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COLEGIO de la COMPAÑÍA de JESÚS (Jesuitas): El Colegio de los Jesuitas de Orduña

COLEGIO de la COMPAÑÍA de JESÚS (Jesuitas): El Colegio de los Jesuitas de Orduña

1.- Introducción

1.1. El fundador

Se debe esta fundación a don Juan Urdanegui López de Inoso. Nacido en Orduña en 1619 (algún autor afirma que en 1611) y descendiente de la casa solar de este mismo apellido originaria de Gordexola (Bizkaia). Fue bautizado en la Iglesia de San Juan del Mercado de Orduña el 25 de enero de 1619. Sus padres fueron Juan de Urdanegui y Francisca de Inoso. Antes de cumplir los dieciséis años estuvo dos en casa del escribano orduñés Lorenzo de Zornoza «para habituarse a escribir».

Embarcó hacia América con 18 años, otros dicen que con 16, al amparo del almirante Salcedo, su pariente. Sentó plaza de soldado en 1638 y realizó en las flotas de Salcedo diversos viajes en la «Armada del Tesoro Real». En 1654, a los 35 años, ya capitán, reforzaba con hombres y bastimentos los castillos de Portobelo (actual Panamá, situada en el océano Atlántico). Fue general de Marina y sirvió a los reyes Felipe IV y don Juan II en las guerras con Portugal, Flandes, Italia, Holanda y Francia, residiendo más tarde con alto puesto en Lima (Perú).

Posteriormente, sin dejar sus aficiones militares, se dedicó al comercio. Para ello tení­a una nave propia, Ntra. Sra. de la Encarnación (este barco fue luego propiedad de los hermanos Bardeci, también de Orduña),  junto con otro socio vasco, Pedro Merino de Heredia. Este barco  hací­a viajes entre Portobelo (Panamá) y Callao (Perú) (dos de  los oficiales de esta nave fueron  José de Bardeci y Fº de Bardeci, hermanos de fray Pedro, venerable). En alguna ocasión este barco se dedicó al tráfico de esclavos. Desde este oficio fue ascendiendo, y llegó a ser administrador de los almojarifazgos del puerto del Callao, almirante y general de Callao en la Armada del Sur y Alcalde Ordinario de Lima en 1679, obteniendo como tí­tulos honorí­ficos los de caballero de Santiago y marqués de Villafuerte. Se casó a los 49 años con una noble dama limeña, Constanza Luján y Recalde y tuvo 7 descendientes.  Poco antes de morir (Lima, 16 de noviembre de 1682) ingresó, con permiso de su mujer, en la Compañí­a de Jesús como Hermano Coadjutor. Legó gran parte de sus bienes para el establecimiento del Colegio de los Jesuitas de la Ciudad de Orduña[1].

 

1.2. Disposiciones testamentarias de Juan de Urdanegui, (Lima, 20-5-1668)[2]

  • De los 40.000 ducados para fundación, 30.000 han de ponerse en venta en el colegio San Pablo de Lima, mientras en España no haya fincas seguras en que colocarlas. Los jesuitas han de gozar de la venta a partir del dí­a en que entrasen en la ciudad de Orduña.
  • De los 40.000 ducados, 10.000 han de destinarse a la fábrica de la iglesia y del Colegio. Aparte dará otros 10.000 pesos en alhajas de plata para el culto divino para la dicha iglesia.
  • Una vez que los jesuitas entren en Orduña, y pasados algunos dí­as, dará las casas, heredades de pan llevar y viñas que tiene en la campiña, con las «cautelas debidas, ya que las mismas las administran personas poderosas».
  • Da 16.000 pesos para que al rector los distribuya anualmente en casas huérfanas, dando a cada uno 150 pesos y dé una dote cada 4 años para que una doncella huérfana y de gente importante entrare monja, destinando para ello 80 ducados que era la renta de 800 ducados de vellón, y si sobrara algo lo distribuya el rector según su parecer.
  • Coloca 4.000 pesos en renta para que el rector reparta los beneficios entre pobres vergonzantes, limosna que no supere los 4 pesos, dando preferencia a los que estuvieran en la cárcel, y si es necesario que salgan de ella, serán 20 pesos. También dispone que se dé a los hospitales para reparos, camas, asistencia, limosnas para peregrinos, etc, siempre a juicio del rector.
  • Ordena que 3.000 pesos sean destinados para un pósito de trigo que se haga en el Colegio y a disposición del padre rector.
  • Dona que la renta de 3.000 pesos se destine a misas, siempre que cada cura no celebre más de 20 y los franciscanos no más de 100.
  • Dispone 100 pesos, renta de 3.000, para que se repartan en pan para pobres vergonzantes y de solemnidad que pasen por la porterí­a.
  • Poner a renta 2.000 pesos para que con sus réditos se celebre una misa todos los jueves.
  • Las misas que se celebren en el Colegio a su intención es su voluntad que se celebren en fechas señaladas.
  • Que se celebre una misa el dí­a de las Octavas de Todos los Santos por todos los padres del Colegio y por sus padres.
  • Que la renta de 2.000 pesos se destine a celebrar el aniversario de la muerte de sus padres en el convento de San Francisco.
  • Que es su deseo que la renta de 2.000 pesos, 100 pesos, se den al guardián de San Francisco para un aniversario de 200 misas al año.
  • Que la advocación de la iglesia ha de ser de: San José, Nª Sra. y el Niño, estando colocados en el altar mayor. En los altares laterales se dedicará a Nª Sra. de la Concepción y a San Ignacio de Loyola, y las capillas del cuerpo de la iglesia al Santo Cristo y a San Fº Javier; que en el 2º cuerpo del altar mayor se coloque la figura de San Juan Bautista.
  • Donar 10.000 pesos y más, si fuera necesario, para la edificación de la iglesia.

Esto se firma en la ciudad de los Reyes a 12 de marzo de 1672 ante el escribano público, Pedro Arias, el notario Juan Ugarte en nombre de Urdanegui y por parte del padre Procurador General de la provincia del Perú, el padre Fº Marcos, en nombre de la Compañí­a, por poder otorgado por el padre Diego de la Fuente, Provincial de la Compañí­a en Castilla la Vieja, con licencia del Propósito General de la Compañí­a, el padre Paulo de Oliva.

Se hace constar el deseo de Urdanegui,  que ha tenido y tiene de fundar un Colegio de la Compañí­a en Orduña, para sus vecinos, términos y contornos.

La escritura está estructurada en varios apartados con las respectivas claúsulas:

Urdanegui entrega 40.000 pesos de plata, puestos en Sevilla, que enví­a en la primera armada de galeones (20.000 en cada una)

Los 40.000 pesos son enviados a España en poder de Juan Ugarte.

Los 40.000 pesos de Sevilla han de estar libres de toda costa y gastos.

La indicada cantidad está ordenada a la fundación, con intervención del padre Provincial de Castilla la Vieja.

El dinero enviado ha de emplearse en la compra de haciendas en la provincia jesuí­tica de Castilla la Vieja.

Los 40.000 pesos de Sevilla, al hacerse del vellón a plata, serán 80.000 ducados, que se han de invertir en la compra de haciendas.

La renta se ha destinar a la construcción de la iglesia y del Colegio.

El principal ha de colocarse en renta de juros o censos de buena situación y fincas.

Los juros no han de ser de los baratos, para seguridad del principal.

La venta ha de ser perpetua para que la fundación sea sólida y no efí­mera.

Que la venta, una vez hecho el Colegio e iglesia, se destine a la educación, misiones y predicación y sustento de los jesuitas del Colegio de Orduña.

Los operarios de la Compañí­a residentes en el Colegio han de ser 14. Una vez hecho este y la iglesia, lo habitarán los padres que sean necesarios.

El fundador entrega para el culto divino un rico frontal de plata y 3 grandes lámparas de la misma calidad.

La casa-iglesia ha de ocupar el sitio que mejor convenga y esta ha de tener 5 altares con el mayor.

Urdanegui pide como premio a su obra el tí­tulo de «insigne benefactor»

Este documento de testamento finaliza con una claúsula: «para observancia y cumplimiento se pide licencia al Rey y a su R. Consejo de Castilla para construir el Colegio en la ciudad de Orduña».

El fin de la fundación del Colegio es la educación de los hijos de Orduña y sus contornos y para los mismos que han de hacerse en sus alrededores[3].

 

1.3. Escritura de fundación[4] (100)

Los poderes para la escritura de fundación se van otorgando:

El dí­a 7-12-1774 se dan poderes a Fernando Ortiz de Zarate y Salcedo, Comisario del Santo Oficio de la Inquisición y beneficiado de la de Orduña; a Bernabé de Urdanegui, vecino de Bilbao y del valle de Gordejuela; el dí­a 6-12-1676 se dan poderes por parte de la Compañí­a al padre Provincial de Castilla la Vieja (Diego de la Fuente Hurtado) y al padre Juan de Elizondo, rector de la Colegio en Bilbao.

Ambas partes se reunieron el 7-4-1677 y redactaron los siguientes capí­tulos en orden a la escritura de fundación:

Que el Colegio a regentar por la Compañí­a en Orduña ha de llevar el tí­tulo de Jesús, Marí­a y José; ha de ocupar el lugar más conveniente para todos los vecinos y en él se impartirán enseñanzas de: virtud y letras, buena doctrina y sacramento.

Que la fundación ha de tener vivienda para 14 personas, entre padres y hermanos encargados de la enseñanza y ministerios sacerdotales.

Ha de haber una escuela para enseñar a leer y escribir y «dar doctrina» a los niños de Orduña y comarca. Un padre religioso ha de ser el maestro. Otro padre religioso ha de enseñar gramática y latinidad. Otro leerá cátedra de Teologí­a moral, y casos de conciencia; y los demás padres se dedicarán a confesar, predicar, a la asistencia de enfermos y al bien morir. Dos religiosos saldrán, 2 o 3 veces al año a misiones a 4 leguas a la redonda, en especial en el valle de Gordejuela.

La fábrica de la iglesia ha de tener buena arquitectura con 5 altares.

Se acepta la dotación de 40.000 pesos del fundador.

Que los 40.000 reales de a 8, que están en Sevilla, se entregarán al padre rector, para emplearse en fincas seguras y con sus rentas se comience la fábrica de la iglesia, casa y Colegio; y concluidas estas sirvan para los gastos de la iglesia.

En caso de que la fundación no se lleve a efecto, el principal vuelva al fundador, esposa e hijos.

De venderse las fincas compradas con los 40.000 pesos, el capital se depositará en un arca de 3 llaves en el Colegio, hasta usarse de nuevo en fincas.

Que los fundadores, sus hijos y descendientes llevarán el tí­tulo de fundadores.

En ausencia de estos, gozará de todos los privilegios, Bernabé de Urdanegui, primo del general, por ser el dueño del solar y casa torre de la familia Urdanegui, después de haberla reedificado.

Que a ambos lados del retablo mayor y sobre la parte principal del Colegio se han de poner en sus escudos las armas de los fundadores.

Que la familia Urdanegui y su esposa se puedan enterrar en el presbiterio de la iglesia en 2 nichos.

Una vez efectuada la escritura, Urdanegui se congratula con la república y entre otras cosas manifiesta que «los estudios del Colegio irán a la par con los de la Universidad de Salamanca». También hace constar la noticia de que hace falta mucho trigo en España y que hay hambre y enfermedad en las ciudades carentes de pósito de trigo, por lo que ruega se le indique la cantidad de trigo necesaria que necesita Orduña y su comarca para paliar la necesidad, abriendo un pósito que alivie a los orduñeses.

El 14-6-1678 se reúne el Ayuntamiento en la torre Consistorial para estudiar la fundación del Colegio en beneficio de la ciudad de Orduña y que será regentado por la Compañí­a. La sesión la presidió Pedro Agustí­n de Murga Salazar, alcalde; y tratan cosas tocantes al servicio de Dios y bien de la república. Dan respuesta a la carta del 10-5-1677 del padre Pedro Gerónimo de Córdoba, Provincial de la Compañí­a, y tratan sobre la entrevista mantenida con el padre rector del colegio de San Sebastián sobre un memorial redactado y cuyas capitulaciones son las siguientes:

1) Que dada la escasez de heredades para la subsistencia de los vecinos de Orduña, el Colegio no puede comprar propiedad alguna «ni uso ni usufructo de pan llevar»: viñas, casas, huertas, molinos, ruedas, montes, ni otro género de haciendas, tanto en Orduña como en el valle de Arrastaria.  Y que si lo llegare a adquirir por donación «inter vivos o causa mortis», por legado en testamento o renuncia de alguno de los religiosos, después de un año de disfrute, han de venderlo.  El Colegio solo podrá tener 50 aranzadas de tierra para huerta doméstica y 200 para una casa de recreación; también podrá tener juros en la Aduana.

