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Descripción del Salto del Nervión

Descripción del Salto del Nervión

Todavía recuerdo la primera vez que subí a ver el Salto del Agua o Salto del Nervión, sin duda uno de los lugares más impresionantes de nuestra comarca. Sorprende a propios y extraños la caída de 222 metros que hace el río desde la sierra de Gibijo al valle Orduña, siendo la catarata más grande de la Península Ibérica (según Wikipedia, s.v Salto del Nervión). Suponemos que el mismo asombro que sentimos hoy día (yo por lo menos, sigo sintiéndolo) a acercarnos a la cascada debían sentir también los

visitantes de siglos anteriores, y aunque podemos pensar que fueron muchos los viajeros que se acercaron a El Salto, pocos testimonios conocemos sobre sus impresiones.

Sin embargo, quien anda entre manuscritos y oros antiguos, a veces tiene la suerte de toparse, en el sitio menos pensado, con referencias sobre su zona. En este caso, en un poemario de 1650, donde en uno de los madrigales se nos hace la descripción poética del salto y de los juegos que en él hacen el agua y el viento. Su autor, Bernardino de Rebolledo y Villamizar (León 1597-Madrid 1676), Conde de Rebolledo, fue un militar con tintes de poeta, que en el s. XVII debió sentir nuestra misma impresión ante la cascada. La sorpresa del poema es doble: primero porque el autor es un famoso militar nacido lejos de la zona, y no un vecino que alaba su lugar de origen; segundo, porque el poema fue publicado muy lejos de nuestro país, concretamente en la ciudad de Amberes (Bélgica).

No creemos que haya muchas descripciones antiguas del Salto del Agua, y menos aún hechas por personajes que, en el s. XVII, tuvieran la fama social y literaria que tiene este Conde de Rebolledo, por lo que nos parece interesante ocupar espacio tanto la vida del conde como la historia de las ediciones y reediciones del poema. Tras el poema, en un pequeño comentario daremos unos pocos datos para entenderlo.

El autor

Bernardino de Rebolledo y Villamizar, Señor de Irián, salió de León a la edad de catorce años (1611) para dar comienzo a su carrera militar en Italia, y tras participar en la guerra contra el Imperio otomano, llegó al grado de capitán. En 1630, aguantó el sitio de Casale Monferrato y regresó a España a comunicar esa victoria a Felipe IV, lo cual le valió el título de gentilhombre de boca del Cardenal-Infante don Fernando. Junto al Cardenal-Infante pasó a Flandes, guerreando en aquellos lugares, y en 1635 fue llamado a formar parte del cuartel general de los ejércitos de Flandes. Intervino en diversas misiones diplomáticas durante la Guerra de los 30 años (1618-1648), lo que le valió el título de Conde del Sacro Imperio Romano con denominación de Conde de Rebolledo (1636). En 1640 fue nombrado maestre de campo general del tercio de infantería y se le concedió el gobierno de la plaza de Frankenthal (Alemania), donde resistió un asedio de 18 meses. Tras esto, obtuvo diversos cargos militares en Alemania, siendo nombrado en 1643 gobernador y capitán general del Palatinado, y siguió en labores diplomáticas diversas. Hacía 1646 se le nombro capitán general de artillería, y ese mismo año pidió volver a España.

En 1647 Felipe IV le nombra ministro plenipotenciario en Dinamarca y allí permaneció trece años como embajador en la Corte de Dinamarca y espía del Papa, a quien representó además ante la corte polaca. Durante esos años compuso la mayor parte de su obra literaria, y preparo la publicación de la misma. En 1659, aquejado de gota, abandona Dinamarca para volver a España y en 1662 obtuvo el puesto de ministro del Supremo Consejo de Guerra, y en 1670 fue nombrado ministro de la Junta de Galeras. Murió en Madrid, a los 79 años de edad.

Suponemos que pasó por nuestra comarca en uno de los viajes que hizo desde Madrid al norte de Europa, puesto que en la explicación al poema nos dice que el río está «entrando de Castilla en Vizcaya por la aspereza de la peña de Orduña, entre los lugares de Verberana y Lezama (sic)» y que «pasando por allí el autor y enseñándole los de la tierra esta maravilla de la naturaleza» fue como descubrió el Salto. Quizá fue al partir a Flandes tras la estancia de 1630 en Madrid, o quizá el viaje que, como embajador de la monarquía, hacía a Dinamarca (año de 1647). Sea una u otra fecha, parece claro que el autor fue por el Camino del Señorío: no hay que olvidar que uno de los puertos más importantes que unía la península con Flandes y el norte de Europa era el de Bilbao, y que el camino principal entre Bilbao y Castilla era a través de la peña de Orduña.

El libro Ocios del Conde de Rebolledo

Como hemos adelantado, el conde Bernardino de Rebolledo y Villamizar publicó en 1650 en Amberes un libro con el largo título (a la moda de la época) de Ocios / de el / Conde de Rebolledo / señor de Irián. / Diólos a luz / el licenciado Isidro / Flórez de Laviada, /natural de la ciudad / de León. A lo largo de esa década de los 50 publicó otras obras, y en 1660 se edita la colección de sus Obras Completas, por lo cual vuelve a imprimir los poemas de 1650, junto a otros, está vez bajo el nombre de Ocios / del Conde Don / Bernardino de Rebolledo, / Señor de Irián. / Tomo primero de sus obras poéticas / que da a luz / el licenciado Ysidro Flórez de Laviada, / natural de la ciudad de León divididos / en cinco partes. En lo que respecta a nuestro poema, entre una y otra edición no hace más que corregir alguna errata y modernizar alguna grafía sin importancia en lo fundamental.

