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FONTECHA Y SALAZAR EN LA ORDUÑA DEL SIGLO XVIII (II)

FONTECHA Y SALAZAR EN LA ORDUÑA DEL SIGLO XVIII (II)

La Hacienda municipal

Las cuestiones económicas, hoy como ayer, generaban no pocos problemas a las autoridades locales. Y se necesitaba contar con profesionales competentes que supieran resolver las siempre conflictivas situaciones que afectan al dinero.

En 1726 fue elegido por la Diputación, a petición del síndico orduñés, Fontecha Solazar para hacer la nueva numeración de las fogueras. Y si bien no es un documento estrictamente tributario, es la base para la realización de los repartimientos fiscales del Señorío. Lo ejecutó durante los días 22, 23 y 24 de diciembre resultando, excluyendo las casas de los curas, un número total de 181 fogueras en las que se incluían las 39 correspondientes a las aldeas de la Junta de Ruzabal.

Cuando en 1735 el Corregidor pide testimonio de los arbitrios que usa la Ciudad, se solicita informe a Jose Jiménez Breton y a Fontecha, ambos abogados de la Chancillería de Valladolid. La contestación es categórica. No se ha usado ni se usa arbitrio ni imposición alguna sobre bastimentos que en ella se consumen «por la franqueza que goza y ha gozado esta noble Ciudad como una de las Repúblicas de este Señorío y en virtud de la Ley de su Fuero»

Orduña, como otras instituciones locales de la época, recurrió al crédito censal para captar capitales. Uno de los más importantes en la primera mitad de siglo fue el censo otorgado con el convento de Santa Clara, por un importe de 2.500 ducados. Cuando se celebra Concejo General en 1735 para hablar de dicho censo, se hace con el informe de Fontecha y sobre la base de la libre y absoluta facultad de la dudad de redimir y quitarlo

El visitador y juez real Pedro Samaniego, que actuó de modo extraordinario y temporal como corregidor, decide llevar en 1747 una profunda revisión de las finanzas públicas. En un primer momento suspendió todos los arbitrios de Bilbao. Al Síndico de las Encartaciones requirió sobre las sisas, arbitrios y repartimientos que usaban sus concejos. Igual hizo con Orduña.

La noticia inquieta a la Ciudad y acuerda, como en otras tantas ocasiones, acudir a los buenos oficios de Fontecha. Éste analiza la petición y no encuentra especial dificultad en contestar con lo que ya había testimoniado en 1735 el escribano Manuel Jocano. Para mayor seguridad, recomienda al secretario municipal recopilar los datos de los remates de las rentas de los últimos cinco años y poder suministrar una información actualizada de los ingresos locales. Así lo hizo el escribano del concejo Juan Bautista Jiménez Breton entregando la documentación a Fontecha. Pocos días más tarde, nuestro letrado comunicaba al alcalde de la ciudad Agustín de Herrón la buena noticia: «Muy señor mío: Puse en mano propia del señor Samaniego el pliego que Ud. me dirigió y queda conforme en haber cumplido esa Ciudad con la orden que le había comunicado lo que participo a Ud. para que pasándolo a noticia de los señores capitulares salgan de todo cuidado»

La defensa de derechos en Sierra Salvada.

Quien conoce el archivo municipal de Orduña, sabe el importante volumen de documentación que existe relacionada con Sierra Salvada desde el siglo XV hasta nuestros días. El que más y mejor ha estudiado este asunto, Jose María Garayo, ha explicado bien la trascendencia que poseía para la economía ganadera de Orduña la defensa de derechos de uso de esos montes.

En su defensa, también contó el Regimiento municipal con la figura del jurisconsulto Fontecha. Probablemente el más importante de sus dictámenes es el que elabora en 1739. Aquí Fontecha se muestra pragmático y sugiere que, más que la defensa de la propiedad de jurisdicción, se trata de mantener la posesión de jurisdicción. Esta vía fue la que con posterioridad siguieron otros letrados como Santiago Barcena o Juan Latatu, tal y como recomendaba el propio Ayuntamiento.