2) El Colegio no puede pedir limosna en Orduña ni a 4 leguas de ella.

3) Que el Colegio tiene que observar las ordenanzas de la ciudad, como las guardan los conventos de S. Francisco y el de Santa Clara; no tener carnicerí­as ni tabernas, pero pudiendo comprar todo lo necesario sin pasarlo por el «peso público», ni dar cuenta de ello al Ayuntamiento También podrá tener el Colegio sus ganados en los pastos comunales y propios, como los vecinos.

4) Los religiosos del Colegio han de pedir los domingos y fiestas de Adviento y Cuaresma en las iglesias de la ciudad.

Esto fue redactado de acuerdo con el P. Alesón, rector de S. Sebastián, y con el P. Provincial de Castilla la Vieja. El Ayuntamiento también lo aceptó, así­ como el Cabildo eclesiástico.

 

1.4. Capitulaciones del Cabildo eclesiástico[5]

El 6-6-1678 se reunieron en la sacristí­a de la parroquia los curas y beneficiados para tratar los aspectos relacionados con la nueva fundación del Colegio y establecer unos decretos a los que debí­a atenerse el mismo. Lo convenido fue:

Que el Colegio ha de pagar diezmos y primicias de cualquier tipo de cosecha, menos de ganado, huertas y cosas del campo.

Que los criados del Colegio puedan enterrarse en la iglesia sin pagar derechos a la parroquia, no teniendo los curas y beneficiados obligación de celebrar los funerales.

Habí­a otros 5 artí­culos más referidos a diferentes aspectos religiosos.

Aceptada la fundación del Colegio, por el P. General de la Compañí­a, Juan Pablo de Oliva, el 18-10-1678 se reunieron en el Ayuntamiento de Orduña ambas partes: el Cabildo eclesiástico, Justicia y Regimiento de la ciudad, curas y beneficiados; por  la otra  el padre Gerónimo  de Córdoba (Provincial de Castilla la Vieja ).  Ambas partes convinieron en documento de capitulaciones, los decretos dictados por el Cabildo eclesiástico (16-6-1678) y los acuerdos del Ayuntamiento (14-6-1678), a los que se sumaron los de las escrituras de 7-4-1677.

Así­, ultimadas las condiciones y cerradas las escrituras «tomó posesión, al son de campanas, el padre Provincial, con asistencia de ambos Cabildos, secular y eclesiástico, en la casa sita en la c/Medio, bajando por la plaza, a mano derecha, y por la parte de arriba está lindando al solar de ílvaro de Ribaguda.

 

  1. Primera etapa (1678-1767)

El Padre Provincial de Castilla la Vieja, entregó en renta para la Compañí­a del Colegio una cantidad de juros que el padre rector, Martí­n de Lazcano, el 24-1-1678, hizo constar en un memorial, para que Orduña tuviera en cuenta la aportación de la Compañí­a a la fundación: fábrica de la iglesia y del Colegio, sustento de religiosos y culto divino:

Principales                                                                                        Renta/ mrvs.

3.992.052: Juro sobre papel sellado de Sevilla, en 1ª y 2ª situación.                      665.342

597.667: Juro en alcabalas en Murcia                                                                             85.381

1.229.291: Juro en servicio ordinario y extra de Sevilla, en 1ª situación.             175.613

1.898.162: Juro al 4,10 % de Sevilla en 1ª y 2ª situación.                                          271.166

481.306: Juro al 1% en Sevilla, en 1ª y 2ª situación.                                                     68.758

1.444.869: Juro al 1% en Sevilla, en 2ª situación.                                                       169.867

1.878.525: Juro al 1% en Sevilla, en 2ª situación.                                                       221.603

TOTAL:1.657.130

Suma la renta que la Compañí­a entrega en juros en beneficio del Colegio de Orduña, un cuento de 657.130 mrvs., pero al tener que pagarse la media anata y el 15%, queda dicha renta en 579.976 mrvs., que equivalen a 17.058 reales y 4 mrvs.

Por otra parte la Compañí­a trae un censo sobre la villa de Pinto (Madrid) de 5 cuentos (129.529 mrvs.), equivalente a 7.543 reales y 14 mrvs. Por tanto, la Compañí­a aporta una renta de 24. 601 reales y 18 mrvs.

Aportación del fundador: Juan de Urdanegui, además de los 40.000 pesos (10.000 para la construcción de la iglesia y el Colegio), y 30.000 para invertir en fincas y con sus rentas comprar alhajas para la fundación, mandó una cantidad de dinero: 6.361 pesos que se cobraron en la Casa de Contratación de Sevilla que correspondí­an a los intereses de 20.000 pesos del fundador; 300 marcos de plata, equivalentes 2.725 pesos, enviados por los fundadores para hacer una custodia.

Debido a que el P. Córdoba y el marqués de Escalona (12-9-1691) adujeron los muchos gastos que la Compañí­a habí­a de realizar para la compra de los lugares y casas, piden a los fundadores permiso para emplear la citada cantidad en lugares e inmuebles, a lo que se respondió mandando otros 300 pesos sin tocar la anterior cantidad.

La cantidad enviada por el general en esta ocasión ascendió a 9.086 pesos. El fundador remitió los 10.000 pesos por el capitán Antonio Odiaga Lezama, natural de Orduña, que vino a España desde Lima (Perú) en la «armada de galeones» a primeros de septiembre de 1682, para dar comienzo a la construcción de la iglesia.

El 3-6-1683, Odiaga entregó 5.000 pesos al p. Lazcano, superior de la fundación; el 4-5-1684 dio al P. Rector los otros 5.000 pesos.

El empleo de los 40.000 reales de a 8, consta por testamento de Ventura de Garay, escribano real, quién remite a la marquesa, cofundadora del Colegio, un informe de la inversión del capital recibido:

  • Juros: 11.121.862 mrvs.
  • Censos: Cuatro censos de la villa de Pinto (Madrid): 803 mrvs.; en los predios de los herederos del vino de Valladolid:  138.446 mrvs.; sobre el oficio de Castilla la Vieja: 25.000 mrvs.; En el Colegio de Orense de la Compañí­a:  33.000 mrvs; en el Imperial de Madrid:  50.000 mrvs.

El total de censos y juros ascendí­a a:  27.648.338 mrvs., que hacen:  816.127 reales. Puesto que los 40.000 pesos rentaron 816.948 reales y 22 mrvs., notificó Ventura de Garay a la marquesa que faltaban por invertir 820 reales y 2 mrvs.

 

2.1. Elección del sitio

El Ayuntamiento  habí­a acordado las restricciones de compras de terrenos en Orduña y valle de Arrastaria, y de elegir terreno que perjudicase al comercio de la ciudad, como fueron las calles:  Cuchillerí­a, Herrerí­a, Zapaterí­a y Correrí­a, así­ como el barrio de Santo Domingo y en algún que otro sitio que a la ciudad le pareciera.

El P. Córdoba llegó a la ciudad el 17-4-1680 para elegir solar. Lo halló en el punto céntrico de Orduña, en el ángulo sur-este interior de la plaza. Dicho terreno iba desde la casa de Marí­a de Zarate hasta el horno situado al pie del campo del Castillo. Por otra llegaba hasta la huerta de ílvaro de Ribaguda, y doblando por el oriente hasta el campo de la Nevera.

A Córdoba le pareció limitado el terreno para las edificaciones y huerta de recreación. El 25-4-1680, Córdoba acudió al Ayuntamiento solicitando la donación del Castillo con  sus faldas, donde se hallaba la Nevera, con una superficie de 7.431 m2. Todo ello era propiedad de Orduña por compra en escritura pública del 22-12-1523 ante el notario de número de Orduña, Diego de Ayala, a Juan Martí­nez de Recalde, en nombre de S. M. Carlos V de Alemania y I de España.

Para el adorno de la plaza pide que se le conceda el solar de las ruinas de la torre (denominada del reloj) y la parte que ocupan las carnicerí­as, quedando la Compañí­a obligada a la edificación de las mismas en dónde el Ayuntamiento les señalase.

 

2.2. Demarcación del Colegio[6]

Para hacer el amojonamiento nombró Orduña a Antonio de Luyando Hurtado de Mendoza, Jacinto de Romarate Recalde, Antonio Llano Velasco, Fº Herrán, Juan Berastegui, Juan de Mendijur, Ventura de Garay, Fª Aldama, Fº Murga, Martí­n Santos Amati, Juan Borras y Fº Ceroyraga.

El 3-6 -1691 se señaló la parcela desde la esquina de Santa Marí­a hasta la luminiscencia y paredón más alto de los muros del Castillo, cerrando el portillo que pasaba a la pared de la huerta de Antonio Llano, obligando a la Compañí­a a dar servidumbre a la ciudad desde la Nevera a la otra parte del muro y cuesta del campo que miraba a las eras de c/ Burgos.  El padre Provincial aprobó lo demarcado el 3-6-1691, en Orduña.

Los terrenos enmarcados (cesiones y compras) tení­an 16.175 m2, de los cuales 7.431m2 eran del Castillo y sus faldas. 1.617 m2 serí­an dedicados al Colegio, casa e iglesia, y 7.127 quedarí­an como patios del Colegio.

 

2.3. Compra de terrenos (100)

La adquisición de los terrenos se efectuó por compra y donación, bien de particulares, bien del Ayuntamiento, sitos en las calles Burgos, San Francisco, Yuso y en la plaza «que era tan espaciosa como la Mayor de Madrid».

Las compras que se hicieron fueron: casa y solares a Antonio de Luyando Hurtado de Mendoza (16-10-1680) en c/Burgos y plaza: 60.500 r.; casa y solar a Fº Pimienta (marqués de Villarreal), el 6-9-1680 en la plaza y sobre c/Burgos a:  19.000 r.; casa en la plaza a Juan Bautista Ortiz de Zarate Salcedo (17-9-1680):  13.750 r.; casas y solar en c/Burgos a Martí­n Barona:  25.400 r.; casa y huerta en c/Yuso a Martí­n Santos Amati (3-2-1681):13.750 r.; una casa en la c/San Francisco a Martí­n Irabien (por poder de su mujer:  Mª de Salcedo), 20-5-1680: 8.800 r.; media casa de los patronos de la capellaní­a de Fº Salcedo y Pedro Aldaiturriaga con licencia del obispo (20-5-1680): 8.800 r.; la otra mitad de la casa:  8.800 r.; casa en c/Yuso de ígueda Ortiz de Ibarra, Lorenzo Barona y Mª Barona (12-8-1680):  1.430  r.; casa en c/Yuso a Juan Fº Morras y Catalina Mendieta:  2.280 r.; casa y huerta en c/Yuso a Pedro Calleja y Mª Ortiz Galindez (30-9-1680):  4.400 r.; solar de la c/Yuso a Fº Ulicar (14-4-1681):  1.400 r.; solar en la c/San francisco a Matí­as Goicoechea, escribano real en la villa de Bilbao (5-6-1681): 500 r.; casa y horno en la c/del Castillo a Marí­a «la camarera», viuda (12-8-1680): 5.500 r.; casa a Fº Murga en c/San Francisco (17-9-1680): 5.100 r.; casa y solar a Miguel Herrán en c/Yuso (30-4-1681): 3.080 r.; dos casas lindantes al Castillo a Lucas Arias (7-7-1681): 8.800 r.; casa de ílvaro Ribaguda Luyando e Inés Enciso en la plaza y c/San Francisco,  y otra en los campos del Castillo (12-11-1682): 9.350 r.; una escritura de venta a Felipe Lazcano y Agustí­n Ribaguda Ojeda (9-9-1682): 1.650 r.; una escritura de venta a Fº Ochoa de Mugaburu e Isabel Albeira, casa sita en c/Yuso (10-3-1683): 2.640 r.; casas de capellaní­a a los patronos Fº Alcedo y Pedro Aldaiturriaga, con licencia del obispo:  8.580 r.

 

2.4. Donaciones[7]

A la compra de estos terrenos y casas se añaden los sitios de los Campos del Castillo (donde estaba la Nevera y su calle), lindante con c/Yuso y su calleja, el sitio de la torre caí­da que estaba en la plaza y los terrenos donde se hallaban las carnicerí­as arruinadas, quedando la Compañí­a comprometida a levantarlas con tejado o tejavana en dónde el Ayuntamiento les indicase, así­ como la Nevera, por desaparecer la del Castillo.

