las mismas constantes proteccionista de los pasados siglos. Interviene el concejo en la fijación del precio (11 de noviembre), en la decisión de la fecha de la vendimia y en la prohibición de la entrada de uva y vino foráneos; además de fijar con más precisión las funciones de los guardas de uva. Por vez primera en una norma local orduñesa, se habla de la existencia de dos o más especies de uva. Al sazonar en fechas distintas, se faculta al ayuntamiento para que dispongan de una o más vendimias. Lo cierto es que en los acuerdos municipales solo suele aparecer una sola fecha de vendimia.
De todas formas, algunos cambios se estaban produciendo en la venta del vino propio que el ayuntamiento pretende atajar. En efecto, en el capítulo IX del Título que estamos analizando, se afirma que se estaba extendiendo la costumbre de vender el chacolí con libertad desde la vendimia, hasta el 11 de noviembre. Al no estar la uva en sazón, la Ciudad consideraba, con buenas razones, que era en perjuicio de la salud pública y, por lo tanto, lo pena con una sanción de 3.000 maravedíes.
La venta libre del chacolí propio se inicia el día 12 de noviembre, en que se cierran las tabernas del vino clarete de la Rioja, y se prolonga hasta el día de Santa Lucia, 13 de diciembre. A partir de entonces, y siguiendo la costumbre, se vende por tandas de cosecheros según sorteo realizado al efecto «y así hasta concluir todo el vino». La venta se realizaba solo en dos tabernas repartidas por calles.
4 -Ocaso de una actividad económica
Según datos de la segunda mitad del siglo XVIII, la producción orduñesa de chacolí desciende de forma continua. Si en el periodo de 1.771-1.775, se produce una media de 7.832 cantaras, en 1.799 se reducen a 6.720. En el Diccionario histórico geográfico de 1.802, Gonzáles Arnao cifra en 6.500 cantaras el vino producido. Cantidad no desdeñable pero que confirma una baja constante.
Diversas son las causas del descenso en la producción. Con la mejora en las vías de comunicación en la segunda mitad del siglo XVIII, se abaratan los vinos de la Rioja que, además, son de mayor calidad que los de la tierra. Al mismo tiempo, se reduce la superficie dedicada al viñedo para destinarlas a producción de cereal, según documentación diversa en la que abundan bienes de «viñas reducidas a heredad».
Con el siglo XIX desaparecen las normas proteccionistas y llega la libertad de precios y la liberalización del comercio. En su segunda mitad, llegan también las enfermedades de la vid. En la década de los años cincuenta afecta a la vid la plaga del oídium, en los setenta la del mildiu y la filoxera a fines de siglo y principios del veinte. En las estadísticas de 1.906, cuando se habla de la extensión del viñedo, se afirma que «La filoxera y otras plagas son la causa de que vayan desapareciendo en más de la mitad lo que existía hace algunos años». Era casi el final de una actividad que fue esencial en la vida económica de Orduña
Solo a fines del siglo XX y principios del presente, se muestra un auge en la producción del Txakoli, con criterios más profesionales y en consonancia con los nuevos tiempos y con lo que sucede en otras comarcas de Bizkaia y de la cercana Araba. Pero esa es otra historia.
Tomado de AZTARNA
Jose Ignacio Salazar Arechalde