Es cierto que las disputas no terminaron, aunque en ocasiones se trató de superarlas, no ya en pleitos largos y sobre todo costosos, sino en pactos o transacciones. También en este caso se recurrió a nuestro jurisconsulto. En Junta de Particulares celebrada el siete de noviembre de 1751 el Síndico de la Ciudad propuso al letrado para tal menester. Así aparece recogido en los libros de acuerdos municipales

«El Síndico Procurador General propuso que por el Licenciado Don Pedro Fontecha Solazar como tan afecto hijo y interesado en su quietud de oficio propio se habían dado varios pasos con la Villa de Villalba de Losa a fin de transigir y ajustar la dependencia y pleito que litiga con esta Noble Ciudad, y que con afecto había puesto un papel en sus manos a fin de la paz que comprende once capítulos dirigidos todos a fenecer para ahora y siempre la tranquilidad y buena armonía entre ambas Repúblicas…leído se acuerda y decreta de común acuerdo de todos los concurrentes que se dieren gracias por dicho señor Sindico Procurado General al citado Licenciado Don Pedro Fontecha, suplicándole que pues se ha interesado en perpetuar la paz se encargue de perfeccionar la transacción y ajuste«.

Conocemos los buenos oficio de Fontecha en estas labores, pero desgraciadamente no fueron suficientes para conseguir la concordia con Villalba de Losa. Este pleito siguió su cauce procesal y se resolvió mediante Real Carta Ejecutoria de 12 de junio de 1753 que, bien es cierto, no dio la plena razón a Villalba, pero tampoco a Orduña, dejando así el campo abierto a nuevos e interminables pleitos y pendencias.

Otros pleitos

Los principales conflictos solían desembocar inexorablemente en litigios judiciales. Y cuando éstos eran de enjundia, solía aparecer la figura relevante de un jurista de cierto renombre. En 1733 Orduña recibe la desagradable noticia de estar emplazada y citada con una Provisión Real del Juez Mayor ganada por las Encartaciones, que pretendía conocer una causa judicial que hasta este momento conocía el alcalde orduñés. Había que consultar el asunto «con abogados de los mejores créditos» y en concreto «por estar más bien instruido de sus fueros y privilegios especialmente D. Pedro Fontecha Solazar, vecino de la Villa de Bilbao como mira de los de esta Ciudad y quien tiene individuales noticias de sus ejecutorias por haberlas visto muy por menor«.

Estudió nuestro jurisconsulto el pleito con las Encartaciones y aquí recomendó la Ilevanza del asunto a Martin Diago Mendi, abogado de suficiente confianza, a quien apodero la dudad. Se trataba, en suma, de defender la facultad de primera instancia judicial que poseía Orduña igual que las Villas de Bizkaia. El asunto no era baladí. Pleitear en casa, ante el alcalde, y no en un lugar más o menos distante, era una facultad que se defendió con uñas y dientes.

Así lo hizo Orduña en otras ocasiones. El alcalde de la Ciudad conocía en 1746 un pleito en el que era parte el vecino Domingo de Mendibil. En 1748, los autos se encontraban retenidos en el Tribunal del Corregidor en perjuicio de la primera instancia que competía al alcalde en las causas de sus vecinos y moradores, razón por la que se otorga poder a Fontecha Salazar o a persona de su satisfacción, para defender Ejecutoria tan importante. El 6 de agosto de ese año se recibía escrito del jurisconsulto en el ayuntamiento, en el que comunicaba que felizmente se había recibido auto del Corregidor por el que se devolvía al alcalde de la Ciudad el citado pleito. Como no podía ser de otro modo el Regimiento municipal “acordó se le den las gradas a dicho Don Pedro de Fontecha de el amor y celo con que desempeña los encargos de la dudad y que se le gratifique por el gasto que puede haber tenido».

Otro pleito en defensa de la primera instancia contó con la presencia de Fontecha. El asunto puede parecer anecdótico porque se trataba de una causa judicial en la que se debatía la requisa ejecutada al mesonero Robina de 50 sardinas que había comprado, faltando a las normas de abastecimiento de los productos llamados cuaresmales. La cuestión que interesaba a las autoridades orduñesas no eran las 50 sardinas, sino la pretensión de Robina de llevar el asunto a conocimiento del Corregidor. Para impedirlo, otorgan poder a Fontecha el 20 de abril de 1749 al objeto de que se dirija al «tribunal de dicho señor Corregidor y requiriéndole de nuevo con la debida urbanidad, si necesario fuere con las referidas Reales cartas y Sobrecartas ejecutorias, pida que en su cumplimiento se exonere del conocimiento de la causa intentada por dicho Robina».