Por todo esto cundió el disgusto y malestar en los contornos, alegando los vecinos, influidos por Ventura de Zarate, que el Ayuntamiento no podí­a hacer estas donaciones si no era en «Ayuntamiento general».

El Procurador General creí­a que lo ratificado el 25-4-1680 era justo y que lo realizado por el «Ayuntamiento particular» se debí­a hacer en el «general»; pero el malestar siguió, alegando algunos con fuerza que siendo nulos los decretos de 1680,  ninguno de los sitios podí­a ser de la Compañí­a. Al tener fuerza estos influyentes en los caminos de los vecinos, reunidos estos en Ayuntamiento general el 27-12-1689, indignados, levantaron la voz: «¡nada a la Compañí­a; vaya fuera que no la habemos menester!».

El Procurador General, Antonio Luyando, viendo que los ánimos estaban caldeados y que iban a más, y que la gente iba contra la Compañí­a, tuvo que empuñar la espada y de no habérsele detenido hubiera hecho «demostración ruidosa «. Viendo la confusión y rumores de todo tipo que habí­a, el alcalde Miguel de Herrán, levantó Ayuntamiento.

Al dí­a siguiente 28-12-1689, en la sacristí­a de la parroquia se celebró una nueva sesión del Ayuntamiento, constituido por 40 vecinos, que decretaron diversos puntos e indicaron los lugares a conceder a la Compañí­a, pero el padre Provincial no los aceptó por no estar sometidos a «Ayuntamiento público general», lo que demuestra que en 1680 el problema de cesiones de lugares por parte del Ayuntamiento para la fundación no habí­a encontrado solución.

Informados los vecinos de la llegada a Orduña del padre Provincial, le fueron a pedir que pusiera Escuela, asegurándole que en «Ayuntamiento público» se ratificarí­an los decretos anteriores. Así­ se hizo el 3-6-1691, asistiendo a este Ayuntamiento hasta los más plebeyos y «menine discrepante». Todos los decretos fueron votados procedentes y manifestaron que el padre Provincial hiciese elección de los sitios que gustase, cosa que hizo el padre Martí­n de Lazcano, dejando la demarcación como antes[8].

Al mismo tiempo que el Ayuntamiento pedí­a la nulidad del decreto de la concesión de terrenos (1680), la ciudad solicitaba al Provincial, P. Córdoba, se nombrase al maestro de escuela. Este se negó a ello, aduciendo que no estaba terminada la iglesia (fue inaugurada y bendecida el 31 de julio de 1694 bajo la advocación de la Sagrada Familia, sufriendo diversas ampliaciones en 1732) y la vivienda del maestro.

 

2.5. Obras del Colegio e Iglesia[9]

Para la construcción de las fbricas se llamó al flamenco Santiago de Raón, arquitecto de canterí­a. Ocupó 15 dí­as en los planos de la iglesia y su fachada. El lugar sobre el que se hicieron los planos correspondí­a a las ruinas de las carnicerí­as y casas derribadas. La 1ª piedra se colocó en la parte de la plaza, el 2-5-1680; la bendijo y presidió el acto, Fº Ortiz de Zarate Salcedo, Comisario del Santo Oficio, con asistencia del alcalde, Martí­n de Barona Garaondo Luyando, el Ayuntamiento y los vecinos.

Comenzadas las obras, el Ayuntamiento el 2-6-1681 ordenó que parasen. Después de un tiempo paralizadas, en ausencia del alcalde, ílvaro de Ribaguda junto con los demás miembros del Concejo rompieron el documento que paralizó las obras, para que estas continuaran. Estas se reiniciaron el 3-2-1683.

El 24-11-1684 la obra de la iglesia se reducí­a a 1/3 de la misma, siendo urgente su acabado. También era urgente ultimar las obras del Colegio, dada la distancia de los alumnos más cercanos (Logroño, Bilbao, Burgos y Santander). Todaví­a en esta época no habí­a comenzado la construcción de la casa y salitas para los religiosos, al carecer de montante económico.  Para las edificaciones se emplearon 2.184 carros de piedra franca de sillerí­a y mamposterí­a de la cantera de Berganza (ílava). El 16-7-1691 se inauguró la Escuela.

 

2.6. Gastos de las obras[10] (100)

Las cantidades aportadas por el fundador y las de la Compañí­a no eran suficientes, por lo que el padre rector, Miguel de Lazcano, se dirigió al Ayuntamiento para que este se dirigiese a Su Majestad para pedirle un juro de 665.342 mrvs., puesto en Sevilla,  para que este no fuera comprendido en una nueva disposición Real, pues este juro era el nervio principal del Colegio, ya que sin él la fábrica comenzada se quedarí­a a medias, y que con él se podrí­a acabar.

La inversión general en compras y construcciones (todo en mrvs.), fue: valor de las casas y sitios: 228.016; gastos de las fábricas de las carnicerí­as: 883.173; gastos de fábrica hasta el 1-9-1683:  525.356; año 1683: 1.655.882; años 1683-4: 790.125; años 1684-5: 2.383.683; años 1685-6: 1.054.256; años 1686-7: 189.704; años 1687-8: 163.936; año 1688: 69.758; año 1689: 435.814; años 1689-90: 1.034.882; años 1690-91: 560.764; años 1691-92: 995.377; años 1692-97: 1.738.462. La inversión de las edificaciones y la compra de solares ascendió a 12 cuentos y 709.188 mrvs.

 

2.7. Dedicación de los padres del Colegio[11]

Como quedó ya escrito, las capitulaciones se cerraron el 18-11-1678 y el padre Miguel de Lazcano tomó posesión de la Fundación en la casa sita en la c/Medio, lindante con la casa de ílvaro de Ribaguda (bajando por la plaza, a mano derecha). Después llegaron los padres Antonio Caraveo y Pedro Miranda para predicar, confesar y asistir a los enfermos.  Les acompañó el hermano Bartolomé, y su morada fue la casa antes descrita. Daban limosnas diarias en la puerta de casa a los pobres y enseñaban la doctrina cristiana a los niños en la plaza.

Al ser la casa de los jesuitas pequeña, confesaron en la parroquia desde el 20-11-1678 (dí­a en que llegaron a Orduña) hasta el 25-7-1679 en que fueron destinados de rectores, el P. Antonio al colegio de Oviedo y el P. Pedro al de Arévalo (Segovia). Les reemplazaron los padres Martí­n de Lazcano y Pedro de Arán que llegaron el 24-7-1679.

En 1687 era el rector del Colegio, a medio hacer, el capellán Andrés Reguera, que informaba al Ayuntamiento de la necesidad de contar con un maestro para enseñar a leer y escribir y otros dos para la enseñanza de la gramática (42).

Por su parte, el Ayuntamiento envió una carta a doña Constanza de Luxán Recalde, esposa del fundador, el 14-1-1689, en la que le notificaba el desagrado por no haberse abierto la escuela, a fin de que ella urgiese a la Compañí­a. La señora marquesa contestó:  Que las obras de la iglesia y del Colegio no se habí­an acabado; que las rentas eran escasas; que los padres no defenderí­an a lo que se han obligado; que se continúe la fábrica de la iglesia y no se invierta nada en la enseñanza para que así­ se acaben antes dichas obras.

El Provincial, P. Gerónimo Sarmiento, en visita de octubre de 1689, consideró la necesidad que habí­a de Escuela por las peticiones de los vecinos, viendo que si no el malestar se extremarí­a. Por ello ofreció la escuela al Procurador general, Antonio de Luyando, con la condición de que Orduña habí­a de satisfacer en «Ayuntamiento público general» el decreto de 25-4-1680 para que la Compañí­a disfrutara de los lugares dados por la ciudad: castillo, carnicerí­as y torre. Esto se llevó a efecto el 28-12-1689.

El 28 de mayo de 1691 en visita al Colegio del Provincial, la ciudad le pidió que abriese la escuela, asegurándole que en «Ayuntamiento público» se ratificarí­an todos los decretos anteriores. La ratificación de los decretos se llevó a cabo y en atención a ello se abrió la escuela el 16-7-1691. El hermano Pedro de Caneda comenzó las clases de Primeras Letras, concluidas las costosas obras del Colegio.

La escuela tuvo muchas dificultades, tanto económicas como de disminución de personal. En carta del 3-6-1762, dice el P. Recio: «…a falta de maestros y para no disminuir la docencia, la pesada tarea de la Gramática, repartida entre 2 maestros, cárguese sobre uno y al predicador se le añada la cátedra de Teologí­a moral».

En la primera etapa del Colegio (1666-1767) los padres jesuitas dedicaron su vida a la docencia y al ministerio de almas, y sobre todo a la atención de los necesitados[12].  No faltaron ligeros roces de convivencia entre las comunidades religiosas de Orduña y con el Ayuntamiento.

En esta época fueron rectores del Colegio: en 1720, el P. Andrés de Peralta; en 1744, el P. Pascual de Alcozo; en 1748 el P. Juan Bautista de Lascurain[13].

 

2.8. Expulsión de los padres jesuitas del Colegio de Orduña

Carlos III en su Real Pragmática Sanción del 27 de febrero de 1767 para el extrañamiento de todos sus dominios de España, Indias y Filipinas de los Regulares de la Compañí­a de Jesús, hace constar cómo personas del más elevado carácter le han expuesto una serie de graví­simas causas por las cuales se ve obligado a tomar esta medida y mantener así­ «en subordinación, tranquilidad y justicia a sus pueblos». Alegó para ello falsas causas y otras que decí­a reservar en Real pecho.

La crisis nacional de la sexta década del s. XVIII (inflación, cuatro años de malas cosechas, medidas del gobierno sobre los granos, el problema americano de la «guerra de los 7 años», el voto de obediencia de los jesuitas al Papa y la ideologí­a de la época:  regalismo y reforma) dio la puntilla a la Compañí­a en España como habí­a sucedido en Portugal (1759) y en Francia (1764).

Carlos III dio plena atribución por decreto de 27-2-1767 al Presidente del Consejo, conde de Aranda, para que procediese a todas las providencias necesarias y a los del Consejo orden de hacer notorio en todos sus reinos la citada Real determinación. Las cláusulas de la Pragmática eran: «el extrañamiento de los Regulares de la Compañí­a, la ocupación de sus temporalidades y la prohibición de su restablecimiento en tiempo alguno».

Para cumplir el Decreto llegaron a Orduña entre las 10-11 de la noche del 2 de abril a la parada que Julián Cantera tení­a extramuros, el teniente general y alcalde mayor de las Encartaciones, Andrés de Ciria, acompañado de 2 soldados milicianos y 3 personas más, armadas y a caballo.

El escribano Marcos de la Toba dice:  a las 3 de la mañana del 3 de abril, todas estas personas se dirigieron a la plaza de la ciudad, donde se les unieron Pedro Gordón, Fº de Carranza, José del Barco y José Jendra. A dicha hora rodearon el Colegio, la iglesia y la huerta.  Permanecieron en guardia hasta las 5,30 de la mañana. A esa hora bajó un joven del que se apoderaron y le obligaron a llevarles al aposento del P. Rector. Entrevistado el Rector, Juan Miguel de Azcarate, reunió a la comunidad (formada por los padres Martí­n de Aresti, ministro; Luis de Robira, operario; Ignacio de Santa Coloma, operario;   Fº de Azcarate;   Fº Aguado; Luis Guriri y Nicolás López)   y les dio a conocer el decreto anterior. También estaba el P. Isidoro Joli, enfermo demente-frenético por muchos años y en cama. Igualmente indicó que todos tení­an votos y que sus familiares eran 3 muchachos seculares:  José Gochicoa, sacristán; Juan de Remedio, ayudante de cocina; y Manuel de Goicoechea, pastor.