Como el lector atento ha visto, en el título de ambas ediciones aparece como editor el licenciado Isidro Flórez de Laviada; el cual comenta en la introducción que en el tiempo que tuve a mi cargo los papeles de el Señor Conde Don Bernardino de Rebolledo, le vi en los trabajos dar mucho que admirar a la constancia, y en los ocios a la erudición. De un gran volumen que tenía este título, copié los asumptos que a persuasión de los estudiosos de la pureza de la lengua Española, cedo a la importunidad de el impresor: añadiéndoles este discurso, para que ya que salen sin licencia, no salgan sin noticia del dueño (según edición de 1650). Si bien no tenemos datos para sospechar que el tal Flórez de Laviada no existiera, no sería de extrañar que «sólo se trate de una artimaña del propio Rebolledo para dar lustre a su obra y personalidad», ya que en aquella época no estaba bien visto un cargo público dedicado a las artes liberales, además de que era un recurso literario y retórico muy en boga el llamado captatio benevolentiae, una forma de modestia para atraer el favor del lector.

Sin que tenga más importancia en nuestro trabajo que el simple joviteo, tras la muerte de Rebolledo tenemos el siguiente hito en las ediciones del poema, en pleno siglo XVIII, ya que los Ocios vuelven a editarse en Madrid en 1778, en la reedición que el impresor Antonio de Sancha hace de las Obras Completas del Conde. Nuestro poema, además, se publica en el tomo noveno de la antología de poetas españoles hecha por Juan José López de Sedano con el título Parnaso Español, colección de poesías recogidas de los más célebres poetas castellanos (Madrid, 1778). En esta colección se describe el poema como una bella pintura que «como copiado de la misma verdad, cuanto por la belleza de la reflexión mitológica, y por la deducción y aplicación de la moralidad con que la concluye, por todo lo cual no se puede ofrecer en su línea composición más agradable y perfecta.». Modernamente tenemos la edición crítica de los Ocios, hecha por González Cañal, de donde tomamos el poema para este artículo.

El Texto

ENTRANDO DE CASTILLA EN VIZCAYA POR LA ASPEREZA DE LA PEÑA DE ORDUÑA, ENTRE LOS LUGARES DE VERBERANA Y LEZAMA (sic), BAJA UN ARROYO DE LO MÁS ALTO DEL MONTE A DESPEÑARSE EN UNA PROFUNDA CONCAVIDAD, DE DONDE SALE TAN VEHEMENTE VIENTO QUE, SIN DEJAR CAER GOTA DE AGUA ABAJO, LE DESATA EN VAPOR Y LE ESPARCE POR EL AIRE, A CUYA CAUSA ES AQUEL SITIO MUY LLUVIOSO. PASANDO POR ALLÍ EL AUTOR Y ENSEÑÁNDOLE LOS DE LA TIERRA ESTA MARAVILLA DE LA NATURALEZA, LA OBSERVÓ MUY DE ESPACIOY LA DESCRIBIÓ.

Madrigal IX

De un risco dilatado

arroyo caudaloso

al más profundo valle se despeña

y al saltar los umbrales de la peña

le acomete violento

tan proceloso viento,

qu’en vapor desatado,

vuelve a subir por donde había bajado.

Como en Etna Vulcano

oficina de rayos,

Éolo en este puesto

la de nubes ha puesto;

si de la antigüedad fuera observado,

lo hubiera celebrado

con una misteriosa alegoría,

de las en qu’ envolvió su teología.

Aunque parece natural efecto,

es moral el precepto:

cuando al valle se arroja, vuelto nube

a la vaga región del aire sube,

y cuando por crecer allá trabaja,

en lluvia convertido al suelo baja.

 

Comentario

Como puede leerse, no encontramos en el poema referencia ninguna a la geografía del lugar, pero en el índice de asuntos que tenemos al final del poemario hay una nota (que aquí hemos puesto delante del poema, en letra versal) que nos dice que el arroyo mencionado en el poema se encuentra entre Berberana y Lezama, cerca de la Peña de Orduña. Hemos de recordar que el escritor es extraño en la zona, y por tanto tomaría como referencia los pueblos más conocidos por los arrieros de aquella zona sobre Orduña: Berberana por ser el pueblo por el que pasa el Camino de Señorío,y Lezama por pasar por allí el conocido camino que, por Altube, unía Vitoria con la costa (Bilbao, Castro Urdiales).

Tras la descripción del salto (De un risco dilatado // vuelve a subir por donde había bajado), el
autor hace una referencia a la mitología griega y romana: nos dice que si los antiguos habrían conocido el Salto del Agua, de la misma forma en que situaron la fragua de Hefesto o Vulcano en el monte Etna (donde se fabricaban los rayos al dios Zeus), hubieran situado aquí la oficina de Éolo (dios del viento), donde se crean las nubes (Como en EtnaVulcano / …/de las en qu’ envolvió su teología). Finalmente, como es costumbre en poemas de aquella época, una conclusión moral se saca del Salto del Agua: cuando quieres ser humilde, subes; pero cuando trabajas para subir, lo único que puedes hacer es bajar (Aunque parece natural efecto /… en lluvia convertido al suelo baja).

Como se puede leer, nos encontramos con un poema de gran fuerza lírica en el que hallamos reflejadas las impresiones que cualquier viajero del siglo s. XVII hubiera tenido al acercarse a ver el aún hoy día (cuando desde tu casa puedes ver todas las maravillas del mundo con un solo clic) impresionante Salto del Agua.

Tomado de AZTARNA

KOLDO ULIBARRI ORUETA

 

 

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