Otros pleitos largos y costosos fueron los que mantuvo con las aldeas de la Junta de Ruzabal. En los años 1.704 y 1.705 estableció el Señorío un repartimiento de tres reales por foguera que las aldeas se negaban a pagar. La disputa seguía pendiente todavía en 1.728, año en que se consulta a Fontecha la posibilidad de impugnar un auto ganado por la Junta. No conocemos la contestación, pero el hecho es que en 1.729 las aldeas lograron una carta ejecutoria favorable.

También se pidió la intervención de nuestro letrado en 1.748. En Junta de particulares celebrada el 19 de agosto, se planteó la posibilidad de demandar a Ruzabal para que pagase la tercera parte de los donativos exigidos por el Señorío a Orduña. Deciden pedir un dictamen a Fontecha y solicitar su presencia en el Ayuntamiento.

En otra ocasión, 8 de abril de 1752, elabora un informe que favorece los intereses de la Junta de Ruzabal. Pretendía el responsable del abastecimiento de la carnicería no estar obligado al suministro a las cuatro aldeas, y el propio ayuntamiento orduñés tenía dudas sobre el particular. El licenciado no las tenía.

«Soy del sentir que los vecinos y moradores de los cuatro lugares y aldeas de la M.N. y M. L Ciudad de Orduña tienen derecho incontestable para que se les haya de franquear para su abasto la vaca y carnero que necesitaren en sus casas al precio y postura del remate, y a ello puede y debe ser apremiado Domingo de Mendibil como obligado del abasto, y los señores Justicia y Regimiento podrán mandar se le aperciba una multa y otros apremios en caso de contravención, y a más de esto mandar si llegare la ocasión que el que corta y pesa la carne entregue con efecto al vecino de las aldeas la cantidad que pidiere pagando el precio.»

Hombre de confianza

Las relaciones entre el ayuntamiento de la ciudad y Fontecha no se limitaban al asesoramiento jurídico. Se percibía una mutua relación de confianza que se materializaba en una comunicación fluida para muy diversos asuntos.

El Señorío había determinado en I 7 I 9, época de incertidumbre bélica, la constitución de una cuota de 700 soldados paro el ejército de la monarquía, de los que 9 correspondía a nuestra Ciudad. No fue fácil para Orduña su selección, por sorteo, de una lista de los llamados «mozos libres», a la que además debía acompañar la compra de armas y la entrega de dichos soldados en el lugar donde se realizaba la concentración: Elorrio. Ante las dudas que le surgían al ayuntamiento la forma de cumplir esa obligación, se escribe a Fontecha, que aparece ya como residente en Bilbao, “pidiendo razón de el tiempo que está asignado para la conducción de dichos soldados a dicha villa de Elorrio».

También confiaron en su persona cuando el orduñés Antonio de Liendo Bozo, residente en México, legó una cantidad al Hospital de San Juan del Mercado y a la Ermita del Buen Suceso. El 10 de mayo de 1 728 le otorgan desde el Ayuntamiento un poder para percibir y cobrar dichos caudales y distribuirlo según la voluntad del testador. Pocos días después, le otorgan nuevo poder para cobrar la cantidad de 1.000 pesos de escudos de plata procedente de otro legado del mismo capitán Antonio Liendo, esta vez dirigido al Santuario de Nuestra Señora de Orduña la Vieja.