Andrés de Ciria se hizo cargo de las llaves de la biblioteca, archivo de papeles y dinero y demás dependencias. Hallaron 23.262 reales de vellón escondidos. El inventario total que se hizo ascendió a:  176 papeles y cuadernos, además de todo tipo de ajuar. En este mismo año lo justipreciaron todo y lo sacaron a pública subasta. Sus heredades en Orduña fueron evaluadas en 914.683 reales (13-34). En la relación de propiedades del inventario general hecha por el teniente, quedó constatado lo siguiente: El Colegio no tení­a pleito, ni negocio ni gravamen, ni pensión, excepto 17 reales para misas, así­ como ofrenda de pan y cera equivalentes a una fanega de trigo.  Además de los bienes declarados:  caserí­os, censos y juros. Se hizo una relación de bienes muebles e inmuebles: enseres de cocina, muebles de aposento (camas, sillas, mesitas). Se hizo un inventario de alhajas de plata y ornamentos, quedando depositadas en «cajón crecido» de la iglesia del Colegio, cerrado con 2 llaves; libros de la biblioteca del Colegio. También se inventarió la huerta del Colegio, de 11 aranzadas y una casa (tasados en 5.057 mrvs.); una casa en Aloria con lagar, cabaña y tierras de 16 aranzadas y 5 pértigas, teniendo de renta 18 fanegas de trigo /año, tasado y vendido en 18.236 reales de vellón; una casa en San Sebastián, en la c/Mayor y una casa-horno anexa, vendidas en 13.000 teles de vellón. También declararon juros y censos del Colegio:  en Sevilla al 2%, 4 censos contra la villa de Pinto (Madrid) y 3 contra la de Ameyugo (Burgos).

La noche del dí­a 4 los padres salieron a las 5 de la mañana con sus pertenencias hacia Bilbao. El P. Rector quedó custodiado por Dionisio Laví­n y trasladado al convento de S. Francisco, poniéndole como guardián al P. fray Fº de Vidauzarraga, que le mantuvo a costa del Real Erario, pero incomunicado. Lo mismo hicieron con el padre. Joli. El dí­a 6 de abril el teniente ordenó la retirada de varios guardias, quedando algunos para custodiar la iglesia, alhajas y asistencia de su persona.

El 10-5-1767, el teniente ordenó al P. Guardián que entregase al padre Joli a José del Barco, ministro de a pie de la aduana, para que acompañado de Eusebio de Torres le llevase a la casa de inocentes de Valladolid, regresando los 2 escoltas a Orduña el 22 de mayo. El Padre Rector aún seguí­a recluido y enfermo en el convento de San Francisco[14].

El público en general deseaba ver destinados los colegios a sus cometidos y restablecer el culto en las iglesias abandonadas de los jesuitas. A tal efecto el Colegio pidió opinión a los Comisionados, arzobispo y obispo, entre otros, para dar el destino más oportuno a estos edificios.

Estos personajes enviaron su parecer al fiscal Pedro Rodrí­guez  Campomanes, que se estudió en el Consejo, con asistencia por orden de Su Majestad de 5 prelados diocesanos, que tení­an asiento y voto (arzobispos de Burgos y Calahorra, y los obispos de Tarazona, Albarrací­n y Orihuela). Sus determinaciones fueron confirmadas por el rey y mandó por ello que el Colegio de Orduña se aplicase a: establecer en él a 4 sacerdotes misioneros que cuiden de la corrección e instrucción de los clérigos dí­scolos, que remita el obispo de Calahorra; que los mismos cumplan así­ las misiones y cargas espirituales fundadas en la iglesia del Colegio; que todas las demás misiones a cargo de las casas que fueron de la Compañí­a (Vizcaya, Alaba y Guipúzcoa) contribuyan con sus respectivas limosnas y salgan alternativamente a cumplirlas. Los 4 sacerdotes destinados a este efecto deberí­an ser elegidos por el obispo de Calahorra de entre los ejemplares y doctos, con la condición de que hablasen bien el vascuence. Los sacerdotes citados tomaron posesión del Colegio, pero teniendo en cuenta los fines docentes de la institución creada por Urdanegui, ratificados por la Compañí­a, y los cabildos secular y eclesiástico de Orduña.

La iglesia de la Compañí­a reemplazó a la parroquia de San Juan del Mercado por haber incapacidad de ello, quedando reducida según Real disposición a lugar profano para que en el futuro fuese utilizable. Esta iglesia se hallaba en malas condiciones y tuvo que ser demolida. Sus ornamentos y vasos sagrados fueron distribuidos por el obispo entre la nueva iglesia de San Juan y las otras parroquias de Orduña.

Abierta la iglesia del Colegio, ejercieron su labor espiritual en ella tanto los 4 clérigos anteriores como el cabildo eclesiástico bajo los auspicios del obispo de Calahorra, quién estaba obligado, por Real cédula de 14 de agosto de 1768 a dar cuenta de todos los autos, diligencias e incidencias que tuvieran lugar al Real Consejo y al fiscal Pedro Rodrí­guez Campomanes.

 

  1. Segunda etapa (1870-1932)

El triunfo de las libertades con la revolución de 1868,  será el despertar de una sociedad adormecida en su incultura. No habí­a grandes alicientes para promocionar, se carecí­a de puestos de trabajo que exigiesen una preparación técnica adecuada. Orduña sufrí­a un letargo similar al resto de España; indiferencia por parte de los padres e hijos, aunque en el fondo parecí­a viví­an el recuerdo educacional de años pasados. Y es que el reconocimiento de las libertades del hombre, y con ellas la libertad de enseñanza, fue muy pronto asimilado por los orduñeses, que destacaron en Vizcaya en ese despegue cultural de fines del s. XIX.

Los PP. Jesuitas fueron propuestos de nuevo por las autoridades y proclamados por los vecinos a través de los señores capitulares, como los más idóneos en la labor educativa y docente. Los decretos del Gobierno provisional de 21-10-1868 y el de 14-1-1869 hicieron que el Colegio de S. Juan el Real volviese a ser un centro docente.

Estos y otra serie de decretos intermedios tení­an por misión proclamar la libertad de enseñanza a todos los niveles, autorizando a las corporaciones municipales y diputaciones provinciales a fundar establecimientos culturales. El artí­culo 1 del decreto del 14-1-1869 decí­a así­: «las Diputaciones provinciales y los ayuntamientos podí­an fundar libremente toda clase de establecimientos de enseñanza, sosteniéndolos con fondos propios».

El Colegio era del municipio, desde que Carlos III lo cedió por Real decreto el 20-3-1786 para las necesidades de Orduña. Al amparo de estas leyes el Ayuntamiento instalarí­a en el edificio de la Casa de Misericordia y Hospital un «centro municipal de 1ª y 2ª enseñanza» para la educación de los jóvenes.

El decreto ley del 14-1-1869, fue acogido con cariño por los orduñeses. El alcalde José Mª de Piñera en sesión del 7-2-1869  hizo saber que era sabedor de dicho decreto-ley por un pariente suyo próximo, el presbí­tero Cosme Damián de Laraudo (jesuita), residente en Bilbao, hombre celoso del bien moral y material de Orduña. El Ayuntamiento encomendó las gestiones necesarias dirigidas a la consecución inmediata de la Escuela al alcalde. Las dificultades debieron sobrevenir, pese a los apoyos que tení­a Orduña. Joaquí­n de Rebollar y C. Damián de Laraudo les animaron a continuar con los trámites para conseguir el proyecto e hicieron ver a Piñera las ventajas que el Colegio reportarí­a a Orduña. Rebollar notificó al alcalde cómo el Ayuntamiento, autorizado por decreto ley de 14-1-1869 estaba en su derecho de constituirse en fundador o empresario de un Colegio de 2ª Enseñanza y que teniendo las mismas facultades la Dirección General del Señorí­o, por el mismo decreto, creí­a oportuno dar al establecimiento un carácter, hasta cierto punto, provincial, para lo que deberí­an ponerse de acuerdo ambas corporaciones.

El 9 de septiembre de ese año, el Ayuntamiento tomó el acuerdo definitivo de aceptar la idea propuesta por el alcalde de establecer en Orduña un centro de «1ª y 2ª Enseñanza hasta el grado de bachiller,  en artes inclusive».

Una comisión del alcalde, el sí­ndico procurador y el secretario se personaron al dí­a siguiente en Bilbao a tratar con Rebollar acerca de las medidas, modo y forma de comenzar las gestiones a la realización del proyecto. Rebollar fue invitado a visitar Orduña. Aceptó y recorrió los locales del antiguo Colegio de los jesuitas y del convento de San Francisco, reconociéndolos adecuados por «sus buenas condiciones en todo».

Les conminó a que se juntasen con la Diputación para tratar el tema, invitándola a que contribuyese a los gastos de sostenimiento del Colegio y personal académico por el interés que a nivel de paí­s tení­a. La Diputación tomó en consideración la propuesta y convocó al Ayuntamiento a una reunión para el 7 de Octubre, asistiendo el alcalde, el sí­ndico (José Echevarria) y el secretario (Emeterio de Zugazaga). La Diputación les mostró su interés por abrir un centro similar al que le proponí­an en el edificio de San Mamés de Abando, regentado también por los jesuitas.

Los representantes orduñeses advirtieron las dificultades que se les presentaban para la apertura del Colegio: falta de dinero en la Diputación (dado los gastos que en los últimos 14 meses habí­a tenido) y la oposición que los bilbaí­nos verí­an en el Colegio de Orduña como un rival. Otra dificultad podí­a ser el compromiso de la Diputación al conceder subvención a Orduña ya que otros pueblos de tanta o más importancia podrí­an solicitarla también.

A pesar de todos los inconvenientes, a los diputados les satisfizo el proyecto al ser Orduña idónea para ello y por el personal llegado para la docencia y dirección, pidiéndole que presentase un memorial que facilitase el decretar lo que estimase oportuno. Damián de Laraudo dijo que la Diputación habí­a quedado contenta, que preferí­a Orduña a San Mamés, y que llevasen a cabo las gestiones necesarias hasta conseguirlo.

Esta misma persona propuso suspender por dos meses las gestiones conducentes al caso, dada la situación por la que pasaba la nación, a lo que Rebollar contestó que sin perder un minuto se trabajase con afán hasta conseguir que estuviese todo lo previsto, nombrando el personal y que estuviese en disposición de ser anunciado en periódicos y carteles para poder abrirse la matrí­cula en septiembre. Estando el proyecto en ví­as de realización el Ayuntamiento creyó un deber pedir opinión a Orduña por medio de sus representantes, los 42 capitulares, dada la penuria en que se hallaba la ciudad, por lo que posiblemente tendrí­an que recurrir a préstamos particulares.

 

3.1. Las bases del Colegio[15] (101)

Superadas las primeras dificultades, el Ayuntamiento vio la necesidad de buscar la persona adecuada que ocupase el cargo de director. Este habí­a de tener buenas cualidades para «organizar, dirigir y elevar a la mayor altura posible el establecimiento», además de ser persona docta y experimentada en lo cientí­fico y administrativo.

Pensando el Ayuntamiento que «los hijos de esta noble tierra se honran con cualquier puesto que les ofrezca la madre Vizcaya «, acordó buscar de entre alguno de los suyos a la persona que tuviese estas cualidades. Joaquí­n Rebollar, joven doctor, que desde el inicio apoyó la obra, fue la persona indicada para ocupar la dirección del Colegio. Era natural del valle de Arcentales, habí­a cursado una brillante carrera literaria, fue catedrático de Latinidad y Humanidades en el seminario de Santander y 3 años administrador del mismo. Desde 1864 explicó Filosofí­a en el seminario de Valladolid, fue profesor de Teologí­a, examinador sinodal, censor de obras y director espiritual, hasta ser nombrado vice-rector, cargo que ocupaba desde hací­a 5 años.

Si aceptaba la propuesta de Orduña, debí­a renunciar a todos estos cargos. Rebollar contestó afirmativamente a la Comisión que le propuso el cargo, lo que causó gran alegrí­a en el ayuntamiento y en los vecinos.

 

3.2. Decreto de fundación y autorizaciones al director[16]

El Ayuntamiento junto los capitulares de Orduña acordaron el 7 de enero de 1870 la fundación de un Colegio que abrazase «la perfección de la 1ª enseñanza y todas las asignaturas de la 2ª, hasta el grado de bachiller en artes inclusive».

