
De la cascada de Gujuli a la laguna de las sirenas

Cuenta la leyenda que en Goiuri/Gujuli vivía, a orillas del río Oiardo, una lamia coqueta y presumida que se pasaba el día acicalándose delante de un espejo mágico, que le otorgaba todo cuando le pedía. Pero un pastor de la zona llamado Urjauzi («˜cascada’) observó a la náyade, quedó fascinado por los poderes del espejo y, en un descuido, se lo robó. El zagal malbarató el objeto de su hurto pidiéndole caprichos y extravagancias, hasta que un día, la lamia le descubrió sesteando bajo un haya a la vera del río, aferrado al espejo. «¿Cómo te llamas?», le preguntó. Aún en duermevela, el pastor contestó «Urjauzi» y en ese mismo instante se convirtió en la cascada que domina el pueblo, apenas un hilo de agua en verano, pero un potente salto de agua cuando las lluvias han llenado los acuíferos.
Evidentemente, la explicación geológica de esta espectacular cascada no es tan romántica. Miles de años ha tardado el Oiardo, un modesto tributario del Altube al que se une apenas un par de kilómetros más abajo, en horadar el precipicio de cien metros en el que sus aguas se abisman de forma espectacular, enmarcado en las vías del tren y el coqueto pueblo de Goiuri, perteneciente al municipio alavés de Zuia. Estamos, en todo caso, ante uno de los tesoros del Parque Natural de Gorbeia, al que se accede desde el alto de Altube por Izarra siguiendo la carretera a Orduña (A-2521).
Su visita no pasa de un paseo, que en este caso hemos alargado un poco más para conocer otro paraje mágico de la zona: la laguna Lamioxin, cuyo nombre avisa ya de su relación con las misteriosas lamias, sirenas de la mitología vasca que habitan en ríos y lagunas y tienen pies de pato en vez de cola de pez. La excursión comienza en el mismo Goiuri, donde llama la atención la ventana absidial, en la que hay esculpido un grupo musical, de la iglesia románica de Santiago. Desde el templo nos dirigimos hacia las vías del tren, a las que accedemos por un puerta giratoria. Cruzamos -con precaución- la línea Bilbao-Madrid y estamos ya sobre la cascada. Para apreciarla mejor hay que seguir el sendero que discurre al borde del precipicio, con mucho cuidado si está embarrado. Los más atrevidos incluso pueden descender hasta el río por una difusa y empinada senda.
De vuelta a Goiuri, nos acercaremos hasta el mirador que hay en la otra vertiente del barranco, éste sí, perfectamente acondicionado. En el pueblo, cruzamos el río, dejamos atrás las casas y subimos por una pista hasta el Alto del Túnel, donde tuerce a la izquierda y llega al mirador (0h.25′). Seguimos ahora hasta la balsa de Lamioxin, que perfectamente pudo ser morada de la lamia de la fábula. Volvemos hasta el aparcamiento del Alto, donde una pista ataja hacia el antiguo colegio de Izarra y muere al confluir con la carretera. Justo en este punto, una senda con cartel del parque se adentra en el hayedo y desciende hasta la laguna (1h.35′), habitualmente envuelta en la niebla y que oiremos antes de ver por el croar de su extensa colonia de ranas. Un sendero, a tramos bastante tupido, permite rodear casi toda la balsa de agua.
Tomado de EL CORREO.com