Otro tipo de confianza, ésta la podemos calificar como confianza política, le fue ofrecida a Fontecha cuando he otorgan poder para acudir a las Juntas Generales de Gemika. Acude a las que se celebran en 1727 y a las de 1745. En este último caso se debió a la imposibilidad de hacerlo el síndico general, por sus obligaciones profesionales. La decisión municipal se fundamenta en la «continuada experiencia que tiene de su conducta», indicándole que «acuse los gastos para reintegrarle». Cumplió su cometido, pero sin pasar gasto alguno porque en función de su empleo, consultor del Señorío desde 1718, decía no había soportado ninguno. En estas Juntas conoció la próxima visita a Orduña del corregidor recientemente nombrado, Luis del Valle Salazar, y tuvo buen cuidado en comunicar a la ciudad ese hecho y sugerir inteligentemente la conveniencia de «prevenir casa donde con decencia se le de hospedaje»

En otra ocasión fue Fontecha quien toma la iniciativa para informar por carta a la Ciudad de noticias que podían tener relevancia para ella. Nos encontramos en 1740 y la Monarquía española se halla en guerra con la británica. Residente en Bilbao, Fontecha conoce por un piloto francés que había arribado a la ría en Olabeaga, la presencia de una escuadra inglesa de 25 navíos a la altura de Coruña y de tres fragatas a la vista de Santoña. Conocida la carta de Fontecha el I0 de septiembre, le faltó tiempo al Regimiento orduñés para ordenar la comparecencia de todos los vecinos alistados, con sus armas, en la plaza y cementerio de la parroquia de San Juan del Mercado, lugares habituales de concentración de estas milicias locales.

Fin de una vida

Durante todas estas décadas hemos visto los consejos del hombre culto dirigidos a Orduña, o los dictámenes de hombre de leyes que elabora para la Ciudad. Y eso hasta el final de sus días. Conocedora Orduña en las Juntas Generales de 1752 de las intenciones de Vitoria y Balmaseda de abrir nuevos caminos de acceso a la meseta, le faltó tiempo para buscar una alternativa que atravesase por demarcación orduñesa. En ello le iba la vida económica y, con ella, su supervivencia como ciudad aduanera. Conocían los regidores de la Ciudad bien su historia y sabían que, en la existencia de unos buenos caminos, estaba su progreso económico y social.

Así que, reunido el ayuntamiento el dos de enero de 1753, decide en nombre de la Ciudad formar un plan de caminos «desde el puente de Areta por el Valle de Llodio y lugares de Luiando, Amurrio, Saracho, esta Ciudad, Peña de San Bartolomé, su composición o nueva apertura para su más cómoda y suave subida y bajada hasta el brocal de ella y desde allí hasta la Villa de Pancorbo vía recta». Y no encontraron mejor hombre que Fontecha Salazar para ese trabajo. Calificado como fidelísimo hijo de esta Ciudad y vecino de ella y de la Villa de Bilbao, le otorgan poder para pedir se forme el plan del nuevo camino, con el consiguiente nombramiento de maestro, para proceder a la disposición y medidas del mismo.

Demasiado tarde. Nuestro jurisconsulto se veía, sin duda, escaso de fuerzas para tales menesteres. No obstante, contesta al Sindico General de la ciudad con prontitud, dando las gracias a sus señorías por la confianza que en el demostraban y deseando acierto y felicidad en el negocio. Pero todavía con vigor suficiente para recomendar al procurador de Bilbao, Juan Benito de Barandiarán, la gestión de tan importante asunto. Días más tarde cambia a la persona propuesta. O bien Barandiarán no podía realizar el trabajo, o Fontecha se lo pensó mejor y recomienda a su yerno, el también licenciado Juan de Dudagoitia, y a los maestros de obras, Ybarra y Murguira.

Algún otro trabajo debió realizar para Orduña en sus últimos meses de vida porque en el Libro de Cuentas de 1753, aparece un pago que se hace a sus herederos de 550 reales por, se dice, diferentes consultas.

Muere en la Villa de Bilbao el cinco de septiembre de 1753, pero sus constantes trabajos para la Ciudad de Orduña, le convierten en una persona clave para entender muchas de las cuestiones capitales de la historia de la Ciudad en la primera mitad del siglo XVIII. Los caminos, la guerra, las aduanas, la riqueza forestal, el régimen de gobierno o las finanzas locales, son los ejes básicos de la historia orduñesa de este tiempo. Quizás por eso, le vemos calificado una y otra vez como fiel vecino o alabado por su cuidado, celo, atención, cariño o amor en sus cometidos. Es verdad, eran otros tiempos, pero entonces Orduña supo ser generosa con quien empleó su inteligencia y su trabajo al servicio de la Ciudad.

Tomado de AZTARNA

José Ignacio Salazar

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