Para hacerse efectiva la apertura del curso 1870-71, en la misma sesión se redactó y aprobó un articulado confirmando al director una serie de autorizaciones para el ejercicio del cargo, como:

  • Concesión de un espacio de terreno, comprado por el Ayuntamiento, que se sumarí­a al que tuvieran los jesuitas: huertas, del conde de Berberana, Lorenzo de Palacio y Lázaro de Elejalde.
  • Autorización al director para que se haga cargo del Castillo y levante un piso más para dormitorios de internos y otros menesteres necesarios.
  • Autorización para habilitar los locales necesarios para salón de estudios, recibimiento, teatro, despacho del director, vicedirector, director espiritual y habitaciones para el profesorado, que tendrí­an que vivir en él; la cocina y el refectorio, enfermerí­a y otros cuartos que reclamase el personal del Colegio.
  • Proveer del menaje que precisaran los departamentos de estudio, habitaciones y locales del edificio, conforme exigí­an sus destinos.
  • Permiso para cultivar la huerta y para adaptar el Castillo, juego de pelota y paredes de cerca; construcción de locales abiertos para recreación de los colegiales internos en tiempo de lluvia y frio, surtiéndolos de juegos adecuados y a donde se desplazarán los colegiales bajo porches.
  • Supresión del tránsito de Orduña por el terreno del Colegio, huerta y Castillo.
  • Destinar un lugar retirado para el juego de bolos y pelota para externos.
  • Que la iglesia se comunique con el Colegio, haciendo uso común con el cabildo eclesiástico de Orduña.
  • Formar los gabinetes de Fí­sica, Quí­mica, Mineralogí­a e Historia Natural, conforme a los requerido por la ley de 2ª enseñanza.
  • Corresponderá al Director, junto con la Junta de Gobierno, nombrar al vicedirector, director espiritual y profesorado; proposiciones todas ellas que debe aceptar el Ayuntamiento. También se le autoriza los cambios de personas y hacer nuevos nombramientos.
  • Igualmente determinar los derechos de matrí­cula de los alumnos internos y externos y dispensar del pago a los hijos pobres de Orduña.
  • Los beneficios del Colegio los puede invertir en aumento de sueldo a los profesores y en mejoras del establecimiento.
  • El municipio, por medio del comisionado, pasará las cantidades necesarias para las obras, compra de materiales, dotación de gabinetes, menaje de habitaciones, oficinas y departamentos.

 

Joaquí­n de Rebollar, presbí­tero, impone algunas otras condicione para aceptar el cargo de Director:

  • Que todo el menaje del Colegio tení­a que pasar a ser propiedad de la Junta de Gobierno a los 3 años, contando desde el dí­a en que se inaugure el Colegio.
  • Que en el momento del fallecimiento del director, todas sus autorizaciones, derechos y acciones pasen al vicedirector, quién será el que ocupe su cargo.
  • Que para la mejor dirección del Colegio se ha establecer una Junta de Gobierno, compuesta por el director, vicedirector y un vecino de Orduña que por su ilustración, moralidad y consideración del pueblo pueda cooperar al desarrollo de los intereses morales y materiales del Colegio.
  • Que esta persona será nombrada por el director y vicedirector, y de no ponerse ambos de acuerdo lo nombrará el vicario parroquial (si es hijo de Orduña) de entre los dos propuestos y si no el beneficiado más antiguo.

El director, José de Rebollar propone para vicedirector a Dionisio de Landa, presbí­tero, y de mutuo acuerdo a José Marí­a de Piñera, alcalde y vecino de Orduña, como tercer miembro de la Junta de Gobierno.

El Ayuntamiento y director se obligan a observar lo estipulado, ratificando Rebollar su compromiso de organizar la enseñanza y cubrir todas las condiciones, a fin de que las asignaturas de 2ª Gramática impartidas en el Colegio de San Juan el Real de Orduña tuviesen valor académico.

El alcalde fue objeto de las acusaciones de precipitarse en la aceptación de las bases en orden a obtener algún beneficio. Para evitar que los ánimos se encresparan, la junta de capitulares, el Ayuntamiento y Rebollar acordaron nombrar una comisión que las revisase. El nombramiento cayó en:  Rivacoba, 2º alcalde, Jose de Echevarria(sí­ndico), Pedro Echevarria (abogado), Pedro Cuadra (preceptor de Latí­n y Humanidades), y el secretario, Emeterio de Zugazaga, todos ellos vecinos de Orduña.

En el estudio que los comisionados hicieron, añadieron a las bases del Colegio algunas en los artí­culos 12 y 14.  Al 12:  «Si el estado de la nación y leyes por el que se gobierna, permitiese al Instituto de la Compañí­a de Jesús fundar centros de enseñanza y quisieran los miembros de esta Sociedad establecerse en el Colegio de S. Juan el Real,  el Ayuntamiento les confiere desde ahora poderes para tomar posesión del establecimiento con todas sus pertenencias (menajes y enseres) que en él se encuentren. Pero la Compañí­a deberá continuar indemnizado al Ayuntamiento los anticipos que hubiese destinado al efecto, el quinto de las utilidades hasta su completo reintegro».

Al artí­culo 14 añade cómo los beneficios del Colegio no sólo serán empleados en mejoras del mismo y en aumento del sueldo del profesorado y directivos, sino también para las necesidades del culto y objetos sagrados, reservando una 5ª parte de los beneficios para indemnizar al Ayuntamiento de los gastos anticipados,  hasta su completo reintegro.

Con respecto al apartado 2º de las condiciones del director, la Comisión aclara que el vicedirector ocupará el cargo de director en caso de muerte o ausencia, y que el puesto de vicedirector pasará a uno de los profesores (jesuitas) nombrado por el nuevo director.

De todo ello se dio cuenta a Rebollar, quién lo confirmó y ratificó, al igual que el Ayuntamiento en mayo de 1870.

 

3.3. Obras del Colegio[17]

Entre las casas municipales propuestas para la fundación del Colegio, se eligió la de San Juan Bautista.  Sin duda esta elección tuvo el apoyo de los jesuitas[18].

Entre el 13 y 20 de febrero llegó el P. Rafael Izaga que serí­a el primer maestro o Prefecto en el internado orduñés,  en compañí­a de 2 seglares, para dar comienzo a las obras, inventariar lo que fuera necesario para el curso 1870-71 y poder comenzar con rapidez  la adaptación de aulas y enseres,  la huerta y los paseos. El Castillo fue rodeado de espino vivo y estacado para evitar la entrada a personas ajenas al Colegio y quedarse unido para recreación de los jóvenes internos.

El Ayuntamiento se hizo cargo de los gastos de obras de las habitaciones, enseres, viajes y de todos los gastos de las gestiones del Colegio (336 reales pagados a Rebollar en concepto de viajes y correo). Al P. Izaga le entregaron 1.000 reales para su alimentación y la de los 2 acompañantes durante el tiempo de preparación del edificio.

Al municipio le preocupaban 2 cosas: el tiempo (ya que en 7 meses debí­an comenzar el curso) y el dinero que salí­a de las arcas municipales y que en ocasiones era escaso. Para ello se acuerda en sesión ordinaria que las obras del Colegio se simplifiquen al máximo.

Los jesuitas no perdonaron esfuerzos por mejorar la posición de sus alumnos.  El Director, P. Domingo de Landa, con motivo de unas obras que le dijeron redujese, contestó: «es necesario llevar a efecto todas las obras que creo necesarias o convenientes para el mayor lustre y repunte de este Colegio, cuyo nombre se va extendiendo por todas partes, y para comodidad y desahogo de los niños y satisfacción de sus padres».

La cuenta de gastos del Colegio, los 7 primeros meses, supuso al Ayuntamiento, 196.995 reales de vellón, de los que 120.000 correspondí­an a obras de adaptación y el resto a objetos del Colegio (menaje, servicio, etc.), aparte los 23.200 reales que se emplearon en el gabinete de Fí­sica.

Todo lo previno el administrador, padre Izaga: juegos de pelota, patios, paseos, aulas, laboratorio de Fí­sica e Historia Natural, despachos, e incluso el alquiler de una huerta que disfrutaron los jesuitas durante los 62 años de esta etapa, propiedad del conde de Berberana, sita entre la antigua calle de Yuso y Santa Clara, para cultivo y disfrute del Colegio, con cepas, 23 frutales jóvenes, terreno de cereales y de hortalizas.

 

3.4. Clases en el Colegio[19]

El dí­a 1 de octubre tuvo comienzo las clases del curso 1870-71 en el Colegio Municipal de Orduña. El acto lo presidió el Ayuntamiento, en calidad de fundador, asistiendo buena parte de la población y algunos forasteros. El P. Landa pronunció un discurso, y terminó el alcalde con estas palabras «Queda abierto el curso académico de este Colegio Municipal de 2ª Enseñanza de la ciudad de Orduña del año 1870-71″.

Desde sus inicios estuvo bajo la dirección de los PP. Jesuitas. Las Juntas Generales de Guernica, en julio de 1870, propusieron al doctor Rebollar como rector de la nueva universidad Católica Vizcaí­na, cargo incompatible con el de director de Orduña, al que tuvo que renunciar. Su puesto fue ocupado por el P. Dionisio de Landa y el de vicedirector por el P. Rafael Izaga, quedando asentada la Compañí­a de Jesús en Orduña, en la que permanecerá hasta la 2ª Republica.

El curso comenzó sin pompa pero «bajo los más halagí¼eños auspicios al haber sobrepasado las más exigentes esperanzas, pues el dí­a de su apertura el Colegio estaba ya con 50 alumnos internos y 100 externos, recibiendo «los primeros un trato y asistencia esmerados y todos una educación e instrucción dignos de admirar».

En la sesión del 8 de enero los capitulares y Ayuntamiento se alegraron por los servicios que la obra comenzada habí­a de reportar a Orduña, efectos que ya se palpaban. Las obras hubieron de ampliarse bien pronto debido al aumento de colegiales internos. El 30 de junio finalizaba el curso, pero ocupados todos en las ocupaciones de ensanche y adaptación. El director por medio del ecónomo del Colegio, Pedro Agustí­n Arizuararreta, hizo saber al Ayuntamiento, el 29 de octubre de 1871, que los 33.000 reales de vellón a que ascendí­a el déficit del balance del año escolar acabado, suma de la que era deudor el Ayuntamiento. En el nuevo curso 1871-72, comenzado el 1 de octubre, aumentaron los colegiales: cerca de 100 internos y otros tantos externos. El padre Landa gobernó el Colegio en los primeros y difí­ciles años (1870-1881).  Coincidió con los años de la «III guerra civil carlista»[20].

Algunas dificultades debieron surgir entre la propiedad (Municipio) y la gestión (Jesuitas) cuando se eligió una Comisión municipal (presidida por el sr. Urquiza) para ponerse en contacto con el Director a fin de tratar sobre la manera de armonizar los intereses de Orduña y de los jesuitas. Realizó un estudio al que ambas partes habí­an llegado. Los cambios que la Comisión municipal pretendí­a llevar a cabo motivaron no sólo las quejas del vecindario sino algunas algaradas callejeras en favor de los Jesuitas. Al final mediante el diálogo se logró llegar a un acuerdo, introduciendo algunas modificaciones.

 

3.5. Arrendamiento del Colegio a Leonardo Landazuri (1876)[21]

Los decretos de 1875 hicieron que el Colegio Municipal de Orduña cambiase de administración. Nuevos giros a la enseñanza y nuevos planteamientos administrativos.

Siendo director el P. Landa, las nuevas disposiciones legales hicieron que el nombre y forma de funcionar del Colegio tuvieran que cambiar.  Por dichas leyes el Colegio no podí­a seguir funcionando con carácter municipal; tení­a que definirse como «centro público o privado» a cargo de un director, empresario o fundador. El Ayuntamiento viendo lo imposible que era el cumplir los requisitos y formalidades que la ley exigí­a, accedió a que se constituyese un «centro privado» por medio de un contrato.

Leonardo Landazuri Moro de Elejabeitia, vecino de Santander, se habí­a ofrecido a ser empresario del Colegio, de llegar a un acuerdo con el Ayuntamiento. Elaboradas las bases, fueron leí­das en la sesión del 27 agosto de 1876, a los capitulares y Ayuntamiento, reunidos al efecto, y para hacer sabedor a Landazuri, también presente, en vistas a su aceptación o enmienda.  Los acuerdos eran:

  • Arriendo por 3 años al empresario Landazuri, del Colegio y accesorios del mismo con promesa de extinción de 131.195 reales de vellón de deuda, de la forma siguiente: en octubre de 1876 entregarí­a 51.195 reales; en octubre de 1877: 40.000 reales, y el resto en octubre del año siguiente.
  • Las entregas de los dos últimos pagos irí­an sobrecargadas por intereses del 4%.
  • El empresario, se reservaba el derecho de decapitación forzosa cuando lo estimase oportuno, antes de terminar el arriendo.
  • Las mejoras de obras, que él harí­a en el Colegio, redundarí­an a favor de Orduña, de indemnización recuperable.
  • Por el arriendo del edificio y mobiliario abonarí­a al Ayuntamiento una renta anual de 4.000 reales.

Landazuri aceptó las cláusulas el 29 de ese mes y año, a las que añadió, siéndole aceptadas, algunas enmiendas, como son:  Se reservaba el derecho de » transmitir su empresa o compromiso a quién  mejor le pareciese «en caso de defunción, y al efecto entregarí­a al director del Colegio un pliego cerrado designando la persona a quién entregaba sus deberes y derechos,  y a quién Orduña debí­a aceptar con tal de que cumpliese las condiciones del convenio;  y en caso de ausencia dejarí­a el sustituto que creyese conveniente.

Ambas partes estuvieron conformes con la escritura.  En el artí­culo 11 consta como el Ayuntamiento cedí­a al empresario un arriendo por 2 años y 10 meses, desde el 1-9-1876[22] hasta el 30-6-1879 con el usufructo, derechos y servidumbres del Colegio y adyacentes: el Castillo y la calle (trayecto que pasaba por el juego de pelota, salí­a entre la ollerí­a y la casa de Damián de Alday). Landazuri en el apartado 12 se hací­a cargo de todos los enseres del Colegio (comprendí­a la capilla, la biblioteca, gabinete de fí­sica e historia natural, clases, dormitorios y demás dependencias), quedando como única propiedad del Ayuntamiento, el edificio material.

 

3.6. Arrendamiento del Colegio a Francisco Treviño (1881)[23]

El Colegio seguí­a en manos de particulares en 1881. Los jesuitas seguí­an dedicándose a sus colegiales, dependiendo del régimen interno de la Compañí­a, ya que el empresario estaba contento con sus educadores. Durante los 5 años de arriendo, Landazuri hubo de recurrir a prestaciones económicas para cumplir con lo acordado con el Ayuntamiento. El presbí­tero Faustino de Treviño Cartagena, residente en Oña y de paso por Orduña, le anticipó «con generoso desprendimiento» la cantidad de 32.699 pts. sin interés,  mirando que su inversión aseguraba el porvenir y engrandecimiento del Colegio y por cuya existencia tanto se interesaba. A esta suma se añadieron 16.843 pts. para adquirir más menaje, mobiliario y material escolar.

Ambas prestaciones supusieron la cesión a favor de F. Treviño del contrato efectuado el 16-9-1876 con todos los derechos adquiridos por Landazuri en pago por el dinero prestado. El sucesor de Landazuri continuarí­a manteniendo al director y profesorado del Colegio. Con las transmisiones del disfrute de enseres y del edificio municipal, Landazuri pagó a su acreedor el dinero de 49.642 pts., quedando saldadas las cuentas. Esto se elevó a escritura con el visto bueno del Ayuntamiento, el 6-11-1881.

Treviño habí­a hecho testamento en Valladolid el 30-6-1880, declarando herederos de los mismos a José Vinuesa Zurbano, residente en Carrión de los Condes (Palencia), a Cesáreo Baztan Goñi y a Casimiro Echarri Durandein, residentes en Oña (Burgos),  los cuales conservarí­an conforme a la primera condición testamentaria el capital integro e indiviso, usufructuándose los tres mancomunadamente. Aclaraba que si alguno muriese, recaerí­a la herencia sobre los supervivientes hasta disfrutarla uno. Estos pasarí­an a ser los empresarios del Colegio de Nª Sra. de la Antigua, el 2-9-1889[24].

 

3.7. Arrendamiento del Colegio a José Vinuesa, Cesáreo Baztán y Casimiro Echarri (1889)

Dado el éxito de sus enseñanzas el edificio del Colegio se quedó pequeño, pese a las adaptaciones constantes[25]. En 1904, el Ayuntamiento el 6 de agosto, acordó ampliar el edificio, invirtiendo 35.000 pts. de las arcas municipales.

Los cursos desde 1870 habí­an seguido sin interrupciones. El número de alumnos, sobre todo internos, crecí­a constantemente, acudiendo chicos de la región y de toda España, e incluso de ultramar.

Los arrendatarios del Colegio cuyo edificio era propiedad del Ayuntamiento de Orduña,  presentaron en sesión del 1-3-1905 la necesidad de hacer más ampliaciones,  diciendo: «que estaban dispuestos a levantar nuevas construcciones,  que adosadas al primitivo edificio,  constituyan con él un amplio Colegio,  dónde estuviesen más cómodos y con más higiene un mayor número de alumnos», con las ventajas que esto reportarí­a a Orduña[26]. Plantearon, al mismo tiempo, la reforma del contrato dado que el corto número de años del arrendamiento no les garantizaba suficientemente la explotación del capital invertido. Se imponí­a la necesidad de hacer un «censo enfitéutico» que con un interés más bajo y un mayor nº de años de arriendo, les proporcionase algún beneficio económico.

El 3-2-1905 presentaron al Ayuntamiento un compromiso con las siguientes condiciones:

  • Los arrendatarios o Sociedad Anónima «La Antigua», que se constituya, pagará al Ayuntamiento un canon anual de 1.000 pts.
  • Mantendrí­a siempre al frente a los padres jesuitas a cuya inteligencia, laboriosidad y celo se debe el incremento del Colegio.
  • Perfeccionará las obras y llevará a cabo con rapidez lo proyectado, que una vez terminado valdrá más de 150.000 pts.

Estas bases las presentó al Ayuntamiento el alcalde Dámaso Rivera de Dí­az el 14 de febrero. El Ayuntamiento las analizó y vio que era bueno para Orduña, así­ como también lo era el «censo enfitéutico» por lo que se aprobó dicho censo el 1 de marzo de 1905. En este año el Colegio contaba con 200 alumnos forasteros, que dejaban negocio en Orduña.

El arquitecto José Marí­a Basterra efectuó las mediciones y evaluaciones del edificio del Colegio, distinguiendo dos partes: las modernas construcciones pertenecientes a los arrendatarios, y las municipales, ambas unidas entre sí­.

Los arrendatarios tení­an un amplio solar, «Los patios del Colegio», (lindan: al norte con c/ Santa Clara, al oriente con el camino transversal o subida al Castillo; al oeste con el Colegio de 2ª Enseñanza y el camino o antigua subida al Castillo. Tiene una superficie total de 6.414 m2, donde se hallan edificadas  en su centro unas clases,  salón de actos, de dibujo,  música, un cobertizo o juego de pelota,  que ocupan un rectángulo de 1.6129 m2. Al mediodí­a, paralelos al anterior y separados por un patio, otros dos grandes cobertizos o juegos de pelota de 881 m2.  Su valor aproximado es de: 75.000 pts. También poseí­an los arrendatarios una vaquerí­a y un corral adjunto, al este, con 412 m2 de superficie.

La finca del Ayuntamiento la constituye el edificio antiguo del Colegio y los dos pequeños patios, paralelos al mismo, situados al norte y al sur. Su fachada mira a la plaza y a la c/Colegio. Consta de 2 pisos y toda la parte superior y el primer piso lo ocupan los dormitorios y enfermerí­a, además de la biblioteca y roperí­a.  Las habitaciones de los profesores eran pocas, reducidas y de escasa luz. Miden 2.330 m2, de los cuales 1.617 m2 se hallan abiertos (linda: al norte con la plaza; al sur a la huerta de Valeriano Echevarria Martí­n; al este con la propiedad de los arrendatarios del Colegio; y al oeste con la iglesia de San Juan y la huerta de Fº Burzaco). Su valor era de 35.000 pts.

El «censo enfitéutico» se publicó a favor de Casimiro Echarri el 17-4-1905. El 15-6-1905 el Ayuntamiento lo aprobó aclarando que las 2 becas de niños pobres de Orduña tení­an que seguir existiendo. Este mismo año el Ayuntamiento arrendó «el Castillo»[27] por 25 años a la Sociedad Civil Anónima «La Antigua», y para asegurar y consolidar su establecimiento y pertenencia por la citada sociedad, solicitó la conversión del arriendo en «censo». Una comisión emitió un informe que decí­a: «es condición esencial para la subsistencia de este censo, la obligación por parte de la Sociedad de mantener el Colegio como Centro de Segunda Enseñanza para los alumnos externos, en las mismas condiciones que en la actualidad».

Al crearse la «sociedad anónima» los arriendos y censos del Colegio Municipal habí­an hecho desaparecer la cesión gratuita del edificio para Centro de 2ª Enseñanza, lo que trajo consigo la falta de alumnos orduñeses en el Colegio. Los fines fundacionales de Urdanegui y los de la ciudad se habí­an diluido en una realidad aceptada pero no querida por Orduña.

A medida que avanza el siglo XX la Compañí­a de Jesús aparece como una de las partes contratantes de los arriendos, algunos opinan que la principal. Lo cierto es que los jesuitas fueron los responsables de la fundación del Colegio en sus 2 etapas.

Esto nos lo confirma la escritura pública del 26-3-1927 en que las 2 «enfitéusis» aparecen con todos los inmuebles que la Compañí­a, a través de la Sociedad Anónima, y que luego en virtud de la sentencia de 24-6-1953 sobre la inscripción en el Registro de la Propiedad de bienes eclesiásticos fueron inscritos a nombre de la Compañí­a de Jesús.

 

3.8. La vida en el Colegio[28] (101)

Once fueron los rectores que tuvo Orduña en esta 2ª etapa del Colegio: 1870-81: Domingo Landa[29]; 1881-87: Venancio Sorondo; 1887-90: Ramon Vidaurre; 1890-95: Pedro Olasagarre; 1895-03: Venancio Sorondo; 1903-09: Pedro Bianchi; 1909-11: Enrique Carvajal; 1911-16: Pedro Basterra; 1916-18: Pedro Abad; 1918-22: Fernando Ansoleaga; 1922-28: Celestino Zabarte; 1928-32: Dagoberto Acha[30].

Como padres ministros o prefectos de disciplina hubo 18: Rafael Izaga, Eduardo Garcí­a Frutos, Venancio Sorondo, Santiago Apraiz, Santos Leoz, Antonio Martí­nez, José Marí­a Palacio, Pedro Dermit, Celestino Zabarte, Felipe Rodrigo Acha, Vicente Garamendi, Dagoberto Acha, Eleuterio Elorduy y José Beldarrain[31].

Aproximadamente entre los años 1900-1932, los alumnos del Colegio publican una especie de periódico colegial, titulado «El eco de los patios». En el mismo se recogen los alumnos más destacados en cada curso en las diferentes asignaturas, los padres jesuitas que habí­a y qué funciones tení­an, así­ como las incidencias más resaltables de cada curso. También hací­an constar los alumnos que habí­a en cada año, con sus nombres, apellidos, dirección y procedencia. En esta especie de periódico se publicaban interesantes fotografí­as de cómo era Orduña en aquella época.

Desde, aproximadamente, el año 1880 hasta el año 1932 el Colegio tení­a una «banda de música y cornetas», bastante completa, de unos 30 componentes, compuesta por los alumnos, que participaba tanto en las actividades interiores, como también en efemérides locales.

Los alumnos triunfaron con las mejores calificaciones en los exámenes de Valladolid, después en Bilbao y a partir de 1911 en el instituto de Vitoria. Habí­a unos 30-35 alumnos por aula. Entre los matriculados destacaban los de Bilbao por su número (en torno al 40%) y Santander (23%).

Comenzaba el dí­a a las 6 de la mañana, después misa, estudio (una hora), desayuno y ¼ de recreo.  A la una comí­an. Las clases de mañana eran de 8h. 45´ a 1.  Recreo ½ h..  La tarde era un estudio y una clase en medio de dos recreos, después del 2º, otra hora de estudio, acabando con la cena a las 8 ½.  Se acostaban a las 91/4.

A partir de 1910 se les daba vacaciones por Navidad. A partir de 1922 aparecieron nuevos problemas de ampliación y modernización de las instalaciones, que en los años 1929-30 se hizo auténtica necesidad.

 

3.9. Fin de la etapa (1932). Expulsión de los Jesuitas.

El Gobierno Provisional se propuso romper la inercia histórica, modernizando los programas de educación y abriendo nuevos centros de enseñanza.

El porcentaje de analfabetismo al llegar la República era muy alto, superaba el 30% y la escolarización oficial apenas cubrí­a el 50%.  En Orduña en 1932 el censo escolar era de:   246 niños de 6-14 años, de los que 46 no se hallaban matriculados en ninguna escuela.

En la primera etapa de la República la enseñanza era laica y mixta. Las regiones de Castilla la Vieja y principalmente la Vasco-Navarra se opusieron al régimen y a sus programas. El anticlericalismo y las relaciones Iglesia-Estado fue la manzana de la discordia. La enseñanza religiosa persistió.

Orduña se benefició de la atención que prestó la República a la enseñanza en base a los datos elaborados conforme a la orden del 17-5-1933.

En Orduña en los años 1932-33 y siguientes, incluyendo a párvulos, los niños matriculados ascendí­an a 516 y 492 respectivamente, distribuidos en escuelas privadas y públicas, con un promedio de asistencia del 90%.  También funcionaban dos escuelas de adultos con una media de 32 alumnos.

El capitular Estanislao Lecanda,  concejal presidente del Consejo local, expuso el 9-11-1932, solicitar otra escuela nacional de niños que funcionase con las dos unitarias existentes,  aprovechando el deseo de la República de abrir nuevos centros.

La 2ª enseñanza en Orduña salió perjudicada por el decreto de disolver la Compañí­a por parte del gobierno republicano.

Por el artí­culo 26 de la Constitución de 1931 la Compañí­a quedó disuelta, sus bienes nacionalizados y sus establecimientos dedicados a fines benéficos docentes. El pueblo vasco se mostró solidario con la Compañí­a, denunciando lo injusto de la medida.

Las medidas adoptadas afectaron a 3.596 jesuitas, de ellos 832 eran los agrupados en Vascongadas, Navarra, Burgos, Logroño y Segovia. (Memorial presentado por el Ayuntamiento y la Asociación de Antiguos Alumnos al padre Severino Azcona, asistente en España de la Curia Generalicia para que lo justifique al reverendo Padre General, Juan B. Janssens, el 23 de noviembre de 1949)

El 26 de enero llegó la noticia a Orduña de los acontecimientos. Luis Larrea, alcalde, en sesión de 27 de enero refirió la situación creada en Orduña por la disolución de la Compañí­a.  El Ayuntamiento aprobó elevar al Gobierno de la República una protesta contra el decreto promulgado y que decí­a:   «Honda pena, y no menos el sentimiento que produce en los linajes de este Ilustre Ayuntamiento al llegar el decreto de la disolución de la Compañí­a,  cuyos miembros han regentado durante tantos años el Colegio de 2ª Enseñanza, no solamente para los beneficios morales y culturales,  sino también para los naturales de Orduña, que pronto han de repercutir en las arcas del erario del Ayuntamiento. Rogamos rectifiquen, si es posible, la disposición al efecto«

La orden de salida fue dada para el 2 de enero. Los jesuitas, obligados a abandonar el Colegio, marcharon sin libros, cosas,  bienes indemnizados,  camino del destierro. El chalet familiar de Daniel de Lecanda (antiguo alumno) «Villa San Antonio» situada en Deusto,  fue desalojado y se lo entregó a los padres jesuitas.

En la nueva residencia se constituyó un auténtico Colegio, siendo su rector el padre Dagoberto Acha. Vestí­an de seglares, pero el ambiente era alegre y feliz. En este chalet se quedaron 10 jesuitas y 4 hermanos, permaneciendo 6 años en él.

El decreto de 24 de enero llevaba consigo la disolución de la Compañí­a y la confiscación de sus bienes. El gobernador  de Vizcaya ordenó que el Colegio de Orduña de 2ª Enseñanza fuese incautado. Pero el Ayuntamiento, adelantándose a la orden, hace constar sus derechos de propiedad sobre el edificio.

La tramitación de esta declaración de bienes propios y privados se encargó al alcalde,  para que pudieran  destinarlo a los fines que estimen oportuno.

El dí­a 10 de febrero de 1932 se llevó a cabo el acto de incautación del edificio del Colegio por una declaración del Negociado de Rentas Públicas de Vizcaya.

Esto motivó la reivindicación del Ayuntamiento,  aduciendo certificados acreditativos de sus derechos,  pasando a ser propiedad del Ayuntamiento y exento de incautación.

La Compañí­a habí­a preparado bien sus recursos para hacer casi imposible su conocimiento y como consecuencia su confiscación.

La Sociedad «La Antigua» solicitó a la Delegación de Hacienda de Vizcaya una certificación en la que constasen las fincas rústicas que tení­an inscritas en el padrón y que eran: una heredad sita en Los Cascajos de 76 aranzadas y 16 centiáreas; una heredad sita en Los Cascajos de 20 aranzadas y 85 centiáreas; una heredad en Santa Clara de 25 aranzadas y 2 centiáreas; una heredad sita en Villa Urquijo de 104 aranzadas y 34 centiáreas; una heredad sita en Ibazurra de 51 aranzadas y 12 centiáreas; una heredad sita en Canal de Aloria de 20 aranzadas y 85 centiáreas; una heredad sita en Las Rizas de 18 aranzadas y 75 centiáreas; una heredad sita en Las Rizas de 20 aranzadas y 85 centiáreas;  una heredad sita en Las Torcas de 47 aranzadas y 9 centiáreas; una heredad sita en Las Torcas de 58 aranzadas y 43 centiáreas; una heredad sita La Oliva de 31 aranzadas y 30 centiáreas; una heredad  sita en el Matadero de 2 aranzadas y 8 centiáreas; una heredad sita en el Cercado de Santa Clara de 85 aranzadas y 25 centiáreas; una heredad sita en Fuente Santa Clara de 126 aranzadas y 43 centiárea y una heredad sita en Margondo de 25 aranzadas y 21 centiáreas.  En total 713 aranzadas y 73 centiáreas. Todas estas fincas de la Sociedad Anónima la Antigua pasaron í­ntegras a la Compañí­a.

En el dí­a de la clausura habí­a unos 30 alumnos, todos externos, algunos de ellos becarios. Un juez de nombre Lací­n les rogó que saliesen para incautarse del Colegio. Una persona, de apellido Enderica, les dijo a los alumnos: «sintiéndolo mucho nos vemos forzados a manifestar que, a partir de hoy,  por orden del Gobierno de la República, se prohí­be la enseñanza que gratuitamente os vení­amos dando en este Colegio; así­ es que, «coged los libros y marchad«[32].

En la incautación de 1932,  las personas delegadas para ello se apoderaron de todo: inmuebles y enseres, sin ningún tipo de indemnización. El ayuntamiento, de amplia mayorí­a carlista, gestionó y logró la incautación del  Colegio a favor del  Orduña. La incautación del mismo fue aprobada por decreto de 23 de enero de 1932 y publicada en la Gaceta  Madrid con fecha de 25-1-1932,  reconociendo en la misma, al ayuntamiento, el carácter de «dueño del edificio incautado a la Compañí­a «. El alcalde en funciones declaró que por el momento «no estaba autorizado a decir quién era la persona que habí­a gestionado este asunto en Madrid».

 

  1. íšltima etapa del Colegio (1943-1961)[33]

Terminada la «guerra civil» y vací­o el Colegio, el 2 de junio ocuparán de nuevo los jesuitas el Colegio, siendo esperados por todo el pueblo y el Ayuntamiento en la estación. Sin embargo no lo harán con las finalidades anteriores (dedicarlo a instrucción de los hijos de Orduña y alrededores  o como colegio de 2ª enseñanza), sino como residencia provisional de de casa de formación de Hermanos novicios y juniores. En 1943 la Compañí­a sufre una modificación en su división territorial.  La antigua provincia de Castilla, cuyo noviciado estaba en Loyola, se dividirá en dos, la Oriental y la Occidental. Loyola pasa a la Oriental, y la Occidental tiene que pensar en una casa de formación, «acordándose» del «viejo caserón» de Orduña, mientras se construí­a uno nuevo.

El Ayuntamiento dejó bien claro la actividad que anteriormente realizaba, ya que su regreso suponí­a los mismos derechos y obligaciones que existí­an antes de su expulsión en relación con el Ayuntamiento.

La demora de su observación y el silencio de los jesuitas a las insistentes demandas verbales y escritas dejaban en punto muerto el asunto. La visita a Oña del Ayuntamiento  con el padre Provincial, Baeza, y las cartas sin respuesta, tení­an preocupada a Orduña. Ambas partes no llegaron a un acuerdo.

En 1958  los jesuitas se trasladaron a Villagarcí­a de Campos (Valladolid), abandonando Orduña, dejando como signo de su presencia a dos padres (PP. Gil y Ortiz de Zarate)  y algún hermano coadjutor hasta el 22-5-1961 en que por orden superior se liquidó para siempre la estancia de los Jesuitas en Orduña.

El edificio quedó cerrado, quedando bajo la custodia de Don Esteban Ruiz (alguacil), por orden del Ayuntamiento, y la iglesia bajo las órdenes de Don Pedro Menoyo (cura-arcipreste de la Parroquia de Santa Marí­a).

Inmediatamente se hizo un estudio por el letrado José Marí­a Ruiz Salas sobre el estado jurí­dico de los censos otorgados por escrituras en 1905 y 1912.

Recordó los compromisos que la Sociedad Anónima la Antigua tení­a para con el pueblo de dar enseñanza a los jóvenes,  y que de no hacerlo los inmuebles, con su uso y disfrute, pasarí­an al Ayuntamiento. Estas conclusiones fueron notificadas al P. Olazabal el 30 de junio[34]. El Ayuntamiento en vista de la situación, decidió decretar la resolución de censos constituidos a favor de la Sociedad la Antigua.

Algunas de las personas que rigieron el Colegio fueron: Rectores: Francisco Ansoleaga (1921-2); Celestino Zárate (1923-4) (1926-7). Prefectos de disciplina: Francisco Pascual (1918-9); Vicente Garamendi (1921-2) (1923-4); Dagoberto Acha (1926-7). Directores espirituales: Dámaso Paternain (1921-2) (1923-4) (1926-7). Procuradores: Julián Madariaga (1921-2) (1923-4) (1926-7). Profesores Jesuitas: Casimiro Hualde (1921-2); Benedicto Monreal (1921-2); Francisco Montalbán (1921-2); Sergio Olalquiaga (1921-2); Ramón Sesma (1921-2); Adrián Martí­nez (Hermano) (1921-2); Francisco Cortabitarte (1921-2) (1923-4); Narciso Iraola (1921-2) (1923-4); Pedro Jaúregui (1921-2) (1923-4); Florencio Legarreta (1921-2) (1923-4); Francisco Santesteban (1921-2) (1923-4;  íngel Usoz (1921-2) (1923-4); Fidel Villachica (1921-2) (1923-4); Felipe Aguirre (1923-4); Luis Arrizabalaga (1923-4); Francisco Oregui (1923-4); Marcelino Redondo (1923-4); Perfecto Gómez (1923-4); Primitivo Merino (1923-4) (1926-7); Julián Madariaga (1923-4) (1926-7); Prudencio Albéniz (1926-7); Domingo Arrese (1926-7); Juan Arriola (1926-7); Félix Cebrián (1926-7); José Odriozola (1926-7); Gregorio Ortiz de Zárate (1926-7); Bernabé Ponsol (1926-7); José Sagasturne (1926-7); Pablo Saldí­as (1926-7); Wenceslao Zabaleta (1921-2) (1923-4) (1926-7); Adrián Martí­nez (1923-4) (1926-7); Juan Marí­a Otamendi (1926-7). Profesores externos: Toribio Azpiazu (1921-2); Nicasio Azcoitia (1921-2) (1923-4) y Pedro Fernández Aguirre (1921-2) (1923-4) (1926-7)[35].

COLEGIO de la ENSEí‘ANZA: Este colegio dio sus primeras clases en una casa particular de la calle Santa Clara, asistiendo a ellas unas 70 niñas de Orduña. El dí­a 24-8-1883 se dirigen hacia Orduña las nueve fundadoras del nuevo colegio orduñés: la superiora, M. Presentacion Zabala Garay,  la subpriora,  M. Guadalupe Gorrochategui Lasa, M. Mª del Pilar Aparicio Barveales,  M. Mª. De la Purificación de Marquina Ardanza,  M. Mª. Teresa Vinuesa Zurbano,  M. Mª. Del Camino Dí­az del Rio Loyola, Hna. Mª. Lluisa Gonzaga de Arocena Cendoya,  Hna. Mª. Emilia ílvarez Carvajal y,  con ellas, el alma del proyecto, la orduñesa  M. Mª. De las Nieves de la Fuente Gallarza que, de alumna, pasaba a ser la primera profesora de las mujeres orduñesas. El 24-9-1884 se trasladaron al edificio actual del Paseo de la Antigua, que continuaba construyéndose poco a  poco, finalizándose en 1904. En 1893 solicitan permiso al ayuntamiento para extraer agua del caño común que conduce las aguas a la ciudad, para abastecer al Colegio que se pretende construir[36]. En 1923-24 la priora de la comunidad del Colegio era Marí­a Guadalupe de Ibero. En esta época, en parte, se dedicaba a la enseñanza gratuita de niñas y jóvenes sin recursos. En torno a la segunda mitad del s. XX se creó un Colegio Femenino de 2ª Enseñanza. A partir de esta  época acudí­an jóvenes de diferentes zonas del paí­s, que cursaban sus estudios en «plan de internado», aunque también lo hací­an jóvenes orduñesas. A comienzos del siglo XXI (2003) finalizó su actividad docente que fue asumida por los PP. Josefinos en el Colegio de La Antigua. La Comunidad abandona el edificio en marzo de 2016.

[1] Portilla Micaela «Personajes orduñeses» Toma V; Cámara Sologuren «Homenaje a fray Pedro de Bardeci», 1956

[2] Gonzalez Correas, E. «Colegio de los Padres Jesuitas de Orduña», 1975. Tesina UD.

[3] Armona (no muy proclive a los Jesuitas) afirma que «Sus primeras ideas piadosas, fueron muy diferentes de las que se verificaron, que fueron las últimas; pues se sabe que de la iglesia de Santa Marí­a de Orduña, querí­a hacer una Colegiata, darle rentas, aumentar el número de sus beneficios, para que se sirviesen por hijos de la Ciudad,  y establecer un aniversario, y alguna especie de Patronato a su favor, y de sus sucesores« (37). Obviamente sugiere que los PP. Jesuitas se aprovecharon de algunas dificultades que esta idea encontró para modificar la voluntad de don Juan de Urdanegui.

[4] Gonzalez Correas, E. «Colegio de los Padres Jesuitas de Orduña», 1975. Tesina UD.

[5] Gonzalez Correas, E. «Colegio de los Padres Jesuitas de Orduña», 1975. Tesina UD.

[6] Gonzalez Correas, E. «Colegio de los Padres Jesuitas de Orduña», 1975. Tesina UD.

[7] Gonzalez Correas, E. «Colegio de los Padres Jesuitas de Orduña», 1975. Tesina UD.

[8] La construcción del Colegio supuso una gran modificación en la c/Carnicerí­a de la que desaparecieron bastantes casas e incluso la calle del Castillo (se ocuparon todas las casas de la mano izquierda en la subida al Castillo hasta la huerta de Ribaguda, y todas las de la mano derecha). La construcción de la iglesia afectó sobre todo a c/Burgos (media manzana de casas del lado izquierdo de la misma) y a la Plaza. Con todo, no dejaron de existir problemas entre un sector de la población y los Jesuitas en cuanto a las obligaciones de tipo urbaní­stico (carnicerí­as, conducción de aguas, nevera, cesión de determinados campos del Castillo, etc ). «Urbanismo e Historia» Salazar, JI

[9] Gonzalez Correas, E. «Colegio de los Padres Jesuitas de Orduña», 1975. Tesina UD.

[10] Id.

[11] Gonzalez Correas, E. «Colegio de los Padres Jesuitas de Orduña», 1975. Tesina UD.

[12] La creación y dotación de escuelas y la ayuda a pobres mendicantes llenaron en parte los objetivos fundacionales de Juan de Urdanegui.

[13] En tiempo de los Regulares no habí­a en Orduña más escuela de Primeras Letras que la de los jesuitas.

[14] Los jesuitas de las 122 casas que tení­an las 4 provincias de España (Castilla, Toledo, Andalucí­a y Aragón) fueron expulsados. Los de la Rioja y Vizcaya lo hicieron por Bilbao, siendo destinados todos ellos a los Estados Pontificios.

[15] Soto Salvador: «Segunda etapa 1767-1932, Colegio de Nuestra Señora de la Antigua. Orduña», 1975 (Tesina UD)

[16] Soto Salvador: «Segunda etapa 1767-1932, Colegio de Nuestra Señora de la Antigua. Orduña», 1975 (Tesina UD)

[17] Soto Salvador: «Segunda etapa 1767-1932, Colegio de Nuestra Señora de la Antigua. Orduña», 1975 (Tesina UD)

[18] El antiguo convento franciscano fue igualmente considerado como apto por el doctor Rebollar puesto que desde Valladolid pidió un croquis del edificio para hacer un estudio para adaptarle a la enseñanza. Las operaciones del edificio de San Francisco se acordaron en el Ayuntamiento, el 16 de enero; se nombró una comisión para que se efectuase con la máxima rapidez y para desocupar los graneros. Una vez acomodado, la comisión trasladarí­a los enfermos y objetos del hospital y Casa de Misericordia de San Juan a este edificio, preparando a su vez unas habitaciones para el personal que en breve comenzarán las obras del Colegio municipal.

[19] Soto Salvador: «Segunda etapa 1767-1932, Colegio de Nuestra Señora de la Antigua. Orduña», 1975 (Tesina UD)

[20] El colegio de Orduña, en la última guerra carlista, serví­a a los militares carlistas o liberales a su paso alterno por la ciudad como lugar de visitas a alumnos, hijos de amigos u ocasión para confesar y comulgar. La marcha de la guerra reduce sensiblemente su alumnado. Superada la crisis de las carlistadas, las actividades jesuí­ticas alcanzan una fase de prosperidad y madurez. Entre ellas la del Colegio de Orduña, uno de los centros más prestigiosos del Paí­s Vasco durante unos 50 años. (13-21)

[21] Soto Salvador: «Segunda etapa 1767-1932, Colegio de Nuestra Señora de la Antigua. Orduña», 1975 (Tesina UD)

[22] A partir de 1876 se denominó «Colegio de Nª Sra. de Orduña, La Antigua «, hasta el advenimiento de la 2ª República, en 1932 (35).

[23] Soto Salvador: «Segunda etapa 1767-1932, Colegio de Nuestra Señora de la Antigua. Orduña», 1975 (Tesina UD)

[24] El auge creciente de este Colegio nos lo demuestran sus estadí­sticas: de los 100 internos y 50 externos de 1877, se pasaba en 1883, a 254 internos y 63 externos, cifras que a partir de entonces se estabilizarí­an (AUí‘AMENDI, 13); Salazar JI «Urbanismo e Historia». Las clases que se impartí­an eran: fí­sica, quí­mica, historia natural, dibujo, pintura, música, observación metereológica, etc . (Iturriza Azcarraga, «Antiguos recuerdos de Orduña» Tomo IV. Sus aspectos más salientes en esta época, tan influyentes en el primitivo nacionalismo vasco, serí­an el tradicionalismo fuerista, integrismo católico, antiliberalismo y cierto ruralismo que tanta huella dejaron en los hermanos Arana-Goiri, Sabino y Luis, colegiales del mismo de 1876 a 1881. (AUí‘AMENDI,13); Salazar JI «Urbanismo e Historia».

[25] En 1902 en este colegio la comunidad de jesuitas era de 36 miembros (Archivo Histórico Foral). Este mismo año fue reconocido legalmente como Colegio de Segunda Enseñanza. En este año la enseñanza de los alumnos externos era gratuita, para los orduñeses??. Constaba de veinte personas como profesores, de los cuales 10 eran sacerdotes y otros 10 no. El director era Venancio Sorondo, su administrador Antonio Sesé, y sus profesores eran Santiago Lafuente, José Pérez Icasategui, Ignacio Cantarrel, Manuel ílvarez, etc…… Garayo, JM: «Orduña siglo XX»..

[26] En 1906 el ayuntamiento arrienda al Colegio «el castillo» (terrenos en cuyo solar estuvo ubicado el castillo de Orduña y que tantos avatares hizo sufrir a la ciudadaní­a por sus ocupantes, el mariscal de Ayala y sus sucesores. Eran  una propiedad municipal, dentro del terreno del Colegio) por un periodo de 25 años, a 25 pts /año (Archivo Histórico Foral).

 

[27] El Ayuntamiento de Orduña poseí­a unido al Colegio, en concepto de bienes propios y privativos, una finca rústica, «el Castillo», desde el 22-12-1523 por compra a Juan Martí­nez de Recalde. Dicho Castillo, situado al sur, tiene forma de cono truncado con una superficie de 7.431 m2.

[28] Soto Salvador: «Segunda etapa 1767-1932, Colegio de Nuestra Señora de la Antigua. Orduña», 1975 (Tesina UD)

[29] Ya anciano volvió y en él murió (Lecanda….)

[30] Fue alumno y brigadier.  Murió en las Islas Canarias entregado a «misiones populares» (Lecanda…).

[31] El padre José Marí­a Achúcarro llegó a Orduña en 1876, a los 6 de su apertura, y permaneció hasta su muerte en 1929.  Estuvo en el Colegio, 53 años. El hermano Alejandro Ubierna llegó en 1884 y permaneció hasta su clausura en 1932, como ropero y portero. El P. Ignacio Marí­a de Ibero al ser disuelta la comunidad en 1932, se acogió en el asilo de la ciudad, regido por las Hijas de la Caridad (este fue alumno desde el 2º año de su fundación, siendo superior de varias casas de novicios y Provincial) (Lecanda…).

 

 

[32] Lecanda, Daniel:  «Recuerdos de una expoliación»

[33] Soto Salvador: «Segunda etapa 1767-1932, Colegio de Nuestra Señora de la Antigua. Orduña», 1975 (Tesina UD)

[34] Los padres Franciscanos de Granollers (Barcelona) solicitaron al p. Provincial, Olazabal, el Colegio para seminario de sus vocaciones, lo que suponí­a que los jesuitas tení­an que renunciar a su posible vuelta a Orduña. Los franciscanos proponí­an un arriendo de 60 años, no aceptando la Compañí­a, ya que según hace constar el padre Olazabal, su salida era solo temporal. También los padres Capuchinos de Navarra, por medio de Daniel Lecanda, expusieron su deseo de ocupar el Colegio. (Carta de Juan Ramón de Urquijo, presentando la petición de los Padres Capuchinos de Aragón el 13 de noviembre de 1963).

[35] Curso 1918-9: Alumnos internos: 237; externos: 23. Alumnos externos de Orduña: Domingo Agí¼era Elosegui,  Gerardo Laibarra Añibarro, Antonio Melchor, Emiliano Orue, Luis Rotaeche, Tomás Uriarte Humaran, Clemente Valle, Adrián Zulueta, Néstor Almarza Basterra, José Marí­a Calleja Garcí­a, Segundo Echeguren Lazcano, Vicente Fernández Aguirre, Florencio Gómez Ibarrondo, Alberto López Aguirre, Felipe Luengas Dí­az de Lezana, Felipe Olazaran Olabuenaga, Jose Marí­a Valle Solaun. Alumnos internos de Orduña: Jesús Azcoitia Caicedo, Arturo Naval Lezama, José Luis Llaguno Acha. Este año estudió también el que luego fue ministro de España, José Luis Arrese Maor. Curso 1921-1922: este curso habí­a: 260 internos y 14 externos. Alumnos externos de Orduña:  Andrés Almarza Basterra, José Marí­a Calleja Garcí­a, Segundo Echeguren Lazcano, Vicente Fernández Aguirre,  Felipe Luengas Dí­az de Lezana, Felipe Olazaran Olabuenaga,  Jesús Azcoitia, Antonio Badillo, José de la Encina, Ernesto de la Torre, José Cruz Vitoria.Curso 1923-1924: En el curso 1923-4 los alumnos externos eran 26:  José Antonio Aramburu Arrotegui, Carlos Calleja Serrano, Ramón Dí­az de Acebedo Larrazabal, Jesús de Acebedo Larrazabal, José de la Encina, Vicente Fernández de Aguirre Elosegui, Jaime Fernández de Aguirre Sacristán, Luis Joaquí­n Fernández Mendiola, Luis Rafael Fernández Mendiola,  Ramón Larredonda Rodrigo, Luis Martí­n Mateo, Emilio Mugica Ruiz, Demófilo Ortega Manzanegui, José Marí­a Orube Goyogana, Eloy Pérez Martí­nez, Enrique Rodrí­guez Cuenca, Silvino Salazar Izquierdo, Juan Urrutia-Ciorroga Lejarza, José Uzquiano Menéndez, Ernesto de la Torre, José Cruz Vitoria, Felipe Luengas Dí­az de Lezana, Felipe Olazaran Olabuenaga,  Ernesto de la Torre, Antonio Badillo.

[36] «Orduña en el siglo XX». J.Marí­a Garayo Urruela, 1974

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